viernes, 31 de mayo de 2013
Por la Vida: Justicia, no Impunidad
Te Amo
A las víctimas de la guerra sucia permanente en Honduras.
Te amo y me dueles Honduras,
no sólo de este lado del costado,
en mis huesos me dueles y cuando tus sombras
se meten en mis ojos,
me dueles en el pelo, el pellejo,
mis pasos y en el pensamiento,
en la luz que me rasga cuando te cultivo mis anhelos,
me dueles, me dueles y te amo,
mi bella patria tantas veces golpeada,
asesinada, secuestrada, desaparecida
y vendida a los truhanes de de toda laya.
Me dueles y te amo
partecita de mi madre tierra
que me parió
me dio leche y miel,
alegría y ganas de vivir.
¿Cómo es que me dueles tanto
y te amo a pesar del dolor
de verte sufrir en la sangre de mi pueblo?
Porque de amor te amo en mis hermanos y hermanas,
en mis compatriotas,
que amo y quiero y entiendo cuando luchan y se equivocan
o aciertan
pero no dejan de luchar a diario por la vida,
por el bien
porque seas madre, patria y tierra sabrosa de leche y miel
donde no haya queja por hambre
por injusticia
por dolor
por silencio
y la carencia de una mano de favor
de amistad
de solución a precio de agrado sin costo de deuda, ni de duda.
Te amo
y creo en el amor
de amarte en mis compatriotas,
hermanos y hermanas,
que sólo ese amor
nos hará que nos duelas en lo hondo del cariño
y te consolemos, Honduras,
amándote.
Candelario Reyes
Mayo 2013
Rosado pájaro
Por Julio Escoto
Hice conmigo cierto acuerdo hace años —en mi joven década de 1960— y es que en lo posible jamás escribiría palabras groseras contra ciertas familias edificantes de Honduras —ejemplo Gálvez, Durón, Antúnez Rittenhouse, Roussel, Gamero, Martínez Galindo, Turcios o Heliodoro Valle, sumándose a ellas los Villeda y Bermúdez—, aunque en ese caso debo explicar por qué.
Y es que en ese decenio políticamente crítico y de arranque nacional (cuando cambiaron al país tres energéticos motores: el Volkswagen, la píldora anticonceptiva y el divino regalo de la minifalda) trabajaba yo en mi personal proyecto de formación y ansiaba modelos humanos, inteligencias (valoré siempre la inteligencia), prototipos de audacia y vigor que ansiaba para mí mismo.
Y Ramón Villeda Morales fue uno de ellos, a quien mis floridos veinte años admiraron por su tenacidad democrática, imbatible fe en el triunfo, liderazgo y conducción de masas cerriles, vengativas y analfabetas, así como por su audacia y —deslumbrante para el aspirante a escritor— su manejo y dominio de la oratoria, el genio para la metáfora y su vívido humor (es personaje de un capítulo en mi novela “Madrugada”).
Ciertas prácticas suyas me disgustaban (servil apego a los gringos, voluble manipulación política y cierta ambigüedad que le permitía aparentar ser de izquierda —amigo de Betancourt y Figueres— pero a la vez del pensamiento gusánico de Miami) que no lograban opacar, empero, su ágil y vívido talento intelectual.
Pajarito Pechito Rojo contribuyó a llenar espacios míos de interrogación sobre la identidad nacional.
Agregado a que envió preso a mi ultra-cariísta padre acusándolo de conspiración velazquista, para luego mandar extraerlo de la cárcel y llevarlo a casa presidencial, donde lo honró y cautivó, anécdota sin importancia excepto que desde entonces mi progenitor dejó de ser conserva cruda y abrió su mente a otras proposiciones políticas y culturales del orbe, cambio que agradezco.
De allí que sin diluviar insultos deje constancia de mi honda decepción cercana tras escuchar discursear a su hijo Mauricio, que aceptaba recientemente la candidatura a la nominación liberal para la presidencia.
Cuánta tristeza, horror de machaca trillada con gastados lemas y eslóganes, la severa carencia —el erial— de ideas nuevas, de propuestas políticas, doctrina y sustento ideológico, de ruta de gobierno, de respuestas objetivas al despeñadero social que hala a Honduras, en fin, lejana distancia de su papá.
No es que deba ser igual, más bien al contrario, su partido de milicias supuestamente jóvenes debió emplear el instante para precisar cómo sacará del barranco al buey que ellos mismos empujaron allí, pero fue más bien aceptación de impotencia, prueba del agotado numen bipartidista y de que nada constructivo, menos evolucionado o revolucionario, puede esperarse de ellos.
Su posición de clase revela a rojos y cachos incapaces para integrarse al universo que se avecina pues subsisten y sobreviven en mundos de atrás.
Peor aún, el discurso inaugural del militar golpista Romeo Vásquez fue más extenso, incisivo y apegado a alguna realidad que el de Villeda, lo cual tampoco significa votar por el General.
La inmoral mancha genética que le fulge a la frente —indeleble al jabón, desleal y traidora— basta para tostarle la tinta en las manos a quienes sufraguen por él.
Es entonces obvio que más que retóricas, documentos y planes, lo que el hondureño debe desarrollar es el convencimiento —y conciencia— de que afortunadamente nos hallamos ante tal instancia histórica que si no barremos en absoluto a la mafia gansteril que puebla Congreso y Ejecutivo, la patria desaparece, trucidada por los zánganos.
La próxima, entonces, debe ser tarea de asepsia, exterminio de apátridas, final limpieza del jardín constitucional o sucumbe la nación. Y luego empezará la siguiente tarea, que será controlar el triunfalismo de los salvadores para que ni se desalmen ni los envanezca el poder.
Solo que eso ocurrirá con otros ritmos, mejores ojalá.
Xiomara Castro: "Los Nacionalistas están desesperados porque saben que van para abajo"
Xiomara Castro, la candidata del partido Libertad y Refundación (LibRe), dijo que los ataques que le hizo ayer el aspirante presidencial del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, en “su marcha de la mentira es producto de la desesperación porque sabe que va para abajo (en las encuestas)”.
Castro dio una conferencia de prensa en Catacamas, Olancho, en donde le consultaron sobre las críticas que le hicieron a LibRe, acusándolo de haber provocado la confrontación que llevó a la crisis del golpe de Estado del 2009.
“La verdad es que están derrotados, que van bajando y que en la desesperación están utilizando el ataque, porque no encuentran otra salida, pero no nos van a perturbar esos ataques”, manifestó Castro.
Indicó que la diferencia entre las marchas nacionalistas y las de LibRe, es que a “las nuestras va la gente con entusiasmo porque siente suyo nuestro proyecto, no porque la amenazan con quitarle el Bono Diez Mil, porque le dan tilín tilín o porque lo amenazan con quitarle el trabajo que tiene actualmente”. Cuestionó que Juan Orlando es parte de los victimarios del golpe de Estado y ahora quiere “acusarnos a las víctimas, aquí estamos los golpeados, de este lado están los asesinados, las mujeres que fueron violadas, y ahora quieren culparnos a nosotros de lo que ellos hicieron, por eso es una marcha de la mentira”.
Debate de Propuestas
Indicó que está dispuesta a debatir con los otros candidatos, pero sobre propuestas para crear empleo, para mejorar la seguridad, para llevar bienestar al pueblo para “tener crecimiento económico, pero si quieren debatir sobre sus mentiras, no voy a perder tiempo”.
Castro aseveró que está lista para debatir porque LibRe es el único partido con una propuesta concreta de refundar a Honduras con una constitución que incluya los intereses de todos los sectores para llevar desarrollo y bienestar a todos los hondureños.
Recordó que los problemas de Honduras no se resuelven con remiendos, sino con cambios profundos y estructurales que permitan que el pueblo participe en las decisiones sobre su futuro, mediante una asamblea constituyente.
LibRe va a instaurar una verdadera democracia en la que todos los sectores sean los agentes de su desarrollo, generando políticas que permitan la inversión solidaria, participando en modelos comunitarios de seguridad, en auditorías sociales para el combate a la corrupción y en modelos educativos orientados a la producción y a la liberación del individuo.
Lo Dijo
“Estamos aquí porque tenemos un compromiso y porque tenemos la capacidad de sacar al país de la crisis económica, social y de seguridad, voy a entregar alma, vida y corazón para formar la patria que nos merecemos todos, digna, justa y en paz”: Xiomara Castro.
Berta Cáceres o el sentido del equilibrio
La detención de Bertha Cáceres y Tomás Gómez en Santa Bárbara ya es por sí mismo un acto de plena arbitrariedad represiva contra el movimiento popular. Es un acto más del Estado golpista que mantiene su estructura y objetivos intactos. Bertha Cáceres no es una lideresa más del movimiento popular, su arresto con pruebas falseadas (les acusan de portación ilegal de armas en apoyo de los pobladores del Municipio de Rio Blanco, Intíbucá) es solo una consecuencia, una arista del aspecto delincuencial con que opera la policía nacional para tener argumentos en sus relaciones públicas. Un distractivo, sin más. No es ese el punto. Cientos de hondureñas y hondureños han sido inculpados de la misma forma para enviarlos a prisión, y en el peor de los casos, asesinadas y asesinados para luego meter en sus bolsillos "las pruebas".
Bertha Cáceres no es, definitivamente, una lideresa más del movimiento popular. La lucha contra la repartición del territorio a través de concesiones mineras e hidroeléctricas es un tema que no solo compete a una organización del movimiento popular. Compete al FNRP. Compete a LibRe. Arrestar a Bertha Cáceres es medir la capacidad de respuesta de las estructuras éticas y revolucionarias de LibRe. Y LibRe no es un partido más en la lucha electoral. La derecha oligarca también falsea pruebas para encerrar la dinámica de los partidos con tendencia a la izquierda. Arrestan o asesinan a sus líderes más visibles en espera de la respuesta orgánica. Cuando ésta no sucede -la respuesta- dan por hecho que hay territorio libre para seguir con sus planes. Sucede entonces, algo muy parecido a medir el aceite de un motor de automóvil.
Cuando se obtiene una respuesta pasiva del brazo político del movimiento popular, la derecha asume que sus cálculos van por buen camino. "Hemos vaciado el principio fundamental de toda resistencia" - se dicen entre vino y queso. "El vaciamiento no les permite ver que sus líderes no solo existen en el plano electoral sino que también en su base de poder real, la misma base que debería sostener en la praxis de poder conquistado un gobierno que asume la liberación y refundación de este país". Bertha Cáceres no estaba siendo arrestada por ser una lideresa más de la resistencia popular. Su perfil político permite -al intervenirlo- saber hasta dónde llega el entramado nervioso de nuestra resistencia al poder golpista.
Temo que en la estrategia acumulativa de fuerzas para enfrentar el reto electoral, LibRe esté considerando como distractivo el levantar la voz por sus líderes fundamentales. Me resisto a pensar que la cultura política-electoral del bi-partidismo esté actuando con todo su poder de alienación histórica dentro de LibRe y nos haya alejado de la lucha real a favor de la promesa del poder real. Mattelart nos recuerda: "Ahora bien, hemos visto que frente a esta ofensiva, las fuerzas revolucionarias se encuentran en situación defensiva y esa defensa no alcanza a cubrir espacialmente el frente de ataque. Hemos visto también que la respuesta se mueve públicamente dentro del círculo delimitado por la argumentación adversaria... esta respuesta inicial tendrá que vertebrarse sobre las grandes líneas de la embestida ideológica y derecha, no descuidando ninguno de los planos a los que tradicionalmente se consideran secundarios. Con este propósito, recalcamos una primera necesidad: la de alejarse de la noción de política que ha creado la burguesía, de dejar de percibirla sólo en los ámbitos y en los tópicos abiertos bajo este rubro específico por la derecha".
