lunes, 10 de diciembre de 2018

Austericidio: De la tragedia a la farsa


Por Emilio de la Peña

La UE dio rango constitucional inalterable a una ideología a la que debía sujetarse la política económica de todos los Estados miembros: el neoliberalismo. Ahora Italia desafía esa autoridad.

Malagón

No estoy seguro de que la historia se repita. Marx decía que primero lo hace como tragedia y después como farsa. La cita me puede valer al observar lo que está pasando en la zona euro. Me refiero al asunto de Italia y su negativa a cumplir el mandato del Eurogrupo de que corrija su proyecto de presupuesto para 2019. Lo exigía la Comisión Europea, que tiene atribuida esa facultad si entiende que incumple las normas del Pacto de Estabilidad.

De acuerdo con lo establecido, Italia debía reducir el año próximo el déficit presupuestario, y debía hacerlo, además, recortando el gasto. El nuevo Gobierno ha desoído la recomendación (se llama así en el lenguaje de la Unión Europea, pero es una imposición, ya que, si no se acepta, puede acarrear represalias). Es lo que se entiende por política de austeridad. Italia, en lugar de recortar el déficit, ha decidido aumentarlo, para así poder gastar más dinero en políticas públicas y tratar de reactivar la economía.

El conflicto no es nuevo en la zona euro. Ocurrió ya con Grecia, el país al que se ha aplicado la medicina de la austeridad en mayor dosis. Entre 2010 y 2015 la población disminuyó en casi 300.000 personas, hecho insólito en cualquier país desarrollado en tiempos de paz, la renta por habitante se desplomó un 20 por ciento, el paro se disparó al 27 por ciento y el riesgo de pobreza alcanzó niveles nunca vistos en la Unión Europea. Todo ello para que saldase la deuda que tenía con bancos extranjeros, especialmente alemanes y franceses. En cambio, la elevada deuda pública, origen de todo el problema, lejos de disminuir con el ajuste, no paró de aumentar. Aunque la de los bancos se saldó, a cambio de préstamos públicos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. La respuesta de la ciudadanía griega fue política, decidió elegir en las urnas al partido que acabase con ese tratamiento: llegó al poder Syriza, que se aprestó en la medida de lo posible a contrarrestar los destrozos sufridos. Le duró siete meses. El Banco Central Europeo acordó no inyectar euros a los bancos griegos y el país se convirtió en un protectorado. No se utilizaron los Panzers y Stukas como antaño.

Esa fue la tragedia. Ahora la repetición se ha convertido en una farsa. La Eurozona ha tratado de ser inflexible y obligar a Italia a cumplir con la austeridad, como manda la Comisión Europea. En la tragedia, Grecia respondió con un referéndum, abrumadoramente contrario a las exigencias de la Eurozona y de nada le sirvió. En la farsa, ante la advertencia del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, de que si Italia no cedía sería el fin de euro y el país tendría una crisis como la griega, el viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, se limitó a responder: “Sólo hablo con personas sobrias”. Poco tiempo antes, todos los ciudadanos europeos habían podido ver en un acto oficial cómo su mandatario Juncker, se tambaleaba, en aparente estado de embriaguez, en un acto oficial en presencia de los jefes de Gobierno de la Unión.

Con el nuevo presupuesto, Italia superaría ligeramente el listón de déficit público que permite el Pacto de Estabilidad, que es el 3 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Apenas es nada para tanto empeño de la Comisión Europea. Esta, sin embargo, asegura que es inflexible por la elevada deuda pública de Italia: representa el 131 por ciento del PIB, el mismo porcentaje prácticamente que desde 2014. No ha descendido con la austeridad impuesta por la Unión Europea. No se ha reducido el porcentaje de deuda porque la economía prácticamente no ha crecido. Desde que comenzaron a aplicarse los recortes y la austeridad, Italia ha tenido un crecimiento medio anual de tan sólo el 0,1 por ciento.

Tampoco parece que a la Comisión Europea le haya gustado el presupuesto enviado por España. Pero aquí la cosa es diferente. No lo rechaza, como en el caso de Italia. Se limita a repetir cosas parecidas a las de cada año: cree que hay riesgo de que no se cumplan los objetivos y recomienda estar alerta por si hay que hacer ajustes. No es de extrañar. En el caso de España, y de otros países, lo habitual es que no se cumpla el ajuste previsto, incluso cuando lo da por bueno la Comisión Europea. Un repaso a los documentos de cada año de la Comisión sobre el llamado Procedimiento de Déficit Excesivo deja claro que entre las cualidades del organismo comunitario no se encuentran las de adivino, ni tan siquiera la de correcto previsor. Ello hace que, salvo los titulares de los medios sobre el tema, no se les tome demasiado en serio. En los últimos años ha adoptado por ello la posición de advertir de que muy posiblemente no se cumplirán los objetivos. Así se cura en salud. Forma parte también de la farsa. La verdad es que esto da para otro artículo.

