jueves, 22 de noviembre de 2018

Bolsonaro y la amenaza del fascismo

Rebelión

Por César Zelada

Jair Messias Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), acaba de ganar las elecciones presidenciales en Brasil con el 55% (con una ventaja de 11 millones de votos), contra el 44%, de su contrincante del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad (bajando 16% de votos del 61% que alcanzó Lula en el 2006). La victoria del nuevo presidente de ultraderecha, que expresa la crisis de los partidos tradicionales (PSDB, MDB, etc.) y el cierre de un ciclo de “progresismo” en la región (con Venezuela y Nicaragua a la deriva y un México como “isla”), ha conmovido al mundo (por su discurso homofóbico, autoritario, racista y misógino), generando una polémica sobre su carácter fascista, su futuro gobierno y su influencia en Latinoamérica.
Brasil se encuentra en una profunda crisis económica
Y es que el triunfo de Bolsonaro no se da como un rayo repentino que cae del cielo. Es producto, por un lado, de la crisis económica capitalista (que produjo el cierre de fábricas y el desempleo de 11 millones de brasileños aproximadamente y con una deuda de 1 billón de dólares, el 100% del PBI), y por otro, de la crisis política del PT (por su aggiornamiento al Estado burgués aplicando los planes de ajuste neoliberal del FMI que produjo una gigantesca protesta en el 2013 contra la Copa Mundial, así como del affaire Lavajato). 
Bolsonaro gana gracias a la descomposición del PT
“…La última tendencia que vale la pena identificar es el malestar antipolítico y la crisis de representación que produjo la combinación de recesión económica, estancamiento social y escándalos de corrupción. Aunque el Lava Jato involucra a casi toda la clase política, sin distinguir ideología ni partido, para muchos brasileños es responsabilidad sobre todo del PT…”, redactó José Natanson (Brasil: la nueva potencia de la derecha mutante, Nueva Sociedad, 10/18). 
Por su lado, el analista Jorge Altamira, escribió, “…El período de reacción política que pretende imponer Bolsonaro y la camarilla de militares pasivos y activos que lo ha promovido, no se funda en una derrota explícita de la clase obrera en lucha contra las patronales y el capital sino en la bancarrota política y moral de su dirección. De otro modo no se explica que en las ciudades del ABC paulista, el centro de la industria automotriz y metalúrgica de la periferia de Sao Paulo, y cuna simbólica del PT, Bolsonaro se haya podido acercar al 70% de los votos en el reciente balotaje…” (Prensa obrera, 29/10/18). 
Es así como se comprende el 55% de votos que le dio la victoria a Bolsonaro, quien como senador durante más de 20 años tuvo un rol intrascendente en el Parlamento. 
Otras claves de la victoria de Bolsonaro: comunicación política (fake news), discurso populista, los militares y el atentado contra su vida
Pero el desprestigio del PT no fue suficiente para ganar holgadamente las elecciones. Hubo otros factores que intervinieron. 
En Brasil, seis de cada diez electores utilizan Whatsapp. Es el segundo país en utilizar la red Whatsapp (después de Filipinas). En un país de 147 millones de brasileños, 120 millones fueron influenciados por el aparato de guerra de guerrillas de Whatsapp de Bolsonaro. Ademàs, es el país màs proclive a creer fakenews. Y según DataFolha, 66% de los votantes brasileños comparten noticias políticas por la red. una investigación del diario El País, los mensajes pro Bolsonaro eran más de mil al día (https://elpais.com/especiales/2018/elecciones-brasil/conversaciones-whatsapp/). 
“…El flamante presidente, un oscuro diputado federal que hasta hace poco tiempo se contentaba con representar los intereses de los militares, interpretó un conjunto de tendencias que lo preexistían, las explotó con habilidad y las convirtió en un programa, un conjunto de símbolos (como su eslogan «Brasil por encima de todo/Dios por encima de todos») y una candidatura. Quisiera subrayar este punto: Bolsonaro es consecuencia –más que causa– de los dramas de Brasil…”. 
