sábado, 2 de marzo de 2013

Libertad y seguridad




Por Aníbal Delgado Fiallos

“Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad”.

Quien escribió las letras anteriores fue Benjamín Franklin, filósofo y político norteamericano, prócer de la independencia de aquel país, en los momentos en que se planteaba cuál debería ser la ruta fundamental para la nueva nación: ¿hacia la libertad? ¿hacia la seguridad?
Las mayorías que forjaron la independencia, construían con su trabajo la nueva sociedad y los pensadores de la ilustración clamaban por la libertad; su propósito era cimentar una sociedad libre y el gobierno debería consagrarse a eso, a forjar, preservar y ampliar la libertad y los derechos de los ciudadanos; las minorías plutocráticas insistían en la seguridad. Esa contradicción se mantuvo en los Estados Unidos por mucho tiempo y de repente no ha sido superada: hay círculos que ven en la libertad y la Declaración de Derechos un obstáculo para implantar un régimen tiránico, apoyados en instituciones terroristas que actúan en el seno del mismo gobierno, CIA, FBI; hay otros que creen que la sociedad norteamericana debe ser la que soñaron sus ciudadanos más distinguidos: Jefferson, Franklin, Lincoln, Walt Witman, Roosevelt, Martin Luther  King. El escritor norteamericano Irvin Wallace narra en su obra “El Documento R” un proceso conspirativo para reformar la Constitución de los Estados Unidos; el pretexto era combatir el caos, preservar la democracia, liquidar la conspiración contra el sistema, hacer frente al crimen.

La idea básica de la acción conspirativa era que solo eliminando los derechos y libertades fundamentales, estableciendo el orden por medio de la represión y la dictadura se podría hacer frente a aquella situación de caos nacional; el objetivo central era, ya sin frenos jurídicos y morales, instaurar un Estado fascista; para mostrar su factibilidad se había fundado una ciudad modelo de habitantes desprovistos de todas las libertades y derechos. El proyecto fracasa después de una lucha mortal y deja una enseñanza: no es preciso eliminar los derechos y libertades fundamentales para hacer frente al crimen e instaurar un régimen de respeto a la persona humana y a su seguridad; al contrario, son medidas tanto de tipo económico como social y cultural apoyadas en dichos derechos y libertades, revestidas de una alta moralidad gubernamental, las únicas que pueden liberar la  sociedad del caos y el delito.

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