miércoles, 14 de noviembre de 2018

Las almas mil así hendiendo el aire vago



Por Galel Cárdenas

En la “Divina Comedia”, el Dante describe en su canto IX el modo como atraviesan las almas la Laguna Estigia, en donde Caronte conduciendo su barca, navegaba con las almas que iban después de morir, del mundo de los vivos al mundo de los muertos.

No es el caso de los migrantes hondureños que navegan, viajan, en una dirección contraria a la de Caronte, pues pasan del mundo de los muertos al posible mundo de los vivos. Y he allí ese extraordinario y hermoso verso danteano: “almas mil así hendiendo el aire vago”.

Van las almas mil hendiendo el aire vago hacia un lugar ignoto, empujados por una visión extraña, impulsados por una fuerza indubitable que los estimula a viajar hacia un paraíso perdido en la lontananza de un imperio que por mucho tiempo propagó para el mundo, la vida dorada de la felicidad material, mediante las oportunidades liberales de tomar las ocasiones de su sistema económico.

Fue un propaganda sistemática, hasta que los ciudadanos del llamado tercer mundo, que ellos también inventaron con el ánimo de establecer su propia sociedad plena de beneficios según todavía siguen pregonando. Y fue este motor publicitario el que dominó las comunicaciones televisivas, esencialmente.

Los norteamericanos en el mundo eran el resultado de una sociedad capitalista en donde si bien los ricos eran una élite muy especial, guerrera y dominante, los súbditos podían vivir en un mundo de comodidades sin parangón.

Y así entonces alentaron esa quimera, esa fantasía. Que por cierto ahora es una verdadera mina de explotación de la mano de obra que los migrantes nacionales aprovechan para enviar las remesas a su país de origen, a fin de satisfacer las necesidades que les son conculcadas por una dictadura y un sistema neoliberal fascista sin comparación.

Teniendo esa referencia, los ciudadanos —de la Honduras de acá, según clasificación del dictador— no han dudado en tomar la vía de la migración hacia el país de las oportunidades y de la moneda verde que posee un valor incuestionable para la vida común.

La migración de este momento ya no está generada por esa concepción mítica del dinero verde en las tierras del Tío Sam si no por las condiciones infrahumanas de la dictadura impuesta por voluntad imperial en las tierras de Francisco Morazán, desde el año 2009.

Los gringos en su lógica imperial determinaron que Honduras no necesitaba consultas populares para redactar una nueva constitución mediante mecanismos socialistas como la instalación de una Asamblea Constituyente, misma que arrancaría de raíz supuestamente los grados de explotación y desgarramiento de la soberanía nacional.

El imperio, en su desmedida y voraz acción de dominio económico, financiero y cultural sobre los pueblos latinoamericanos, no ha cejado en imponer dictadores sangrientos y sádicos, de una conducta psicológica desmesurada y casi rayana en locuras históricas.

En Centroamérica se han lucido colocando en la cabeza gubernamental de los pueblos mesoamericanos a dictadores del tamaño de Maximiliano Hernández Martínez, Jorge Ubico Tiburcio Carías Andino, y de una casta militar que asoló los movimientos populares con masacres, exilios y corrupción descomedida entronizados por el gobierno norteamericano, en su afán de sostener sus intereses económicos, mediante la fuerza militar local, adoctrinados en una filosofía anticomunista con arraigos sicópatas, como en su momento practicó el tristemente célebre general Álvaro Martínez.

El golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya Rosales fue un movimiento cívico militar alimentado por la señora Hilary Clinton, que demostró a nivel internacional sus psicopatía al celebrar riéndose ante las cámaras del asesinato inmisericorde del presidente Muamar Kadafi, quien estableció en Libia, la revolución verde.

El golpe de estado dio al traste con la política del poder ciudadano que implicaba una serie de medidas de corte social cuyas más sobresalientes soluciones económicas de carácter popular fueron el aumento del salario mínimo en un 60%, la rebaja del precio de los combustibles mediante el mecanismo de la aplicación de una fórmula que quitaba a las compañías petroleras ciertos privilegios financieros, el aumento del salario de los maestros, la comercialización del petróleo con Petro Caribe de Venezuela, la re inserción de Cuba en la OEA, misma que el gobierno cubano desechó, etc.

Así, apoyando las élites militares, económicas y mediáticas, la gubernatura de Obama y Trump, se dedicaron a instalar una dictadura fascista y neoliberal sangrienta y encargada de desmontar en la vida nacional todo aquel rasgo democráticos que prevaleciera desde el año 2009 hasta el momento actual, para ello utilizaron la figura de Roberto Michelletti, Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández, quienes se dedicaron a destruir el Estado liberal beneficiario instaurado desde la época del gobierno liberal Morales-Rodas.

