Rebelión
Por Mario Hernandez
Hace 10 años falleció el entrañable José Saramago
Comparto el breve texto que escribí para despedirlo
A Saramago, quijote tallador de palabras
Pocas veces mi tristeza fue compartida por tantos. Murió José Saramago, pero no siento dolor, pues su vida y su obra fueron pura coherencia, compromiso y creatividad; la pena es por su ausencia, no poder contar más con sus lúcidas opiniones, esperar sus novelas y poemas.
Contados escritores como el quijote portugués, tallador de palabras, acompañaron con su literatura nuestras vivencias. Este comunista libertario, hormonal, como se autodefinió, estuvo atento a la realidad de su tiempo, nunca formal, siempre incisivo, sin ataduras, nada complaciente. Un referente ético impar, quizás el último gran escritor que unió una narrativa brillante y seductora con una implacable honradez intelectual, no eludió temas para evitar controversias, supo incomodar y desatar polémicas con sus punzantes reflexiones. Fue capaz de trasladar a su universo literario el más fuerte compromiso, compromiso que adquiere plus valor cuando esa palabra ha sido vaciada de todo significado. Fue un ejemplo de concordancia entre el decir y el hacer.
“Mi oficio era levantar piedras, no es mi culpa si debajo de esas piedras había monstruos que quedaban al descubierto”. En una conferencia en la Biblioteca Nacional, más política que literaria, dijo “nací en un mundo injusto y seguramente moriré en uno igual, en mi lápida que pongan aquí yace José Saramago, murió furioso”.
La Iglesia lo acusó de hereje, el Vaticano no dejó de insultarlo en todas las lenguas posibles. En su obituario en el L’Osservatore Romano el oscurantismo ensotanado reiteró su impotente diatriba. Saramago se animó a humanizar la figura de Jesús, a contar cómo perdía la virginidad con María Magdalena, a dibujarlo como a un títere de Dios para multiplicar y expandir su dominación mundial.
“Para defenderme de los que me llamaron hereje, no tengo más que decir que la palabra herejía, etimológicamente, quiere decir ‘el que elige otra cosa’, y que todos deberíamos tener ese derecho. Aunque las religiones nunca fueron contemplativas con los que piensan distinto ni han servido nunca para acercar a los hombres los unos a los otros”.
Sus abuelos analfabetos fueron sus maestros en el arte de narrar y de vivir; así lo recordó en su discurso al recibir el Nobel, una pieza para releer. Nunca olvidó su origen, escribió para comprender. Tuvo la sabiduría de plantearse todos los interrogantes que se niegan quienes miran, pero no ven. ¿Qué pasaría si las personas dejaran de morir? ¿Si el mundo se volviera ciego? ¿Si todos votaran en blanco? ¿Si la Península Ibérica fuera una balsa a la deriva? ¿Si Cristo no hubiera sido lo que dice La Biblia? Sumergirse en la escritura tersa, musical de sus novelas es aproximarse a algunas de las posibles respuestas. De allí parten sus metáforas cautivantes, literatura ficcional urdida con personajes de carne y hueso. Imaginación tejedora de absurdos para interpelar una realidad sostenida por las más absurdas creencias.
Miles de lisboneses lo despidieron con sus libros en alto, unidos en homenaje, sus lectores y sus personajes, creados letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro. “Sin ellos no sería la persona que soy”.
Se burló de las eternidades. “Espero morir como he vivido, respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame” … “entraré en la nada y me disolveré en ella”.
Adiós José Saramago, compañero del alma. Estás vivo, te seguimos pensando.
Silvio Schachter, 18 de junio 2010
M.H.: Saramago era uno de tus favoritos.
S.S.: Sin dudas, es uno de mis tres favoritos, tanto por su literatura como por su conducta ante la vida.
M.H.: “Comunista hormonal” como le gustaba definirse. Se iba angustiado por dejar un mundo peor al que había encontrado. “No soy pesimista, es que el mundo es pésimo”. ¿Qué nos podés comentar de Saramago?
S.S.: La figura de Saramago da para muchas opiniones, ideas e intercambios. Él dice que su responsabilidad en realidad no es contar los males del mundo, sino que lo que hace es levantar las piedras para que la gente vea lo que hay debajo. Y todos sus libros, toda su literatura se puede relacionar con esa imagen. El trata de mostrar lo que el capitalismo ha hecho del ser humano, lo que esta sociedad ha hecho del ser humano y que el rescate está en otro tipo de sociedad.