Luego, continúa Natanson, “…las encuestas confirman que los varones blancos fueron el principal grupo de apoyo al candidato de ultraderecha, que dedicó parte de su campaña a criticar la «ideología de género» y no ahorró ataques contra los gays y las mujeres. Esta plataforma fue clave para la alianza con las iglesias evangélicas, que apoyaron de manera abierta a Bolsonaro y contribuyeron a fortalecer el carácter policlasista de su voto…Sucede que durante sus dos décadas en el poder la dictadura brasileña desplegó una represión feroz, que incluyó asesinatos y torturas, pero que no alcanzó los niveles de Argentina, Chile y Uruguay. Toleró además una oposición política controlada y mantuvo al Congreso en funcionamiento, lo que más tarde permitió una transición a la democracia gradual y pactada. Pero fue sobre todo el hecho de que el golpe se haya producido una década antes (en 1964) que en otros países del Cono Sur lo que les permitió a los militares brasileños adelantarse a la crisis del petróleo con una gestión económica desarrollista que durante algunos años logró el famoso «milagro» …” (Brasil: la nueva potencia de la derecha mutante, Nueva Sociedad, 10/18). 
Para el destacado periodista Pablo Stefanoni, “…Los resultados de ayer expanden el ya existente bloque parlamentario BBB -buey, biblia, bala, en referencia a terratenientes, pastores evangélicos y ex-integrantes de fuerzas de seguridad- hacia dimensiones hasta hoy desconocidas…”, (Antiprogresismo, Nueva Sociedad, 10/18). 
A esta cuestión habría que agregar el atentado contra su vida que logró victimizarlo frente a las multitudes emocionadas que posisionaron a Bolsonaro como el “gigante” en el corazón de estos.
Estos factores le han permitido a Bolsonaro, tejer una serie de alianzas con los ruralistas, evangélicos y militares que son alrededor del 70% del Congreso repartidos en diversos partidos políticos pudiendo formar una especie de bancada transversal, un embrión de partido de corte fascista. 
¿Un Donald Trump brasileño?
Todavía no está claro si Bolsonaro acabará como Trump porque éste último sigue en proceso de desarrollo. Pero si podemos decir que hay algunas diferencias cualitativas. Mientras que Trump es presidente de la primera potencia mundial, Bolsonaro lo es de un país dependiente de China (compra el hierro y soja) y la economía mundial. 
Para el estratega yanqui, Steve Bannon (que se rumorea también orientó a Bolsonaro), Trump, representa nacionalismo económico, seguridad nacional y desmantelamiento del Estado burocrático (es decir conservadurismo social mezclado con proteccionismo comercial). Mientras que Bolsonaro, implica un neoliberalismo más clásico con la apertura de la economía brasileña (privatización de Petrobras, Embraer, cierre del déficit fiscal, etc.), servicios de seguridad subordinados al de EE.UU. y el mantenimiento del Estado burocrático. 
Por otro lado, a diferencia de Trump que nunca ocupó cargo político, Bolsonaro, es parte desde hace 25 años del sistema político siendo diputado por varios “vientres de alquiler”. Y en toda su vida se caracterizó por buscar la exención del Impuesto sobre Productos Industrializados (IPI) así como el derecho a armarse de los latifundistas para enfrentar las “invasiones” del Movimiento Sin Tierra, oponerse a leyes a favor de la comunidad LGTV, la pena de muerte para los asesinatos premeditados, las cuotas raciales, a favor de la tortura en casos de tráfico de drogas y secuestro, estuvo en contra de las diez medidas anticorrupción por el caso Lavajato, entre otros.
En su haber también tiene multas de 50.000 reales por haber declarado que “Los negros no sirven ni como reproductores" y de 10.000 reales a la diputada del PT, María do Rosario, por decirle que, “no merecía ser violada porque es muy fea”.
Ele ñao, fascismo, el futuro gobierno y los movimientos sociales
Entonces, son estas posiciones políticas, las que generaron una reacción en el movimiento de mujeres que por decenas de miles tomaron las calles en protesta gritando “Ele Ñao” (El No). Sin embargo, si bien es cierto que el movimiento fue histórico y logró reducir la diferencia de votos en el ballotage, no logró evitar la victoria de Bolsonaro.
