sábado, 30 de enero de 2016
81 menores de 30 años murieron en condiciones violentas en diciembre de 2015
Por Marvin Palacios
El análisis mensual correspondiente al mes de diciembre del año 2015, elaborado por el Observatorio de Derechos de los Niños, Niñas y Jóvenes de Casa Alianza- Honduras reveló que solo en el mes de diciembre se registraron 81 muertes violentas de niños, niñas y jóvenes menores de 30 años, lo que representa el 43 por ciento de las víctimas que alcanzó la cifra total de muertes de 189.
Durante diciembre de 2015, los medios de comunicación escritos del país reportaron la muerte en forma violenta de 189 personas, lo que representa una cifra de 6 muertes violentas diarias.
Es importante resaltar que se evidencia un incremento de casos en los cuales se encuentran los cuerpos con señales de tortura previa a la ejecución, dentro de sacos, bolsas plásticas, amarrados con sogas o envueltos en sábanas y las víctimas son estranguladas hasta la muerte, destacó el informe.
Durante este mes de diciembre de 2015, se presentaron casos de ejecuciones en grupo, donde dos o más jóvenes fueron asesinados, ya sea que hayan sido raptados y llevados a zonas retiradas de la ciudad o en las calles de los barrios y colonias, en canchas de futbol e incluso dentro de sus propias casas.
Información recopilada señala que en el 78 por ciento de los casos se desconoce la identidad del responsable de las muertes, lo que significa casi siempre impunidad para los autores materiales. Solamente en el 6 por ciento de los casos se ha identificado a los supuestos responsables.
Del total de las muertes, 169 fueron del sexo masculino y 20 del sexo femenino. 81 casos correspondieron a niños, niñas y jóvenes menores de 30 años, lo que representa el 43 por ciento de las víctimas.
Es de hacer notar la incidencia de homicidios múltiples ocurrida durante diciembre. En total se publicaron en los medios de comunicación escritos, la muerte de forma violenta de 8 personas, las que ocurrieron en 2 matanzas. Estos hechos acontecieron en el término de 5 días.
La principal causa de las muertes violentas durante diciembre fue la provocada por armas de fuego con el 67 por ciento de los casos, seguido por las producidas por arma blanca con el 13 por ciento, luego las provocadas por asfixia con el 5 por ciento y por último las provocadas por objeto contuso con el 2 por ciento. Finalmente en un 13 por ciento de los casos no se determinó la causa de muerte.
En lo que corresponde a las muertes violentas y/o ejecuciones arbitrarias de niñas, niños y jóvenes menores de 23 años, los datos indican que para diciembre se registró un total de 51 casos, de los cuales, 47 corresponden al sexo masculino y 4 al sexo femenino.
En 2015 se registraron 900 ejecuciones arbitrarias de acuerdo con Casa Alianza-Honduras
Entre enero y diciembre de 2015, se registraron 900 casos de ejecuciones arbitrarias y muertes violentas de niños, niñas y jóvenes menores de 23 años.
Existe la percepción en la ciudadanía que la policía de investigación solamente hace la labor de levantar el cuerpo y entregarlo a sus familiares si estos lo reclaman, mientras que la muerte del niño o la niña solamente representa un expediente más en los archivos judiciales.
Durante los últimos 17 años, particularmente entre febrero de 1998 a diciembre de 2015 se han registrado en el país 10,937casos de ejecuciones arbitrarias y muertes violentas de niños, niñas y jóvenes menores de 23 años.
Durante el gobierno de JOH se contabilizan mil 823 muertes violentas y ejecuciones arbitrarias de jóvenes menores de 23 años
En el transcurso de los veintitrés meses de gobierno de Juan Orlando Hernández, se han registrado 1,823 muertes violentas y/o ejecuciones arbitrarias de niñas, niños y jóvenes menores de 23 años en el país.
Este registro se basa solamente en los datos obtenidos mediante el monitoreo de los medios de comunicación escrita del país, por lo que la cifra puede estar muy por debajo de todos los casos que realmente se han sucedido.
En lo que respecta a las edades, entre los 0 y 17 años se reportaron un total de 10 víctimas y entre los 18 y 23 años un total de 41 muertes. Para el grupo de edad entre los 0 y 17 años, las víctimas de sexo masculino fueron 9 y las de sexo femenino 1. En las edades entre 18 y 23 años, las muertes de sexo masculino fueron 38 y las de sexo femenino fueron 3.
Si se compara el registro de muertes de noviembre (66 casos) con el de diciembre (51 casos) se constata que hay una disminución de 15 casos.
Las muertes violentas de menores de 17 años disminuyeron 3 casos en relación a noviembre, de igual forma, las muertes de jóvenes entre los 18 y los 23 años disminuyeron 6 casos con respecto al mes anterior.
Los municipios que presentan la mayor cantidad de casos de muertes violentas de menores de 23 años son San Pedro Sula con 20 casos y el Distrito Central con 22 casos.
Los departamentos del país en los que se registró un mayor número de ejecuciones arbitrarias y/o muertes violentas de menores de 23 años son Cortés con 27 casos y Francisco Morazán con 10, concentrando entre los dos departamentos el 72 por ciento a nivel nacional.
JOH en busca del empleo perdido
Por Javier Suazo
Con la depresión económica que sufrió EEUU entre 2007 y 2011, se puso en evidencia la resistencia de funcionarios de gobierno por adoptar rápidamente medidas económicas orientadas a reactivar en el corto plazo la economía y generar empleos, ya que aducían que la reactivación llegaría en forma espontánea a un mayor plazo. Esta tesis fue cuestionada por Paul Krugman, premio nobel de economía, que sostenía que había que activar la economía con políticas de estimulo a la demanda para generar empleos en coyuntura (corto plazo) y hacer menor doloroso para la población sin oportunidades de trabajo el camino a la reactivación futura. El economista Krugman se refiere no a la crisis financiera y especulativa, sino a la crisis y depresión del sector real con caída del PIB y empleos.
Viene a la mente lo anterior cuando en Honduras el presidente Juan Orlando Hernández (JOH) aprobó un Plan masivo de empleos y oportunidades en sectores como infraestructura, agroalimentario, ambiente, construcción y turismo. Se habla de una inversión de 48,133 millones de lempiras (2,140 millones de dólares), de la cual el 77.5 % son empleos generados en el marco de las alianzas público-privadas con los concesionamientos y privatizaciones de puertos, aeropuertos, carreteras y construcción de edificios, el resto corresponde a inversión publica en la construcción de reservorios de agua, apoyo a la agricultura, obras sociales, ganadería, también en la industria maquiladora con inversión privada. Los puestos de trabajo a generar (temporales en su mayoría) se estiman en 150,000 empleos para 2016, más del doble de los generados en 2015.
Esta propuesta surge en una coyuntura económica muy difícil para el país. Por un lado, está vigente un programa con el FMI que a decir del JOH, sus funcionarios, en el caso especial de la reducción del déficit fiscal, aumento de la recaudación de impuestos, despido de empleados públicos y devaluación, han salido con notas de más del 100% al superar las metas fijadas con el FMI. Preocupa sin embargo, el acelerado endeudamiento eterno ya que la deuda pública total se estimó en 7,230 millones de dólares a noviembre de 2015, de esta el 79% corresponde a deuda pública externa con un servicio anual de 272 millones de dólares. Este endeudamiento no permite liberar mayores recursos para aumentar la inversión pública en apoyo a sectores productivos como el agroalimentario, forestal y mi pymes que necesitan también acceso a servicios de créditos y asistencia técnica en forma sostenida.
Honduras crecerá a una tasa de 3.4% (CEPAL: 2015), pero la economía resiente la pérdida de empleos en el sector agroalimentario afectado por la prolongada sequia que se pronostica más severa en 2016, la caída del empleo en el sector construcción y minas, así como la pérdida de empleos de las mi pymes. Estos sectores han visto afectados por la ausencia de una política de empleos sostenibles financiada con inversión pública nueva, pero también por la falta de incentivos claros a la inversión nacional y extranjera, que si la tienen las maquilas, zonas francas, transnacionales, turismo y comidas rápidas.
La coyuntura también es política, por lo que el anunció del Plan de Empleo y Oportunidades es una estrategia en respuesta a las demandas de los sectores de oposición y centrales obreras por generar empleos de buena calidad, no pasantías de horas tal como se cataloga a la Ley de empleos por hora; también en respuesta a la insuficiencia de los programas de compensación social que se han politizado. Este plan es una “mea culpa” en respuesta a la política de sobreendeudamiento, corrupción y destrucción de la inversión publica generada en Honduras después del golpe de Estado, que posibilitó la vigencia de un fuerte ajuste económico con perdidas de empleos en forma progresiva; cifras preliminares muestran que el desempleo abierto alcanzó el 7.50% en 2014, la segunda tasa más alta desde la vigencia de los programas de estabilización y ajuste estructural en 1990. Pero el subempleo es preocupante, ya que afecta a más de 2.4 millones de personas que se ven obligados a aceptar salarios por debajo del salario mínimo unos, realizando jornadas de trabajo mayores de 48 horas semanal sin protección social otros.
El Plan de JOH ha sido recibido con aceptación por la empresa privada pero todavía no se cuantifica el monto de su inversión que asignara al plan; igual por los obreros que se sienten conformes con el ajuste del salario mínimo otorgado por el gobierno. Hay quizá aspectos críticos o cuellos de botella de esta propuesta a sortear: La primera es la velocidad con que se generan dichos empleos, ya que la practica demuestra que existe tardanza en ello; lo segundo, el año político (2016) puede afectar las metas del plan ya que las prioridades son otras: elección de la nueva Corte Suprema de Justicia, el funcionamiento y los resultados de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH) de la OEA, las discusiones de la nueva ley electoral, la reelección presidencial, las elecciones internas, etc. Pero ante todo, el acompañamiento de los actores privados en las regiones y municipios del país con la integración de las cadenas de valor, redes de desarrollo empresarial y políticas publicas multisectoriales que generen incentivos para la inversión nacional.