Esa expectativa por una sociedad diferente se ve también en sus novelas. Él dijo en algún momento que el ser humano mató más gente que la muerte. Hoy tendría mucho peso porque cualquiera de los filósofos que hoy están debatiendo el significado de la pandemia y lo que va a venir, seguramente adheriría a esto, no es el virus, sino las personas frente al virus lo que ha hecho que esta epidemia tenga las consecuencias que tiene.
La otra cuestión es la actitud inflexible de él ante sus principios. Pensando en Ensayo sobre la ceguera uno de los libros más vendidos, que ahora se ha agotado junto con otros títulos.
M.H.: El más traducido junto con El Evangelio según Jesucristo.
S.S.: En estos días han agotado dos o tres ediciones de ese texto. Hace poco hablábamos sobre lo que fue la lectura en estos tiempos de La Peste de Camus o Diario del año de la peste de Daniel Defoe, pero creo que el libro además de poder darnos muchas señales sobre lo que nos está pasando trasciende el momento y habla mucho de lo que era él, de su nivel de compromiso con lo que escribía.
Cuando recibe el Premio Nobel, termina su discurso, el que recomiendo leer o ver ya que hay un video en internet, que habla de la modestia, de su origen al cual siempre fue fiel. Él siempre hacía referencia a sus abuelos, siempre decía que todo lo que aprendió lo aprendió de analfabetos, con eso también hace una mirada crítica a aquellos sectores de la cultura que se ubican por encima de las personas comunes y él siempre pensó en esas personas comunes.
También hacía referencia a su nombre, el apellido del padre no es Saramago, era un seudónimo que tiene que ver con un rábano silvestre que crece en los campos de Portugal y cuando lo fue a anotar a José la gente lo ubicaba por ese seudónimo, entonces le pusieron Saramago. Sus padres se enteraron que tenía ese apellido y no el del padre cuando lo fueron a anotar en la escuela por primera vez. Él contaba mucho esta historia para contar el mundo en el que él se crió, el mundo que percibió.
Tuve la oportunidad de conocer esta anécdota cuando visité su Fundación en Lisboa. En la puerta de esa Fundación que es maravillosa porque se puede recorrer toda su vida, hay videos, libros que fueron editados en distintos idiomas, sus discursos, fotos con las personas con las que se encontró, sus principales posiciones ante los temas de conflicto, etc. Y en la puerta hay un olivo, donde vertieron las cenizas de Saramago y donde la gente le hizo ese homenaje con todos los libros en sus manos, porque él reconocía que eran sus libros y personajes, pero también sus lectores. Me parece una imagen muy bella de un escritor.
Particularmente en cuanto al Ensayo sobre la ceguera, Saramago volvió a la literatura recién a sus 55 años, luego de la muerte de Salazar en 1977. A partir de ese momento fue muy fructífera toda su actividad creativa. También se tuvo que exiliar en las Islas Canarias porque en Portugal la Iglesia presionó para que no recibiera un premio por el libro El Evangelio según Jesucristo.
M.H.: Yo conocí a Saramago por ese libro, diez años antes de su muerte, un poco tarde, me regalaron ese libro para un cumpleaños. Lo leí en Pehuencó en unas vacaciones, un libro que debe tener unas 500 páginas, pero no pude dejarlo, prácticamente lo leí de un tirón.
S.S.: Por ese libro lo llamaron hereje, lo persiguieron y el propio gobierno portugués objetó que le dieran el premio por lo cual él decidió no quedarse en Portugal, se consideró censurado.
Era muy amigo de Cuba, como comunista, pero cuando en 1989 fusilan a Ochoa y a De La Guardia él se enoja con Cuba y con Fidel, planteando que no estaba de acuerdo con la pena de muerte, a pesar de que él defendió la revolución cubana contra viento y marea, fue uno de sus principales voceros como intelectual, pero tuvo el coraje de decir que no estaba de acuerdo.
Su ausencia durante estos diez años se siente en la ausencia de su literatura, en no poder esperar su próximo libro que nos abra las puertas a una mirada diferente hacia lo que nos pasa. Sus opiniones. Uno podría plantearse qué diría Saramago ante esta cuestión de la pandemia.
