sábado, 6 de abril de 2013
Noam Chomsky y los ilusionistas de este mundo
Por Johari Gautier Carmona
Leer a Noam Chomsky resulta siempre ser una experiencia sorprendente. No solamente porque desvela la existencia en Estados Unidos de un círculo de pensadores diametralmente opuestos a las ideas de la clase dirigente (que, además, logra difundir sus ideas de manera masiva), sino porque su crítica se aferra a detalles –fechas, acontecimientos y circunstancias– recolectados en los libros de historia y en los grandes medios de comunicación, pero leídos con otro prisma: es decir el de la persona que lee entre las líneas, que no siempre cree en los discursos oficiales y es capaz de cuestionar en voz alta las decisiones de toda una sociedad.
El filósofo y activista norteamericano logra en cada una de sus obras condensar la esencia de un sentimiento crítico, independiente e inconformista, sin otras banderas que la de la razón, que sorprende por su sencillez y entusiasma por su pertinencia.
No hay aspecto de la política norteamericana que se le escape y, por ese motivo, leerlo permite apreciar la situación geoestratégica actual, los abusos y tropiezos de la mayor potencia de todos los tiempos, al mismo tiempo que emprendemos un nuevo viaje por los acontecimientos –y en especial, los conflictos– más destacados de las últimas décadas.
Acercarse a Chomsky ayuda a entender que existe siempre una tercera vía y que uno puede evitar los enfrentamientos habituales, esos que, en la mayoría de las veces, son forzados y manipulados para distraer de lo que realmente importa: la búsqueda de una solución válida para todos.
En “Ilusionistas” (Ediciones Irreverentes, 2011) –la última publicación de Chomsky en el idioma español–, volvemos a sentir ese sentimiento de profundo inconformismo hacia la política general de Estados Unidos pero, esta vez, centrándonos en los eventos de los últimos años , incluyendo la reciente primavera árabe.
No se trata de una crítica destructiva. Noam Chomsky es un patriota distinto, un hombre libre y exigente que ama su país –y no lo cambiaría por ningún otro–, pero que no puede callarse ante las graves incoherencias de sus dirigentes.
Así pues, el filósofo norteamericano de ascendencia judía se permite criticar la alianza incondicional que une su país a Israel y que, según él, genera un claro desequilibrio en Medio Oriente. Antes de mencionar el ataque a Líbano en el año 2006 –que tacha de despiadado–, el autor alude a la conducta pasiva de Estados Unidos.
“Israel puede ir tan lejos como se lo permita Estados Unidos. En cualquier caso, los Estados Unidos están participando directamente, incluso en los delitos que condena oficialmente, aunque con un guiño a su aliado” (p.21).
El reciente conflicto con Libia también tiene su importancia, pero Chomsky le vuelve a dar una perspectiva inusual, rompiendo con el esquema de los titulares llamativos y la inmediatez de las imágenes. Para eso no hay nada mejor que acudir a la memoria y a la historia, herramientas básicas para toda persona que razona y analiza con profundidad.
De esta manera, el autor reconstruye la relación que estableció Estados Unidos con el régimen de Gaddafi (antes de que este último muriera a manos de los rebeldes) y alude al ataque que Ronald Reagan organizó en Libia en los años 80. Fue, según él, parte de una “doctrina recién inventada de auto-defensa contra un ataque futuro”. (p.25)
A esta doctrina de auto-defensa se refiere especialmente el autor, pero con el fin de demostrar que los Estados Unidos llevan más de un siglo empleándola para justificar intervenciones.
La idea es discutible, debido a que nunca se oficializó ese modus operandis antes de la intervención en Afganistán, pero los ejemplos presentados por el autor apuntan a una conducta belicista innegable y un afán de control que podría ser el sustento de una agresividad previsora. Entre los ejemplos citados, encontramos la intervención en Rusia en 1917 para evitar la expansión del comunismo, la invasión de la isla de Haití a principios de siglo XX para facilitar el acceso de los inversores norteamericanos, o incluso, la intervención de EEUU en Venezuela en 1928 para expulsar a los británicos del país y así convertirlo en uno de sus principales proveedores de crudo.
La política interna también es motivo de crítica y más concretamente las elecciones que, según el autor, se basan en un sistema clientelista donde los resultados son acordados mucho antes de lo anunciado.
“Las elecciones se están convirtiendo cada vez más en una farsa dirigida por la industria de las relaciones públicas, la que trata de movilizar a la población a votar mientras se asegura de que las cuestiones centrales son dejadas al margen”. (p.56)
Chomsky destaca la existencia de una gran industria de relaciones públicas en el sistema electoral estadounidense que trabaja para pactar acuerdos mercantiles durante cada campaña electoral.
¿Exageraciones o lectura pertinente de la actualidad? Muchos lectores terminan catalogando a Chomsky como conspiracionista, otros como un filósofo “sin pelos en la lengua”. Que cada uno decida. Lo cierto es que es uno de los pocos autores que ofrecen una lectura contextualizada de la actualidad donde cada evento viene sustentado por una acción anterior y una argumentación sólida.
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