Una preocupación infundada es la de aquellos (as) que consideran que no hay que comprometer las metas de estabilidad económica (déficit fiscal, inflación, ingresos tributarios) destinando más recursos a los sectores productivos para generar empleos; como en el caso del argumento para la economía norteamericana, ello se logrará por si solo. Este argumento monetarista neoliberal no tiene cabida en la coyuntura actual del país, ya que el mayor estimulo a los sectores productivos por el lado del gobierno contribuye más al cumplimiento de dichas metas por las caídas del PIB sectorial y empleo que enfrentan.
Una nueva ola de neoliberalismo invade América Latina
Por Diego Olivera Evia
En nuestra primera entrega para el boletín de Barómetro del 2016, nos parece importante analizar, los peligrosos cambios en Argentina y Venezuela, donde se generó una nueva y peligrosa correlación de fuerzas, con el avance de las corriente neoliberales. Hoy con la presidencia de Mauricio Macri, y con la mayoría calificada de la derecha de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática), hoy denominada UD, en la Asamblea Nacional (AN), adoptando mecanismos de coerción, sobre los sectores sociales y populares.
Nuevamente violencia policial en la Argentina, apostando al retorno de neoliberalismo, padre de las décadas perdidas en América Latina, como lo manifestaran la CEPAL y el SELA, en varios trabajos económicos. Las acciones en la Argentina, de miles de despidos de trabajadores, como una lista de más de 85 mil trabajadores, que quedaran cesantes, mostrando de esta manera, el verdadero rostro del neoliberalismo, que no solo acude a ajustes macroeconómicos, préstamos del FMI, que se volverán fondos buitres, entre la alianza del FMI, con empresarios prestamistas y usureros, que compran la deuda y la cobran al más del mil por ciento.
Nuevamente las derechas de Venezuela y Brasil hablan de la "salida"
Esta nueva realidad continental, a la que debemos sumar, el intento de destitución de la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, por parte de la burguesía y las trasnacionales, que conviven en esta nación, sin pagar impuestos a sus ganancias, que es otra lógica del capitalismo salvaje, ellos solo pagan la mano de obra, de los obreros brasileños.
De esta manera podríamos hablar, de una concesión de Maquila, o un mecanismo similar a los TLC, poniendo como ejemplo a México, donde la industria automotriz, como la industria siderúrgica, solo cobran los gastos de producción, con mano de obra barata y sin pagar impuestos.
Hoy al hablar de salida o cambio, en este caso intentando sacar a Dilma y al presidente constitucional, Nicolás Maduro, en seis meses como lo manifestara el nuevo presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup, que en seis meses derrocaría al mandatario venezolano, basándose en su autoridad y desconociendo a la Constitución Bolivariana de Venezuela.
Ramos Allup, en su prepotencia, se concibe como por encima de los demás poderes, obviando a la constitución, ya que para activar los mecanismos de referéndum revocatorio, no es el Congreso, ya que es potestad del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el que puede convocar al pueblo Soberano, a obtener las firmas de más del 50% más 1, de lograrse las afirmas, se procedería a la convocatoria a través del Consejo Nacional Electoral (CNE), quien organizaría este nuevo llamado a elecciones.
Es bueno recordar que en 20 años de elecciones, solo en dos de ellas la oposición de la hoy denominada Unidad Democrática (UD), antes la MUD, no reconocieron las 18 victorias, cantaron fraude, cuestionaron a l CNE, como aplicaron "salidas", como el golpe de estado del 2002, el paro empresarial y petrolero, varias asonadas militares, como la violencia de calle, con decenas de asesinados, consideradas por ellos, como bajas colaterales, al mejor estilo de su mentor y financista la distintas administración de EEUU.
Muchas veces en la destitución de los presidentes Zelaya de Honduras y posteriormente Lugo de Paraguay, se asomaban estos mecanismos del "golpes legislativos", buscando escusas para derrocar a presidentes, hoy la realidad en Brasil y Venezuela, es parte de un libreto, para obviar los mecanismos institucionales, para evitar las normas democráticas, ya que ambas naciones hay poderes e instituciones, que deben ser respetadas. Pero lamentablemente, estos "cambios", o "salidas", es una vuelta atrás, volver al neoliberalismo, al poder de los empresarios y a la dominación de las trasnacionales y EEUU.
El irrespeto en Venezuela al Libertador y al presidente Chávez
El nuevo presidente de la AN, un provocador de oficio y sobreviviente del partido Acción Democrática (AD), de su fracaso político económico en la década del 80-90, con el Caracazo como respuesta a su propuesta neoliberal, logra a través de una maniobra, ganar la presidencia del Congreso, una alianza para dejar a Primero de Justicia (PJ), de esta autoridad, mostrando una vez más la poca moral, y su capacidad oportunista, para manejar a los otros grupos de la UD.
Parte de esa visión manipuladora, aplica su show mediático, para provocar a los sectores chavistas, al mandar quitar del Congreso, la imagen del Libertador Simón Bolívar, del presidente, comandante Hugo Chávez y del actual presidente Maduro, lo cual generó malestar en las fuerzas Armadas, como en los sectores bolivarianos.
El ataque a Bolívar, es parte de la historia del Libertador, donde las oligarquías de Colombia, con Santander a la Cabeza y con Páez como enemigo del padre de la Patria, marcaron su muerte en Santa Marta, tratando de borrar la Independencia de América, como la creación de la Gran Colombia, la unidad de los pueblos. Pero como a todos los libertadores, San Martin, José Artigas, Bernardo O’Higgins Riquelme, Mariscal Sucre, como muchos otros, fueron desterrados, asesinados. Para luego hacer un busto de Bronce en las principales plazas, de nuestras naciones, para contar sus historias, pero olvidar su legado, de Independencia, Soberanía, de igualdad, de libertad, como hoy lo hace la derecha venezolana, irrespetando la memoria de Bolívar, como lo hicieron en el 2002, tirando su imagen en un depósito de Miraflores, en sus 48 horas de golpe.
Izquierda en Latinoamérica, una agenda pendiente
Rebelión
Por Marcelo Colussi
“El gran problema estratégico radica en que muchos pensadores consideran que la izquierda debe centrarse en la construcción de un modelo de capitalismo posliberal.
Esta idea obstruye los procesos de radicalización.
Supone que ser de izquierda es ser posliberal, que ser de izquierda es bregar por un capitalismo organizado, humano, productivo.
Esta idea socava a la izquierda desde hace varios años, porque ser de izquierda es luchar contra el capitalismo.
Me parece que es el abecé. Ser socialista es bregar por un mundo comunista.”
Claudio Katz
I
Los años 60 y los inicios de los 70 del pasado siglo mostraron, tanto en Latinoamérica como en distintos puntos del mundo, un marcado espíritu antisistémico, evidenciado en diversas facetas: auge de distintas luchas políticas, surgimiento de movimientos armados revolucionarios inspirados en la mística guevarista y el ejemplo de la Revolución Cubana de 1959, liberación femenina, revolución sexual, movimientos pacifistas anti guerra de Vietnam, despertar generalizado de las juventudes, Teología de la Liberación en la Iglesia católica. Podría mencionarse, como emblema de todo esto, el Mayo Francés en el continente europeo, o el Movimiento de 1968 en México, en tierras americanas.
Toda esa expresión contestataria, con ribetes tan distintos y hasta antitéticos en algunos casos, tenía un hilo conductor: la protesta ante un sistema económico-político que se mostraba injusto y opresor. Desde el movimiento hippie con su llamado al no-consumo hasta las guerrillas latinoamericanas, las luchas se sucedieron y crecieron. La organización sindical, los movimientos campesinos, la protesta estudiantil, son todos momentos de un proceso de auge de los procesos de transformación que se habían puesto en marcha. Pero el sistema reaccionó.
Después de la crisis del petróleo de 1973, el sistema capitalista mundial, con Estados Unidos a la cabeza y en medio de la Guerra Fría, reaccionó vehementemente. En Latinoamérica, región que nos interesa en particular para este análisis, la reacción fue una represión feroz.
Entre mediados de los 70 y la década de los 80 la reacción ante el avance de las fuerzas populares y cuestionadoras fue sencillamente monstruosa. Sobre montañas de cadáveres, con las torturas más encarnizadas, con la desaparición forzada de miles de luchadores sociales de todo tipo, con políticas de destrucción completa de aldeas campesinas, todo ese auge transformador que se venía dado fue cortado de cuajo. El avance del campo popular fue seguido de un tremendo retroceso en conquistas ya logradas y en organización social. Después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 en Nicaragua (última revolución del siglo XX), los movimientos revolucionarios armados fueron aniquilados o severamente diezmados, forzándolos en la mayoría de casos a buscar salidas negociadas. Lo que en un momento parecía una primavera se transformó en un crudo invierno.
Sobre la base de esta descomunal represión, de la desarticulación de conquistas populares y del aniquilamiento de fuerzas de izquierda, se comenzaron a implantar los planes neoliberales fijados por los organismos del Consenso de Washington: Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. El primer experimento fue Chile, en medio de la dictadura pinochetista. Luego siguieron todos los países de la región.
En pocas palabras: el capitalismo más salvaje y descarnado, sobre la base de una profunda explotación de los trabajadores, llegó para quedarse (no sólo en Latinoamérica sino a nivel global), haciendo desaparecer avances sociales ya consagrados constitucionalmente, como fueron todas las mejoras logradas por los trabajadores en años de lucha previa: prestaciones sociales varias, inmovilidad laboral, seguros de salud, etc.