En todas las luchas dignas de la historia ha estado presente, siempre, el cuidado y respeto de los liderazgos de base que, muy pronto, terminan revelándose como lo que en realidad son: el verdadero poder fáctico de las conquistas populares. Como vemos, en el campo de la política, para contrarrestar una embestida ideológica se necesita tener un sentido de equilibrio a toda prueba.
Cosas de la Europa democrática que usted no sabía
Mundo Obrero
Por Pascual Serrano *
En nuestra Europa seguimos con la idea de que representamos a lo más avanzado de la democracia y miramos por encima del hombro a otros países y regiones de quienes pensamos están todavía muy lejos de nuestras instituciones, derechos humanos y libertades.
Repasemos algunas informaciones de los últimos días para descubrir algunos detalles verdaderamente sonrojantes que nos vendrán bien
para bajar nuestro orgullo europeo.
Por ejemplo, en el Reino Unido, el príncipe de Gales, que es también duque de Cornualles, tiene derecho a quedarse con las herencias de las personas de la zona de Cornualles que fallecen sin hacer testamento y que no tienen herederos conocidos. El príncipe Carlos recibió por este concepto un total de 450.000 libras (unos 530.000 euros) durante 2012. ( El País, 2-5-2013 )
Mientras a los reyes les va así de bien, en Hungría, el Partido Comunista Obrero de ese país, en su 25º Congreso Extraordinario celebrado el 11 de mayo de 2013 en Budapest, decidió cambiar de nombre y eliminar la palabra “comunista” de su denominación para evitar ser ilegalizado. El 1 de enero entró en vigor una ley del gobierno por la cual ningún partido político, compañía, medio de comunicación, calle, plaza o sitio público puede incluir el nombre de personas que hayan jugado un papel dirigente en la fundación, desarrollo o mantenimiento de los regímenes políticos que ellos consideran autoritarios del siglo XX, ni tampoco palabras, ni expresiones, ni nombres de organizaciones que puedan relacionarse directamente con aquellos gobiernos. ( Solidnet.org, 14-5-2013 )
Ahora vayamos a Dinamarca. Veamos lo que echan en la televisión. Allí se emite un programa presentado por un popular músico del país, Thomas Blachman, quien cada semana invita a otro hombre para revisar los cuerpos de las mujeres que se plantan desnudas frente a los dos. El asunto consiste en que ellas llegan vestidas solo con un sobrio batín negro. Ellos están sentados, en penumbra, en dos cómodos sillones frente a las mujeres. Ellas deshacen el nudo del batín y se desnudan, mientras ellos hacen sus comentarios y opiniones . Sin olvidar la parte más soez. “¿Qué tal funciona esa vagina?” ”Tus pezones son muy alegres”. Ellas no pueden replicar. Muchas bajan la cabeza mientras ellos van contando qué les parece su anatomía femenina. ( Blog de Carme Chaparro, 3-5-2013 ). Se pueden encontrar los vídeos del programa en Youtube . Como las mujeres, aunque aparecen primeros planas de sus caras, están de espaldas cuando aparecen de cuerpo entero, y la humillación no afecta a la sensibilidad de Youtube, los mantienen en la red.
Lo último es de España. Según los datos del Banco de España, en 2012 se registraron un total de 39.167 entregas de viviendas como consecuencia de la ejecución hipotecaria. En el 83 % de los casos (32.490) se trataba de la vivienda habitual ( Huffington Post, 10-5-2013 ). Ahora esas casas irán a sumarse a las 3,4 millones que se encuentran vacías y las familias a las miles que no tienen donde vivir.
Estas son algunas de las cosas que pasaron en Europa en estos días mientras nos sentimos alejados de los miserables de África y de los indios de América.
* Pascual Serrano es periodista. Su último libro es “ La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes” .
¿Por qué tiene efecto la desinformación?
Por Paul Craig Roberts *
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué la desinformación gubernamental gana fuerza?
Lo que he notado es que cada vez que ocurre un episodio sorprendente, como el 11-S o el atentado del maratón de Boston, casi todo el mundo, de derechas o de izquierdas, acepta la explicación del gobierno, porque pueden colgar sus objetivos a su relato.
A los izquierdistas les gustan las historias oficiales de musulmanes que crean incidentes terroristas en EE.UU., porque prueban su teoría del búmeran y les satisface que los desposeídos y oprimidos puedan contraatacar al imperialismo.
A la derecha patriótica le gusta la historia oficial porque prueba que EE.UU. es atacado por su bondad o que las autoridades de inmigración dejaron entrar a terroristas que fueron alimentados por prestaciones sociales, o porque el gobierno, que no puede hacer nada correctamente, ignoró numerosas advertencias.
Diga lo que diga el gobierno, no importa cuán problemático sea, la historia oficial logra imponerse por su compatibilidad con predisposiciones y objetivos existentes.
En un país semejante, la verdad es irrelevante. Solo los objetivos son importantes.
Una persona puede ver esto por doquier. Podría escribir volúmenes para ilustrar que los escritores, impulsados por objetivos que cubren todo el espectro, apoyarán las historias más improbables del gobierno a pesar de la falta de cualquier evidencia, simplemente porque la línea del gobierno se puede utilizar para apoyar sus objetivos.
Por ejemplo, un escritor conservador en la edición de junio de Chronicles utiliza la historia del gobierno sobre los supuestos atacantes del maratón de Boston, Dzhokhar y Tamerlan Tsarnaev, para argumentar contra la inmigración, la amnistía a los indocumentados y el asilo político a los musulmanes. Escribe: “Incluso los sistemas de seguridad de más alta tecnología imaginable fracasarán inevitablemente ya que están abrumados por la inundación de inmigrantes frecuentemente hostiles y peligrosos”.
El escritor acepta todas las indemostrables declaraciones del gobierno como prueba de que los hermanos son culpables. El hermano herido que no pudo responder al propietario del bote que lo descubrió y que tuvo que ser asistido en soporte vital logró, de alguna manera, escribir una confesión en el interior del bote.
En cuanto las autoridades tuvieron al hermano encerrado en un hospital en soporte vital, “funcionarios anónimos” y “autoridades que se mantienen anónimas”, implantan en los medios la historia de que el sospechoso firma confesiones de su culpa mientras se encuentra en soporte vital. Nadie ha visto ninguna de esas confesiones escritas. Pero sabemos que existen porque el gobierno y los medios lo dicen.
El escritor conservador sabe que Dzhokhar es culpable porque es musulmán y checheno. Por ello, no se le ocurre preguntarse por los objetivos de las fuentes anónimas que se esfuerzan por crear la convicción de la culpabilidad de los hermanos. Eso garantiza que ningún miembro de un jurado se atreverá a votar por la absolución y tendría que explicarlo a familiares y amigos. La regla de que alguien es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad en un tribunal se ha desechado. Esto debería inquietar al escritor conservador, pero no lo hace.
El escritor conservador ve la etnia chechena como indicio de culpa a pesar de que los hermanos crecieron en EE.UU. como estadounidenses normales, porque los chechenos están “involucrados en la yihad anti-rusa”. Pero los chechenos no tienen motivos para sentir hostilidad contra EE.UU. Como indica la evidencia, Washington apoya a los chechenos en su conflicto con Rusia. Al apoyar el terrorismo checheno, Washington viola todas las leyes que aplica implacablemente a estadounidenses compasivos que hacen donaciones a obras benéficas palestinas que según Washington están dirigidas por Hamás, una organización terrorista según Washington.
Al escritor conservador no se le ocurre que algo anda mal cuando se establece la ley marcial en una de las principales ciudades de EE.UU. y su área metropolitana, cuando 10.0000 soldados fuertemente armados toman las calles con tanques y cuando se ordena a los ciudadanos que salgan de sus casas con las manos en la cabeza, todo esto en busca de un sospechoso herido de 19 años. En su lugar el escritor culpa al “Estado de vigilancia” de las “consecuencias inevitables del liberalismo suicida” que ha adoptado “el más antiguo pecado del mundo: rebelión contra la autoridad”. El escritor se siente tan satisfecho al emplear la historia del gobierno como un camino para dejarse llevar por el romance conservador con la autoridad y lanzar un golpe al liberalismo que no se da cuenta de que se ha alineado contra los Padres Fundadores que firmaron la Declaración de Independencia y se rebelaron contra la autoridad.
Con igual facilidad podría haber utilizado a un escritor izquierdista para ilustrar el hecho de que explicaciones improbables son aceptables si se ajustan a predisposiciones y se pueden emplear al servicio de un objetivo.
Piensa en eso. ¿No crees que es extraordinario que las únicas investigaciones que tenemos sobre sucesos como el 11-S y el atentado del maratón de Boston sean investigaciones privadas, como la investigación de las mochilas: http://whowhatwhy.com/2013/05/20/official-story-has-odd-wrinkles-a-pack-of-questions-about-the-boston-bombing-backpacks/ ?
No hubo ninguna investigación del 11-S. Por cierto, la Casa Blanca se opuso a toda pesquisa durante un año a pesar de las insistentes demandas de las familias de las víctimas. El Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST por sus siglas en inglés) no investigó nada. El NIST simplemente construyó un modelo informático que correspondía a la historia del gobierno. La Comisión del 11-S simplemente se sentó, escuchó la explicación del gobierno y la escribió. Esas no son investigaciones.
Las únicas investigaciones han provenido de un físico que demostró que WTC 7 se derrumbó en caída libre y fue por lo tanto el resultado de una demolición controlada, de un equipo de científicos que examinó polvo de las torres del World Trade Centre y encontró nano-termita, de arquitectos de edificios altos e ingenieros estructurales con décadas de experiencia y de socorristas y bomberos que estuvieron en las torres y sintieron explosiones en todas las torres, incluso en el tercer sótano.
Hemos llegado al punto en el que ya no se requieren evidencias. Bastan las declaraciones del gobierno. Solo los adictos a la conspiración producen verdadera evidencia.
En EE.UU., las declaraciones del gobierno tienen una autoridad inigualable. Esa autoridad surge del manto ético que EE.UU. se puso en la Segunda Guerra Mundial y en la subsiguiente Guerra Fría. Fue fácil satanizar a la Alemania nazi, al comunismo soviético y a la China maoísta. Incluso actualmente, cuando las publicaciones rusas me entrevistan con respecto al estado peligroso de la libertad civil en EE.UU. y los interminables ataques militares de Washington en el exterior, a veces recibo informes de que algunos rusos creen que han entrevistado a un impostor, no al verdadero Paul Craig Roberts.
Hay rusos que creen que fue el presidente Reagan el que llevó la libertad a Rusia, y como serví en el gobierno de Reagan esos rusos me asocian con su visión de EE.UU. como un faro para el mundo. Algunos rusos realmente creen que las guerras de Washington son verdaderas guerras de liberación.
Las mismas ilusiones imperan entre los disidentes chinos. Chen Guangcheng es el disidente chino que buscó refugio en la embajada de EE.UU. en China. Recientemente fue entrevistado por BBC World Service. Chen Guangcheng cree que EE.UU. protege los derechos humanos mientras que China los reprime. Se quejó a la BBC de que en China la policía puede arrestar a ciudadanos y detenerlos hasta seis meses sin justificar su detención. Pensaba que EE.UU. y el Reino Unido deberían protestar contra esta violación del debido proceso, un derecho humano. Parece que Chen Guangcheng no sabe que los ciudadanos estadounidenses son objeto de detención indefinida sin debido proceso e incluso son asesinados sin debido proceso.
El gobierno chino otorgó a Chen Guangcheng un salvoconducto para que abandonara China y viviera en EE.UU. Chen Guangcheng está tan deslumbrado por sus ilusiones de EE.UU. como faro de los derechos humanos que nunca se le ha ocurrido que el opresor gobierno chino, violador de los derechos humanos, le otorgó el salvoconducto mientras que Julian Assange, después de recibir asilo político de Ecuador sigue confinado a la embajada ecuatoriana en Londres porque Washington no permite a su Estado títere, el Reino Unido, que autorice su salvoconducto a Ecuador.
