lunes, 15 de abril de 2013

El magisterio en la encrucijada




Por Carlos Méndez

La peor critica de lo que actualmente le pasa al magisterio nacional es aquella  que insiste en atribuirle al gobierno y a su Ministro de Educación la culpabilidad de las miserias y tormentos por las que pasa  uno de los gremios, hasta hace poco, más beligerantes  en el país.

Esta  sería una mirada torcida porque  pasa por alto la faltante radicalidad de autocritica desde las entrañas mismas de las organizaciones de maestros y maestras, fundamentalmente de sus estructuras de mando, es decir, del bloque dirigencial que desde hace muchas décadas vienen ejerciendo control directivo, de las organizaciones, a veces, de manera amañada como antidemocrática y que en conjunto, al filo de la hora, acumula cualquier clase de malas prácticas en sus estilos de conducción.

Coludirse con los políticos de los partidos tradicionales corruptos para  el tráfico y venta de plazas es una de ellas; la corrupción archimillonaria en el Instituto Nacional de Previsión del Magisterio (INPREMA), así como la  promoción  de leyes en el Congreso para mantener indefinidamente en el poder magisterial a líderes antidemocráticos y tendientes a la corrupción, es otra; también, el  manipuleo de  licencias, el  manejo mal habido de “la matricula gratis” y los abandonos prolongados no justificados o  indebidamente inventados,   de los centros de trabajo escolar, etc. etc. son, solo una parte de los contrasentidos acumulados en   una historia larga y penosa en las organizaciones magisteriales.

Lo más grave de ello, es que el maestro o maestra de hoy,  no le está enseñando a pensar la realidad con criticidad a la niñez, porque persiste con  métodos memorísticos escolásticos que no son más que formas anti pedagógicas que moldean a la juventud del futuro para ser manipulada ideológicamente por el modelo económico imperante y que tiene al mercado y el dinero, como su Dios exclusivo.

También, la  dirigencia magisterial, arrastró a la docencia, con su ejemplo,  a desperdiciar  la oportunidad histórica de construir  puentes  de diálogo y relación  hermanada y amorosa con el alumnado,  padres de familia y organizaciones locales de las comunidades hondureñas, para hacer de la escuela un instrumento de producción de conocimiento colectivo y proporcionarle herramientas mentales, para transformar la realidad, fortalecer la autoestima y la recuperación de valores ético-morales.

Para todo esto, hizo falta diente pero más que eso, mucha conciencia de trabajo, honestidad y  cariño, para ejercer el arte de enseñar para la libertad. Eso nunca fue preocupación de alguna dirigencia magisterial.  Su ocupación fue otra.

Al final, lo que pasó es que, con la recurrencia del penoso papel  de las dirigencias, ésta ofreció material pragmático al Estado, para  su cuchillada trapera y que lo pagará  muy caro, no las dirigencias, sino  desgraciadamente, una inmensa mayoría de maestras y maestros empobrecidos.

Urge una  profunda autocrítica desde dentro, para un nuevo tipo de organización magisterial  que redibuje un liderazgo fresco, propositivo, innovador,  combativo ante sus derechos conculcados, pero con calidad ética y por lo mismo, de mayor responsabilidad con la patria.

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