Sobre la base de esa represión y del miedo concomitante, la cultura del silencio se entronizó por doquier, criminalizándose todo tipo de protesta social. Distractores y anestesias sociales como la explosión imparable de cultos evangélicos fundamentalistas y el fútbol televisado por cantidades industriales fueron la versión moderna del ya milenario pan y circo.
En esa marea de avance impetuoso de la visión de derecha, cayendo las experiencias socialistas de la Unión Soviética y de Europa del Este, y comenzando su proceso de retorno al capitalismo la República Popular China, las expresiones de socialismo se fueron esfumando. Los partidos de izquierda de América Latina quedaron silenciados, así como todas las organizaciones populares, víctimas aún del terror inducido por los ríos de sangre derramados en esos años. La Revolución Sandinista, siguiendo el proceso de reversión del socialismo a nivel global, concluyó tristemente. El único país que siguió en esa senda fue Cuba, solitaria, golpeada, bloqueada.
II
El anterior panorama, con la caída del Muro de Berlín y todas las otras caídas que eso trajo aparejadas, hizo sentir a la derecha global, siempre capitaneada por Washington, el gran vencedor de la Guerra Fría. De ahí el grito triunfal de Francis Fukuyama respecto a que la historia había terminado. O la altanera afirmación de la Dama de Hierro, Margaret Tatcher, en relación a que “no hay alternativa”.
El golpe fue tan grande que por un momento todo el campo popular sintió que era cierto, que la “la historia estaba echada”, que “no había ninguna salida”. Pero la historia sigue, y también las injusticias. Por tanto, la gente de carne y hueso, que es la que realmente hace la historia, siguió reaccionado antes las inequidades. Sin duda que la “pedagogía del terror” que se aplicó, con muertos, desaparecidos, torturados y aldeas arrasadas, silenció la protesta por un tiempo. La desarticulación de las demandas fue grande, y al día de hoy aún se siente. Lo cual no significa que terminaran las injusticias y la explotación, o que los pueblos dejaran de sufrir y alzar la voz ante los atropellos.
Lentamente, reorganizándose como pudieron, los colectivos sociales siguieron adelante con sus demandas. Surgieron así, o cobraron fuerza, nuevas formas de lucha, de protesta, de confrontación al capital y a las distintas formas de explotación (luchas étnicas, reivindicaciones de género). Las izquierdas políticas, bien organizadas y con un norte claro (o aparentemente claro) de las décadas pasadas, en general en desbandada, fueron cediendo su lugar a las izquierdas sociales, a los movimientos contestatarios y antisistémicos, en muchos casos bastante espontáneos.
Las fuerzas políticas de cuño marxista que, en más de alguna ocasión, veían la revolución socialista como algo cercano en las década de los 70 del pasado siglo, involucionaron. Muchos partidos comunistas se transformaron en socialdemócratas. Buena parte de la izquierda revolucionaria se convirtió en una izquierda no confrontativa con el sistema, amansándose, pasando a planteos posibilistas y electorales. Lo que algunas décadas atrás se denostaba implacablemente (la lucha electoral, por ejemplo), pasó a ser, en mucha gente de izquierda, el único camino posible. El saco y la corbata, o el maquillaje y los tacones, vinieron a reemplazar la boina guerrillera. Pero no sólo en términos de indumentaria, obviamente: el retroceso se dio en ámbitos más profundos.
Si los años 80 pudieron ser llamados la “década perdida”, los 90 marcan un nuevo auge, una recomposición, un nuevo despertar de procesos populares. Ahora bien: debe quedar claro que los parámetros de las luchas de años atrás variaron sustancialmente. Para el siglo XXI, tener trabajo es ya un éxito. Y dadas las condiciones generales que impuso el neoliberalismo con su hiper explotación, la vida pasó a ser, en muy buena medida, casi en exclusividad una dura y cotidiana lucha por la pura sobrevivencia. La precarización se hizo evidente en todos los aspectos y en todos los sectores socio-económicos. Por allí se dijo que hoy un trabajador –obrero industrial o productor intelectual– trabaja tanto como en la Edad Media europea.
Nuevos problemas aparecieron en la escena, como la delincuencia urbana generalizada, el consumo de drogas ilegales y el narcotráfico. Esos elementos fueron marcando la dinámica actual. La lucha de clases pareció salir de escena. Pero, obviamente, ¡no salió! Ahí está, siempre presente, aunque invisibilizada a través del monumental bombardeo mediático al que se somete a la población. “Protestar” es cosa del pasado, parece ser la consigna. Eso es lo que el discurso de la derecha, omnímodo, incuestionable, intenta presentar como versión oficial de las cosas. De la mano de eso se muestra, maquilladamente, un supuesto paraíso donde los países desarrollaron su modelo neoliberal. Y se remite al caso de Chile como paradigma. Pero la realidad es muy otra: con la aplicación de esas recetas liberales Latinoamérica pasó a ser la región del orbe con mayor inequidad; sus diferencias entre ricos y pobres son mayores que en ninguna otra parte. Con los planes de achicamiento de los Estados y las recetas fondomonetaristas que la atravesaron estas últimas décadas, la exclusión social creció en forma agigantada: en los inicios de la década del 80 había 120 millones de pobres, pero esta cifra aumentó a más de 250 millones en los últimos 30 años, y de ellos más de 100 millones son población en situación de miseria absoluta.
Así como creció la pobreza, igualmente creció la acumulación de riquezas en cada vez menos manos. La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países, y sólo algunos grandes grupos locales –en general unidos a capitales transnacionales– son los que crecen; por el contrario, las grandes mayorías, urbanas y rurales, decrecen continuamente en su nivel de vida. Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región. Las remesas que retornan son mínimas en relación a lo que se va. Y la cooperación internacional, con las migajas que aporta, ni por cerca puede ser una solución valedera a estos problemas tan profundos.
De este modo el sistema tiene controlada la protesta social. Dado que la sub-ocupación y la desocupación abierta crecieron exponencialmente, tener un puesto de trabajo es un bien codiciado que se debe cuidar como tesoro. Eso es una forma de evitar la protesta social. A lo que se suma la pedagogía del terror ya mencionada, asentada en años de violencia generalizada, con Estados contrainsurgentes que violaron en forma inmisericorde los más elementales derechos humanos. Y si la población sigue protestando, se la criminaliza. O se la reprime abiertamente.
En ese escenario de retroceso social, el grueso de las izquierdas también retrocedió. El ideario revolucionario de años atrás quedó en suspenso. Muchas de las iniciativas de izquierda “se calmaron”. Así, se produjo un cambio importante en la correlación de fuerzas y en las dinámicas socio-políticas: para el sistema capitalista dominante, para las oligarquías nacionales en cada país de Latinoamérica y para Washington (eje decisorio de lo que sucede en la región, vista siempre como su “patio trasero”), el principal enemigo son ahora los movimientos populares, lo que podríamos llamar la izquierda social y no tanto las izquierdas políticas (hoy, en muchos casos ocupando posiciones de gobierno, fieles pagadoras de la deuda externa y preocupadas, más que nada, por aparecer en televisión).
III
Ahora bien: esas fuerzas de izquierda que en estos últimos años llegaron a las casas de gobierno en más de algún caso, preocupadas por la “buena imagen”, en realidad no son tan de izquierda.
En muchos países de la región, ya entrado el siglo XXI, actores políticos con tintes progresistas fueron ocupando puestos de dirección de los Estados. Pero sabemos que ocupar la presidencia, el Poder Ejecutivo, no es exactamente detentar el poder real de lo que sucede en una sociedad. El presidente, en el marco del capitalismo, es un operador político, tanto en las opulentas naciones del Norte como en las pobres y dependientes del Sur. Un operador calificado, si se quiere, pero que responde a agendas ya trazadas. Transformar una sociedad va infinitamente más lejos que sentarse en la silla presidencial. Más allá de buenas intenciones o de promesas de campaña, los cambios sustantivos no vienen desde las alturas palaciegas: los producen las grandes mayorías populares en su dinámica de lucha, en la calle, en su organización y su protesta.
Con esta visión neoliberal entronizada que campea, también se entronizó la concepción individualista donde “la política la hacen los políticos”. Noción muy restringida, por cierto: la vida política es la expresión de las relaciones de fuerza, de los juegos de poder que se dan en lo profundo de una sociedad. La historia no depende de individuos aislados, por más “buena voluntad” o “capacidad” que detenten. Pero el individualismo exacerbado que nos trajo el actual modelo neoliberal ha hecho exaltar ese mito. E incluso la izquierda, al menos en muy buena medida, no escapa al prejuicio dominante.
Así las cosas, luego del aluvión represivo de años atrás y de los planes de capitalismo salvaje, las movilizaciones populares –quizá sin dirección específica, bastante espontáneas, reactivas en muchos casos– fueron abriendo algunas brechas en el todopoderoso y unívoco planteamiento neoliberal. El Caracazo en Venezuela, el movimiento de campesinos sin tierra en Brasil, los piqueteros en Argentina, los movimientos indígenas en Bolivia, Ecuador, el sur de México y Guatemala, las distintas reacciones a los planes de achicamiento del Estado y de empobrecimiento que vivió toda la región, fueron la plataforma para que aparecieran opciones progresistas en el ámbito de las democracias formales. Fueron varios los presidentes removidos de sus cargos producto de esas movilizaciones al no dar respuestas a los acuciantes problemas sociales: De la Rúa en Argentina, Bucaram, Mahuad y Gutiérrez en Ecuador, Sánchez de Losada y Meza en Bolivia.
A partir de la energía que pusieron en marcha esas movilizaciones, se vienen dando algunos gobiernos desde fines de los 90 e inicios del siglo XXI con rostro progresista, que en mayor o menor medida responden a los reclamos en juego. Chile con Bachelet, Uruguay con Tabaré Vásquez o José Mujica, Argentina con Kirchner o Cristina Fernández, Brasil con el PT: Lula y Dilma Roussef, Ecuador con Correa, supuestamente Nicaragua con el ex comandante guerrillero Daniel Ortega, Venezuela con su Revolución Bolivariana y el (nunca definido) “socialismo del siglo XXI”, son algunas de las expresiones de ese talante pretendidamente anti-neoliberal. Pero “talante” no significa oposición real.
