martes, 13 de noviembre de 2018

Otra caravana de hondureños hacia el sueño americano



Por Danica Jorden

Queda por verse si México permitirá que esta nueva caravana de migrantes atraviese su territorio de manera segura, y qué harán los EE.UU. con todos sus niños cuando lleguen allá.

Es Viernes 12 de octubre de 2018. Un flujo continuo de gentes se va congregando, desde primera hora de la mañana, en las afueras de la ciudad. Son al menos un centenar, entre los que se encuentran madres de lactantes y adolescentes solos, un hombre con muletas y otro en una silla de ruedas, empujado por su hermano. Alguien sostiene un letrero que dice: “No nos vamos porque nos guste. Huimos la violencia, pobreza, desempleo”.

Amanece en Honduras. Aproximadamente medio año después de que un grupo anterior alcanzara con éxito la frontera de los EE. UU., se ha formado una nueva caravana, y se está dirigiendo hacia el norte.

En el momento de llegar a San Pedro Sula, recientemente nombrada la ciudad más violenta de la tierra, son ya casi quinientos los caminantes. Unas notas manuscritas, pegadas a las paredes de la estación principal de autobuses, los organizan en grupos por sus ciudades de origen: Choloma Cortés; El Progreso; La Ceiba… Una joven de Santa Bárbara de dieciocho años acuna al bebé de su amiga en sus brazos mientras se sienta en el bordillo: calza calcetines de color rosa y chanclas blancas. “¿Tienes miedo a Donald Trump?”, le pregunta un reportero de la HCH TV. “No”, responde. “Yo creo en Dios. Dios es más grande que nadie en la tierra". Cruzarán a Guatemala, y luego a México. "Esperamos que nos den un pasaje gratuito para viajar hasta la frontera, a través de México", dice un hombre de 49 años.

La cantidad de niños y madres solteras es asombrosa, tendidos en mantas coloridas a lo largo de la acera, a las puertas de la estación, que ha cerrado por la noche. Una madre soltera, de La Ceiba, viaja con sus tres hijos, de 4, 5 y 10 años. ¿Ya le han dicho que podría ser difícil para usted, una vez allá? "Sí, pero tienes que tener fe".

Un hombre de Tegucigalpa explica: “No hay ningún líder aquí. Todo fue auto- comunicado (de boca en boca)”. El plan es salir de la ciudad a las 6 de la mañana. “Nadie nos está ayudando. Nosotros no dependemos de nadie”. Una niña de once años y su hermana de dieciocho viajan por su propia cuenta. "Ya no puedo más” dice la mayor.

Desde hace casi dos años Estados Unidos no tiene embajador en Honduras, o al menos desde que Honduras celebró elecciones nacionales a fines de 2017, que provocaron manifestaciones masivas y fueron ampliamente criticadas en el extranjero, aunque aprobadas por la administración Trump.

A última hora del pasado domingo, Heide Fulton, la “chargé d’affaires ad interim, de la embajada” (para usar su multilingüe título), lanzó una advertencia a los participantes de la caravana. Ésta consistió, básicamente, en traducir literalmente las palabras del vicepresidente Mike Pence, que dijo: "No arriesgue a su familia... Si no puede venir a los Estados Unidos legalmente, no lo haga".

Pero ellos ya van de camino. Son 1.500 personas las que circulan junto a camiones y autobuses a lo largo de la carretera. Otra pancarta dice: “Si los gringos pueden estar en el territorio de la ciudad, los Katrachos tenemos derecho a entrar y estar en los Estados Unidos.” "Catracho" es un término a veces peyorativo para denominar a los hondureños, que ha sido recuperado recientemente, especialmente por afro-descendientes y mestizos.

Honduras fue la "república bananera" original, administrada por la United Fruit Company a principios del siglo XX. El invierno pasado, los trabajadores de Chiquita en Honduras hicieron huelga durante meses, reclamando garantías por cuestiones de salud. 96 trabajadores fueron despedidos.

Con poco más que la ropa imprescindible a sus espaldas, el grupo, cada vez mayor ha acelerado el ritmo de la marcha. Las mochilas que cargan, estampadas con colores vivos, van rebotando, y más de una luce el logo de Nike con el lema: "Just do it".

Para el lunes, ya son hasta 2.000 los caminantes, según la policía guatemalteca, que finalmente les cedió el paso cuando cruzaron a Guatemala. Al mediodía, un sacerdote dice que, en uno de los tres puestos de descanso que administra su parroquia, alimentaron al menos a 2,000 personas.

El martes por la mañana, las autoridades guatemaltecas arrestaron a Bartolo Fuentes, ex congresista del Partido LibRe de Honduras, junto a dos personas más, acusándolos de haber organizado la marcha. Guatemala ha anunciado que el señor Fuentes puede ser deportado de regreso a la frontera con Honduras.

En las elecciones de 2017, el Partido Libre fue apoyado por el ex presidente Manuel Zelaya, quien sufriera un golpe de Estado en 2009. El candidato del Partido Libre, Salvador Nasralla, compitió hasta el último momento con el actual presidente Juan Orlando Hernández en una elección que, según la OEA (Organización de los Estados Americanos), estuvo llena de irregularidades. Después de la elección, en un intento por frenar las protestas que estallaron en todo el país, Hernández impuso un toque de queda durante 10 días.

Aunque, al arrestar a Fuentes, el gobierno guatemalteco pueda haber sucumbido a la presión política, parece que hay apoyo popular para los caminantes. Además de las iglesias y de las escuelas que abren sus puertas y brindan descanso y comida a los hondureños, ahora se pueden ver camiones y camionetas entre la multitud que camina. Hay tantos niños, mujeres embarazadas, ancianos y discapacitados, que se necesita un corazón de hielo para estar manejando y no darles un aventón.

Mientras Donald Trump ha amenazado con cortar la ayuda financiera a Honduras si la caravana no se detiene, los caminantes, que ya están en Guatemala, confían en ingresar a México. México, a su vez, ha enviado agentes federales para "garantizar la seguridad" de sus cruces fronterizos en el estado sureño de Chiapas, e insiste en que solicitará la documentación legal de cada persona.

Parece que mucha gente ya estará durmiendo a la intemperie el próximo lunes por la noche en Chiquimula, un pueblo ubicado entre la frontera entre Honduras y Guatemala y la ciudad de Guatemala. Mientras tanto, otro grupo de unos 500 hondureños ha salido de San Pedro Sula con la esperanza de reunirse con la caravana bien pronto.

Queda por verse si México permitirá que esta nueva caravana atraviese su territorio de manera segura, tal como ocurriera ya el pasado mes de abril. También habrá que ver qué harán los EE.UU. con todos sus niños cuando lleguen allá.

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