sábado, 10 de mayo de 2014

La irrelevancia histórica de la novela posmoderna


Rebelión

Por Miguel Manzanera Salavert

El posmodernismo ha sido la forma cultural de la última fase del desarrollo capitalista –denominado capitalismo tardío por Ernst Mandel-, que comenzó hace ahora unos 50 años cuando la revolución informática se instaló en el tejido productivo de la civilización contemporánea. Esa transformación tecnológica se convirtió en un hecho decisivo de las últimas décadas al favorecer la pervivencia del capitalismo, mediante un incremento impresionante de la productividad industrial. Esto se ha traducido por el triunfo del neoliberalismo con el aumento de los desequilibrios sociales, nacionales e internacionales, y el retroceso de la política socialista y de las posiciones políticas de la clase obrera a nivel mundial.
En el plano cultural, esos acontecimientos se han traducido por una cultura hedonista, fuertemente impregnada por el individualismo, y una actitud escéptica sobre los valores y sobre la racionalidad de la acción humana. Ahora que la crisis económica ha demostrado las fisuras del orden social así constituido, parece necesaria una reflexión sobre este periodo histórico, para reorientar la acción política en un sentido más adecuado a las aspiraciones humanas.

Los rasgos de la civilización capitalista contemporánea se han manifestado con claridad en el arte producido desde este contexto político. Aquí intentaré exponer brevemente cómo el concepto del posmodernismo –acuñado por Frederik Jameson-, puede aplicarse a la novela producida en España en el último cuarto de siglo. Abordaré tres rasgos de la cultura posmoderna reflejados en la literatura actual: la pérdida de la historicidad, que se manifiesta en la novela histórica; la desorientación ante el mundo actual, que se muestra en la mezcla de ficción y realidad; la pérdida de la sentimentalidad, como consecuencia del individualismo.

En primer lugar, la innovación en el contexto capitalista supone la destrucción creativa –en expresión de Schumpeter-, lo que significa la ruptura con el pasado y con los valores heredados de la tradición. Por eso, una característica de la producción literaria posmoderna es la anulación de la historia como fuente de experiencia, válida para conocer colectivamente la naturaleza y actuar consistentemente ante ella. Mientras que la modernidad definía el conocimiento histórico como la condición para la acción política racional, la filosofía posmoderna ha subrayado que la historia es siempre una narración subjetiva, desde la que no se pueden establecer hechos objetivos. La novela histórica está de moda, puesto que toda historia –incluida la académica-, es una ficción narrativa: no podemos conocer el pasado, sino solo una interpretación del mismo a partir de los intereses privados del narrador. La historia pasa a ser un disfraz o un adorno, una distracción sin consecuencias prácticas.

En segundo lugar, el orden político del capitalismo se sostiene sobre la base de la mentira programada, de modo que se produce una debilitación del concepto de verdad. La realidad se convierte también en una ficción, como la ficción se hace realidad, según un famoso dicho de Goebbels –ministro de propaganda del régimen nazi-, según el cual ‘una mentira repetida miles de veces se convierte en verdad’. La novela posmoderna mezcla realidad y ficción en un todo ambiguo, que desintegra en los lectores el sentido para la verdad. Lo hace manera tan radical que conduce al lector de novela posmoderna hacia la confusión mental. Esa situación puede representarse por aquella alumna de bachillerato, inteligente y culta, que un día me preguntaba angustiada en clase: ‘¿cómo podemos saber cuál es verdad?’ El posmodernismo es una forma cultural cuyos objetivos son antitéticos a los ilustrados. Busca desorientar al público y confundir a los ciudadanos, de manera que éstos se encuentren impedidos de encontrar la verdad, viéndose impulsados a abrazar el sucedáneo de realidad que les propone el poder político y sus medios de comunicación.

En tercer lugar, el individualismo de la sociedad de masas se manifiesta como una pérdida de la sentimentalidad, sustituida por la búsqueda de emociones. El aislamiento así producido crea una subjetividad narcisista, impulsa a los sujetos a encerrarse en un mundo fetichizado de la interioridad, eliminando transcender hacia la vida social. La familia se convierte en un obstáculo para la realización de los deseos individuales; la sexualidad se reduce a un goce egoísta sin generosidad hacia el otro; el sujeto se refugia en el espacio privado de la propiedad personal; la identidad se reduce a la búsqueda de una representación imaginaria de la propia personalidad… Se borran las huellas de lo político y lo social, las tensiones sociales son desplazadas por las fantasías individuales, las contradicciones del sistema son sustituidas por los conflictos interiores. El individuo se convierte en objeto de fuerzas ajenas que toma como motivaciones propias, porque carece de referencias para contrastar su experiencia.

En definitiva, la novela posmoderna ofrece a los individuos de la sociedad capitalista un frágil asidero ideológico, para integrarse en el sistema del consumo de masas y el despilfarro de la riqueza, en la era de la destrucción ecológica de la biosfera terrestre. Crea una ficción de humanidad a partir del individualismo sacralizado por la ideología liberal. Elimina la realidad histórica, porque se asienta en estructuras profundamente injustas que la ideología dominante pretende ocultar. Banaliza la vida moral en conflictos interiores entre deseos ridículos e irrealizables. Ahora que el viento de la historia está cambiando, barrerá toda esa literatura, como las hojas secas de un otoño civilizatorio que está acabando ya.

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