La oposición al capitalismo salvaje en su nueva fase de acumulación por desposesión, este rapaz capitalismo extractivista que ve en Latinoamérica su fuente de productos imprescindibles en su actual desarrollo (petróleo y gas natural, minerales estratégicos, agua dulce, biodiversidad de sus selvas tropicales), la verdadera y única oposición a esa proyecto de hiper-explotación la dan las mayorías populares enfrentándose activamente a estas políticas. Los gobiernos que desarrollaron estos “capitalismos con rostro humano” (las propuestas de centro-izquierda que encontramos en América Latina en estos últimos años) no impulsaron los dos goznes fundamentales de un proceso transformador: control real de los medios de producción quitados a la clase explotadora y poder popular a través de una real democracia de base y no las formales y raquíticas democracias electoreras. El caso de Bolivia con el Movimiento al Socialismo –MAS– y Evo Morales a la cabeza es un capítulo aparte, quizá el proceso más popular y francamente socialista, lo más cercano a la experiencia de Cuba en todo el continente.
En el medio de esa orfandad de propuestas transformadoras, la aparición de “izquierdas” en las casas de gobierno puede abrir expectativas. Eso fue lo que pasó, llevado a un grado sumo, en Venezuela con la aparición de Hugo Chávez. Sin representar una clara opción revolucionaria, con una mezcla ecléctica de cosas (el Che Guevara junto a la Biblia católica), ese gobierno tuvo un impacto en los sectores más excluidos como ningún otro nunca antes en la historia del país caribeño.
¿Por qué la aparición y el crecimiento de todos estos gobiernos con un cariz popular? Porque sin salirse nunca de los marcos capitalistas, y pagando religiosamente las ominosas deudas externas al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, redistribuyeron con mayor equidad la riqueza nacional. El caso de Venezuela fue mucho más impactante aún por dos motivos: a) la renta que produce el petróleo es mucho mayor que la que producen los productos primarios de exportación de cualquiera de los otros países de la región, y b) las características personales de ese líder: Hugo Chávez, no tienen parangón (por eso, después de muerto, puede haber sido nombrado “Comandante eterno”, culto a la personalidad que riñe por principios elementales con los ideales del socialismo). Es por eso por lo que la Revolución Bolivariana despertó tantas expectativas, porque abrió esperanzas y desempolvó –así sea solo en el discurso– términos caídos en el olvido en los años de neoliberalismo feroz: socialismo, imperialismo, revolución. Cambios sustanciales reales no ha habido en el país petrolero, y todo indica, ahora que perdió el Poder Legislativo, que es muy difícil que los haya. Aunque sí se abrió la posibilidad de un poder popular real, desde abajo, si bien nunca se le dio el lugar que realmente merece en un planteo socialista. De ahí que ahora el proceso peligra, porque se demuestra que tenía más de iniciativa bajada desde arriba (más aún con la figura omnipresente e histriónica de Chávez) que una construcción popular desde abajo. ¿Castillo de naipes quizá?
En ese sentido, Cuba se muestra como la edificación socialista más sólida (quizá el proceso boliviano es el que más se acerca a lo de la isla). Esa solidez socialista real, con transformaciones efectivas en las relaciones de poder, son las que le permitieron sobrevivir seis décadas en medio del asedio continuo del capitalismo global y del imperialismo estadounidense, construyendo y profundizando logros para el pueblo cubano. No es ninguna novedad que sus índices socioeconómicos son los más altos de América Latina, superiores en muchos casos a los de potencias capitalistas.
IV
En estos momentos un claro discurso de derecha va queriendo volver a imponerse en el continente: acaba de triunfar en las elecciones presidenciales de Argentina, con el conservador Mauricio Macri, y en las legislativas de Venezuela, con el triunfo de la MUD –Mesa de la Unidad Democrática–, eligiéndose como presidente de la Asamblea a Henry Ramos Allup, un viejo zorro de la politiquería corrupta, furioso antichavista. En Brasil, ese discurso de derecha pretende poner contra las cuerdas a la presidenta Dilma Roussef con denuncias de corrupción y un clima de hostigamiento mediático continuo. Otro tanto sucede con Rafael Correa en Ecuador. ¿Está retornando el discurso de derecha en el continente desplazando los planteos populares y aperturistas de estos últimos años?
Aunque no hay en la actualidad una clara propuesta articulada de proyecto político transformador presentado en clave de revolución socialista, con lenguaje marxista –como lo hubo décadas atrás, a partir del que se desatara la salvaje represión ya mencionada–, las luchas populares continúan. Es más: en estos últimos años se van viendo incrementadas. Las luchas por defensa del territorio en muchos países, llevadas adelante por movimientos campesinos e indígenas, o por condiciones mínimas de trabajo, siguen presentes, alzándose contra el capitalismo salvaje y depredador. A lo que se suman estas nuevas reivindicaciones que se apuntaban: la lucha frontal contra el racismo, contra el patriarcado, por la defensa del medio ambiente. Ante ello, cuando las fórmulas de “democracia civilizada” no sirvan, ahí están esperando las salidas militares. Pero incluso ya no de las fuerzas armadas de cada país, tal como fue antaño: ahora son las propias fuerzas de Washington las que resguardan la zona. Nunca como ahora la estrategia militar hemisférica de la Casa Blanca ha tenido tan cercado al subcontinente latinoamericano. Si bien es muy difícil saber con exactitud la cantidad cabal de sus instalaciones castrenses en la región (muchas se ocultan, se disfrazan, no se dan datos precisos), estudios serios (Rojas Scherer, 2013) hablan de más de 70 bases.
Tanto el Documento Santa Fe IV “Latinoamérica hoy” –clave ideológica de los halcones republicanos que, pese a no ocupar la casa de gobierno, siguen imponiendo su voluntad– como el Documento Estratégico para el año 2020 del Ejército de Estados Unidos o el Informe Tendencias Globales 2015, del Consejo Nacional de Inteligencia, organismo técnico de la Agencia Central de Inteligencia –CIA–, presentan las hipótesis de conflicto social desde una óptica de conflicto militar. No hay dudas que los ojos del imperio nunca dejaron de estar puestos sobre su patio trasero, mucho más ahora en que tanto China como Rusia (con planteos de expansión capitalista) extienden sus tentáculos a la región. Las estrategias de Tres Fronteras, Alcántara, Misiones, Cabañas 2000, la Iniciativa Regional Andina o las 70 bases militares diseminadas por la zona recuerdan fehacientemente que Washington nunca perdió hegemonía aquí. Dicho de otra forma: los gobiernos progresistas tienen su campo de acción bastante limitado. Por lo pronto, nunca tocaron una sola empresa multinacional… ¡ni tampoco nacional!, porque las “nacionalizaciones” de Venezuela o de Argentina no fueron confiscaciones sino compras a precio de mercado, con más “ruido que nueces”.
Si hubo cierta bonanza en la región latinoamericana que permitió repartir más justamente la renta nacional, ello se debió en parte al gigante económico de China, que compraba materias primas a granel en nuestros países, y a los altos precios del petróleo. Todo eso ahora ha cambiado: China desaceleró su crecimiento, bajando de una tasa del 10% anual a una del 6%, con menos compras de materias primas fuera de sus fronteras. Y los precios del oro negro se desplomaron dramáticamente (medida político-financiera de las potencias capitalistas para asestar un gran golpe a países petroleros emergentes como Venezuela o Irán, y a Rusia, otro gran productor de hidrocarburos). La chequera petrolera que manejara Chávez en su momento, que permitía “regalar casas” a los venezolanos o financiar el ALBA y los proyectos integracionistas en Latinoamérica, ahora está en aprietos. Así como pueden empezar a estar en serias dificultades economías que dependen en gran medida de las ventas de productos primarios al extranjero, tal como son los casos de Brasil (café) y Argentina (soja). A lo que se suma un dólar que se intenta revalorizar ante el euro o las monedas orientales como el yuan chino o el rublo ruso (medida de un imperio que de ningún modo está agonizando), lo cual encarece todos los productos de importación que los países latinoamericanos deben salir a comprar en el extranjero (insumos de alta tecnología)
En otros términos: ninguno de estos países que en estos últimos años pasó o mantiene aún gobiernos medianamente socialdemócratas –incluida Venezuela, con una demasiado “promocionada” revolución socialista que nunca llegó a tal– tocó los resortes básicos de sus economías. Hubo, sin dudas, una más equitativa repartición de la riqueza, que por medio de la vía asistencial estatal (léase: clientelismo político) llegó a los sectores sociales más desposeídos. Lo cual, podría indicarse, no es poco: los niveles de vida mejoraron. Pero la realidad muestra que en todo eso lamentablemente hay mucho de castillo de naipes, porque no existe un poder popular que los pueda defender efectivamente, como sí sucede en Cuba socialista. A no ser que el llamado a un Parlamento Comunal hecho recientemente por el presidente Maduro pueda, de una vez por todas, construir un poder popular que marche realmente al socialismo en la Venezuela bolivariana.
