martes, 20 de noviembre de 2018
Nuevo acuerdo comercial en América del norte
Rebelión
Por Andrés Avila Armella y Eduardo Victoria Baeza *
Voceros de México, Canadá y Estados Unidos anunciaron la continuidad del acuerdo de libre comercio en la región y aprovecharon la ocasión para autoproclamarse vencedores en las negociaciones. Los medios masivos de comunicación (al mismo tiempo) divulgaron con énfasis la idea que el acuerdo es una excelente noticia para las 3 economías involucradas, sin embargo más allá de los fuegos de artificio, hay poca claridad en la explicación del mismo, y sobre todo en las implicaciones que tendrá para los trabajadores de la región, así como para la estrategia imperialista. Por ello expondremos a continuación algunos elementos que contribuyan a situar la importancia del tema desde la perspectiva de los trabajadores.
El verdadero procedimiento del Estado capitalista
Es curioso lo detallado e insistente que puede ser la propaganda de Estado que nos habla sobre el carácter democrático de nuestros sistemas de gobierno, lo que se dice en las campañas e incluso al concluir las mismas. No cabe duda que vivimos una sórdida caricatura de democracia en donde se tiene la más amplia libertad para discutir frivolidades (chistes, peinados y ocurrencias de candidatos) mientras vemos desfilar celebridades mediáticas y deportivas por los partidos electoreros que como rimbombantes aderezos le dan a la “fiesta de la democracia” su carácter jaranero. La situación es ya tan irónica que durante meses representantes del Estado mexicano y norteamericano fueron negociando un nuevo acuerdo comercial sin consultar mínimamente a la población de ninguno de los dos países y ahora cínicamente el gobierno electo de México lleva a cabo una consulta en “redes sociales” para escoger el nombre con el que se bautizará al nuevo acuerdo comercial. Tanto Trump como Obrador en campaña fueron duros críticos del NAFTA, el primero decía constantemente que lo liquidaría porque solo beneficiaba a su vecino del sur y el segundo se comprometió a luchar contra el acuerdo porque era parte de una política neoliberal que destruía la economía popular mexicana. Dicho lo anterior podemos admitir que en la mecánica confusa de la democracia burguesa, de vez en cuando a un candidato se le permite decir públicamente lo que realmente piensa y bajo esa lógica podemos suponer que la oposición a dicho acuerdo en ambos casos fue genuina, sin embargo no es aconsejable especular y sin duda lo cierto es que Trump y AMLO sabían de antemano que más allá de su animadversión personal al NAFTA este es una cuestión de Estado y eso no podía cambiar. La democracia burguesa permite anunciar la lucha a muerte contra un dragón y al llegar el momento de enfrentarlo (una vez electo) excusarte en la peligrosidad del mismo para rehuir el combate.
Para entender la eficacia de dichos procedimientos habrá que observar que tanto en Estados Unidos como en México, el nivel de la discusión política es muy llano, pues la poca presencia de sectores de la clase trabajadora organizada penetrando en las discusiones de nivel nacional, le permiten a la burguesía manipular cualquier debate a su antojo de tal modo que aún en medio de una tramoya tan grande “la opinión pública” enfocará sus afanes a temas ajenos a los asuntos de Estado y estos jamás serán debatidos o cuestionados masivamente dejando intacto el carácter de clase del mismo que solo será impactado (si es que lo es) en su forma superficial y cosmética, evidenciando (nuevamente) la farsa de la democracia burguesa.
En la lógica antes mencionada, se distingue claramente que la discusión e información que baja al conocimiento y escrutinio público, ha pasado ya por un filtro importante, una cúpula selecta compuesta por los más grandes capitalistas y funcionarios de Estado experimentados en el manejo macroeconómico (por cierto profundamente ligados a los primeros) han llegado a un acuerdo, en parte trazando estrategias conjuntas y en parte dirimiendo sus diferencias sobre todo de carácter comercial.