Tal vez Chen Guangcheng y los disidentes chinos y rusos que están tan enamorados de EE.UU. podrían obtener una cierta perspectiva muy necesaria si leyeran el libro del soldado estadounidense Terry Holdbrooks sobre el trato dado a los prisioneros de Guantánamo. Holdbrooks estuvo en el lugar, formó parte del proceso y dijo a RT: “La tortura y los métodos de extracción de información que utilizamos ciertamente crearon muchas dudas y preguntas en mi mente sobre si se trataba o no de mi EE.UU. Pero cuando pensé en lo que estábamos haciendo allí y cómo lo hacemos, no parecía ser el EE.UU. en el que me alisté para defenderlo. No parecía el EE.UU. en el que crecí. Y esa en sí fue una experiencia muy frustrante”. http://rt.com/news/guantanamo-guard-islam-torture-608/
En un artículo del 17 de mayo en Wall Street Journal.com, Peggy Noonan escribió que el presidente Obama ha perdido su pátina de altruismo. ¿Qué hizo Obama para que le ocurriera esa pérdida? ¿Es porque está en el Despacho Oval aprobando listas de ciudadanos estadounidenses para que sean asesinados sin debido proceso? ¿Es porque detiene a ciudadanos estadounidenses indefinidamente en violación del habeas corpus? ¿Es porque mantiene abierta la prisión de tortura en Guantánamo? ¿Es porque continuó la guerra iniciada por los neoconservadores, a pesar de su promesa de terminarla, y comenzó nuevas guerras?
¿Es porque ataca con aviones teledirigidos a la gente en sus casas, centros médicos y lugares de trabajo en países con los cuales EE.UU. no está en guerra? ¿Es porque su corrupta administración espía a los ciudadanos estadounidenses sin mandato judicial y sin causa?
No. no es ninguno de esos motivos. Desde el punto de vista de Noonan no son ofensas por las cuales los presidentes, incluso demócratas, pierden su pátina de altruismo. Ya no se puede confiar en Obama porque el IRS (Servicio de Impuestos Internos) ha fastidiado a algunos activistas políticos conservadores.
Noonan es republicana, y el error de Obama fue utilizar el IRS contra algunos republicanos. Al parecer, a Noonan no se le ha ocurrido que si Obama –o cualquier presidente– puede utilizar al IRS contra sus oponentes, puede usar el Departamento de Seguridad Nacional y el Estado policial contra ellos. Puede usar la detención indefinida contra ellos. Puede utilizar drones contra ellos.
Todas éstas son medidas mucho más drásticas. ¿Por qué no se preocupa Peggy Noonan?
Porque piensa que esas medidas solo se utilizarán contra los terroristas, exactamente como se supone que el IRS solo se utilizará contra los evasores de impuestos.
Cuando el público y los comentaristas que le informan aceptan el colapso de la autoridad, de la Constitución y la desaparición de sus libertades civiles, quejarse del IRS carece de sentido.
* Paul Craig Roberts fue editor de The Wall Street Journal y secretario asistente del Secretario del Tesoro estadounidense. Es autor de How The Economy Was Lost , publicado por CounterPunch/AK Press. Su libro Economies in Collapse: The Failure of Globalism, fue publicado en Europa en junio de 2012. Su último libro es The Failure of Laissez-Faire Capitalism.
jueves, 30 de mayo de 2013
Hace un año Ebed, menor de 15 años, fue muerto por las armas de militares
El 27 de mayo se cumplió un año del fatídico suceso ocurrido a la familia Yánes Cáceres cuando una patrulla militar cegó la vida de su hijo Ebed Jassiel (15) en la colonia Villa Vieja, salida carretera al oriente del país.
Defensoresenlinea.com entrevistó a Wilfredo Yánes, padre del menor, quien desde que sucedieron los hechos no ha descansado para que los tribunales juzguen a los responsables de la muerte de su vástago y obtener de algún modo justicia en un país en donde muchas de las muertes violentas de ciudadanos y ciudadanas, permanecen en la impunidad.
A continuación la entrevista:
Defensoreseenlinea: Don Wilfredo ¿Qué sentimientos lo embargan al cumplirse el 27 de mayo un año de la muerte violenta de Ebed Jassiel?
Wilfredo Yánes: La verdad no es nada agradable recordar la muerte de un hijo, en el caso particular nuestro era el menor, en quien habían esperanzas e ideas en su formación y en su vida adulta y profesional que pudo llevarse a cabo, pero que fue cortada por las armas de los militares.
Lamentablemente a esta alturas no ha sido posible terminar de una vez por todas con este juicio, en otros países en menos de 6 meses las personas responsables están juzgadas y condenadas y en la prisión; pero aquí todavía nos falta dar muchos pasos.
Lo mejor que, si se le puede llamar así, es que es un caso que hasta ahora no ha quedado impune, no ha sido una estadística más, no ha sido un número más y pienso que el caso de los militares de repente ni siquiera estadísticas ni números llevan de la muerte de cada persona en la que ellos tienen que ver. En el caso particular de la muerte de mi hijo, nos hemos preocupado porque los responsables paguen en la cárcel el delito que hayan cometido.
Mantenemos nuestro corazón limpio, no tenemos carga, gracias a Dios les hemos perdonado, pero sí estamos interesados en que todo responsable en cualquier delito en la muerte de mi hijo sea presentado al juez y que el juez aplique verdaderamente la ley y que puedan ser juzgados y condenados.
Defensorenlinea: Ha sido un año intenso en su búsqueda de justicia don Wildredo
Wilfredo Yánes: Es correcto,esto casi se ha convertido en un segundo empleo para mi, porque he tenido que dedicar tiempo, esfuerzo y en algunos casos hasta dinero en lo que personalmente se refiere, doy gracias a Dios primeramente, a la familia de la fe, a organizaciones como COFADEH, a otra organización como Justicia por la Paz, que han estado conmigo y se que van a seguir conmigo, doy gracias a los medios de comunicación que son un baluarte muy importante en la denuncia constante de aquellas cosas que se hagan bien o se hagan mal; en el caso particular pues obviamente no se hizo bien, se mató a una persona joven, una persona que era una promesa para el país, joven bilingüe a sus 15 años, destacado, sin ninguna droga, no era consumidor de ninguna droga, bebida ni cigarrillo, absolutamente nada, lamentablemente tuvo que perder la vida de esta manera.
Defensoresenlinea.com: ¿Qué es lo que impide que se realice el juicio oral y pùblico en este instante?
Wilfredo Yánes: Bien, considero que la razón primordial estriba en la irresponsabilidad que tuvo la fiscalía de derechos humanos cuando solamente acusó a uno de los 3 miembros que dispararon contra el cuerpo de mi hijo. Solo acusó a uno de ellos de homicidio (sargento Eliázar Abimael Rodríguez) y a los otros (subteniente Josué Antonio Sierra y el cabo Felipe de Jesús Rodríguez) los acusó por otros delitos.
Ese hecho llevó a la acusadora privada de parte del COFADEH a que solicitara a la jueza en audiencia la ampliación de acusación por homicidio para los otros dos, ya que según ella y según el derecho, comparten responsabilidad las otras personas que dispararon, porque lo hicieron a la vez que el que disparó y mató. Lo hicieron con el mismo objetivo, aparte de ello, uno de los que no fue acusado de homicidio era la autoridad de la patrulla (subteniente Josué Antonio Sierra) y sabemos que en el ejército, ningún soldado, ningún subordinado dispara si no tiene la autoridad de su oficial, de su autoridad inmediata, y éste también además de ser autoridad en la patrulla, también disparó.
Una vez que la acusadora privada insistió en que fueran ampliadas las acusaciones, la jueza le advirtió que si continuaba pidiendo lo mismo, sería expulsada de la sala, eso motivó a la acusadora a callar y una vez que salieron, se presentó una apelación ante la Corte de Apelaciones para extender o ampliar las acusaciones sobre las otras dos personas; lamentablemente la Corte de Apelaciones su resolución la emitió a favor de la jueza y fue eso lo que dio motivo a presentar un amparo. El amparo no ha tenido resultado, hasta ahora no hemos tenido la resolución de ese amparo y el juicio está atado a la resolución del amparo. Si el amparo no sale el juicio no puede tener inicio.
Defensoresenlinea.com: ¿Tampoco hay una resolución de la Corte Suprema en relaciòn al recurso que usted interpuso con el acompañamiento del COFADEH contra el decreto que otorga facultades policiales a los militares?
Wilfredo Yánes: Lamentablemente los políticos hacen lo que quieren en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), todo mundo conoce lo que han estado haciendo y ese recurso de inconstitucionalidad que presenté con el soporte de COFADEH, hasta la vez, pues no ha tenido respuesta. En junio se cumplirá un año y no sabemos hasta cuándo nos van a dar respuesta.
Defensoresenlinea.com: ¿Qué papel jugaron militares de alto rango involucrados en la Operación Relámpago que incluso está el coronel Raynel Fúnes que es pariente del vice ministro de Defensa?
Wilfredo Yánes: Sí, tengo entendido que es hermano, hay 5 militares de alto rango, entre ellos 2 coroneles, creo que hay dos tenientes coroneles, y si recuerdo hay un mayor retirado que trabaja para las Fuerzas Armadas como apoderado legal. Entre todos ellos hay acusaciones o requerimientos por el delito de falta a los deberes de los funcionarios, encubrimiento y abuso de autoridad.
Defensoresenlinea.com: ¿Ellos trataron de obstaculizar el proceso de investigación del Ministerio Público y encubrir a los victimarios?
Wilfredo Yánes: Sí, entre ellos, sin mencionar exactamente quien hizo equis cosa, entre ellos se dio el hecho de que hubo militares de alto rango de los mencionados que les recordaron a los 7 miembros de la patrulla militar que se mantuvieran en silencio, que no lo comentaran con nadie, incluso les dieron fin de semana libre, gracias a Dios, pues no se fugaron como pasó con el caso del hijo de la rectora Julieta Castellanos y el hijo de doña Aurora Pineda, que sí se fugaron.
Por el contrario ellos (los militares volvieron, tengo entendido que más de un oficial, en este caso fue el abogado quien les dijo a los muchachos que andaban en la patrulla que si inteligencia militar o el Ministerio Público a través de la fiscalía, les interrogaba, que todos debían manifestar lo mismo:..” nunca fuimos a Villa Vieja...”, esa era la respuesta que según el abogado y otro militar de alto rango le recomendaron a cada uno de los miembros que debían responder si eran interrogados.
De hecho que los 3 que se presentaron como responsables de haber disparado contra mi hijo manifestaron eso, que nunca fueron a Villa Vieja.
Defensoresenlinea.com: Testigos protegidos desvirtuaron este tipo de acciones de encubrimiento que realizaron oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas, ¿los testigos fueron clave en esto?
Wilfredo Yánes: Es correcto, testigos protegidos hicieron saber exactamente las recomendaciones que los militares habían recibido de altos militares de las Fuerzas Armadas. Y por otro lado también, el Ministerio público solicitó las armas que andaban los miembros de la patrulla, hay un militar de alto rango que quiso engañar y con ello estropear las investigaciones a la Fiscalía de Derechos Humanos, enviando unas armas que no correspondían a las armas que la patrulla utilizó esa madrugada.
Defensoresenlinea.com ¿Por eso es que usted y su familia piden que se juzgue en los tribunales a la cadena de mando que presidía el operativo?
Wilfredo Yánes: Es correcto, la cadena de mando debe ser juzgada tal y como dice la ley y por encima de ello, yo espero que los jueces que tengan responsabilidad de recibir a estas personas en esa audiencia, que una vez condenados, también se les condene a que se les degrade de su rango y echados fuera de las Fuerzas Armadas con baja deshonrosa, porque miembros de las Fuerzas Armadas con una conducta de esta naturaleza, no deben formar parte de ninguna institución del estado; con mayor razón si son organismos que están para brindar seguridad a la ciudadanía, de quienes sale el salario que reciben.
