viernes, 1 de marzo de 2013

Alianzas electorales




Por Aníbal Delgado Fiallos

En el marco de los ideales democráticos existen condiciones propicias para una alianza electoral cuando hay proyectos políticos con afinidad ideológica o si no la hay cuando se comparten puntos programáticos para impulsar un buen gobierno.

Es evidente que los sectores democráticos aisladamente no pueden derrotar a una derecha tan poderosa como la que ejerce el gobierno en Honduras, sin un sistema de alianzas estructurado con inteligencia y alto sentido ético.

Avanzar hacia esas alianzas se vuelve de alta necesidad patriótica; es la condición para inaugurar una era de progreso y para asear el gobierno de todos aquellos factores que generan el atraso y la vergüenza nacional.

¿Con quién las alianzas? Es necesario recordar que a la altura de nuestro tiempo en Latinoamérica no hay masas de derecha, un noventa por ciento de la militancia de los partidos, sea cual sea su signo ideológico oficial, es de la llamada izquierda no marxista; ciudadanos que se adhieren a los principios de igualdad, equidad social, moral política, derechos humanos, económicos y sociales, en fin, se adhieren al ideal del gobierno progresista.

Los grupos que a contrapelo de la historia pretenden sostener un sistema de privilegios o seguir viviendo del saqueo de las arcas nacionales son una minoría, por lo que si las mayorías logran organizarse sobre la base de un programa y una estrategia de acceso al gobierno, aquellos grupos minoritarios perderán sus posibilidades de ejercer el mando del país.

Los partidos y personalidades democráticas, las organizaciones sociales, ¿pueden aliarse con esta derecha traidora?, definitivamente no; no hay puntos programáticos en común, ni objetivos relevantes de bien nacional; entonces lo único que aquí cabe es buscar alianzas para derrotarla, y, dentro de un plan estratégico bien elaborado, consagrarse a la búsqueda del voto honesto de los hondureños.

Se trata de un proyecto histórico grandioso, una utopía, que demanda una fuerte voluntad de gestión unitaria y un gran arrojo, sobre todo capacidad para plantearlo ante la nación; aunque sepamos que hay muchos obstáculos que vencer: las urgencias de unos de medrar en la administración pública, el celo de otros y la natural resistencia de los usufructuarios de la situación actual.

Hay que buscar caminos nuevos, senderos novedosos, porque eso de hacer sólo las cosas que resultan fáciles e insistir en lo que sabemos siempre resulta mal, no nos llevará sino a rotundos y dolorosos fracasos.

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