Ese mismo grupo contrata y prepara a otro grupo para presentar la interpretación idónea de aquello que han decidido; este segundo grupo se compone sobre todo de empresas y empleados del periodismo hegemónico quienes (en sus diferentes niveles) tratan de convencer a sus escuchas y lectores de lo conveniente que ha sido la decisión tomada por la cúpula burguesa, por cierto que estos interpretadores han estado activísimos promoviendo la idea en México de que el nuevo acuerdo comercial será benéfico para todos, mientras en Estados Unidos sus contrapartes promueven la idea que ellos han ganado la negociación y que finalmente gracias a su firmeza el acuerdo favorecerá a los trabajadores norteamericanos.
La geopolítica norteamericana y el nuevo acuerdo
Al reafirmar que este acuerdo es una decisión del Estado norteamericano, tendremos claro que nos referimos a que ha sido el bloque hegemónico de la clase dominante quien ha tomado la decisión pensando ante todo en que el tratado coadyuvará a mejorar las condiciones de ampliación, reproducción y acumulación de capital a su favor. También hay que tener claro que aunque es un acuerdo que beneficia a la clase capitalista en general lo hace en mayor medida a los intereses geopolíticos de las grandes corporaciones estadounidenses y por lo tanto a los intereses mismos del Estado norteamericano, para los Estados Unidos es una operación dirigida por su jerarquía empresarial, financiera e industrial; con alcances de orden político y militar que ha merecido la colaboración de los círculos más encumbrados del poder burocrático y castrense.
En México, su aceptación (casi muda) implica una continuidad de la política del Estado mexicano de subordinación a las directrices de Washington y Wall Street y son obviamente corporaciones de capital conjunto norteamericano y mexicano las que resultan más favorecidas del acuerdo, destacando empresas del sector financiero y de telecomunicaciones (quienes por ejemplo importan tecnología de diversos niveles) o están asociadas a grandes inversiones norteamericanas (ligadas por ejemplo a la industria automotriz, manufacturera, minera y la agroindustrial). Es fundamental destacar que a pesar de que la economía popular está profundamente devaluada y que las finanzas públicas suelen estar en quiebra permanente, el volumen de la hacienda mexicana, (alrededor de 1.149.918,79 millones de dólares [1]) no es irrelevante en la competencia por el control de la economía mundial, considerando además, el valor potencial del factor vecindad con Estados Unidos, lo que en el terreno político y militar tiene alcances geopolíticos directos en la seguridad nacional del estado norteamericano.
Es de público conocimiento que el Estado norteamericano ha emprendido una guerra comercial contra China, y que se prepara para un presumible enfrentamiento bélico ya sea con ella o con Rusia, por lo que la administración Trump ha insistido en la necesidad de retornar a suelo norteamericano la industria relacionada a la producción de armamento como lo son la automotriz, la metalúrgica y la tecnológica; México naturalmente forma parte de esta estrategia de competencia contra China y espera que consolidando la incorporación del volumen de la economía mexicana y articulándola correctamente a favor de sus intereses se convierta en un punto a su favor en dicha contienda. Así mismo, debemos entender que si Trump hubiera persistido de forma terca en negar la posibilidad de continuar el acuerdo comercial, hubiera cometido una torpeza geopolítica, pues a pesar del NAFTA, China es el segundo proveedor de las importaciones mexicanas y se hubiese encontrado en una posición idónea para posicionarse de mejor manera en el mercado mexicano, dificultando el margen de maniobra norteamericano sobre la misma. Lo más preocupante para México es que la mayoría del pueblo ignora en este momento que la renovación de dicho acuerdo en este contexto ha convertido a nuestro país en un aliado de facto en las futuras agresiones imperialistas que alista Estados Unidos en el mundo, por supuesto que esto ya era así también de facto, pero el rasgo se ha profundizado.
En dichas negociaciones prácticamente el Estado norteamericano ha humillado a la de por sí dependiente economía mexicana, a la de por sí servil burocracia mexicana y al de por sí explotado pueblo trabajador mexicano y ha forzado una serie de ajustes que comprometen a México a cerrar la pinza contra China a costa de los propios intereses de la economía nacional. Esto implica que muchas de las nuevas restricciones del acuerdo versen sobre las importaciones chinas en México, para asegurar que a pesar de que sean más caras o más deficientes provengan del mercado norteamericano y por otra parte asegura que la transferencia de materias primas y productos manufacturados de México, sean más ágiles y en mayor volumen hacia la economía norteamericana.