Defensoresenlinea.com: ¿Espera que se actué con equidad en el caso de Ebed Jassiel en el plano nacional en materia de justicia?
Wilfredo Yánes: Hay muchas personas que me dicen tenes mucha fe, yo tengo fe, primeramente en Dios y se que todo lo que se mueve es la volunatd de Dios, porque si él no quiere, nada se hace, tenemos libre albedrío y algunas veces erramos como hombres, pero si mi fe se mantiene en que los políticos y gobernantes de turno se preocupen porque este caso sirva de ejemplo, mayormente a los militares y policías para que cuando cometan un error, en vez de ser protegidos por la cadena de mando, por sus autoridades, sean presentados al Ministerio Público, por la sospecha que prevalezca sobre ellos y que sea el Ministerio Público quien determine si tiebe responsabilidad o no y los envíe o no a los juzgados.
Defensoresenlinea.com: Finalmente don Wilfredo ¿La familia Yánes Cáceres pide juzgamiento, justicia, sentencia y reparación en memoria de Ebed Jassel?
Wilfredo Yánes: Así es, pedimos justicia, sentencia, la reparación y la memoria. Ya hemos pensado con respecto a la memoria, pero pienso que todavía no es el momento.
El sábado 26 de mayo de 2012 alrededor de las 11:30 de la noche, el menor de 15 años Ebed Jaasiel Yánez Cáceres, salió de su casa a escondidas de sus padres, sacó la motocicleta de su papá Wilfredo Yánez, se fue a un lugar de la colonia Los Pinos a buscar a una amiga a la que solo conocía por internet, pero no la encontró.
Al regresar, en determinado momento pasó por un retén militar que se encontraba ubicado a la altura del desvío de la colonia Los Pinos y al no acatar la señal de parada seguramente por no portar licencia de conducir ni documento de revisión de la motocicleta, fue seguido por un vehículo militar tipo pick up marca Ford modelo 350, color verde, donado por Estados Unidos y abordado por 7 efectivos militares, quienes le dieron persecución al menor hasta que lo alcanzaron y le dispararon en repetidas ocasiones produciéndole la muerte de manera instantánea.
Desalojo violento contra población lenca deja un saldo de varios heridos y detenidos
Adital
Por Giorgio Trucchi
Durante la jornada del 23/5, un fuerte contingente de policías y agentes antimotines llevó a cabo un desalojo violento contra miembros de las comunidades lencas en San Antonio Chuchuitepeque, departamento de Santa Bárbara, haciendo uso de bombas lacrimógenas, disparando balas vivas, y dejando un saldo de varios heridos y no menos de cinco personas detenidas.
Según el Consejo cívico de organizaciones populares e indígenas de Honduras, Copinh, la población originaria de la zona, que cuenta con títulos ancestrales de los siglos XVII y XIX, decidió recuperar su derecho de posesión y propiedad sobre las tierras cercanas al río Ulúa, que fueron invadidas y usurpadas por la Corporación Municipal de San Francisco de Ojuera.
"Llegaron como un centenar entre policías y agentes antimotines y comenzaron a desalojarnos con gases lacrimógenos y balas. Nos desalojaron dos veces y fue un ataque muy violento que dejó un saldo de varios heridos y detenidos, entre ellos los compañeros y compañeras Manuel Bardales, Gonzalo Muñoz, Leonarda Cruz, Gustavo Adolfo Barahona e Isaías Hernández Garcías", explicó a la LINyM, Bertha Cáceres, coordinadora del Copinh.
La dirigente indígena dijo que uno de los afluentes más importantes del río Ulúa es justamente el río Gualcarque, en la zona de Río Blanco, donde desde hace casi 50 días las comunidades lencas de la zonaprotestan contra el proyecto hidroeléctrico "Agua Zarca", impulsado por la empresa de capital hondureño Desarrollos Energéticos, S.A. de C.V. (DESA), y realizado, entre otros, con fondos del BCIE(Banco Interamericano de Integracvión Económica) por 24.4 millones de dólares.
Pese al desalojo perpetrado hace unas semanas contra la población indígena lenca, la protesta contra la invasión de territorios, la explotación de los recursos naturales y la ejecución de proyectos sin consulta previa con las poblaciones locales, continúa con fuerza en la zona de Río Blanco.
"Hay un claro contubernio y complicidad del alcalde de San Francisco de Ojuera con las empresas privadas que tienen los ojos puestos en nuestros territorios. Su servilismo es total y ha aprovechado la orden del tribunal, que no ha tomado en cuenta los títulos ancestrales de las comunidades, para proceder con este desalojo", aseveró Cáceres.
Cáceres hizo un llamado a las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos a mantenerse en alerta ante un posible recrudecimiento de la violencia y la represión.
"Hay mucha tensión y preocupación entre la gente y estamos presionando para que dejen en libertad a los compañeros detenidos. La represión ha sido brutal y desde ya responsabilizamos a las autoridades locales y los tres poderes del Estado por lo que pueda ocurrir en las próximas horas", concluyó la dirigente indígena.
Acoso y hostigamiento policial y militar en Bajo Aguán
Adital
Por Giorgio Trucchi
Organizaciones campesinas del Bajo Aguán, región al noreste de Honduras, denunciaron nuevamente el acoso y hostigamiento de policías y militares que integran el operativo conjunto Xatruch III, así como de efectivos de la Dirección nacional de investigación criminal, Dnic, contra miembros de la comunidad Panamá, ubicada en la margen izquierda del río Aguán.
Según el Movimiento unificado campesino del Aguán, Muca, un fuerte contingente de esta 'fuerza de tarea' detuvo el pasado domingo (26/5) a siete campesinos de la comunidad Panamá, allanando y saqueando de manera ilegal sus viviendas.
Los detenidos responden a los nombres de Omar de Jesús Maldonado, Lucio Rivera, Margarito López Guerra, Manclin Adalid Gómez García, José Tulio Cruz Alvarado, Jenny Giovanni Torres Nataren, y un menor de edad del cual se desconoce su nombre.
La comunidad Panamá se encuentra a pocos kilómetros de la entrada de la finca Paso Aguán, cuyos terrenos habían sido recuperados el año pasado por organizaciones campesinas de la zona, y nuevamente ocupados hace unas semanas (21/5) por guardias de seguridad del terrateniente y productor palmero Miguel Facussé Barjum, después de un violento desalojo que ha dejado un saldo de varios campesinos heridos y detenidos.
Esta misma finca ha sido escenario de dos exhumaciones de campesinos desaparecidos - Gregorio Chávez y José Antonio López Lara - en el marco de un conflicto agrario donde han sido asesinados no menos de 60 campesinos organizados.
De acuerdo con un comunicado emitido este lunes por el Muca, al menos 400 efectivos policiales y militares llegaron a la comunidad Panamá y comenzaron a allanar viviendas sin ningún tipo de orden judicial, "creando un ambiente de terror en niños, mujeres y ancianos".
La organización campesina denunció también el supuesto saqueo y robo de casi 12 mil lempiras (600 dólares) en la vivienda del señor Miguel Quintanilla, propietario de una pequeña tienda, y las repetidas amenazas vertidas en su contra durante el operativo.
De acuerdo con el comunicado emitido en horas de la mañana de hoy por el Muca, la toma de los terrenos de la finca Paso Aguán por parte de los guardias de seguridad de Facussé, así como el operativo militar de este domingo en la comunidad Panamá, responderían a una estrategia para intimidar a las organizaciones campesinas y poblaciones de la zona, y frenar el trabajo de investigación para hallar nuevas fosas clandestinas.
En su denuncia, las organizaciones campesinas piden a la Corte interamericana de derechos humanos, Cidh, que se investigue el origen del conflicto agrario y alimentario que vive el pueblo hondureño y que se hagan recomendaciones al gobierno de Honduras "con el objetivo de terminar con el derramamiento de sangre en el campo".
Finalmente alertaron a los organismos nacionales e internacionales defensores de derechos humanos "a que se mantengan vigilantes" ante cualquier atentado criminal que pueda ocurrir en las próximas horas en contra de los campesinos de la comunidad Panamá.
Esta difícil situación ocurre pocas horas después del violento desalojo del cual fueron víctimas miembros de las comunidades indígenas lencas en San Antonio Chuchuitepeque, los cuales defienden sus territorios ancestrales ante las pretensiones acaparadoras de la Corporación Municipal de San Francisco de Ojuera, así como de la injustificada e ilegal detención de Bertha Cáceres y Tomás Gómez, dirigentes indígenas del Consejo cívico de organizaciones populares e indígenas de Honduras, Copinh.
Los dos dirigentes fueron detenidos y seguidamente puestos en libertad el día de ayer con medidas cautelares, en el marco de la represión a las organizaciones populares que se ha desatado en Honduras desde el golpe de estado en 2009.
¿De qué libertad nos hablan?
Por Gustavo Robles
Vivimos una realidad en la que la hipocresía de los que dominan el mundo ha llegado a extremos que pocos hubiesen podido imaginar en épocas pasadas. Las luchas de los explotados, con mayor o menor organización, pero cada vez más consecuentes para oponerse a esa condición, obliga a los explotadores -a través de su representación política, los partidos y gobiernos del sistema- a enmascarar la realidad que generan y fomentan, con herramientas necesariamente mejor aceitadas día a día. Eso se debe a que antes el explotador no tenía que disimular nada para mantener sus privilegios, y hoy tiene que adormecer la reacción de aquellos a los que explota. Antes, el patricio no tenía que dar explicaciones a su esclavo para privarlo de su libertad, lo mismo que el señor feudal con sus siervos o luego el patrón con sus obreros al principio del capitalismo. Sin embargo, a través de los años, las luchas de los trabajadores para terminar con los atropellos de los capitalistas han puesto sobre el tapete de la sociedad mundial, sin disimulo, la lucha de clases, que determina las estrategias de unos y otros para coartar, o lograr y defender, espacios de libertad.
La clase dominante, la burguesía, los patrones, en sus roles de empresarios, terratenientes, banqueros o financistas, en un “acuerdo tácito” moldeado por el modo de producción capitalista y el imperialismo financiero, han dado un significado a su forma de ver el mundo y organizar la sociedad, autoproclamándose adalides de “la Libertad”
Pero... ¿de qué libertad hablan estos “señores”?
Convengamos que el hombre, en tanto ser social, no puede ser completamente libre. La vida en sociedad implica la observación de ciertas reglas que limitan el desenvolvimiento de cada sujeto en su lapso de vida. Digamos, algo así como “mi libertad termina donde empieza la libertad del otro”. Uno no puede meterse de prepo en la vivienda de los demás, ni construir la suya sin tener en cuenta la urbanización que lo rodea. Cada ser humano debe crear su propia intimidad, y aún con su grupo más íntimo genera sus propias reglas de convivencia. En una aldea o un barrio, habrá que observar más limitaciones aún, y comportarse de tal forma que no resulte una molestia para sus vecinos. A medida que la sociedad se hace más grande y complicada, las reglas son mayores. No se puede transitar de cualquier manera para trasladarse de un lado a otro, hay reglas de tránsito que incluso los peatones deben respetar para evitar que la vida en social sea un caos. Esos cotos a la libertad de cada uno son razonables y lógicos, porque sería imposible vivir sin ellas. Son para todos por igual, más allá de las diferencias sociales, pues quien no las respete pone en peligro su propia seguridad y hasta su vida, además de la de los demás.