¿Por qué ahora hay una avance de la derecha? Porque las propuestas tímidas de redistribución, en todo momento dentro de los marcos del capitalismo, se agotan, tienen siempre sus días contados: el ciclo económico de la bonanza ha variado, se está extinguiendo, y eso trae consecuencias políticas: ahí está el discurso abiertamente neoliberal ganando terreno en Argentina y en Venezuela, donde ahora son gobierno (al menos en el Legislativo en el segundo caso), o en Brasil, intentando remover a la actual presidenta. Pero no hay que perder de vista que el marco neoliberal nunca desapareció de estos países de centro-izquierda. Fue lo que marcó el ritmo de la economía, con un intento de suavización de las medidas más drásticas por parte de los gobiernos (capitalismo con rostro humano, digamos). En realidad, la derecha dura, la derecha económica y la derecha militar (¡76 bases estadounidenses! según Rojas Scherer) nunca perdieron el control. Perdieron cierto protagonismo político, no más. Los resortes financieros reales en todas estas experiencias redistribucionistas nunca los perdió el gran capital, la banca básicamente. Más aún: fue ese capital financiero, nacional e internacional, el que más se ha favorecido con las medidas económicas vigentes, con el beneplácito de los gobiernos populistas.
Pensar que el imperialismo está casi derrotado porque el primado absoluto e incuestionable del dólar está en entredicho, puede ser una miopía. Si bien es cierto que el escenario mundial no es el mismo de la inmediata post guerra de 1945 con Estados Unidos como potencia absoluta, ello no significa en modo alguno que ahora está en retirada. Las actuales medidas de revalorización de su moneda muestran que ese “agonizante imperio” está muy vivo, bien equipado y con ansias de seguir siendo la potencia dominante global. Y muestra que el capitalismo como sistema, hoy por hoy como sistema global, goza de muy buena salud (para una minoría de la población mundial, por supuesto). Si nunca antes como ahora existe ese control militar de nuestros países por parte de Washington, ello significa que su patio trasero le importa. ¡Y le importa mucho! Por eso no lo quiere –¡ni lo puede!– perder. ¿O acaso las pretendidas guerras contra el narcotráfico y el terrorismo se hacen para combatir esos “flagelos” y por el bien de la Humanidad?
En realidad, ninguno de estos gobiernos no-alineados abiertamente que se encuentran en Latinoamérica (como sí lo son, por ejemplo el de Colombia, o el de México) representan pasaportes al socialismo (como sí lo fue, y lo sigue siendo, Cuba, ahora en una situación que abre interrogantes al negociarse el levantamiento del bloqueo y una recomposición de relaciones con Estados Unidos).
Hay un pensamiento de izquierda, incluso, que ve en estas experiencias tibias, de capitalismo con rostro humano (“capitalismo serio” lo llamó la ex presidenta de Argentina) un verdadero peligro para planteos socialistas, por cuanto genera una mala imagen de la izquierda. En otras palabras: contribuyen a alimentar el desprestigio de la izquierda, pues la visión de derecha lo puede aprovechar maquiavélicamente: “el fracaso de Venezuela”, por ejemplo, “es producto de este castro-comunismo trasnochado que impuso Chávez”. Aunque sabemos que la situación es infinitamente más compleja, el distractor mediático funciona: los gobiernos “izquierdosos” generan caos, desorden, desabastecimiento, problemas para su población. No es así…, pero los resultados de las recientes elecciones en dos importantes países muestran ese desencanto.
Como acertadamente dijo Claudio Katz, citado en el epígrafe: “Bregar por un capitalismo organizado, humano, productivo [¿eso será el capitalismo serio?] (…) obstruye los procesos de radicalización. (…) Ser socialista es bregar por un mundo comunista”, es decir: un mundo que se alcanza con la expropiación de los medios productivos y con poder popular.
El desabastecimiento provocado en Venezuela (ardid de la derecha, definitivamente), o las denuncias reiteradas de corrupción en Argentina o Brasil (también estrategias mediáticas de la derecha que van socavando la credibilidad de los gobiernos) pueden servir para desalojar de la casa de gobierno a estas propuestas socialdemócratas con talantes progresistas. Pero el peor “período especial” en Cuba, o el bloqueo continuado por décadas, o la amenaza de invasión militar, no hicieron revertir un auténtico proceso socialista. En definitiva: una genuina propuesta de izquierda tiene logros que la población defenderá a muerte. Procesos tibios y de doble discurso, manchados por la corrupción de sus mismos dirigentes y donde no hay cambios reales para beneficio de las mayorías, terminan cayendo por su propio peso. La historia lo demuestra.
Incluso en el socialismo real de la Unión Soviética puede verse esto: la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial fue derrotada más allá de todas las adversidades del momento. El socialismo, pese a la presencia de un burócrata como Stalin en el gobierno, aún marcaba una diferencia para la población. Con el proceso de empantamiento y corrupción que continuó luego, años después, en 1991, nadie movió un dedo para defender la revolución que caía con la restauración capitalista. Sin dudas la población reconoce cambios de los que es real artífice –¡eso es una revolución socialista!–, diferenciándolos de aquellos procesos en que es solo convidada de piedra. El asistencialismo no es socialismo.
¿Qué pasará en Venezuela ahora? Como las luchas de clases no terminaron (¿puede terminar la historia acaso?), es probable que se abra una fuerte confrontación. Y esas confrontaciones, lamentablemente, nunca son pacíficas. Las luchas político-sociales son eso: luchas, enfrentamientos a muerte; en general corre sangre. La población chavista no votó contra el chavismo, contra sus mejoras en las condiciones de vida; votó como castigo ante una situación de crisis (provocada en muy buena medida por la derecha con su política contrarrevolucionaria de desestabilización permanente y desabastecimiento programado. Revertir los logros de ese proceso, tal como pareciera querer hacer ahora la derecha desde la Asamblea, pudiendo llegar a solicitar una revocatoria contra el presidente Nicolás Maduro, abre sin dudas un período de inestabilidad. Las luchas de clases están más al rojo vivo que nunca. Ese es el escenario que puede permitir hacer avanzar un genuino proyecto de izquierda, hasta ahora siempre postergado.
¿Qué pasará en Argentina con la restauración de un discurso claramente conservador, neoliberal? La historia está por escribirse. Lo que sí ha sido evidente es que la población no salió a defender a sangre y fuego los logros de ninguna revolución socialista. Habrá lamentaciones, en principio. Ese también es un escenario propicio para que la izquierda pueda avanzar con un proyecto alternativo, que vaya más lejos del “capitalismo redistributivo”.
Todo lo dicho anteriormente permite ver que la izquierda en Latinoamérica aún tiene mucho camino por recorrer; las transformaciones reales siguen siendo una agenda pendiente. El asistencialismo de “¡Esta casa me la regaló Chávez!” no es el camino para un cambio genuino. Por tanto, habrá que seguir buscando nuevos caminos. La izquierda, en tanto proyecto alternativo al capitalismo –y no sólo a su versión escandalosamente explotadora y sin anestesia como es el actual neoliberalismo– está por construirse.
Bibliografía
Antognazzi, I. y Lemos, M. F. (2006) Nicaragua, el ojo del huracán revolucionario. Buenos Aires: Nuestra América Editorial.
Bauer P. A. (2007) Cómo opera el capital yanqui en Centroamérica (El caso de Guatemala). Guatemala: Inforpress Centroamericana.
Bendaña, A. (1991) Una tragedia campesina. Managua: Editora de Arte.
Borón, A. (2008) Socialismo del Siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo? Buenos Aires: Editorial Luxemburg
Caballero, M. (1988) La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana. Caracas: Editorial Nueva Sociedad.
Colussi, M. (Compilador) (2013) Sembrando utopía. Crisis del capitalismo y refundación de la Humanidad. Versión electrónica disponible en:
Clavero, B. (2008). Geografía política de América Latina: pueblos indígenas entre constituciones mestizas. México: Siglo XXI.
Cuéllar, N. (Coordinador) (2012) Inversiones y dinámicas territoriales en Centroamérica. Implicaciones para la gobernanza y la construcción de alternativas. El Salvador: Fundación PRISMA.
Cuevas Molina, R. (2011) De banana republics a repúblicas maquileras. La cultura en Centroamérica en tiempos de globalización neoliberal. San José: UNED.
De León, J. (2005) ALBA para la Patria Grande. En Incidencia Democrática. Guatemala: Revista N° 731
Figueroa Ibarra, C. (2010) ¿En el umbral del posneoliberalismo? Guatemala: F&G Editores.
Garrido Ferradanes, F. (2004). Globalización y migración, en Revista de Ciencias Sociales Aposta. Número 6. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
Gutiérrez, V. (2015) Clases sociales y luchas de clases: una aproximación. En Revista Nuestras Ideas. Año 1, N° 1. Versión electrónica disponible en:
Impunity Watch (2012) Creando un espacio para las voces de todas las víctimas. Países Bajos: Impunity Watch.
Katz, C. (2006) El porvenir del socialismo. Caracas: Monte Ávila Editores.
_______ (2015) América Latina: perspectivas frente a un nuevo escenario político. Entrevista disponible en http://contrahegemoniaweb.com.ar/america-latina-perspectivas-frente-a-un-nuevo-escenario-politico-entrevista-a-claudio-katz/#more-2493
López y Rivas, G. (2015) La izquierda latinoamericana, a veinte años de la caída del muro de Berlín (inédito).
Mariátegui, J. C. (2007) Siete ensayos sobre la realidad peruana. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.
Martínez Peláez, S. (1994). La Patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca. México: Ediciones En Marcha
Moraria, L. (2015) La guerrilla de La Azulita. (Leyenda y realidad). Circunstancias históricas de la lucha social en Venezuela y su trascendencia en la llamada Revolución Bolivariana (1958-2013). Caracas: Ediciones Leonardo Moraria.
Robinson, W. (2007). Una teoría sobre el capitalismo global: producción, clases y Estado en un mundo transnacional. Colombia: Ediciones Desde abajo.
Rodríguez Elizondo, J. (1990) La crisis de las izquierdas en América Latina. Caracas: Editorial Nueva Sociedad.