Estas declaraciones han abierto un debate sobre el carácter fascista de Bolsonaro. “…El nuevo presidente ha sido reclutado en el bajo fondo fascista, pero esto no alcanza para que su victoria establezca un régimen político fascista. Para esto hay que reunir todavía condiciones apropiadas. El crecimiento electoral le da la oportunidad de formar una bancada fuerte en el Congreso y de obtener adhesiones de los terratenientes, evangélicos y militares que han entrado por medio de otros partidos. Desarrollar una fuerza organizada propia es condición para el fascismo. Ha ganado una base electoral masiva, pero de ningún modo disponible para ser movilizada contra la clase obrera o para imponer un ajuste mediante aprietes extra-parlamentarios. La posibilidad de un ascenso fascista es todavía un asunto del futuro – que será determinada por la crisis económica y la lucha de clases entre el capital y el estado, de un lado, y los trabajadores del otro. Obligado por las condiciones políticas objetivas a establecer un régimen de arbitraje con características autoritarias. Bolsonaro debería conquistar una autonomía respecto a sus mandantes, el ejército y el capital financiero…”, escribió el analista Jorge Altamira (La victoria de Bolsonaro abre otra etapa en la crisis brasileña, prensa obrera, 29/10/18). Y es que históricamente, el fascismo se posiciona como fuerza organizada después de una gran derrota de la clase obrera. 
Por su lado, el futuro Ministro de Economía, Paulo Guedes, declaró, “…El plan económico tendrá varios bloques. Pero en lo inmediato, los objetivos son el ataque al déficit fiscal y la apertura de la economía…No es prioridad la Argentina. El Mercosur tampoco es prioridad…” (https://www.montevideo.com.uy/Noticias/El-futuro-ministro-de-Economia-de-Brasil-Paulo-Guedes-dijo-que-el-Mercosur-no-es-prioridad-uc699893), dejando claro que va a priorizar su relación con EE.UU., Israel, Italia y el FMI. Y si no habla de China (Bolsonaro acusó durante la campaña a China de querer “comprar Brasil” y de ser un “predador”, visitando incluso Taiwán), es porque el mayor superávit comercial de unos $20.000 millones es con el gigante asiático. Así que la guerra comercial entre China y los Estados Unidos ha impulsado aún más las exportaciones de soja de Brasil a China, según el Global Times (https://mundo.sputniknews.com/firmas/201810301083073987-global-times-advierte-bolsonaro-taiwan/). 
Y es que como dice Nathanson, “…En Brasil, no hay 17 de octubres ni diciembres de 2001 como en Argentina o guerras del gas como en Bolivia, y sin embargo el clima está: la última encuesta de Latinobarómetro demuestra que el nivel de satisfacción con la democracia es el más bajo de la región… En este marco, Bolsonaro llevó adelante una campaña desprovista de propuestas concretas de gestión, apenas basada en la fórmula que combina un recientemente adquirido ultraneoliberalismo económico con su clásico autoritarismo social…Así, con enormes y obvias diferencias, Bolsonaro ingresa a la familia de líderes que, como Donald Trump, Rodrigo Duterte o Viktor Orbán, descubrieron que los barbarismos que les salen del alma no son motivo de vergüenza sino un extraordinario recurso de construcción política en sociedades golpeadas y desorientadas…”, (Brasil: la nueva potencia de la derecha mutante, Nueva Sociedad, 10/18).
No obstante, una encuesta de DataPoder del 18 de octubre manifestó que solo el 37% de los electores del actual presidente piensa que “el gobierno debe vender todo o parte de las empresas estatales” así como en otra encuesta el 86% estaba en desacuerdo con la reforma de las pensiones. 
Así las cosas, el ascenso de Bolsonaro al poder, si bien es verdad, va a reforzar las corrientes ultraderechistas neoliberales en la región (o de militares izquierdosos etnocaceristas como Antauro en Perú), afianzando el cerco a Venezuela y Cuba, no va a producir más orden y estabilidad, sino todo lo contrario. Más volatilidad, polarización, rebeliones populares, incluso conatos de guerra civil.


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