De este modo instituyeron un régimen anti obrero, anti magisterial, anti campesino, anti étnico, anti académico, anti socialista, anti popular, en fin, les fue dada la prerrogativa de saquear el erario estatal a manos llenas, sin freno y sin rienda con el objetivo de financiar el anticomunismo estatal, militar, escolar, religioso de manera despótica, sádica y abusiva.

Les fue otorgada la franquicia de la venta de los ríos, las montañas, el subsuelo, e instalar sus maniqueas ciudades estado, para que las compañías norteamericanas pudieran asentarse en territorio soberano en su carácter de gobernadores de los ciudadanos hondureños.

La Embajada Norteamericana se ocupó de asegurar tecnológicamente los fraudes electorales (2009, 20013, 2017), de brindarles el visto bueno inmoral y sucio, de apoyarles militarmente para la compra de implementos sofisticados innecesarios a la vida pacífica de los hondureños. La embajada norteamericana se encargó de reconocer lo ilegal e legítimo, lo inmoral y lo corrupto, lo represivo e inhumano, hasta el grado en que la dictadura pudrió todo el estamento institucional mediante el desmontaje de la justicia, de la jurisprudencia democrática, y el irrespeto de los más elementales derechos humanos que incluyen actualmente la migración.

Y en ese desbocado ejercicio de saqueo, robo y complicidad con el crimen organizado y el narcotráfico, Juan Orlando Hernández, el último presidente del Partido Nacional, enloquecido de poder, con rasgos psicopáticos muy marcados, en su paroxismo gubernamental absoluto, se empeñó en destruir lo poco que el pueblo hondureño había logrado avanzar en materia de seguridad social, como la salud pública y la educación estatal, el código laboral y su régimen de jornadas completas y semi completas para sustituirlas por trabajo a destajo por hora sin beneficios sociales de ninguna naturaleza, la devaluación descomunal de la moneda, la venta de las empresas de servicios públicos protegidas por la Constitución de la República, la reducción del salario mínimo a estadios de miseria continua y de explotación inhumana, etc.

Todo ello, sumado, enriquecido por las contantes represiones, persecuciones, torturas, apresamiento y asesinatos políticos, encarecimiento exagerado de la canasta familiar, complicidad con el narco tráfico convertido en narco gobierno, las masacres continuas, el despojo de las tierras aborígenes, el enriquecimiento desproporcionado de la élite partidaria, y sobre todo, el abandono de la salud pública hospitalaria en su más horrorosa dimensión de deshumanización procurada mediante la privatización para el favorecimiento de quienes como grupo económico lo han sostenido en el poder, aupados por los jerarcas bipartidistas, religiosos, y empresariales, han puesto finalmente al pueblo hondureño en estado de inanición, de hambruna, de extenuación, de desfallecimiento, de pauperización incontrolable.

Las masas ya no tienen salida a su reivindicación social, el pueblo vive en una trampa, en un engaño, un fraude, en una estafa sin final. El pueblo ha tocado fondo, está en su más lánguido existir, sin empleo, sin medicina, sin educación, sin protección social, sin seguridad personal, sin perspectivas de recuperación económica que lo impulse a reconstruir su vida familiar, su capacidad financiera, su capacidad alimentaria y de vivienda.

Y por ello la canción de Macario, un músico que padece igual represión social, se hizo inmensamente popular: ya me voy de mi país aquí no se puede vivir…y esa frase se ha introducido en las masas de los pobres, de los marginados, de los descalzos, de los relegados, de los seres humanos sin esperanza de sobrevivir a tan grande hecatombe sin precedentes en un país que está calificado en el ranquin mundial de la pobreza, como el más desahuciado de Latinoamérica.

He allí el motivo del éxodo ciudadano hacia el país de las opciones materiales llamado Estados Unidos, el país del racismo contra los negros y los latinos, el país de la explotación sistemática, en donde limpiando las negras aguas del racismo gubernamental, puedan obtener un empleo para enviar a sus familiares los billetes verdes de la ignominia y el aplastamiento de sus dignidades humanas.

Nadie detendrá las caravanas del exilio, la escapatoria de la pobreza ilimitada. Un llamado de atención de la embajada, del presidente Trump y del gobierno dictatorial no detendrá la salida de los hondureños hacia el encuentro de un sueño inverosímil hecho realidad con los miles de compatriotas que hoy giran remesas a las finanzas monetarias del país, convirtiéndose de este modo en la real economía productiva de la mano de obra, de la energía de la fuerza de trabajo ocupada en salvaguardar la vida misma.

Las almas mil así hendiendo el aire vago es la concreción de un pueblo en su éxodo de sobrevivencia, un pueblo en estado de inanición, hambruna y pauperización provocada sádicamente por Juan Orlando Hernández.

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