Rojas Scherer, N. (2013) América Latina cercada por Estados Unidos a través de sus 76 bases militares. Versión electrónica disponible en http://www.surysur.net/2013/06/america-latina-se-encuentra-cercada-por-estados-unidos-a-traves-de-sus-76-bases-militares/
Sánchez Vásquez, A. (1999) Entre la realidad y la utopía. Ensayo sobre política, moral y socialismo. México: UNAM / FCE México.
Varios autores. (1999) Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico. México: Editorial Txalaparta.
Una brecha en el patriarcado: Louise Michel
Por Antoni Jesús Aguiló *
Acaban de cumplirse 111 años de la muerte de Louise Michel. La ocasión nos brinda la oportunidad de reivindicar no sólo la figura de esta maestra, escritora y luchadora anarquista, sino también una praxis subversiva para el patriarcado. Ello permite, en la estela de Walter Benjamin, una lectura “a contrapelo” de la historia que rescata el papel de las mujeres en la construcción de poder popular.
Pese a que no se consideraban feministas en sentido militante, las pioneras del feminismo anarquista contribuyeron a la lucha contra el machismo y el patriarcado, sobre todo si se tiene en cuenta que el feminismo, como dice Bell Hooks, es un “movimiento para acabar con la explotación y la opresión sexista”.
El patriarcado es un régimen criminal que desprecia la vida de las mujeres, sobre todo de aquellas que claman libertad e igualdad. Desmontarlo exige abrir brechas capaces de subvertir las instituciones, creencias y prácticas que, en palabras de Marcela Lagarde, perpetúan los “cautiverios” de las mujeres. Las brechas son una zona de combate que puede provocar rupturas o interrupciones del orden establecido. Representan resquicios u oportunidades para el avance feminista.
Louise Michel abrió una brecha en el patriarcado burgués y católico del siglo XIX mediante una conciencia feminista articulada en torno a cinco premisas fundamentales:
Primera: las mujeres pertenecen a un colectivo subordinado y como tal sufren injusticias. Como escribió en sus Memorias (1886): “Lo primero que debe cambiar es la relación entre sexos. Hombres y mujeres deberíamos estar caminando de la mano. En lugar de ello, hay antagonismo, y este durará el tiempo que la mitad más fuerte controle o piense que controla a la mitad más débil”.
Segunda: la condición de subordinación femenina no es natural, sino socialmente determinada. Dice al respecto: “Admito que el varón también sufre en esta sociedad maldita, pero ninguna tristeza puede compararse con la de la mujer. En la calle ella es la mercancía. En los conventos, en donde se oculta como en una tumba, la ignorancia la ata, y las reglas ascienden en su máquina como engranajes y pulverizan su corazón y su cerebro. En el mundo se dobla bajo la mortificación. En su casa, sus cargas la aplastan. Y los hombres quieren mantenerla así. No quieren que ella usurpe su función o sus títulos”.
Tercera: las mujeres deben organizarse entre ellas para remediar esta situación. Para ello reivindica el poder de las mujeres como fuerza instituyente capaz de desbordar el sistema patriarcal y crear nuevas formas de relación social: “Nosotras simplemente debemos tomar nuestro lugar sin pedir permiso por ello”. Y en un tono más amenazante: “Tened cuidado del día en que las mujeres se cansen de todo lo que les rodea y se levanten contra el viejo mundo. Ese día comenzará un mundo nuevo”.
Cuarta: la necesidad de una visión alternativa de la sociedad y de la vida, donde el ser humano tuviera plena autonomía. Indicios de esta nueva sociedad pueden vislumbrarse en su crítica a la moral familiar y sexual tradicional. Louise Michel condenaba el matrimonio por tratarse de un negocio más, que con el patrocinio de la Iglesia y el Estado fomentaba la mercantilización del sexo y la apropiación del cuerpo de las mujeres. Ni los varones ni el Estado ni la Iglesia debían tener potestad para decidir sobre la sexualidad y el cuerpo de las mujeres. Anticipándose a feministas como Simone de Beauvoir, concibió el matrimonio como una especie de prostitución legalizada: “¿Acaso no hay mercados donde se venden, en la calle, en los puestos de las aceras, las hermosas hijas del pueblo, mientras que las hijas de los ricos son vendidas por su dote? A una la toma quien quiere; a la otra, se la dan a quien quieren. La prostitución es la misma”. No en vano rechazó casarse.
Como maestra defendió una escuela libre de segregación de género en las aulas y la importancia de introducir la educación sexual en un encorsetado currículum educativo que domesticaba a las niñas enseñándoles costura y catecismo. Porque “la tarea de los profesores es dar a la gente los medios intelectuales para rebelarse”.
Quinta: terminar con la opresión sexista requiere la participación activa de las mujeres en la lucha revolucionaria. Se trataba de combatir la sociedad machista y clasista a partir de la autoorganización desde abajo y la acción colectiva, mediante una democracia popular basada en la acción directa, pues el voto femenino por el que luchaban las sufragistas burguesas no representaba una amenaza para la estabilidad del sistema capitalista y patriarcal. En este sentido, el feminismo anarquista nos dejó una reflexión memorable: las mujeres nunca se liberarían por la fuerza de los votos, sino por su propia fuerza. El compromiso era con la “revolución social”, no con la política parlamentaria, con el gobierno de la gente común y no con la representación política profesionalizada.
Esta conciencia rebelde la llevó a encabezar manifestaciones contra el paro y el hambre, a fundar periódicos, a ser encarcelada, deportada a Nueva Caledonia y a combatir, con un Remington en la mano y el uniforme de la Guardia Nacional enfundado, en las barricadas de la Comuna de París en 1871. Durante la Comuna, descrita como el “periodo revolucionario del que saldría el mundo nuevo”, formó parte del movimiento de las “petroleras” (mujeres acusadas de incendiar París con latas de petróleo para frenar el avance enemigo), fundó el Comité de Vigilancia femenino de Montmartre, creó, junto con otras revolucionarias, la Unión de Mujeres por la Defensa de París (una organización feminista de masas que ya planteaba el principio de a igual trabajo, igual salario) y trabajó como enfermera de ambulancia. Dice Sheila Rowbotham que su experiencia allí sirvió para que las parisinas asumieran posturas feministas en tensión con el machismo imperante también entre los comuneros.
Lo cierto es que no estamos ante un umbral democrático revolucionario como el del París de 1871, sino ante el predominio de sistemas electorales restringidos incapaces de satisfacer plenamente las exigencias y expectativas de las mujeres. En su largo camino hacia la emancipación, los feminismos tienen por delante el reto de ahondar las brechas abiertas en la democracia machista y elitista institucionalizada. Pero también el de abrir nuevas brechas en articulación con otros movimientos para ganar más espacios en la sociedad. Para ello, de acuerdo con Andrea Beltramo, tendrán que proseguir su lucha sin tregua para organizar la rabia, politizar la alegría, renovar las confianzas, aumentar la combatividad reivindicativa, no ceder, tomar las calles, diluir la línea entre lo legal y lo ilegal, resquebrajar viejos consensos, construir nuevos acuerdos, inventar nuevas utopías, crear otras maneras de vivir el amor y de habitar nuestros cuerpos, arrebatándolos al control de las corporaciones financieras, las iglesias, la medicina, la tecnología, la ciencia, la moral, la publicidad, etc. Sólo así estaremos en condiciones de luchar contra el presente en dirección hacia ese nuevo mundo imaginado por Louise Michel.
* Antoni Aguiló es filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra.
viernes, 29 de enero de 2016
Carta de Congresistas a Nealon sobre sindicalistas
Estimado Embajador Nealon:
Le escribimos para expresar nuestra preocupación por la situación urgente de los sindicalistas en Honduras, quienes siguen enfrentando amenazas de muerte y otras formas de intimidación. Solicitamos respetuosamente que se comunique con las autoridades hondureñas, incluyendo la Fiscalía General de la Nación y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y pide inmediata acción para solucionar con eficacia a esta crisis.
A lo mínimo 31 sindicalistas han sido asesinados desde el golpe militar de 2009. La AFL-CIO informa que nueve ataques violentos contra sindicalistas hondureños han sido cometidos sólo en el 2015. Estos ataques incluyen el asesinato en junio de Héctor Orlando Martínez Motiño, presidente del Sindicato de Trabajadores del Centro Universitario del Litoral Pacífico (CURLP) y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). A él se le había concedido las medidas cautelares por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. De acuerdo con informes de los medios de comunicación, él era el decimocuarto persona con medidas cautelares que había sido asesinado. Su asesinato pasó 69 días después de la desaparición forzada en abril de Donatilo Jiménez Euceda, quien era un ex presidente de este mismo sindicato en el Centro Universitario del Litoral Atlántico (CURLA) en La Ceiba.
Más recientemente, las amenazas se han acelerado en contra de la administración de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Agroindustriales (FESTAGRO, anteriormente COSIBAH). Como es de su conocimiento, FESTAGRO es uno de los grupos claves nombrados en un informe publicado en 2015 por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos que detalla serias problemas con respecto a la falta de aplicación efectiva de las leyes laborales en Honduras.
El 31 de agosto y el 3 de septiembre de 2015, Tomás Membreño Pérez, presidente del Sindicato de Trabajadores de la Agroindustria y Similares (STAS), un sindicato afiliado a FESTAGRO, recibió amenazas de muerte dirigidas a él y a su familia. En tres ocasiones distintas desde el 25 de octubre, vehículos sin placas han visitado la casa de Nelson Geovanni Nuñez Chávez, Asesor Técnico de Organización de FESTAGRO; supuestamente sacaron fotos y aterrorizaron a su esposa. El 6 de diciembre, desconocidos preguntaban sobre su paradero en el domicilio de un miembro de su familia, mientras que sus hijas estaban presentes. Toda la familia ha tenido que abandonar su hogar.