Sin embargo, hay otras “libertades” a las que no todos tienen acceso, y dependen fundamentalmente de las escalas sociales, del poder económico, del poder político de quienes las ostentan, de las vinculaciones entre sí, incluso hasta del lugar de nacimiento, y ni qué hablar de las creencias religiosas, ya que al observar las reglas establecidas como “normales” o “naturales”, lo que en concreto se plasman son las desigualdades que surgen de la forma en que se ha organizado la sociedad mundial en general, con particularidades y características propias en cada estado, país, nación o región de la Tierra.
El sistema imperante en el mundo actual es el Capitalismo, más allá de las variadas culturas, religiones y de las formas diferentes de organización política que tengan los distintos Estados, porque a todos, más allá que estén gobernados por monarquías absolutas ( como por ejemplo Arabia), monarquías parlamentarias ( Inglaterra, Suecia, Holanda, España), democracias republicanas (EEUU, Venezuela, Argentina), o repúblicas socialistas ( Cuba, China, Vietnam), el modo de producción capitalista los ha atravesado a todos o a la mayoría, y al menos condiciona a todas las naciones del planeta. Los que dominan la sociedad mundial entonces son los dueños del capital, vanguardizados por los gerenciadores de la expansión financiera. Éstos son los que concretamente modelan la realidad en la que vivimos. Éstos son los que generan los hechos que se enquistan en forma de “consciencia” en las mentes de los millones de seres humanos que viven en este planeta. Son los que, en definitiva, además de ser los dueños de los medios de producción, servicio, esparcimiento y difusión -y justamente por ello-, le dan significado a los conceptos según sus intereses. Es así que, por ejemplo, “democracia” significa votar a quien nos gobierna cada una cierta cantidad de años, mientras una minoría toma las decisiones que condicionan nuestras vidas todos los días. “Justicia” es el orden jurídico que protege la estructura social que han creado para fomentar y sostener sus privilegios. “Progreso” es el desarrollo necesario para mantener sus tasas de ganancia, sin importar el costo social y ambiental que ello represente. “Orden”, es mantener inviolable el sistema que posibilita que unos pocos gocen de sus vidas a costa del sudor de millones. De esta manera, basados en estos principios, los capitalistas, la burguesía, crean una “cultura” que se impregna en las mentes de los explotados y los “naturalizan”. Uno de los más importantes es la “Libertad”, claro que cargado de un innegable interés de clase.
Apoyándose en el concepto burgués de “libertad”, los que dominan al mundo han creado una realidad que priva a la mayoría de los seres humanos de ella.
Si bien la división política de los estados no es un invento puramente de la burguesía, cierto es que ésta ha agilizado la movilidad de las mercancías y las finanzas globalmente, al tiempo que pone obstáculos burocráticos o endurece los controles para el traslado de las personas. Uno piensa que la humanidad pobló el planeta a partir del libre traslado de los primeros individuos de la especie, en lo arbitrarios que son los límites fronterizos, en lo absurdo que es el hecho de que alguien por haber nacido en un territorio llamado “Estado” o “país” no pueda pasar a otro sin pedir permiso, y no puede sino entristecerse por esa restricción a la “libertad”. Vale la pena poner el acento en que “el país de la libertad”, como se lo llama irónicamente a EEUU, es uno de los países con normativas más duras para dejar entrar extranjeros en su territorio.
Dentro de los Estados, también existen restricciones para la “libertad de trasladarse”, y están basadas en el nivel económico de las personas. Desde la posibilidad de adquirir vehículos con autonomía suficiente y su mantenimiento, hasta pagar un boleto para el transporte público, pasando por el pago de peajes en rutas y autopistas, y ni qué decir sobre poder costearse la estadía en el lugar de traslado, constituyen todos cotos a la libertad. Hasta quien decida trasladarse a pie encuentra el límite de sólo poder desplazarse allí donde los Estados han construido caminos, pues más allá de ellos se encuentra con la principal barrera para la libertad humana: la propiedad privada de terratenientes y empresas. Éstos se han dividido el planeta en inmensas parcelas que son de su propiedad (las más ricas), dejando para la mayoría de los mortales las tierras improductivas, rincones superpoblados como las ciudades y pueblos con menor cantidad de gente pero viviendo todos en pequeños lotes donde construyen sus viviendas por las que deben rendir tributo al Estado, consecuencia directa del modo de producción burgués.
En épocas remotas, los seres humanos migraban libremente para encontrar lugares donde asentarse, buscando mejores condiciones de vida. Posteriormente, en tiempos de organización social más avanzada, tales migraciones continuaron produciéndose, en menor medida y ya no tan libremente; algunos lo hacían alejándose de las opresivas condiciones que generaban las clases dominantes allí donde se encontraran. De estas iniciativas, las había individuales o grupales, y las promovidas por determinados estados: las conquistas coloniales de las metrópolis europeas se sirvieron de esas ansias de “libertad” que muchos individuos tenían para conformar sus fuerzas de ocupación; lastimosamente, el costo inhumano lo sufrieron las poblaciones autóctonas colonizadas, que vieron coartada su libre determinación a desarrollarse según su idiosincrasia y saqueado su patrimonio cuando fueron sojuzgados por los invasores que impusieron sus propias reglas. Más allá de cuáles fueran las motivaciones, lo cierto es que en la actualidad, esa libertad para elegir dónde asentarse, en los países mediana o totalmente desarrollados es imposible, sin contar con el potencial económico para ello. Donde no haya propiedad privada, la habrá estatal, y el fisco extenderá sus garras donde sea para regular o recaudar.
La necesidad de “estar en regla” con una sociedad que ha generado una institución “Estado” que, ya sea en su clase dominante o a través del fisco funcional a sus intereses, se ha apropiado de todo, no deja margen para “elegir” libremente qué hacer con nuestras vidas para tener un paso medianamente digno por este mundo. No queda otra opción que adaptarse a las normas establecidas por sus dueños, aún para aquellos que intentan cambiar de raíz esa forma de organizar la sociedad. Es así como entonces, los que no tienen capital, es decir, los que no tienen otra cosa para vender que su “fuerza de trabajo”, deben someterse al arbitrio de trabajar por un salario bajo las reglas impuestas por los patrones. Ese coto a la libertad, la burguesía la presenta como “libertad de trabajo”, que no es tal, si analizamos un poco más en profundidad. Para “conseguir trabajo” hay que satisfacer las necesidades de la patronal, por lo que hay que estar “formado” para ello: de ahí que la “educación” esté dirigida según las exigencias del modo de producción capitalista. Las políticas de educación, ya sea en ámbitos públicos o privados, se pergeñan en función de ellas. Los programas educativos son la herramienta más eficaz de transmisión de la cultura impuesta por las clases dominantes. Esa “discrecionalidad” constituye una concreta limitación a la libertad, a lo que hay que sumarle la desigualdad producida por las diferencias existentes entre los centros educativos públicos -a los que concurren los sectores de menor poder adquisitivo-, y los privados, a los que tienen acceso los de mejor nivel económico. Esta es la consecuencia de, bajo la óptica de los que a todo le ponen precio, considerar un “gasto” para las arcas del Estado a la educación, mientras la transforman en mercancía para el que pueda pagarla en ámbitos de gestión privada.
Los trabajadores entonces, deben pasar por el “filtro” patronal para conseguir un puesto laboral. Una vez allí, se ven sometidos a las reglas establecidas por sus jefes: horario, presentismo, presencia, vestimenta, horario de comida, entorno de tareas, tiempo de descanso. La única forma de discutir las arbitrariedades patronales es la agremiación de los trabajadores, lo que permite consensuar de alguna manera las condiciones de trabajo y los salarios. En concreto, lo que se discute dentro del capitalismo a través de la sindicalización es el nivel de explotación que tendrán los asalariados, no el fin de la misma. Para ello hace falta dar el salto de la organización reivindicativa a la política. Aún así, los avances contra el derecho a sindicalizarse de los trabajadores no cesan por parte del empresariado, pasando de hecho, incluso, por encima de legislaciones laborales vigentes en algunos países.
También están los que, por diversas causas, casi siempre ajenas a su voluntad, son expulsados y marginados del mercado laboral. Son los que forman parte del “ejército de desocupados” que, desde la perspectiva de los explotadores, sirven como “elemento de disciplinamiento” o de “presión” a los trabajadores activos. Los desocupados se ven obligados a “ocuparse” de la manera que les sea posible, convirtiéndose en cuentapropistas que venden su fuerza de trabajo por debajo del nivel salarial establecido, aceptando condiciones de trabajo precarizadas, lo que constituye una limitación a las legítimas aspiraciones de mejora de los ocupados. Un porcentaje de ellos podrá intentar hacerse de algún pequeño “capital”, para comerciarlo casi siempre fuera de las reglas impuestas por la burguesía, en lo que se denomina “mercado informal” o “negro”. Por más honestamente que traten de hacerlo, el “Estado de los capitalistas” los perseguirá permanentemente, argumentando faltas a las normativas, pago de impuestos y deficiencias inmobiliarias. El caso de los vendedores ambulantes y artesanos, permanentemente acosados, es el más claro ejemplo de esta situación que atenta contra la tan mentada “libertad de trabajo”. Está claro que en el capitalismo, la libertad de trabajo es únicamente la libertad de los capitalistas para explotar a sus trabajadores.
“Esa” es la única “libertad” que existe realmente en el mundo de hoy. Los trabajadores deben cumplir reglas hasta para enfermarse y tratar esas enfermedades. El trabajador debe demostrarle al patrón que su salud se ha deteriorado para poder faltar justificadamente a cumplir con su tarea, lo cual siempre acarrea consecuencias, un ejemplo es el no cobro del “presentismo”, otro ardid normativo creado por la patronal. Por otra parte, los que tienen un buen pasar económico tienen a su vez acceso a todos los avances de la medicina. Pero los que dependen de una obra social o los que ni siquiera cuentan con ella, se ven marginados de esos avances, sometidos a toda clase de injusticias, mal trato, irrespeto y privaciones. El Estado de la burguesía se desentiende de la Salud Pública a la que, como a la educación, considera como un “gasto” en vez de un “derecho”, por lo que los hospitales públicos son desatendidos en favor de las clínicas privadas, donde la salud es transformada en un “bien”, una mercancía a la que, obviamente, se le pone un precio. Hasta para enterrar a sus muertos, los que viven de su salario deben observar los condicionamientos que les impone el sistema, lo que siempre implica, en los momentos más dolorosos de la existencia, una erogación económica que no siempre está a su alcance.
Incluso la tan mentada “libertad de expresión” no es más que una entelequia para las mayorías asalariadas, que encuentran cada vez más obstáculos para difundir sus pensamientos autónoma y masivamente. Desde el Estado se les quiere poner límites, “normatizando” el derecho a la huelga y la protesta. ¿Puede considerarse “libertad” el derecho a expresarse entre cuatro paredes, o incluso en las calles, si no se tiene acceso a los medios masivos de comunicación, o se lo tiene pasando por el filtro y la voluntad de los dueños de esos medios, siempre capitalistas, que determinan qué se puede difundir y qué no, según sus propios intereses? Los trabajadores, generando sus propios medios, siempre se encuentran con la barrera económica que le pone límite a sus aspiraciones, peleando como David con los poderosos Goliat que componen la burguesía. La “libertad de expresión”, entonces, no es más que “cartón pintado” por los pinceles de sus verdaderos y únicos dueños: los dueños del poder económico.
