Por Carlos Ulanovsky
El interés de Maradona por la política, que eligió y defendió con absoluta conciencia.
La vida de Maradona estuvo signada por la política en su mejor y más genuino sentido. Primero por la decisión de no olvidar sus orígenes tan humildes en Villa Fiorito, también como homenaje a sus padres y además por sus elecciones ideológicas permanentes sintetizada en uno de sus dichos: “Yo soy zurdo del todo: de pie, de fe y de cerebro”.
Revisar aspectos de su existencia permite verificar su abierto afecto y libre adhesión por gobiernos populares, como los de Lula y Evo, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Ni hablar de su incondicional amor por Cuba, país que lo recibió y protegió en momentos difíciles de su vida. Esa cercanía con la isla la llevaba en la piel: en su brazo derecho mostraba con orgullo un tatuaje del Che Guevara, así como en la pierna izquierda dejó para siempre una imagen de Fidel Castro. A propósito: vaya coincidencia, el comandante de la revolución murió en la misma fecha. Y, ampliando las casualidades, en otro 25 de noviembre pero de 1956 (todavía faltaba para que Diego llegara a este mundo) partía del puerto de Veracruz, México, el legendario barco Granma con 82 revolucionarios a bordo, entre ellos Fidel.
Nunca le gambeteó al compromiso. Lo demostró en el 2005 integrando la comitiva del llamado Tren de la Esperanza que trasladó a Mar del Plata a miles de militantes que rechazaban la Cumbre de las Américas que, con la repudiada presencia del Presidente norteamericano George Bush, se llevaba a cabo en Buenos Aires. En diversas circunstancias estuvo en los despachos más encumbrados, como asistente principal y porque todo líder sumaba prestigio si obtenía una fotografía al lado suyo. En 1995 la Universidad de Oxford lo distinguió con el título de “maestro inspirador de los estudiantes soñadores”. Apoyó con devoción y convicción a las gestiones de Néstor y de Cristina así como el 26 de diciembre de 2019 llegó a la Casa Rosada para saludar y manifestar su pertenencia al nuevo gobierno del Presidente Alberto Fernández, que como hincha de Argentinos Juniors lo tuvo como ídolo. En esa circunstancia salió al más simbólico de los balcones, como lo había hecho 33 años antes, en 1986, de regreso como campeón mundial. Esta última vez tiró besos, se tocó el corazón, saludó con el puño izquierdo erguido y jugó con una réplica de la copa que había ganado en México. Y hace muy poco, cerca de su cumpleaños, volvió a marcarle territorio a Macri. Fue cuando el ex Presidente había sugerido al peronismo desligarse de Cristina “así como yo, cuando era presidente de Boca, me tuve que desprender de Maradona”. Esta declaración fue velozmente respondida por Diego: “Vos, Mauricio, no me echaste de ningún lado. Fui yo el que dejó el fútbol para proteger la salud de mis viejos… Vos sabés que tus decisiones les cagaron la vida a dos generaciones de argentinos… Hacete cargo, querido, ya lo dijo tu padre”.
A mediados de la década del 90, con colegas como el francés Eric Cantoná, el liberiano Weah, el colombiano Valderrama, el brasileño Bebeto, el italiano Vialli, el búlgaro Stoichkov, el sueco Brolin y el danés Laudrup, entre otros, participó de la fundación de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales. Tenía claro que la FIFA, por su avidez por los negocios, había transformado al fútbol en un enorme negocio y había condenado a los jugadores a ser, en el mejor de los casos, una mercadería, y en el peor un esclavo.
Las que se leerán a continuación son frases de Diego Armando Maradona que tienen inequívoca afinidad con uno de sus principales intereses, que eligió y defendió a absoluta conciencia: la política.
“Todos saben lo mismo que yo, pero pocos se atreven a poner la cara contra Blatter, Havelange y Grondona. El jugador de fútbol es lo más importante y vamos a defender sus reivindicaciones hasta la muerte”.
“Crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono”.
“Cuando entré al Vaticano y vi todo ese oro, me convertí en una bola de fuego”.
“El juez Bernasconi (Hernán, juez del famoso caso del jarrón de Guillermo Cóppola) es muy rápido. Es capaz de meterle un supositorio a una liebre”.
“No soy ningún mago. Magos son los que en Villa Fiorito viven con mil pesos por mes”.
“Mi viejo fue peronista; mi vieja adoraba a Eva y yo fui, soy y seré siempre peronista”.
“Yo quería ir a los Estados Unidos, pero el cabeza de termo de Clinton no me deja entrar”.
“Cuando viví en Cuba, en el inodoro tenía la foto de Clinton. Un día se la mostré a Fidel y me dijo, refiriéndose a Bush: ‘El que viene es peor’. Y no se equivocó”.
“Yo, al Presi (se refiere a Fernando de la Rúa, en el 2001) le pediría que se despierte… sé que es capaz, pero la siesta terminó”.
“Se le escapó la tortuga”. (Inspirada en algo que le pasó al hijo del embajador norteamericano en la Argentina James Cheek cuando se le extravió una tortuga. Varias veces se la dedicó a Julio Grondona).
“Pensé que el que venía era Berlusconi, pero me encontré con el cartonero Báez” (La frase aludía a quien entonces era el presidente de Boca, Mauricio Macri. Maradona era jugador).
“A Neustadt le digo sanguchito, porque está siempre cerca de la torta”.
“Si lo veo a Duhalde en el desierto, le tiro una anchoa”.
“Bush es un asesino. Prefiero ser amigo de Fidel”.
“Mi ídolo es el Che Guevara, y Néstor tenía muchas cosas del Che”.
“A los políticos les saco una ventaja. Ellos son públicos. Yo soy popular”.
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