Estos incidentes recientes no son la primera vez que miembros del personal de FESTAGRO han estado bajo amenaza. En 2014, José María Martínez, Director de Comunicaciones para FESTAGRO, se vio obligado a huir del país después de haber recibido numerosas amenazas de muerte a lo largo de 2013 y 2014.
Las autoridades hondureñas no han actuado con eficacia en ningunos de estos casos. Creemos que el Plan de Monitoreo y Acción de los Derechos Laborales que ha sido recientemente anunciado es un paso positivo. Sin embargo, la implementación del plan tomará tiempo, y no se dirige a todos los aspectos de la crisis de derechos laborales en Honduras. Mientras tanto, las amenazas contra sindicalistas exigen acción inmediata.
Dado lo anterior, le urgimos a que comunique su preocupación sobre estas amenazas contra activistas de derechos laborales al gobierno de Honduras, y que presione al gobierno para denunciar estos ataques. Además, le urgimos pedir al gobierno hondureño que inmediatamente ofrezca protección a Tomás Membreño y Nelson Nuñez según sus preferencias, si lo solicitan. Además, le pedimos que reitere la importancia de las investigaciones criminales, los procesamientos y las condenas de los perpetradores de cada uno de estos casos, todos los cuales permanecen en la impunidad.
Es imperativo que el gobierno de Estados Unidos apoye a los trabajadores quienes están sufriendo represalias por ejercer sus derechos básicos de libertad de asociación y por denunciar violaciones de las leyes laborales de Honduras. Apreciamos su consideración seria e inmediata de estas solicitudes, y esperamos con interés las noticias de las acciones que el E.E.U.U. toma al favor de estos sindicalistas amenazados.
Sinceramente,
Farr Sam
Miembro del Congreso
Jan Schakowsky
Miembro del Congreso
Cc: Julie Schecter Torres, Jefe Adjunto de Misión
Ian Brownlee, director de la Oficina de Asuntos Centroamericanos del Departamento de Estado de EE.UU.
Charles Blaha, Director de Asuntos del Hemisferio Occidental, la Oficina de Derechos Humanos, Democracia y Trabajo, del Departamento de Estado
Dear Ambassador Nealon:
We are writing to express our concern regarding the urgent situation of trade unionists in Honduras, who continue to face death threats and other forms of intimidation. We respectfully request that you contact the Honduran authorities, including the Attorney General’s Office and the National Human Rights Commission, and ask that they act immediately to effectively address this crisis.
At least 31 trade unionists have been killed since the 2009 military coup. The AFL-CIO reports that nine violent attacks against Honduran trade unionists occurred in 2015 alone. These attacks include the June assassination of Héctor Orlando Martínez Motiño, President of the Workers Union for the Centro Universitario del Litoral Pacífico (CURLP) and Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). He had been granted protective measures by the Inter-American Commission on Human Rights, and according to media reports, he was the 14th person with protective measures who has been assassinated. His murder occurred 69 days after the April forced disappearance of Donatilo Jiménez Euceda, who was a former president of this same union at Centro Universitario del Litoral Atlántico (CURLA) in La Ceiba.
Most recently, threats have accelerated against the staff of the Federation of Unions of Agro-Industrial Workers (FESTAGRO, formerly COSIBAH). As you know, FESTAGRO is one of the key groups named in a 2015 U.S. Department of Labor report that details serious concerns regarding the lack of effective enforcement of labor laws in Honduras.
On August 31 and September 3, 2015, Tomás Membreño Pérez, president of the agricultural workers union, Sindicato de Trabajadores de la Agroindustria (STAS), a union affiliated with FESTAGRO, received death threats targeting him and his family. On at least three separate occasions since October 25, vehicles without license plates have visited the home of Nelson Geovanni Nuñez Chavez, FESTAGRO’s Technical Advisor for Organization, and have reportedly taken pictures, terrifying his wife. On December 6, strangers inquired about his whereabouts at the home of a member of his extended family while his young daughters were present. The entire family has had to abandon their home.
These recent incidents are not the first time that members of FESTAGRO’s staff have come under threat. In 2014, José María Martínez, Director of Communications for FESTAGRO, was forced to flee the country after he received numerous death threats throughout 2013 and 2014.
Honduran authorities have failed to act effectively in all these cases. We believe that the recently announced Labor Rights Monitoring and Action Plan is a step in the right direction. However, the implementation of the plan will take time, and it will not address all aspects of the labor rights crisis in Honduras. Meanwhile, threats against trade unionists require immediate action.
As such, we urge you to communicate your alarm about these threats against labor activists to the Government of Honduras, and to press the government to denounce these attacks. We further urge you to ask the Honduran government to immediately offer protection to Tomás Membreño and Nelson Nuñez in the form of their own choosing, if they request it. In addition, we request that you reiterate the importance of effective criminal investigations, prosecutions, and convictions of the perpetrators in each of these cases, all of which remain in impunity.
It is critical that the U.S. government speak out in support of workers who are facing retaliation for exercising their basic rights to freedom of association and for denouncing violations of Honduran labor law. We appreciate your serious and immediate consideration of these requests, and we look forward to hearing what steps have been taken on behalf of these threatened unionists.
Sincerely,
Sam Farr
Member of Congress
Jan Schakowsky
Member of Congress
Cc: Julie Schecter Torres, Deputy Chief of Mission
Ian Brownlee, Director of the Office of Central American Affairs, U.S. Department of State
Charles Blaha, Director of Western Hemisphere Affairs, Bureau of Human Rights, Democracy, and Labor, U.S. Department of State
Aguán fue víctima de agresión física
El Observatorio Permanente de Derechos Humanos del Aguán, ante las diferentes organizaciones sociales, campesinas, de derechos Humanos nacionales e internacionales comparte la alerta y a la vez hace la denuncia pública, respecto a lo siguiente:
1. Que el día 15 de Enero del 2015 a eso de las 8:00 de la mañana el defensor Agustín Cálix, quien es una persona mayor edad, miembro del Observatorio Permanente de Derechos Humanos y del Movimiento Campesino del Aguan MCA, mientras transitaba por una concurrida calle de la ciudad de Tocoa, fue víctima de una agresión física y verbal por parte de un individuo que le pidió que se subiera a su carro y que le iba a donar útiles escolares.
2. Que al recibir la oferta, el defensor retrocedió diciendo a su agresor que no haría eso, “sospecho que usted quiere es tomarme una fotografía”, y al dar la espalda recibió un fuerte golpe a la altura del pulmón derecho. Posterior al hecho el defensor, pidió auxilio a sus compañeros de la organización defensora de los Derechos Humanos quienes le recomendaron presentar la denuncia respectiva ante las instancias correspondientes.
3. El defensor fue acompañado a interponer la denuncia por amenazas ante la Dirección Nacional de Investigación Criminal, DNIC quienes en un primer momento se negaron a recibir la denuncia por no tener claro quién es la persona agresora, sugiriendo que mejor lo hiciera en el ministerio público. El defensor se presentó de inmediato ante el ministerio público de donde lo volvieron a enviar ante la DNIC, quienes esta vez sí tomaron su denuncia por Amenaza. Denuncia Nº. 0054-2016
Hacemos un enérgico llamado a las organizaciones defensoras de derechos humanos a solidarizarse con este caso, acompañar al defensor y brindar apoyo para salvaguardar su integridad física y emocional, así como estar al pendiente de cualquier incidente que se pueda presentar. Además exigimos a las autoridades competentes investigar y esclarecer este caso, ya que de no ser así se estaría poniendo en mayor riesgo la vida y la seguridad del defensor antes mencionado.
¿Hacia un nuevo ciclo conservador en América Latina?
Fragua
Hace algunas semanas el proceso electoral en Argentina dejó fuera del gobierno a la coalición de partidos que lo habían ocupado durante casi toda la década, lo anterior resulta importante para ser analizado dado que, en nuestro país y a lo largo y ancho de América Latina, muchas personas se han involucrado en la lucha social inspirados por los logros de estos gobiernos progresistas. Recordemos, por ejemplo, que en el momento más álgido del gobierno de Hugo Chávez había en nuestro país muchos compañeros que se reivindicaban “bolivarianos”. Ahora, después de la derrota electoral del chavismo en Venezuela y del kirchnerismo Argentina, empezaremos a escuchar la propaganda de la derecha continental gritando: “¡ya ven como no funciona!” porque van a intentar presentar estas derrotas electorales como el fracaso de los llamados gobiernos progresistas en América Latina.
¿Qué está pasando? En Venezuela acaban de llevarse a cabo elecciones legislativas, en las que, por primera vez en casi 15 años, el chavismo ha perdido la mayoría en la Asamblea Nacional, por lo que al presidente Nicolás Maduro le tocará gobernar en un país donde los reaccionarios controlarán el órgano legislativo. Hay que señalar que este “descalabro” electoral es el colofón de una serie de ataques emprendidos por la burguesía venezolana, apoyada por el gobierno de Estados Unidos, contra el régimen bolivariano. En Argentina, los kirchneristas del Frente para la Victoria (FPV) perdieron la elección contra el empresario Mauricio Macri quien, a decir de algunos intelectuales, es un hombre de derecha y que intentará gobernar tan a la derecha como pueda; de hecho, ya ha realizado declaraciones donde se perfila una especie de indulto para los militares que cometieron crímenes de lesa humanidad durante la dictadura. Se trata, en ambos casos, del posible principio del fin de dos movimientos antineoliberales muy exitosos. ¿Significa esto que la lucha contra el neoliberalismo sea inútil? No, el problema al que nos enfrentan estos hechos es el agotamiento de una lucha que no ha podido ir más allá del ámbito estrecho de detener al capitalismo “salvaje” oponiéndole un capitalismo “menos salvaje” o tal vez un socialismo no tan “radical”.
