viernes, 19 de abril de 2013

Las opciones electorales reales




Por Efrén D. Falcón

Con la transición hacia la democracia iniciada después del oscuro período en que rústicos y corruptos militares impusieron su ley, los hondureños pudimos contar con apenas dos opciones electorales reales en que depositar la administración del Estado. Con el tiempo esas dos opciones se volvieron una sola: el bipartidismo vernáculo: abyecto pacto entre políticos inescrupulosos al servicio del poder económico para repartirse el país y alternarse en el poder político formal.

En este año político, volvemos a tener dos opciones reales, LibRe y el partido Nacional, porque con su inevitable hundimiento el partido Liberal ha dejado de ser una opción para verse condenado a convertirse en una fuerza de tercera categoría. A partir del golpe de Estado de 2009 el partido Nacional ha sabido apropiarse de los espacios y ha tomado las oportunidades; y desde que obtuvo el poder político en noviembre de 2009 [de la mano de un Lobo Sosa quien meses antes era ya un cadáver político] la facción nacionalista a cargo del gobierno ha venido conformando un bloque de poder sin precedentes en la historia “democrática” moderna del país. Políticamente, parece que no hay límites para el poder adquirido por la colusión interpoderes ―ejecutivo y legislativo― que se consolidó a expensas de la “sucesión judicial” ejecutada oportunamente en diciembre pasado, cuando se veía venir un cisma entre nacionalistas por la impugnación de las elecciones internas [ante la CSJ] a cargo de aquel que dicen que ha andado diciendo, quién sabe realmente por qué, que “primero los pobres”.

Una vez resuelto el impase de quién es el que manda dentro del partido de gobierno, solo era cuestión de tiempo ―negociaciones y componendas― para que la mayoría de los nacionalistas se montaran en el barco que enarbola la bandera del triunfo. Y así ha sido, parece que en la política no hay orgullo, no hay honor y mecho menos vergüenza porque los que hace poco eran acérrimos oponentes,y cruzaban acusaciones,hoy se toman de las manos para anticipar una nueva victoria, montando así un monumental espectáculo de cinismo.Y es un hecho que los que no se han “alineado” es porque aún no concluyen sus negociaciones, pero la adhesión se completará antes de las elecciones generales, en respeto a la tradición partidaria, como se pudo anticipar desde que Callejas Romero apareció en público al lado del candidato oficial ―según el TSE―, en una especie de bendición de la poderosa vieja guardia, o lado oscuro, del partido cachureco.

Pero la pregunta más importante es qué podemos esperar los hondureños de un nuevo gobierno nacionalista [con un congreso probablemente dividido y menos complaciente]: con toda seguridad habrá un reacomodo entre los grupos de poder económico: nuevos actores, nuevas reglas y nuevos negocios, con la destacada actuación de Coalianza; pero la desigualdad y la profundización de la pobreza persistirá; el latrocinio del país proseguirá; y las condiciones actuales de violencia, corrupción y secuestro de la ley no serán modificadas, si no es para empeorar. El panorama no es menos que deprimente.

LibRe parece ser una alternativa, quizá la única, si consideramos que ni el PAC de Nasralla ni la Alianza Patriótica Hondureña representan una opción seria para gobernar el país [si bien el PAC seguramente recibirá votos de disidentes nacionalistas y liberales, y de votantes independientes, a tal grado que si partido Liberal no rectifica camino el PAC podría convertirse en la tercera fuerza política del país en el corto plazo]. Pero a LibRe le espera un camino empinado y azaroso, ya que enfrenta tres situaciones que lo dejan en clara desventaja: a] la unidad nacionalista en torno a un candidato que tendrá a sus disposición una enorme cantidad de recursos para potenciar su campaña política; b] la posibilidad cierta de fraude electoral, por demás impune, como consecuencia del poder acumulado por el oficialismo; y c] el papel de los medios de comunicación tradicionales y mayoritarios, que si no llegaran a un entendimiento con el candidato nacionalista ―y es poco probable que no lo hagan―, difícilmente apoyarían a LibRe en su campaña política.

Después de las elecciones internas la facción de izquierda más radical de LibRe perdió muchos espacios, y es de esperar que el discurso y la campaña de ese partido se moderen en busca de votantes independientes y de disidentes de ambos partidos tradicionales, pues a estas alturas los dirigentes de LibRe deben comprender claramente que antes que membretes ideológicos lo que urge a Honduras es el adecentamiento de toda la gestión gubernamental, y el propósito cierto de encontrar y comprometer en el verdadero servicio público a las personas adecuadas ―moral, intelectual y académicamente― para generar procesos positivos a corto y mediano plazo [ojalá largo] en cada área del gobierno. Se dice con unas cuantas palabras, pero, debido al arraigado clientelismo político y la dificultad de emprender un gobierno sin el beneplácito de ciertos sectores interesados, es una tarea harto compleja.

La situación general del país y la sombría expectativa que ofrece un nuevo gobierno nacionalista son coyunturas que LibRe debe aprovechar; no obstante,esto podría ser insuficiente para derrotar al partido de gobierno si LibRe no logra leer correctamente el escaque político. Se debe preferir argumentar desde lo que está claro para todos, para no desviar recursos y tiempo hacia puntos conflictivos. La ecuación luce sencilla, empero es un camino largo y sinuoso el de superar el hándicap con que LibRe participa en la contienda. Ojalá y la última palabra realmente la tenga el pueblo hondureño, y que sea lo que deba ser. Amén.

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