The Conversation
Por A. Victoria de Andrés Fernández *
Foto: Shutterstock / Rose Makin
¡Por fin buenas noticias! Después de meses de incertidumbre, el optimismo asoma a nuestras vidas en forma de vacunas. Los laboratorios farmacéuticos acaparan la atención del planeta presentándolas como si de topmodels de pasarela se tratasen.
Pero ¿cuál es la vacuna más conveniente? ¿Hay vacunas mejores que otras? ¿Por qué tienen precios diferentes y requisitos de conservación distintos? ¿Dosis únicas o múltiples?
Responderemos mejor a estas preguntas si entendemos qué es una vacuna y en qué se diferencian unas de otras.
¿Qué es una vacuna?
Según la OMS, se denomina vacuna a cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos.
La inmunidad se adquiere tras una infección. Por eso, las vacunas (pinchadas o inhaladas) deben engañar a nuestro cuerpo simulando una infección por el microorganismo patógeno (virus o bacteria) frente al que persiguen inmunizarnos y poniendo al sistema defensivo en alerta. Así, cuando realmente contactemos con los microorganismos indeseados, nuestras células plasmáticas (linfocitos B) habrán producido anticuerpos que los estarán esperando, los neutralizarán específicamente y evitarán que enfermemos.
Como la ciencia ha desarrollado varias estrategias para aparentar una infección, hay diferentes tipos de vacunas.
Para gustos, vacunas
1. Vacunas vivas atenuadas. Son suspensiones de virus vivos que producen una infección real e inducen una respuesta duradera y eficaz. Como los virus se debilitan previamente, la infección se presenta en versión light. Se trata de vacunas perfectas para adultos (porque son baratas y monodosis). Sin embargo, pueden resultar peligrosas para inmunodeprimidos (incluyendo mayores y personas con patologías graves), a los que les pueden desencadenar la infección en todo su esplendor. Como este virus es nuevo y, hoy por hoy, no existe un medicamento definitivo contra él, no podemos correr riesgos. Por eso, de este tipo de vacunas (donde se sitúan las del sarampión o la rubéola) no hay ensayos para el SARS-CoV-2.
2. Vacunas inactivadas. Similares a las anteriores, pero con virus muertos, por lo que minimizamos riesgos (al no poderse reproducir). Como contrapartida, la inmunidad generada es menor y dura menos tiempo. Por eso, cuando nos vacunamos de la rabia o la hepatitis A, necesitamos “dosis de refuerzo”. Una modalidad más segura aún, las llamadas Subunidades, recombinantes, polisacáridas y combinadas, no trabajan con virus completos, sino con “trocitos” inactivados de virus con capacidad antigénica fuerte. Son las que nos inmunizan contra la hepatitis B o el papilomavirus. Como nuestro sistema inmune confunde esos trozos con virus completos, desarrolla una respuesta fuerte. Con todo, al igual que en el caso anterior, se requieren dosis de refuerzo.
Vacunas inactivadas son las chinas de Coronavac (Sinovac) y Sinopharm, que presentan la ventaja de poderse mantener y transportar en frigoríficos convencionales.
3. Toxoides. Cuando lo que causa la enfermedad no es el microorganismo, sino la toxina que éste produce, la vacuna se crea desactivando la toxina y logrando inmunidad contra ella (no contra el microorganismo). Esto ocurre solo con algunas bacterias, como las responsables del tétanos o la difteria. Como el SARS-CoV-2 es un virus y no genera toxinas, no hay ensayos de vacunas de este tipo.
4. Vector recombinante. Este tipo de vacuna supone un sustancial avance de la ingeniería biológica. Consiste en inocular un virus bueno, al que se le llama vector. El vector lleva en su interior, en vez de su ARN original, uno modificado para sintetizar proteínas del virus malo. Cuando el virus entra en nuestro interior, no nos causa enfermedad (porque es bueno) pero induce la inmunidad contra el virus malo (porque expresa sus proteínas). Así fue como se erradicó la viruela de nuestro planeta en 1980 (uno de los grandes logros biomédicos de la ciencia). De este tipo, en su modalidad no replicante, son las vacunas AZD1122 (Universidad de Oxford/AstraZeneca), la china CanSinoBIO de Petrovax , la británica Ad26.COV2.S de Johnson & Johnson y la rusa Gam-COVID-Vac o Sputnik V, con la que se empezará a vacunar a la población rusa de forma inminente).
De nuevo, se necesitan dos dosis.
5. Vacuna de ADN. Consiste en la inyección directa de ADN a través de un plásmido o un vector de expresión. Este ADN codifica una proteína antigénica de interés, que inducirá la activación del sistema inmune. Como nuestro virus tiene ARN (y no ADN), no se están ensayando vacunas de esta tipología.
6. Vacuna de ARN mensajero (ARNm). Se trata del último grito en vacuna biotecnológica. No inoculamos el antígeno para desencadenar la respuesta inmunitaria. En lugar de eso, esclavizamos células vivas en laboratorio, hacemos que produzcan la mayor parte de la respuesta inmune por nosotros (como si fueran nuestros linfocitos B) y pinchamos directamente millones de ARNm (el molde de fabricación de los anticuerpos).
Pero… ¡Oh, problema! Tenemos enzimas ARNasas que los destruirán. Es más, las tenemos, además de en nuestro medio interno, en la piel o en el propio aliento, con lo cual el riesgo de destruir el ARNm antes de que cumpla su papel es altísimo. Para evitarlo, se construye una envoltura lipídica protectora y se hace un lacasito, donde el chocolate son millones de moléculas del preciado ARNm. Es una tecnología compleja que ha supuesto una fortísima inversión en investigación, por eso estas vacunas son las más caras.
Las vacunas mRNA-1273 de Moderna (norteamericana) y BNT162b2, de la norteamericana Pfizer y la alemana BioNtech, se basan en esta ingeniosísima idea. Como la envoltura del lacasito es muy lábil, necesitará mucho frío para su conservación y transporte (-20ºC y -80º, respectivamente). Este pequeño inconveniente nos garantiza una inmunización segura, eficaz (95%) y muy rápida. Boris Johnson acaba de anunciar el inicio de la vacunación masiva de la población británica con viales de Pfizer.
Las vacunas mencionadas son las que se encuentran en fase más avanzada de ensayo clínico (fase III) o han solicitado ya su aprobación a la EMA (Agencia Europea del Medicamento), aunque están en desarrollo muchas más, alguna de ellas españolas.
Toda vacuna que se comercialice en Europa ha de cumplir los requisitos de la EMA. No es momento para presiones políticas ni, mucho menos, económicas. El rigor que caracteriza el trabajo de esta agencia debe ser, ahora más que nunca, su único modus operandi. En sus manos está la enorme responsabilidad de garantizar la seguridad de todos los europeos en la crisis sanitaria más importante de su historia.
* A. Victoria de Andrés Fernández. Profesora Titular en el Departamento de Biología Animal, Universidad de Málaga
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