El estancamiento económico al que me refería en el caso de Italia ha afectado, aunque en menor medida, a casi todos los países que adoptaron desde el principio el euro. Las excepciones son Irlanda, Luxemburgo (dos lugares que actúan de paraísos fiscales como parte fundamental de su crecimiento) y Alemania, la gran beneficiada por el austericidio ajeno. El resto ha crecido por debajo del 2 por ciento.

Mientras la mayoría se estancaba, las diferencias de renta per cápita entre unos y otros países han aumentado. También ha crecido la brecha entre salarios altos y bajos, sobre todo en los países que más han padecido el ajuste y la austeridad, Grecia y España especialmente. Y, según los datos de Eurostat, el número de personas en riesgo de pobreza ha aumentado en la Eurozona en 800.000, entre los que tienen de 25 a 55 años. Italia encabeza este desdichado ranking de crecimiento con más de 1.200.000 personas incorporadas al grupo de los que viven con menos de lo necesario. Le siguen Grecia con 430.000 y España con 300.000 más a las ya abultadas cifras anteriores. Curiosamente Portugal es de los pocos que ha corregido esta tendencia, pese a su elevada deuda.

Pero entre la tragedia y la farsa han ocurrido muchas cosas. Primero: Se detuvo la amenaza de que Syriza y su líder, Alexis Tsipras, se convirtieran en un ejemplo a seguir en otros sitios. Fue una especie de cordón sanitario, para evitar que se extendiera la esperanza de que las cosas podían hacerse de otra manera.

Segundo: Los partidos más identificados con las instituciones europeas han ido perdiendo peso elección tras elección, especialmente los socialdemócratas, que han alcanzado los niveles más bajos desde la Segunda Guerra Mundial. Todavía no se sabe cuál es su suelo.

Tercero: En parte de la Unión Europea se ha extendido el rechazo a la emigración como desahogo. Grupos xenófobos están consiguiendo que mucha gente atribuya a los inmigrantes ser los causantes de los males que padecen. No lo son, como los judíos no lo eran en la Alemania de entreguerras. Los grupos mediáticos o los líderes de opinión claman contra esta aberración xenófoba, pero no son capaces de identificar ante los ciudadanos donde está la verdadera causa del escaso crecimiento, del aumento de la desigualdad o de la pérdida de derechos laborales, origen del deterioro social.

Cuarto: Italia, uno de los países grandes de la Unión Europea, dio la espalda en las urnas a los europeístas y votó mayoritariamente a un partido xenófobo y de extrema derecha, la Liga, y a otro cuya razón de ser lo constituye el rechazo al actual estado de cosas, sin más.

Y finalmente, en el Reino Unido triunfó en referéndum la tesis de que era mejor abandonar la Unión Europea. Analistas, medios de comunicación y expertos varios no paran de describir elbrexit como un problema para el Reino Unido, del mismo modo que auguran a Italia grandes males por desobedecer al Eurogrupo: se les va caer el pelo por tan gran osadía, vienen a decir. La realidad es que la Comisión Europea y el Eurogrupo no parece que puedan evitar la decisión de Italia. De momento sólo se dedican a clamar a los mercados para que castigue al infractor. Esta es la farsa

Todo lo descrito no es sino un fracaso de las autoridades comunitarias, que han puesto en riesgo el proyecto común europeo.

Se puede analizar por un lado, por el otro, por arriba o por abajo, la causa de todo esto y sólo encuentro una. La Unión Europea dio de hecho rango constitucional inalterable a una ideología a la que debía sujetarse la política económica de todos los Estados miembros: el neoliberalismo. Precisamente la doctrina decisiva para la crisis financiera que llevó a la Gran Recesión y la que ha implantado el austericidio, el ajuste presupuestario, la reducción de los derechos laborales y la limitación del papel del Estado frente a los poderes financieros. Si esto no cambia, la farsa podría convertirse en tragedia.

@EMILIODELAPE


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