Para conservar ese orden establecido, los burgueses han modelado fuerzas represivas dirigidas a disciplinar a todos aquellos que atenten contra el Estado que cuida sus privilegios. Las cárceles no sólo están llenas de pobres -y aún en ellas hay diferencias entre el hacinamiento al que condenan a los marginados y los confinamientos “vip” para los ricos que lleguen a “caer en desgracia”- sino que no se castiga el peor de todos los robos de un individuo hacia otros: el que se consuma cuando el patrón le paga el sueldo a sus trabajadores, que es cuando se plasma el robo de la riqueza que éstos han producido y es apropiado por aquél en forma de plusvalía. El capitalismo legaliza ese latrocinio. Por supuesto, para todo el que se ponga en contra, milite y proteste contra esa forma de organizar la sociedad, están las leyes, las sanciones, las condenas, los palos y las balas. Eso es el Estado Capitalista, el Estado Burgués, administrado siempre por la representación política de los intereses de clase de empresarios, terratenientes, banqueros y financistas
La “Libertad” que vivimos, entonces, no es más que la libertad de las clases dominantes. Es un concepto vertido con un claro interés por los que dominan el mundo. “Su” libertad no es más que la limitación de las libertades de la inmensa mayoría de los habitantes de este planeta. Ellos son los dueños de las riquezas, de los medios de producción que las elaboran y transforman en mercancías, de los medios de comercialización y servicio que devienen de ellas, de los bancos y financieras que financian esas actividades, de los centros de esparcimiento y de los medios de comunicación que difunden las bondades de la organización social que fomenta y sostiene sus privilegios. Tienen la potestad sobre todos los beneficios del desarrollo humano y de la naturaleza, son dueños de los ríos, de los mares, de las montañas, de los glaciares, de los bosques y las selvas, de las plantaciones y del ganado, cotos privados a los que la mayoría de los seres humanos tienen negado el acceso o deben pagarles para tenerlo.
Esa es la “libertad” de la que nos hablan los capitalistas, contraria a la libertad humana. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de los explotados para dejar de serlo, lo que implica la lucha por la libertad. La libertad de poder gozar de la vida, todos y no unos pocos, en la única oportunidad que tenemos de pasar por este mundo, disfrutando armoniosa y equitativamente de lo que nos ofrece la naturaleza y el desarrollo tecnológico.
Gramsci y el Ordine Nuovo
Por Manel Ros
Recientemente, y por suerte, se habla mucho de las ideas del marxista revolucionario italiano Antonio Gramsci. Pero de lo que no se habla es del periódico que él, y otros tres jóvenes revolucionaros, fundaron en Turín en el mes de mayo de 1919 bajo el nombre de L’Ordine Nuovo. Este periódico, que salía de forma semanal, no era un periódico que sólo informaba desde otro punto de vista. No se limitaba a informar de las luchas para crear lo que muchos hoy llaman “contra hegemonía”. Era un periódico revolucionario, y por tanto, informaba de las luchas, pero también formaba parte de ellas. Pretendía influir en ellas, alejándose de una visión muy difundida hoy en día del medio de comunicación como un mero informador de las luchas.
El periódico conectaba perfectamente con el ambiente de revolución y movimientos de masas que se vivían en Europa durante esa época, y por supuesto también en Italia. La Primera Guerra Mundial había dejado a Europa en una profunda crisis y las huelgas de masas se extendían por todo el continente. En Rusia, la clase trabajadora y el campesinado llevaban 18 meses de poder revolucionario. En Italia, la situación era pre-revolucionaria. Oleadas masivas de huelgas recorrían el país, el campesinado ocupaba las tierras de los terratenientes y los soldados se negaban a ir a luchar en otra guerra contra Albania.
El periódico contenía reportajes de lo que estaba pasando en Rusia, escritos, entre otros, por el periodista estadounidense John Reed. Explicaba como se estaban organizando las personas trabajadoras en Francia, Alemania o Gran Bretaña, con artículos de, por ejemplo, Sylvia Pankhurst, líder del movimiento feminista. También tenía artículos sobre debates dentro del movimiento, sobre la estrategia revolucionaria en momentos de elecciones, etc. Pero la realidad es que el gran éxito de L’Ordine Nuovo venía de otro tipo de artículos.
Lugar de discusión
Los artículos que más éxito tenían eran aquellos escritos por y para el gran movimiento obrero de la época. El propio Gramsci definía muy bien el espíritu de L’Ordine Nuovo cuando decía que “sus artículos no eran frías arquitecturas intelectuales, sino que brotaban de nuestra discusión con los mejores obreros, elaboraban sentimientos, voluntades, pasiones reales de la clase obrera turinesa”. El periódico se convirtió en un lugar de discusión no solo de los “intelectuales orgánicos”, sino también de la clase trabajadora italiana, sobretodo la de Turín, la ciudad industrial más importante de toda Italia. Debates sobre cual era la mejor forma de organizarse o sobre como se podían construir los consejos obreros en Italia para poder tomar el poder.
L’Ordine Nuovo creció en influencia y en ventas a la vez que la situación política se iba caldeando. En los primeros meses de su existencia el periódico consiguió llegar a distribuir alrededor de 3.500 ejemplares al mes. Pero al estar en contacto permanente con la clase trabajadora, fue capaz de detectar el debate principal dentro del movimiento. El 1 de noviembre de 1919 informaba de una asamblea de personas delegadas de 25 fábricas diferentes que representaban a 50.000 trabajadores y trabajadoras. La semana siguiente el periódico llegó a los 10.000 ejemplares vendidos, ya que llevaba impresas las decisiones de la primera asamblea de consejos de fábrica de Turín.
Por desgracia, la influencia de L’Ordine Nuovo no fue suficiente y los métodos parlamentarios de una parte del socialismo italiano se impusieron a los revolucionarios. Cuando en el verano de 1920 vino la batalla decisiva y todas las fábricas italianas estaban ocupadas, los líderes sindicales no estuvieron a la altura de las circunstancias y llegaron a un acuerdo con los patrones. La derrota fue demasiado importante y allanó el terreno para el ascenso del fascismo.
A pesar de eso, la presencia e impacto de esta prensa revolucionaria fue muy importante para conectar las luchas. Gramsci sabía que la contra hegemonía se construía en contacto y debate permanente con la clase trabajadora.
miércoles, 29 de mayo de 2013
Un western llamado Honduras
Juan Carlos Bonilla, es entrevistado por la prensa cuando fue nombrado director de la policía hondureña en mayo de 2012. Foto AFP
Por Daniel Valencia Caravantes
Solo en el país más violento del mundo la ciudad es demasiado pequeña para que en ella quepan dos policías con mucho poder, con muchos recursos, con mucha rabia. Un ex director de la Policía acusa al director de turno de haberle matado a su hijo. Al final, uno de los dos tiene que huir, y Honduras, con sus muertos de cada día, sigue siendo el mismo país de siempre que rueda al despeñadero.
Me sorprende que las puertas estén abiertas de par en par, y entro, nervioso, mientras un grupo de comensales disfrutan su comida. Mastican, me observan, y por un instante ya nunca me despegan la vista. Lo mismo hacen tres mujeres que doman a una plancha de metal, ubicada en la cocina. Ellas solo desvían la mirada cuando unas chuletas de cerdo, que salpican aceite, avisan que ya están listas. Atravieso el pasillo que separa a las cocineras del grupo de comensales y me dirijo al fondo del salón. Una cámara de seguridad, colgada en la pared, graba mis movimientos. Llego a un pequeño cubículo resguardado detrás de una gruesa reja metálica. La reja es un muro hecho con barrotes igual de gruesos e imponentes como los que hay en las cárceles. Al cabo de unos minutos, desde detrás del muro de barrotes aparece uno de los ocho empleados que lo escuchó todo. El Testigo está nervioso, pero que haya salido me hace sospechar que es una persona curiosa. Sin duda El Testigo es una persona curiosa. No todos los días, a este lugar, llega un desconocido para preguntarle qué escuchó la noche en la que asesinaron al hijo del exdirector de la Policía Nacional de Honduras.
Una chica más joven se acerca a El Testigo, le quita de la mano mi credencial y, sonriente, bromea: “No le crea", dice a El Testigo, "para mí que este señor es investigador de la Policía”. El Testigo toma uno de los barrotes y me parece que lo aprieta, mientras se deshace en preguntas que le den alguna certeza de que, de verdad, yo no soy Policía, y que, de verdad, las intenciones que me han traído aquí, a esta cumbre ubicada en las afueras de la ciudad de Tegucigalpa, dos meses después del crimen, no son malas.
Luego de deshacerme en explicaciones, El Testigo accede a contarme lo que escuchó y lo que vio cuando habían cesado los disparos, la noche del domingo 17 de febrero. Por un instante pienso que El Testigo y sus compañeros de trabajo son gente valiente. Mientras subía por la carretera, dejando atrás el bullicio de la ciudad y los desfiladeros de estas cumbres, imaginé que el comedor estaría cerrado, amén de que después de un incidente como el que ocurrió aquí, quizá la gente convierta a estos lugares en sitios apestados, proscritos, de mala suerte o mala muerte. Uno se imagina que el repudio hacia un establecimiento apestado, marcado, responde a que si pasó algo horrible una vez, quién quita que vuelvan a caer los muertos una vez más. Pero platico con El Testigo y me doy cuenta de que esto no tiene nada de valentías, sino de sobrevivencias. Y así como ocurre en las cantinas que evocan las películas sobre el viejo Oeste estadounidense (en donde siempre se abrirán las puertas al siguiente día, por más que se alcen las pistolas, truenen las balas y caigan los muertos), lo mismo pasa en Honduras. Aquí los homicidios son tan naturales como el día y la noche: después de uno siempre viene el otro, y lo que toca es cerrar las puertas, limpiar la sangre, abrir de nuevo las puertas y después sobrevivir.
El domingo 17 de febrero fue asesinado, adentro de este comedor, Óscar Ramírez, de 17 años, hijo del penúltimo director de la Policía hondureña, el general Ricardo Ramírez del Cid. Hasta que finalizaron los dos días de investigaciones, en los que la Policía barrió la escena del crimen, El Testigo y sus compañeros pudieron lavar los charcos de sangre, pintar las paredes, proteger el mostrador y el resto del salón con una gruesa reja de barrotes de hierro, parecida a las rejas que hay en las cárceles.
Una semana después del incidente, que conmocionó al país, que enfrentó al padre de la víctima con el director actual de la Policía, Juan Carlos “El Tigre” Bonilla, El Testigo y el resto de empleados continuaron con su rutina natural. Mientras, afuera en la calle, en Tegucigalpa Town, dos altos oficiales de Policía se declaraban la guerra. A la vieja usanza de los vaqueros, retándose. Desde fuera, sin contexto, uno se haría la idea de que en esta historia hay un Sheriff bueno y un Sheriff malo. Pero el problema con la Policía hondureña es que, en los últimos tres años, ha demostrado que es capaz de poseer muchas zonas grises, y de dar muchas sorpresas.
El ex director Ricardo Ramírez del Cid, un hombre de ojos claros, pelo cano, de buenas maneras y voz campechana, denunció que el actual director le diezmó, poco a poco, su escolta de seguridad; y que eso invariablemente lo llevaba a una conclusión: está involucrado en el asesinato de su hijo. El actual director, Juan Carlos “El Tigre” Bonilla, un hombre recio y moreno -ojos negros, con un rostro rudo, como esculpido en roca, que recuerda a las mexicanas cabezas olmecas- respondió que nada era cierto, pero se sabe que reforzó su propia escolta de seguridad en medio del escándalo. Pasó de tener un escolta, su chofer, un hombre de su entera confianza, a ser perseguido por dos picops atiborrados de agentes Cobra, la élite antidisturbios de la Policía. Quizá a los oídos de El Tigre llegó el rumor de que Ramírez del Cid buscaba venganza. En la primera noche de la vela de Óscar Ramírez, en la funeraria San Miguel Arcángel –una funeraria exclusiva para militares y policías-, el ex director de la Policía estuvo a punto de ordenarle a su gente que le amarraran al Tigre, cuando El Tigre llegó a ofrecer sus condolencias. “Él estaba en el área ese día. Y todavía cuando llegó a la vela mis amigos no lo iban a dejar entrar y si yo ahí pido que me lo amarren, ahí mismo me lo amarran”, declaró Ramírez del Cid cinco días después del crimen.
