Radio Progreso
Por Ismael Moreno sj (Padre Melo)
Todo se lo cargamos a enero, como la cruz que cargó el Cirineo, que no le tocaba, pero sin permiso le pusieron la carga. Todo lo que no hicimos en diciembre y a lo largo del año, se lo pasamos a enero. Aquello que deseamos hacer en el año y no lo logramos, se lo pasamos a enero.
Angustiados por las festividades y el llamado visceral del comercio a consumir, gastar, regalar, comer y endeudarnos, nos deja en un estado de ánimo que los trabajos y compromisos que van a partir del 15 de diciembre, estorban, y se busca de cualquier manera sacudírselos. ¿Qué se hace entonces? Se pasan para enero, ya no solo evaluaremos para enero lo que hicimos el año anterior, sino que planificaremos el año que comienza, porque enero es el mes para elaborar el POA.
En diciembre gastamos todo lo que nos entró, sea por aguinaldo, por remesas, o porque me pagaron el préstamo que hice a mí compadre. Y llegamos a fin de año hule, con los bolsillos limpios y con la tarjeta de crédito a reventar. Es entonces cuando pensamos que en enero pagaremos las deudas, o en enero sacaremos nuevos préstamos para pagar lo que gastamos en diciembre.
En las fiestas de navidades y de fin de año, acompañadas de cuchumbos, despedidas, fiestas de cierre de temporada, nos hartamos y bebimos hasta quedar exhaustos. Es entonces cuando hacemos la promesa de que en enero nos pondremos a dieta, haremos ejercicios físicos y haré citas con la nutricionista para bajar el colesterol y los triglicéridos.
Llegamos a diciembre sin empleo, quizás el año entero estuvimos en la calle de la amargura del desempleo, pero en diciembre es difícil conseguir chamba, pero no podemos seguir así. Y es cuando hacemos la promesa: “en enero meteré papeles en todos los lugares posibles para ver si algo sale”.
Pobre enero, todo se lo descargamos, tiene 31 días, pero le echamos cargas como si no fuera un mes, sino el año venidero entero. Eso sí, no toquemos el Primero de enero, porque es el día de la resaca. Es pecado iniciar el año con trabajos, y el día 2 comenzamos a desperezarnos, con la ventaja de que en muchos organismos, ya no el dos, sino la primera semana, y algunos también la segunda, no inician el trabajo del año. Entonces, todo descargamos en un enero que se acorta con la resaca, las perezas, la modorra de re comenzar un nuevo año ingrato.
Es cuando nos damos cuenta de un solo porrazo que haber pasado a enero todos los compromisos era un espejismo, porque no hay nada más engañoso que dejar de hacer cosas en diciembre, porque tampoco las haremos en enero, porque enero a fin de cuenta es un pobre, cuesta arriba y harapiento enero. Y nos tocará seguir pasando trabajos y compromisos a febrero, y así llegaremos a diciembre agobiados de cargas y deudas, y de nuevo en el siguiente diciembre, emerge el espejismo de enero que, como por encanto, hace creernos que todo lo que dejemos de hacer hoy se resolverá en enero.
Y como es un engaño, un espejismo, cuando dejamos de hacer cosas en diciembre, y las pasamos a enero, ni nos preocupamos por poner fechas, porque enero es un saco de sastre en donde echamos todas aquellas cosas que ya no queremos hacer, o que nos estorban para la parranda. Y así llenamos de cargas a enero, compromisos que jamás cumpliremos. Serán cargas que nos agobiarán a lo largo del todo el año.
La parranda de diciembre tiene su encanto, tiene su engaño, tiene su fantasía, tiene su espejismo. Nos hace creer que el mundo se acaba, o se va, y no lo podemos dejar ir sin festejar. Y nos agarramos del harapiento enero, despistado, y las cruces que cargamos se las entregamos cual Cirineo, para que las cargue mientras nosotros seguimos en pachanga.
Todo mundo dejamos muchas tareas de diciembre para enero. Menos los delincuentes. Pero no esos rateritos que en diciembre se ponen a chondenga con esa vaga promesa de que al llegar enero no volverán echarse otro trago, pero si seguir cartereando, porque si no, dónde más se agarran. Los delincuentes que de verdad no dejan nada para enero son esos grandes extorsionadores de las leyes, de la política y del erario público.
Mientras la gente se entrega de cuerpo entero a la parranda, y suspende sus actividades, unos cuantos y altos delincuentes aprueban presupuestos nacionales a su gusto y medida, reforman leyes, aprueba decretos, hacen nombramientos, y los que se mueven por el comercio y los negocios, aumentan precios, alteran tarifas, despiden empleados y obreras y obreros. Para ellos, diciembre es diciembre de bonanza, y mientras enero es para el común de los mortales el mes del infortunio, para este reducido grupo de hampones de altos vuelos, enero es para contar fortuna. Los afortunados de diciembre festejan en enero y redondean todas sus ganancias para sus merecidas vacaciones de verano, mientras el resto seguirá su camino de Viacrucis.
Así es enero, pobre e ingenuo, pero no tonto. Y tan pronto como se echa a las espaldas las tareas y compromisos que no cumplimos en diciembre, hace lo que puede, y las demás tareas se las pasa a febrero, y como el segundo mes es el más corto, más se tarda en recibir las cargas no cumplidas que en pasarlas de inmediato al tercer mes del año. Y enero hasta da oportunidad a los miles incautos para que se descubran a sí mismos embaucados por unos cuantos bribones, y para que enfilen su lucha para sacudirse de los engaños y los engañadores de diciembre. Así va la vida.
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