miércoles, 19 de diciembre de 2018
Jack Warner, un Quijote que intenta salvar nuestro teatro
Un joven sacerdote llegó al pequeño poblado de El Progreso, Yoro, en el año de 1978, con la misión de evangelizar, pero llegaría a convertirse en uno de los grandes protagonistas del teatro en Honduras.
Recuerda que en esos días la pequeña pero floreciente comunidad era todo un caos, ya que la calle principal de su comercio estaba llena de hoyos, pues se estaban instalando las tuberías para aguas negras y residuales.
Indica que, por la importancia de este proyecto para la ciudad ribereña, los progreseños acudían a diario a ver las máquinas y los obreros trabajar, ya que sería la primera calle que se pavimentaría en el municipio, en la gestión de la alcaldesa Fredesvinda Meza Lambourth.
Su historia
Indica que nació en el Estado de Virginia en octubre de 1944, pero debido a que su padre formaba parte de la Fuerza Naval de su país durante la Segunda Guerra Mundial, se trasladaron a San Luis, Missouri, donde transcurrió su infancia.
Cuenta que es el mayor de siete hermanos y creció en el seno de una buena familia, unida y con mucha devoción a la religión católica. “Mi amor por la iglesia y por el teatro crecieron juntos, ya que mis padres me llevaban a la iglesia, mientras que una tía abuela me llevaba al teatro”, señala.
Manifiesta que desde muy joven empezó a participar en obras treatrales, tanto de la iglesia como de grupos comunitarios, y años después ingresó al Conservatorio de Teatro de Chicago, donde se formó profesionalmente dentro de estas artes escénicas.
Como sacerdote fue ordenado en el año 1974 y enviado a Bolivia, donde había una gran presencia Jesuita. “Ahí continué aprendiendo el español y sirviendo en un hogar para niños de la calle. Esa experiencia mi impactó muchísimo y fue el lugar donde empecé a conocer la cultura de Latinoamérica y a sentirme parte de ella”, agrega.
Nace Teatro La Fragua
Manifiesta que su primer intento de crear un grupo teatral en El Progreso fue en enero de 1979, pero aún no habían condiciones en la pequeña comunidad para hacerlo.
Sin embargo, indica que un compañero jesuita que estaba asignado en Olanchito, le invitó a que le acompañara a trabajar con un grupo juvenil que había formado en aquel municipio, y del que surgiría el primer elenco de teatro La Fragua.
El padre Jack apunta que el pequeño grupo cobró vida en Olanchito el 19 de julio de 1979, con el estrenó de su primera obra, en una casita de adobe de la parroquia que fue convertida en algo parecido a una sala de teatro muy sencilla, con capacidad para unas 80 personas. “Ahí presentamos una obra que llamamos II Juegos X, compuesta por tres obras cortas: ‘El Asesinato de X’, ‘Juegos Peligrosos’ y ‘Las dos caras del Patroncito’, que fue una adaptación del teatro campesino de California”, cuenta.
Agrega que de este grupo original de La Fragua solo se mantiene activo Edy Barahona, que ahora se desempeña como director artístico.
Sobre la razón de trasladar el grupo a El Progreso, relata se debió a que en tiempos de invierno Olanchito quedaba aislada debido a las inundaciones, lo que les impedía salir a realizar presentaciones a otras comunidades.
Asimismo, refiere que en esa misma época la compañía bananera le había donado a la iglesia un edificio de madera (barracón) que era usado como salón social por los ejecutivos y que reunía todas las condiciones para que funcionara como teatro.
El grupo se instaló en El Progreso en 1980 y después de varios años de trabajos de remodelación del edificio, quedó como una sala que contiene todas las áreas y secciones que requiere un moderno y bien distribuido teatro, centradas en un espacio escénico semejante a un teatro arena que puede acomodar a unos 300 espectadores.
En estas casi cuatro décadas, el padre Jack manifiesta que ha experimentado todo tipo de vivencias, tanto de felicidad como de tristeza, como los duros momentos en que le ha tocado ver a uno de sus compañeros marcharse en busca de nuevos horizontes. “La relación dentro de un grupo de teatro siempre es bastante íntima, nos conocemos muy bien y siempre da tristeza cuando uno de nosotros emprende su propio camino”, agrega.
A pesar de ellos y de todos los problemas económicos, que en muchas ocasiones han amenazado con bajar los telones del teatro, el padre Jack sigue luchando como como un auténtico Quijote y forjando nuevas figuras, dentro de su fragua de artistas, para que la función continúe.
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