Ajeno a estos duelos, El Testigo y el resto de empleados del comedor, tres días después del crimen, siguieron vendiendo unas grasientas chuletas de cerdo a la plancha. Le pregunto qué estaban haciendo el muchacho y sus escoltas antes de que los mataran.
— Las chuletas son la especialidad aquí. Habían pedido el plato especial de chuletas (para tres personas).
Las víctimas estaban sentadas frente a las puertas del negocio. Una táctica de seguridad de los Cobras: nunca dar la espalda a la calle. Cuando los atacantes irrumpieron en el negocio -por la puerta, abierta de par en par- Óscar Ramírez comía en medio de sus guardaespaldas. Por un instante, la víctima cruzó miradas con sus asesinos.
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Óscar Ramírez era un joven querido por su familia y por sus compañeros. Quienes le conocieron dicen que se manejaba en la vida con el mismo porte, la misma amabilidad y la misma educación que su padre, Ricardo, el ex director de la Policía, un general con un perfil de investigador sin par, entrenado para saber moverse como saben moverse los hombres formados para que dirijan las oficinas de inteligencia de los gobiernos. Un espía. En Honduras, quienes creen conocerle la vida profesional a Ramírez del Cid, ocupan el mismo epíteto: “El es un espía. Quizá el mejor espía que tiene el país”, me dijo un alto comisionado, ahora alejado de los entuertos de la corporación policial.
Un año antes del crimen, el 13 de enero de 2012, Ricardo Ramírez del Cid vestía de gala. Cargaba un uniforme azul impecable, un sombrero con el escudo de la policía bordado en el frente y unos brillantes zapatos negros. Estábamos reunidos en la cancha de fútbol del cuartel general de los Cobras, la unidad élite antidisturbios de la Policía. Ramírez del Cid celebraba la conmemoración del 130o. aniversario de la Corporación. Él y sus invitados se protegían del sol en unas gradas techadas. Al otro extremo del campo, francotiradores hacían posta en un muro de escalada en el que se entrenan los agentes. Más al fondo, en la punta de un cerro, sobresalía una barriada de pobres.
Tras la celebración, me acerqué a Ramírez del Cid para preguntarle qué opinaba sobre lo que decían de él. Para ese enero, arrancaba su tercer mes al frente de la institución. Entre los pasillos del congreso hondureño, de la Casa Presidencial y del gabinete de Seguridad corría otra presentación que se antojaba como un reto inmenso: Él era la carta de presentación con la cual el entonces secretario de Seguridad, Pompeyo Bonilla, intentaba lavarle la cara a una Policía sacudida por escándalos de corrupción, y por tener entre sus filas a ladrones, extorsionistas, policías coludidos con el narcotráfico y policías convertidos en asesinos.
— Perdone que lo moleste tanto…
— ¿Verdad que me estás molestando? ¡Deja de molestarme, ja, ja, ja!
— Dicen que usted es un hombre de inteligencia, que sabe cómo se mueven las cosas en la Policía, que por eso lo llamaron a dirigir la corporación, porque sabe quién anda en malos pasos.
— Ese tipo de comentarios, lejos de abonar, comprometen. Yo lo que hago es aplicar la ley, y como oficiales profesionales que somos, me nutro de un grupo de asesores, con conocimientos necesarios, para aplicar la ley en el marco de la depuración que estamos haciendo.
Óscar Ramírez, el hijo del ex director de la Policía, era líder de un grupo evangélico y le gustaba jugar fútbol. Se reunía con sus amigos en el club deportivo anexo al instituto privado en el que estudiaba: Del Campo International School, una escuela a la que tienen acceso solo los hijos de la élite hondureña. El club deportivo anexo a la escuela destaca porque entre sus filas ha tenido a jóvenes que han formado las filas de las selecciones nacionales Sub17 y Sub20. Pero destaca, principalmente, porque la cancha de fútbol, con medidas oficiales, está hecha de grama sintética. Ahí ya se ha visto entrenar a la selección mayor de Honduras, cuando acampa en Tegucigalpa.
El domingo 17 de febrero de 2013, Óscar venía del club deportivo, cuando en el camino pidió a sus escoltas que se desviaran de la ruta hacia su casa para comprar comida. A Óscar lo acompañaban Abraham Gúnera y Carlos Lira Turcios, dos Cobras. Dos pistoleros con placa, entrenados para defender y para atacar. Ellos siempre le seguían los pasos, y la relación entre protegido y protectores era tan amena que cuando salían de paseo, aunque los agentes siempre recomendaban pedir para llevar, Óscar les insistía en que comieran con él, en los restaurantes, juntos. Quizá nunca imaginó que alguien sería capaz de atentar en contra del hijo de un ex director de la Policía. Eso es algo que tampoco su padre imaginaba. Eso es algo que, a Honduras, una vez más le ha dejado un mensaje muy claro: la violencia que hunde a este país –el más violento del planeta, con una tasa de 85 homicidios por cada 100 mil habitantes- ya no afecta solo a la base de la pirámide social. Y cuando la denuncia, una vez más, apunta a la institución que se presume debe protegerlos a todos, pareciera entonces que de verdad Honduras está con el agua hasta el cuello. “Yo estaba rodeado en la misma Policía de un montón de gente adversa. Yo creía que nunca me iba a hacer una cosa de esas y como le digo: ¡cuando tengo la duda de dónde viene, me duele más, pue!”, dijo Ricardo Ramírez Del Cid al programa Hable como Habla, una semana después del crimen.
Valdría la pena pensar, entonces, que aquella noche Óscar quizá se resistía a luchar contra el miedo que pueda acarrear vivir las 24 horas custodiado por unos matones. A lo mejor solo quería sentirse, una vez más, como un joven normal. Por eso de camino a casa prefirió pasar a ese comedor, en donde se degustan unas grasientas chuletas de cerdo, y no a cualquier otro restaurante de mayor prestigio. Chuletas acompañadas de tajadas de plátano. Eso comían cuando fueron asesinados. Habían cancelado, en lempiras, el equivalente a siete dólares; y masticando estaban, cuando las puertas del comedor, abiertas de par en par, fueron atravesadas por un grupo de hombres armados.
— ¡Al suelo, hijos de puta!– recuerda El Testigo que gritó uno de ellos. Esas fueron las cinco palabras que desataron una escandalosa balacera. Cinco sujetos, desde la entrada, se batían en duelo con dos guardaespaldas, parapetados detrás de una mesa. Todos disparaban a matar.
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Ricardo Ramírez del Cid, ex director de la policía hondureña. Foto Daniel Valencia
Ramírez del Cid, por su trabajo profesional, sabe bien quiénes son los líderes del crimen organizado en Honduras. En cada departamento, en cada municipio, en cada ciudad grande.
Ramírez del Cid sabe también quiénes son los jefes de las maras, y cómo operan en cada ciudad.
Ramírez del Cid sabe también quiénes son los policías que están en bandas organizadas, operando con el crimen organizado, o que tienen su propia banda.
Las tres oraciones anteriores en realidad van de corrido, y quien las pronunció lo hizo con la contundencia, con la cadencia, y con la entonación lo suficientemente clara, como para que lo que dijera sonara como un eco, una repetición de la misma idea: Ramírez del Cid es un hombre que maneja mucha información y sería irónico que se quede de brazos cruzados. Alfredo Landaverde, un hombre con voz de abuelito, pronunció esas palabras el 1 de noviembre de 2011, día en el que el general espía fue juramentado como director de la Policía.
Alfredo Landaverde era un asesor de seguridad del gobierno hondureño, un hombre curtido en batallas por la depuración policial, y al que todos buscaban para que repitiera que los problemas que la Policía -y el país entero- sufre, en buena parte son por culpa del narcotráfico y el crimen organizado. Landaverde pronunció esas palabras en el programa Frente a Frente, uno de los programas de entrevistas de mayor rating en Honduras. Aquel 1 de noviembre de 2011, mientras Landaverde esculpía en una roca el perfil de Ramírez del Cid, la producción del programa coló la imagen del rostro ojos claros del general. En ese primer plano, el director espía cargaba en la cabeza un kepis de color azul oscuro.
Landaverde era quizá el hombre que mejor conocía quién era quién dentro de las filas de la policía hondureña. Lo que él decía casi nunca se cuestionaba. Tenía una hoja de vida demasiado extensa y documentada como para que alguien dudara de lo que él estaba diciendo.
Fundador de la democracia cristiana hondureña, Landaverde, para 2011 con 71 años, integró a finales de los ochenta y principios de los noventa una comisión modernizadora del aparato de seguridad, con poder y respaldo presidencial y del Congreso hondureño. El principal logro de esa comisión fue separar a la Policía del ejército hondureño, que en las últimas dos décadas había convertido a la seguridad pública del país en un aparato de contrainsurgencia y represión. En aquella comisión, Landaverde era uno de los líderes, seguido por un nutrido grupo de políticos y hasta por el cardenal José Rodríguez Maradiaga, hoy coordinador de la reforma de la Curia Romana en el Vaticano.
Tras su paso por esa comisión, Landaverde se convirtió en asesor de la Secretaría de Seguridad, creada a mediados de los noventa. Más tarde, en la primera década del nuevo siglo, se convirtió en mano derecha del llamado zar antidrogas de Honduras, el general Julián Arístides González, jefe de la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico. Por ese trabajo, dicen quienes le conocieron, el 7 de diciembre de 2009 fue asesinado el zar antidrogas. Dos hombres que se conducían en motocicleta lo interceptaron en una de las salidas de la ciudad capital y lo acribillaron a balazos. Exactamente dos años más tarde, a Landaverde le ocurriría algo con unas coincidencias descabelladas.
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Cuando Ricardo Ramírez del Cid juramentó, la Policía hondureña tenía una imagen destrozada. Dos semanas antes, el asesinato a sangre fría de dos jóvenes universitarios, a mano de un grupo de policías de la posta policial de La Granja, de Tegucigalpa, había conmocionado al país. Sobre todo porque Alejandro Vargas era el hijo menor de la rectora de la Universidad Autónoma de Honduras, Julieta Castellanos, una mujer con mucha presencia en la élite política hondureña, ex funcionaria de las Naciones Unidas, unas de las piezas claves en la Comisión de la Verdad que denunció las violaciones a los derechos humanos tras el golpe de Estado de 2009.
La Secretaría de Seguridad ya estaba al tanto de que la cúpula policial que precedió a Ramírez del Cid estuvo involucrada en ese crimen. Estos oficiales eran el entonces director de la Policía, José Luis Muñoz Licona (exmilitar, denunciado desde los años ochentas por pertenecer al temido batallón contrainsurgente 3-16); el director de la División Nacional de Investigación Criminal (DNIC), Marco Tulio Palma Rivera (exmilitar, un hombre sin tibiezas para hablar de que la solución para la violencia de Honduras era “acabar con los pandilleros. Prenderles fuego”); y el jefe de la región metropolitana, José Balarraga (denunciado por tener nexos con bandas de narcotraficantes en la zona noroccidental del país. A Balarraga lo denunció el que fuera jefe policial de la frontera norte de Honduras, Juan Carlos “El Tigre” Bonilla, quien más tarde se convertiría en el director de la Policía, en el sucesor –y enemigo- de Ramírez del Cid).
Las pruebas en contra de esos oficiales conducían hacia un mismo camino: permitieron que los autores materiales del asesinato escaparan. Pompeyo Bonilla, el secretario de Seguridad, removió a esa cúpula para no entorpecer las investigaciones, y para limpiar la casa se llevó consigo a un hombre de inteligencia, quizá creyendo que era el perfil que más necesitaban, en ese momento, la Policía y el país. No faltaron quienes criticaron la medida, sobre todo porque Ramírez Del Cid, dijeron, también tenía un rosario de cuentas pendientes. En enero de 2012, el entonces jefe de Asuntos Internos de la Policía, comisionado Santos Simeón Flores, declaró al Miami Herald que contra Ramírez del Cid tenía cuatro casos –no especificó qué casos- y múltiples quejas de subalternos por abuso de autoridad.
