miércoles, 7 de mayo de 2014
Ecos del 1º de Mayo
Con más cohesión que en otras celebraciones del Día Internacional del Trabajo, las organizaciones obreras, campesinas, políticas y de la sociedad civil marcharon por las calles de las principales ciudades del país con entusiasmo militante, pero también con reclamos y posiciones de denuncia y protesta.
En esta ocasión las organizaciones laborales pronunciaron un Manifiesto Unificado, que se corresponde con la iniciativa de centralizar la fuerza trabajadora para fortalecer su capacidad real de presión, dentro de un proceso de reflexión y replanteamiento doctrinario en respuesta al quiebre institucional y político de 2009.
"Honduras —dice el Manifiesto—, después del golpe de Estado civil-militar de 2009 se ha venido deteriorando progresivamente, como sociedad y como Estado, imposibilitándolo para el cumplimiento de sus funciones esenciales, especialmente las relacionadas con el bienestar de las grandes mayorías..."
"Lo cierto es que el Estado oligárquico hondureño, concentrado y controlado por unos pocos grupos económicos, está sumido en una profunda crisis que tratan de ocultar instrumentalizando los grandes medios de comunicación, las jerarquías religiosas, las Fuerzas Armadas y la Policía; crisis que es estructural y no mediática, agudizada por la penetración del crimen organizado y el narcotráfico".
"El régimen actual, continuador del golpe de Estado, se ha dedicado a construir una burbuja, dentro de la cual, según él, vive un pueblo lleno de esperanzas, seguridad y optimismo por sus 'acertadas ejecutorias'. Se trata de crear una falsa percepción de la realidad con la complicidad de los grandes medios de comunicación".
"Pero ese mundo de ficción —remacha el Manifiesto— se derrumba poco a poco porque pronto se cumplirán los cien días de gobierno y no tienen nada qué exhibir... Por el contrario, es visible la grave situación en que vive el 70% del pueblo y los diferentes sectores populares".
Este documento de proletariado hondureño y la sociedad civil hace, a continuación, un exhaustivo señalamiento de injusticias, atentados a los derechos humanos, represión estatal, incumplimientos de promesas, y, en fin, de retos y problemas acumulados que conforman la abultada y dolorosa deuda política y social.
Sin embargo, a tal discurso le hace falta el necesario balance de la autocrítica, sin duda necesario para establecer una ruta de organicidad y de objetivación en ese proceso de reconversión y de recuperación como factor real de presión, de fuerza de interés, que es definitivamente indispensable para ejercer un rol efectivo y confiable en la acción política integral y para el cambio estructural para el desarrollo económico y social.
Ese es, en realidad, el desafío más importante que tiene ahora el liderazgo laboral y de la sociedad civil, teniendo en cuenta el quiebre habido también en la institucionalidad del trabajo, que pasó de ser "apolítica" y "apartidista", a elemento destacado en la dinámica de la integralidad política y social.
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