El caso del bolivarianismo en Venezuela es aún más interesante en el sentido de que tuvo la necesidad de crear organizaciones populares que defendieran el proceso “revolucionario”. Sin embargo, en los momentos en que se exigía una profunda transformación económica, los bolivarianos recularon, dando un paso adelante y dos pasos atrás. Ahora cabe preguntarse qué tanto progresó la revolución de los trabajadores dentro de estos regímenes progresistas en América Latina. En Argentina, parece que casi todo está perdido, mientras que en Venezuela, se habla desde el régimen de enfrentar nuevas batallas para defender las conquistas ganadas. Como sea, en ambos casos se asiste a un claro cambio de estrategia, de una posición a la ofensiva, crítica pero propositiva, a una posición defensiva y en plena retirada política, dando pasos hacia atrás buscando no perder lo ganado y no ganarse más enemigos. El problema es que no se puede tener como aliado a la burguesía y que ésta siempre se opondrá a los cambios a favor de las clases trabajadoras.
Algunos analistas venezolanos desde el campo chavista asumen una postura supuestamente autocrítica, diciendo muy a destiempo lo que según su entender debió haber hecho el régimen para evitar la derrota en las urnas. Suenan muy sobrios, después de todo, dicen que “hay que saber aceptar la derrota” pero en realidad no hacen sino reafirmar aquella vieja máxima de que las ratas son las primeras en abandonar el barco que se hunde, y son los intelectuales arribistas los primeros que negarán tres veces haber participado en estos movimientos.
Lo que parece estar ocurriendo es el agotamiento de este modelo de transformación social desde las restricciones legales impuestas por los regímenes capitalistas, parece ser el fracaso del llamado “socialismo del siglo XXI” que pretendía hacer la revolución sin realmente hacerla, por vía de cambios en la legalidad y la acumulación de pequeñas transformaciones. Parece haber llegado el momento en el que estos regímenes dan un salto o descienden en un proceso de desintegración y burocratización, alejándose de las masas en las que se apoyaron para impulsar esos proyectos.
Esto no es nuevo, pasaron por el mismo proceso los países aliados de la Unión Soviética cuando ésta sucumbió ante la contrarrevolución interna y también lo hizo el régimen sandinista en Nicaragua, un gobierno nacido de una revolución popular que no quiso dar el salto hacia adelante, hacia los cambios de la mano del propio movimiento de los trabajadores, que prefirió detener estos cambios y, al enfrentarse con los representantes de la burguesía en las elecciones, lo hizo sin tener el apoyo de las masas de trabajadores que lo habían llevado al poder.
No nos desviemos, el problema de estos procesos no es su programa limitado, no son tampoco las “vías” que, han implementado para lograr los grandes cambios sociales, el problema es y sigue siendo que, llegado el momento de dar el salto hacia adelante, han vacilado. Hace falta que los trabajadores participen, empujen y construyan el proceso hacia el socialismo, no basta llamarle “socialistas” a una serie de medidas justas pero limitadas para que éstas correspondan con los intereses históricos de la clase trabajadora. Debemos aprender de estas experiencias y prepararnos, pues todo parece indicar el inicio de un ciclo de regímenes reaccionarios. Así, es posible que estemos ante el fracaso del llamado socialismo del siglo XXI, pero este fracaso debe servir como reflexión para continuar la búsqueda del camino hacia el auténtico socialismo, hacia un mundo donde el trabajo y no el capital sea quien lleve la batuta de la sociedad, donde la vida sea verdaderamente digna y no solamente otra mercancía.
Nota: Este artículo fue publicado como parte de la sección Análisis del Nº 13 de Fragua, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 5 de enero de 2016.
Lucha de clases y lucha popular-democrática en Ernesto Laclau (a vueltas con el populismo)
Rebelión
Por Xavier Granell Oteiza *
Engels definió el materialismo histórico como esa concepción de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los eventos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la división de la sociedad en distintas clases y en la lucha de estas clases entre sí. Así, la lucha de clases es un elemento fundamental en la teoría marxista. Por clase debemos entender una categoría histórica, es decir, está derivada de la observación del proceso social a lo largo del tiempo. Sabemos que hay clases porque la gente se ha comportado repetidamente de modo clasista, diría Thompson.
Dentro del sistema capitalista (entendido como un modo de producción donde la fuerza de trabajo se transforma en mercancía) hay dos clases que se encuentran en polos opuestos: la burguesía y el proletariado. Laclau, en su primer libro “Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo”, establece una distinción entre la lucha de clases y la lucha popular-democrática. La lucha popular democrática debe entenderse como la interpelación del sujeto-pueblo frente al bloque de poder dominante. En este libro, Laclau establece dos tesis fundamentales: (1) solo es lucha de clases aquella que constituye a las clases como tal; (2) no toda contradicción es, en consecuencia, una contradicción de clase, pero toda contradicción está sobredeterminada por la lucha de clases.
Por tanto, tenemos dos tipos de enfrentamiento entre clases: un primer enfrentamiento donde las clases se enfrentan entre sí y se constituyen como tal, y otro donde, habiendo clases enfrentándose entre sí, el enfrentamiento se produce entre el pueblo y el bloque de poder dominante. El antagonismo pueblo/bloque de poder, entendido como la contradicción dominante en el nivel de la formación social, al depender de la contradicción determinante en última instancia proletariado/burguesía, producida en el nivel de las relaciones de producción, es pausible de ser articulado por parte de los dos actores en la lucha de clases, en tanto que construcción hegemónica orientada por sus respectivos intereses.
Aquí vemos que la lucha de clases es el terreno sobre el que se construye la lucha popular-democrática, es decir, no hay una separación en bloques independientes (esferas), sino que la lucha de clases es la condición previa que sobredetermina a la lucha popular-democrática; por tanto se establece una prioridad de la primera frente a la segunda, ya que esta última tiene lugar a nivel ideológico y político (el “pueblo” no existe, evidentemente, a nivel de las relaciones de producción).
La lucha en el terreno ideológico no es siempre populista. No es la mera presencia de interpelaciones popular-democráticas en un discurso lo que lo transforma en populista, pero, como que sabemos que el populismo está directamente ligado a la presencia del “pueblo” en el discurso, hemos de concluir que lo que transforma un discurso ideológico en populista es una peculiar forma de articulación de las interpelaciones popular-democráticas del mismo. La tesis en el pensamiento de Laclau es que el populismo consiste en la presentación de interpelaciones popular-democráticas como un conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante. Este ejercicio transforma la diferencia en antagonismo frente al bloque de poder.
En este libro, el populismo quedaba definido de la siguiente manera: las clases no pueden afirmar su hegemonía sin articular al pueblo en su discurso, y la forma específica de esta articulación, en el caso de una clase que por afirmar su hegemonía debe enfrentarse al bloque de poder en su conjunto, será el populismo.
Laclau empieza a desplazar este esquema en el libro que escribe junto a Chantal Mouffe: “Hegemonía y estrategia socialista: hacía una radicalización de la democracia”, para analizar los llamados Nuevos Movimientos Sociales (ecologismo o feminismo, por ejemplo), llamados así para diferenciarlos del movimiento social por excelencia: el movimiento obrero. La proliferación de estos nuevos antagonismos conduce a una crisis de la formación hegemónica de postguerra. Pero la forma de superación de esta crisis está lejos de estar predeterminada, ya que la manera en la que los derechos van a ser definidos y las formas que van a adoptar las luchas contra la subordinación no están establecidas de manera unívoca, por tanto, las diferentes formas posibles de articulación de los antagonismos son resultado de una lucha hegemónica.
En Laclau, el surgimiento de estos antagonismos se encuentra fuera del terreno determinado en última instancia por la lucha de clases. Se sitúa como un antagonismo liberado a sí mismo: la manera mediante la cual sea articulado no está predeterminada en otros terrenos de la formación social previos al discurso. La lucha principal para construir una democracia radical y plural se encontraría en la lucha por la máxima autonomización de las esferas, sobre la base de la generalización de la lógica equivalencia-igualitaria.
Al desligar demandas y necesidades materiales, Laclau utiliza la noción de significante vacío como el símbolo que unifica las diversas demandas. Así, la formación del pueblo como actor político se basa en la transformación de demandas individuales en demandas colectivas (o la transformación de demandas democráticas en demandas populares, como las llama el autor). Estas demandas, como ya hemos dicho, son unificadas mediante los significantes vacíos, que consolidan la cadena de equivalencias (conjunto de demandas que tienen en común el significante que las unifica). La cadena de equivalencias se mueve siempre en una tensión, entre la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia. Diferencia y equivalencia son incompatibles (las demandas nunca abandonan del todo su carácter particular); al mismo tiempo esta tensión es insalvable y necesaria para la propia construcción de la cadena de equivalencias.
Para la construcción del “pueblo” es necesaria la división del campo político en una frontera antagónica que enfrente dos campos irreductibles estructurados alrededor de dos cadenas de equivalencias incompatibles. El antagonismo es constitutivo de los actores políticos: la frontera entre las demandes insatisfechas que forman la cadena, por un lado, y el poder insensible a ellas, por otro.
Bibliografía utilizada:
- Engels, Friedrich. (2000) Del socialismo utópico al socialismo científico. Marxists Internet Archive.
- Laclau, Ernesto. (1978) Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Siglo XXI de España Editores, S.A.
- Laclau, Ernesto. ( 2005) La razón populista, Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A.
- Laclau, E., et Mouffe, Ch. (1987). Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia. Siglo XXI de España editores, S.A.
- Vergalito, Esteban. (2007) Devenires de la teoría del populismo: marxismo, postestructuralismo y pragmatisno en Ernesto Laclau Ponencia publicada en Lértora Mendoza, Celina (coord.) Evolución de las ideas filosóficas: 1980-2005. XIII Jornadas de pensamiento filosófico argentino, Buenos Aires, FEPAI, págs. 36-46.
* Xavier Granell Oteiza. Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Valencia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)