viernes, 12 de abril de 2013

Entre muchas crisis y preocupaciones, la esencial




Por Rodolfo Pastor Fasquelle

A algunos preocupa el tema político, porque a muchos nos encanta, la política, y es año de elecciones generales cuyos resultados, para bien o para mal, repercutirán en la marcha o lo que sea de la nación, aunque por supuesto y necesariamente habrá una continuidad de las estructuras, que no cambian nunca de la noche a la mañana y cualquier partido que gane va a heredar una situación. Esta misma. Esta nación de marras. Hay decenas de miles de candidatos que tienen opción en las elecciones venideras y, descontando los del general Romeo y los del  presentador Nasrala, muchos van seriamente a la contienda y cada uno tiene un círculo íntimo que se preocupa por ellos y por la política.

Lo que quizás más nos preocupa a los hondureños o lo que preocupa más bien a la mayoría de nosotros es la economía, por lo menos a los mayores de edad, o a los que estamos ya en edad de tener conciencia no digamos responsabilidad. La crisis fiscal del Estado que amenaza con un colapso institucional, que se llevaría consigo a buena parte del sistema bancario, la creciente inflación importada con el costo de los combustibles pero también impulsada por la devaluación y por la misma falta de producción. El comercio anémico. La virtual imposibilidad de que la industria produzca un beneficio por los altos costos de la energía y el transporte y la seguridad. El desempleo. Y las consecuencias sociales de todo ello que sentimos universalmente todos, sin escapatoria. La calamidad domestica en que vivimos. Endeudándonos para pagar otras deudas, los que podemos…

Fuera de Honduras lo que trasciende acerca de nuestro país es más bien la crisis de seguridad. La economía de Honduras no le preocupa a nadie afuera del país. Recién ha trascendido un cable internacional que explica con lujo de detalle algo que sabemos desde hace años, que los policías trafican con drogas y que extorsionan, que tienen vínculos y relaciones intimas con el crimen y usan a los mareros -igual que los barones de la droga- para el sicariato y que después los eliminan también para enterrar los archivos. La crisis de la seguridad que no es más que una consecuencia de todo lo anterior porque, después de todo, aunque corrupción policíaca ha habido siempre y hay en muchos lados, aquí se sale de control recién cuando se dispone usar a la policía para fines de la represión política. Pero es que así es la cosa. La gente agarra los rábanos por las hojas. Y este país pudiera hundirse y afuera no habría más que una onda ligera sobre las agitadas aguas de la economía mundial. Se dejarían de comprar unos cuantos Toyota en el territorio y habría menos calcetines y melones

Esas cosas me parecen evidentes e irrefutables pero lo esencial es otra cosa. Honduras padece una profunda crisis moral, una desmoralización generalizada que provoca por un lado el cinismo y por otro la reacción ingenua -por no decir algo más grosero- de pensar que deberíamos enmendar esta situación con leyes (¿la constituyente?) o con predicas religiosas o laicas que promuevan la virtud y el buen comportamiento. Dicen que es una cuestión de educación, que hay que educar en valores. Pero el problema es de la moral social o si se quiere de la cultura y la única predica eficaz es la del ejemplo. ¿Quién nos podrá enseñar? ¿Quién tiene autoridad para enseñar? No confundo la moral personal, la intima, que no trasciende a la comunidad. Es la moral común, la de todos, que esta en crisis, nadie se salva, nadie puede darse baños de pureza.

Alguna vez , de joven adolescente escribí un artículo, que resonó por ahí, y que se titulaba la corrupción somos todos. Parodiaba un eslogan político que rezaba que la solución somos todos. Y explicaba que en Honduras la corrupción afecta a todos los sectores de la población, a los empresarios igual que al clero, a los militares igual que a los abogados, a los médicos y a los maestros, a los sindicalistas y a los lideres comunitarios y de pobladores, a los comerciantes y a los peones, que los que no roban una cosa roban otra y que muchos roban por necesidad, y otros sin ella porque roban los banqueros como dicen los diputados que reforman la ley de las tarjetas, pero también roban los diputados y roban los impostores, los que fingen ser artistas sin serlo, o conocedores de una materia y digo que muchos matan para evitar ser descubiertos o para vengarse o para inducir el miedo y que todos mienten y por miedo. Dije en otra ocasión, es un mundo al revés…No es cierto que seamos más lo buenos y Ud. no es bueno Sr. O ¿Cómo es que dejo así a la policía?

Algo de eso intuía Carlos R Reina, que se ocupa, cuando planteaba una Revolución Moral, lo que debería de pasar a la historia junto con el socialismo cristiano de Juan José Arévalo como epitome del idealismo. Y fracasó sin duda, Carlos Roberto Reina al grado que terminaron acusándolo a el mismo de corrupto por las picardías de quienes lo envolvieron en “la emergencia de los Sextos Juegos”… precisamente porque no es una tarea que puede emprender un gobierno, no digamos un gobernante. Y no queremos terminar de entender los hondureños que esto no va a funcionar. Que nunca vamos a tener un país de verdad si todos nos comportamos como uno más de los picarillos que son  todos los demás. Este no es solamente como dicen un estado fallido, es una sociedad podrida, y mal de muchos es consuelo de tontos, mejor pónganse a llorar.

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