Este tipo de acuerdos favorecen la tendencia a la concentración y a la centralización del capital, por lo que es previsible que más allá del país de origen los principales beneficiarios serán los dueños de las empresas más grandes, mientras que las empresas que compitan contra ellas se verán seriamente afectadas. No necesariamente las empresas beneficiarias serán estadounidenses, obviamente también habrá mexicanas y canadienses entre ellas pero claramente serán minoría; así mismo cuando empresas estadounidenses quiebren o sean absorbidas por corporaciones mexicanas o canadienses es de esperarse que en la arena de la politiquería los principales promotores de este tipo de acuerdos agitarán a los desempleados con argumentos patrioteros y xenófobos. La consolidación del acuerdo también perjudica a los pequeños propietarios, sobre todo agrícolas que no produzcan para el sector exportador, esto no quiere decir que les irá bien a todas las empresas exportadoras, pues si bien pueden encontrar un comercio más ágil, también es cierto que al aumentar su dependencia hacia los grandes mercados aumentan sus debilidades en medio de vaivenes de precios y exigencias que salen de su control.
Algo que Donald Trump no explicó a sus fanáticos es que el nuevo acuerdo de ninguna manera favorecerá a la economía popular, pues el dinero tiende a ser absorbido por el capital financiero y por las empresas con mayor actividad multinacional, afectando directamente a pequeños y medianos propietarios además de por supuesto ser adverso a la clase trabajadora pues su mercado de consumo es de poca relevancia frente a los grandes negocios de inversión de capital.
Este nuevo acuerdo perjudica directamente a Centroamérica, pues las empresas mexicanas asociadas a las norteamericanas, al aumentar su potencial acapararán fácilmente el débil mercado centroamericano, que entra de hecho en el acuerdo pero sin calidad de socio. Engañan quienes aseguran que este tipo de acuerdos benefician a las mayorías, la historia y la ciencia económica han comprobado que en “libre comercio” las grandes empresas crecen a costa de las pequeñas y las regiones ricas, donde hay mayor circulación de capital, se favorecen frente a las de menor tamaño al igual que se desarrollan regiones específicamente ligadas al comercio internacional, a costa de la decadencia total de regiones otrora dedicadas a mercados locales e incluso nacionales, lo que logra incrementar el volumen general de la economía se debe a los aumentos en la tasa de explotación, a la capacidad de absorción de riqueza de las economías aún más pobres, y a la explotación de recursos naturales que aparecen como novedad en los índices de crecimiento.
El nuevo acuerdo derivará para México y Centroamérica en mayor pobreza, desigualdad regional y subordinación absoluta a los intereses del estado norteamericano, con el agravante de que el bloque hegemónico de la clase dominante estadounidense se encuentra en una fase de aguda, peligrosa e inestable decadencia. Cabe señalar que el avance de este nuevo acuerdo, no sólo se circunscribe al proceso de la tan cacareada “globalización”, sino que además es pieza fundamental en la conformación de bloques de disputa imperialista que suelen tener funestas consecuencias para los trabajadores. Para finalizar, creemos importantísimo destacar que al ser este un proceso impuesto por los grandes capitales, los trabajadores de Norte y Centroamérica estaremos de hecho ligados a los mismos procesos económicos y políticos, compartiendo así una suerte común.
Solo nos queda la conciencia de clase y el internacionalismo proletario para hacer frente a las fronteras impuestas por el capital, y para negarnos a participar en aventuras de agresión imperialista. Ninguna otra clase ni mucho menos membretes políticos que pretenden conjurar la lucha de clases apelando a la conciliación de las mismas, nos podrá orientar a la liberación.
Nota:
Andrés Ávila Armella es Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México PCdeM (www.partidocomunistademexico.org), sociólogo y Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM en donde actualmente labora como docente. Eduardo Victoria Baeza es sindicalista y periodista para Radio Centenario.
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