viernes, 4 de octubre de 2019
Masacres racistas en Estados Unidos
Rebelión
Por Renán Vega Cantor
“Este hombre anglo vino aquí para matar latinos”.
Richard Wiles, Alguacil del condado de El Paso.
Es un joven blanco de escasos 21 años, con estudios universitarios, aficionado a la informática, y vive pegado 8 horas diarias a su computador personal. Sus vecinos y compañeros de clase dicen que siempre anda solo, no tiene amigos ni compañera sentimental, es muy tímido e incluso algunos afirman que es una nulidad, un tonto. En sus cuentas en redes sociales se quejaba de la falta de perspectivas laborales y pensaba que en el mejor de los casos podría desempeñarse como técnico de informática. Ese joven, que responde al nombre de Patrick Crusius, habitaba en un suburbio de Dallas (Texas), y el sábado 4 de agosto condujo su coche particular durante un poco más de 1000 kilómetros durante 10 horas para dirigirse a la ciudad de El Paso, fronteriza con la ciudad mexicana de Ciudad Juárez. En su automóvil portaba un fusil AK-47, para llevar a cabo la misión de matar a personas inocentes.
El Paso, el lugar escogido para realizar la masacre, fue seleccionado en forma premeditada, puesto que esa ciudad de 700 mil habitantes tiene una particular característica demográfica: el 80% de sus habitantes son de origen latino, especialmente mexicano, y en los últimos meses ha adquirido importancia por la afluencia de migrantes centroamericanos que quieren ingresar al territorio de los Estados Unidos desde territorio de México. Se seleccionó a un supermercado Wal Mart, para efectuar la matanza, por el hecho elemental que a ese sitió concurren a diario cientos de personas de origen mexicano.
Antes de efectuar la masacre, Patrick Crusius colgó en un portal digital denominado 8chan ―en el que se difunden opiniones racistas, xenófobas y misóginas― un manifiesto de 2300 palabras con el título La verdad inconveniente. Esta perorata racista se basa en la “teoría” del “gran reemplazo”, promovida tanto en Europa como en Estados Unidos, por ideólogos de extrema derecha que sostienen que la “raza blanca” está en peligro de desaparecer porque está siendo sustituida por “razas inferiores”, procedentes de África, Asía o América Latina. La supremacía de los blancos sale a relucir en este manifiesto de odio, con la terrible novedad de que los enemigos que se señalan como el objetivo a liquidar ya no son los musulmanes o los árabes, sino son los migrantes de origen latino (principalmente mexicanos) que malviven en los Estados Unidos. P. Crusius dice que Texas se encuentra en peligro porque está siendo invadida por los mexicanos y es imperativo matarlos, para salvar a los blancos, con lo cual “nuestra forma de vida puede ser más sostenible”. Con tono de mesías salvador, Crucius sostuvo que su acción criminal es “solamente el principio de la lucha por Estados Unidos y Europa […] Me siento honrado de encabezar la lucha para recuperar mi país de le destrucción”.
Al llegar al Wal Mart con la frialdad del asesino que actúa meticulosamente para hacer daño y causar dolor, P. Crusius accionó su AK-47 contra las personas que estaban en el lugar, como luego lo confesaría a la policía, con el objetivo de matar a ”la mayor cantidad de mexicanos posibles”. Al final de su cruzada mortal perecieron 22 personas y otras 26 resultaron heridas. Entre los muertos se encuentran tres mexicanos y otros seis más fueron heridos. Una mujer mexicana de 25 años, madre de tres niños, fue abatida mientras llevaba a su pequeño bebe de dos meses en brazos, como constancia de la determinación criminal del joven racista de acabar con las personas que se encontraba a su paso, así fueran niños.
Esta ha sido la masacre número 248 de este estilo que ha sucedido en los Estados Unidos en el 2019, pero es la primera en donde se afirma que su objetivo son los latinos que viven en los Estados Unidos. Esa terrible novedad, que no puede pasar desapercibida, refleja el impacto directo del discurso de Donald Trump cargado de odio y racismo hacia los latinoamericanos, a quienes califica de “plaga”, “asesinos” y “violadores” que están “invadiendo a los Estados Unidos”. Este discurso en sí mismo no es nuevo en los Estados Unidos, pues viene siendo esgrimido por distintos sectores de la extrema derecha en ese país, lo que sucede es que ahora esa perorata tiene “carta de ciudadanía oficial” y “licencia para matar”, al ser propugnado por el presidente de los Estados Unidos. De ahí que por primera vez y en forma directa el asesino de El Paso haya aludido a los latinos y mexicanos como los enemigos a matar. Un terrible antecedente que no puede separarse del discurso incendiario de Trump, que ha avivado el odio de importantes sectores de la población “blanca” de los Estados Unidos, que consideran a los migrantes latinos como los responsables del desempleo y el deterioro de sus condiciones de vida. Pero atención, no es que el odio sea promovido de manera exclusiva por Trump, ni sea una cuestión reciente, como afirman ciertos políticos y periodistas en los Estados Unidos. Es el resultado de procesos de odio y racismo de larga duración, incubados en la sociedad estadounidense, en la que se rinde culto al individualismo, a la violencia, a las armas, a las acciones homicidas dentro y fuera de ese país, encubiertas además con un barniz religioso de tinte apocalíptico.
Por ello, no extraña que aparezcan jóvenes blancos como Patrick Crusius, influidos por la propaganda racista que circula por todos los medios en la sociedad estadounidense, promueve el odio y crea a este tipo de criminales. Estos individuos pasan del anonimato al desprestigio criminal, porque ellos encarnan la intolerancia homicida que siempre ha caracterizado a diversos sectores de la sociedad estadounidense desde hace siglos, y que podría expresarse en forma lacónica con un lema emblemático: odio luego existo. Con ese lema, miles de jóvenes blancos de los Estados Unidos están dispuestos, y armados que es lo peor, para matar en cualquier esquina y a cualquier hora a los que conciben como enemigos e invasores, porque están permeados por una lógica racista de pretendida superioridad sobre todos aquellos que son considerados inferiores.
Una masacre como la de El Paso no es una acción de lobos solitarios o de casos aislados, ni mucho menos. Es un proyecto criminal de envergadura que seguirá generando muerte y desolación dentro de los Estados Unidos, en la medida en que las transformaciones demográficas se tornan irreversibles y como resultado los “blancos puros” tienden a convertirse en una minoría en los próximos años. Dentro de esa minoría operan fuerzas retrogradas de la extrema derecha, de la cual Donald Trump es por ahora su vocero más visible, que acarician la vana ilusión que matando a los “invasores” van a impedir el flujo de inmigrantes al territorio de los Estados Unidos. Así, este tipo de masacres tiene un porvenir asegurado en los suelos del Tío Sam.
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