En cuanto al Ensayo sobre la ceguera es quizás para mí, que también empecé a leerlo con El Evangelio según Jesucristo que también me impactó su mirada sobre la religión, que es algo permanente en su obra. Era ateo declarado y confrontador de lo que fueron las religiones y las Iglesias a lo largo de la historia de la humanidad y ahí tiene la audacia de plantearse un Jesús rebelde ante Dios y el Diablo.
Pero cuando publica Ensayo sobre la ceguera que para mí es el libro más crudo y duro, que tiene páginas que se hacen muy difíciles de leer, sobre todo la situación creada dentro del manicomio, las violaciones, etc. Se hace muy explícito el horror. La novela tiene varias partes, una es dentro del manicomio donde la llamada “ceguera blanca” afecta a una parte, luego a una parte de la gente que vive en la ciudad y finalmente cuando la epidemia atacó ya a todas las personas, la gente sale a la calle y se vive una segunda situación de violencia viendo lo que ha hecho la enfermedad con toda la ciudad. Y cómo la solidaridad de ese pequeño grupo que son los protagonistas de la novela, logra sobrevivir y dignificarse a sí mismos.
M.H.: “En una epidemia ni responsables ni culpables somos todos víctimas”.
S.S.: Obviamente la novela tiene muchas lecturas, pero quería hacer referencia al contexto. Hay que pensar que él escribe eso después de la caída del Muro, luego de la caída de la Unión Soviética, después de la presidencia de Bush y la invasión a Irak, con el gobierno de Felipe González y Mario Suárez apoyando la invasión al Golfo. El libro de Fukuyama sobre el fin de la historia, también era el auge del Sida. A pesar de que él nunca quiso explicar por qué escribía determinadas novelas en cada momento, yo creo que no se puede desligar esa mirada escéptica sobre los comportamientos humanos frente a los acontecimientos imprevistos cómo descarnadamente salen esas miserias, no solo de los individuos, sino también del comportamiento de los medios de comunicación, que se ve claramente en la novela, deformando, desinformando, además como una crítica al consumismo, a la represión, el papel que juega el Estado cuando los aísla y los deja que se mueran adentro del manicomio sin darles ningún tipo de ayuda, abandonándolos a su suerte.
Yo creo que la novela también refleja un momento especial que le toca vivir a la humanidad en el momento en que Saramago escribe esta novela. Que es una novela cargada de escepticismo, muy fuerte. Como todas las novelas o la mayor parte de las novelas de Saramago. Un dato importante es que trata de no localizarla en un sitio con determinado nombre ni identifica a las personas con nombre y apellido, no casualmente ninguno de los protagonistas tiene nombre, son “el oftalmólogo”, “la mujer del oftalmólogo”, “la prostituta”, “el chico de los anteojos oscuros”.
De la misma manera que lo hizo en otras novelas como en Las intermitencias de la muerte. En este caso la ceguera hace que no importe la apariencia de las personas, que lo que importe sean las conductas y eso es lo que los diferencia. Por eso él evita ponerles nombre. También todos los matices y las distintas posiciones dentro de la sociedad cómo la epidemia los iguala en el interior, pero dentro de esa igualdad surgen las distintas conductas que él trata de rescatar. Tanto lo positivo como lo negativo, de lo más salvaje y brutal a lo más digno. Me parece que eso es algo notorio de la novela y que le da una trascendencia enorme, la hace universal. Tampoco la ciudad es reconocible. Se hizo una película sobre la novela en el 2008 que se llama “Ceguera” (Blindness) con Julien Moore.
M.H.: También se llevó El hombre duplicado al cine.
S.S.: Y La balsa de piedra son tres novelas que se llevaron al cine ninguna, en mi opinión, logró transmitir el clima de la novela. No es fácil, en general es muy difícil y pasa con muchas novelas, lo mencionamos cuando hablamos de La Peste de Camus y su versión cinematográfica.
En general hay un narrador que ayuda a pensar las reflexiones. Todas las metáforas que transmite sobre las conductas y la relación con la sociedad en Ensayo sobre la ceguera quedan aplanadas por la anécdota. Al personaje principal, que mantiene la visión, que es esta idea de mostrar que alguien vaya viendo el horror que va sucediendo y pueda mantener el rasgo de humanidad en un grupo de personas, en la película se la muestra como una heroína y en la novela es una persona normal. Yo recomiendo por supuesto leerla, es una novela difícil, en estos tiempos si no se está con el ánimo alto, como decía antes no es fácil de leer, pero creo que es una de las obras más importantes de Saramago, que da para pensar mucho este difícil, complejo e impensado momento que nos toca vivir.
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