En enero de 2012, cuando Ramírez del Cid organizó la celebración del 130o. aniversario de la Policía, le pregunté qué opinaba de los señalamientos en su contra, y en contra del que para esas fechas era su director de tránsito, Randolfo Pagoada, investigado desde hacía un lustro por sus posibles vínculos con el narcotráfico en la zona norte de Honduras.
— Los nombramientos de los jefes de Policía le competen al ministro de Seguridad y no a mi persona. Es una pregunta bastante complicada, no porque yo no puedo dudar de la honorabilidad de los oficiales… Creo que hay otra forma de preguntar las cosas, y si estamos en los puestos es porque algún mérito tenemos.
En vida, Alfredo Landaverde había sugerido que si Ramírez del Cid manejaba tanta información, sería extraño que con él al frente la depuración policial no avanzara. Sin embargo, desde Ramírez del Cid hasta la fecha, la persecución contra oficiales ligados a delitos es un secreto que solo conoce la Dirección de Evaluación de la Carrera Policial, el director de la Policía en funciones y el secretario de Seguridad en funciones. Ellos no revelan nada.
Pero regresemos a noviembre de 2011. Ramírez del Cid apenas llevaba dos semanas al frente de la Policía y tenía un gran crimen a cuestas, junto al incremento de la curva de los homicidios registrados en el país. Tenía, también, el emplazamiento de un hombre respetado en Honduras, y el 17 de diciembre recibiría otro emplazamiento de Landaverde. De nuevo, en Frente a Frente, Landaverde cuestionó a Ramírez del Cid.
— En Honduras hay empresarios narcos –dijo Landaverde-. ¿Y qué van a decir: “Que nos dé el nombre Landaverde”? ¿Y me van a decir que no saben el nombre de los 14 empresarios del norte que están lavando activos con el narcotráfico, y tienen sociedad con los narcos? ¿Me va a decir el fiscal, a mí, que no lo sabe? ¿Me va a decir el Jefe de la Policía que no lo sabe? ¿Me va a decir el Jefe de las Fuerzas Armadas que no lo sabe?
Para muchos, después de que Landaverde pronunció esas palabras, aquellos quienes lo tenían en la mira firmaron su sentencia de muerte. Para otros, Ricardo Ramírez del Cid era uno de los que estaban molestos.
El 7 de diciembre de 2011, exactamente dos años después del asesinato del otrora zar antidrogas, Alfredo Landaverde también fue asesinado. Primera coincidencia descabellada. Dos hombres en una moto le dieron seguimiento al vehículo en el que se conducía la víctima, lo interceptaron en una avenida concurrida de la ciudad, le dispararon y se dieron a la fuga. Segunda coincidencia descabellada. La única diferencia entre ambos crímenes fue que al zar antidrogas nadie lo acompañaba en el vehículo. En cambio, a Landaverde le acompañaba su esposa, Hilda Caldera, una reconocida socióloga en Honduras. A la pareja, varias generaciones de oficiales de la Policía que circularon por la escuela policial adscrita a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, lugar en el que Hilda Caldera y Alfredo Landaverde impartieron clases, les conocían. Hilda Caldera, por suerte, sobrevivió al ataque.
Tras el asesinato de su hijo, a Ricardo Ramírez del Cid un reportero hondureño le preguntó qué opinaba del tercer señalamiento que se le hizo cuando fue director. Él respondió diciendo que siempre hubo, de parte de sectores oscuros, una campaña en su contra.
— Podría ser que esos sectores oscuros que siempre pasaron haciendo delincuencia… porque mataron a Alfredo Landaverde, y Alfredo Landaverde era mi amigo… Lo matan y empiezan a relacionarme a mí, cosa que… ¡cosa que no, pue’! Es bien delicado. Todo mundo que lo conoce a uno sabe que eso no es cierto. Y si se llegara a dar el caso, bueno, que me investiguen.
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La imagen que El Testigo se creó en la mente, durante los tres minutos que duró la balacera, no se parecía en nada al cuadro al que se enfrentó cuando todo había pasado. Él recuerda que por un momento sintió que se quedaría sordo, y que la bulla de los disparos le hizo recordar a las festividades de fin de año. Como no escuchó ningún grito de dolor, o cree no haberlo escuchado, El Testigo pensó que los pistoleros tuvieron mala puntería, y que al salir de su escondite se encontraría con gente viva. En segundos entendió que estaba equivocado. Del salón del comedor los sobrevivientes comenzaron a emitir gemidos, El Testigo se asomó, y entonces se topó con un joven que tenía baleada la pierna izquierda. Este joven, antes de la balacera, estaba sentado justo detrás de Óscar Ramírez y sus guardaespaldas.
Avanzó. El Testigo encontró a dos de las cocineras que también habían sido alcanzadas, cada una, en una pierna. Otro de los comensales, junto a la tercera cocinera y un mesero, se habían refugiado al otro lado de la plancha en donde todavía se cocían unas chuletas de cerdo.
Al otro lado del pasillo, las mesas estaban desordenadas, y había platos y chuletas y tajadas de plátano regados en el suelo. En las paredes había orificios de balas. Con la espalda en contra de la pared de los comensales, con la cara ladeada, los ojos inertes, el pecho empapado en sangre, yacía uno de los guardaespaldas. Cerca de él, pero acurrucados en el suelo, en el pasillo que separa a las mesas de la cocina, El Testigo identificó dos cadáveres. Uno era el de Óscar y el otro era el de su segundo guardaespaldas.
— Estaban como embrocados, parecía como que el hombre quería proteger con su cuerpo al muchacho –dice El Testigo.
Frente a esos dos cuerpos, había dos cuerpos más. Uno de ellos estaba sin vida. Era de uno de los sicarios. El otro estaba gravemente herido. Tres de los sicarios se habían fugado.
10 minutos después, una patrulla llegó hasta la escena del crimen. Esa misma patrulla, 20 minutos antes de la balacera, ya había pasado por el sector. De hecho, los agentes que abordaban esa patrulla, 10 minutos antes de que Óscar y sus guardaespaldas llegaran al comedor, comieron chuletas en la misma mesa que 10 minutos más tarde ocuparía Óscar y sus guardaespaldas. Por eso, cuando regresaron a la escena del crimen, varios testigos escucharon cuando uno de los agentes, lamentándose, le dijo a otro algo que sonó más o menos así: “Si hubiéramos estado aquí, quizá esto no hubiera pasado”.
Unos 20 minutos después de que llegaran esos agentes, también llegó a la escena del crimen El Tigre Bonilla, el director de la Policía. Atravesó las puertas con un plante serio, o con esa mirada oscura tan seria que tiene. Luego salió de la escena del crimen y en la acera, luego de contestar no menos de cinco llamadas, se encogió de hombros. El Testigo recuerda haberle escuchado pronunciar algo así: “Lo que sucedió es algo grave”.
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Un día después del crimen, El Tigre Bonilla estaba en aprietos. No es lo mismo que en Honduras maten a un joven X a que maten al hijo del exdirector de la Policía. Quizá El Tigre razonaba que ahora tenía otro reto enfrente al que no podía rajársele. Cuando asumió la dirección de la Policía, en mayo de 2012, Él se comprometió a resolver tres de los casos más importantes en Honduras: el asesinato del hijo de la rectora –y su amigo, David Pineda-; el asesinato de Alfredo Landaverde; y el asesinato del periodista de la cadena HRN Alfredo Villatoro, un hombre con contactos en el gobierno del presidente Porfirio “Pepe” Lobo, amén de que ambos eran amigos. Y ahora se le venía encima el crimen del hijo de Ramírez del Cid. Tres de esos cuatro casos, invariablemente, pasaban por Ramírez Del Cid. El de Landaverde por los señalamientos que se le hicieron; el de Villatoro, por lo mismo; el de Óscar, porque era el padre de la víctima.
La debacle de Ramírez del Cid significó el ascenso para Bonilla. De nuevo, los dedos señaladores apuntaron en contra del general espía, que a juicio de sus jefes no se mostraba diligente en las investigaciones del caso Villatoro, secuestrado el 9 de mayo de 2012, y ejecutado seis días después, en una comunidad pobre de las afueras de la ciudad capital. Sus captores lo disfrazaron con un uniforme camuflado, como el de los militares, le dispararon dos veces en la cabeza, le envolvieron la cara con un paño rojo, y “lo dejaron haciendo el saludo militar”, declaró Ramírez del Cid en esa época. Se especula que el objetivo de ese crimen era el de lanzar un mensaje al presidente Porfirio Lobo, un hombre que tiene enemigos en todos lados, y al que incluso la empresa privada hondureña le ha enviado mensajes menos sangrientos, pero igual de poderosos. En más de una ocasión, le ha dicho que él también puede ser derrocado como fue derrocado Manuel Zelaya: con militares, de madrugada, en un avión exprés que lo expulse de Honduras.
Tras el crimen de Villatoro resurgió la figura de El Tigre. El secretario Pompeyo Bonilla ahora buscó un perfil completamente diferente al de Ramírez del Cid. Quizá creyó que ahora la Policía necesitaba un líder de choque, un guerrero, un tigre. Un tipo que de entrada se comprometiera a ir de cacería en contra de los malos, a resolver los crímenes más difíciles. El Tigre volvía del ostracismo al que la misma Policía lo había lanzado. Pero antes de eso, El Tigre fue un hombre que le temía a sus colegas policías. Tras su último cargo importante, El Tigre se refugió en su casa, e incluso buscó el apoyo del comisionado de derechos Humanos, Ramón Custodio. “Es un hombre valiente”, declaró Custodio, luego de que El Tigre lo visitara en su oficina para narrarle sus peripecias, y para dejarle una copia de las denuncias que tenía en contra de altos oficiales, presuntamente ligados al narcotráfico.
Pero en realidad, para octubre de 2011, El Tigre era un hombre que temía por su vida. Sobre todo porque antes de que el crimen del hijo de la rectora Castellanos destapara la podredumbre en la policía Hondureña, esa cúpula se había encargado de lanzar, fuera del país, al que entonces era el secretario de Seguridad, Óscar Álvarez. Antes de irse, huyendo, Álvarez había declarado que denunciaría a los altos oficiales que estaban ligados al narcotráfico. Pero el que se fue, hacia Estados Unidos, fue él. Su salida explicó y perfiló a dos grupos en la Policía que, obligatoriamente, se hicieron saber que ya no cabían en el mismo pueblo. Uno era liderado por Álvarez, con soldados como El Tigre Bonilla; y otro liderado por José Luis Muñoz Licona, para octubre de 2011, director de la Policía.
Hay quienes dicen que Álvarez es como una especie de padrino político de El Tigre, pero por la forma en que El Tigre ha retado su autoridad, cuesta creerlo. El Tigre a veces da luces de ser un hombre indomable. La relación entre ambos se remonta hasta la Policía hondureña del año 2002.
Óscar Álvarez es un ex militar de las fuerzas especiales del ejército. En una entrevista concedida en 1995 al Baltimore Sun, para un reportaje en el que se denunciaba que el gobierno estadounidense, a través de la CIA, patrocinó y entrenó a los cuerpos contrainsurgentes del ejército hondureño, Álvarez dijo: "Los argentinos vinieron primero y ellos nos enseñaron cómo desaparecer gente. Los Estados Unidos eficientaron todo". Óscar Álvarez es el sobrino de uno de los fundadores del Batallón 3-16, el general Gustavo Álvarez. Jefe del estado mayor del ejército entre 1981 y 1983, fue asesinado en 1989, acribillado presuntamente por un comando guerrillero. En sus últimas declaraciones a la prensa había dicho que se arrepentía de las violaciones a los derechos humanos en la década de los ochenta, y que él había cumplido órdenes superiores.
En 2002 Óscar Álvarez se convirtió en el hombre fuerte del presidente Ricardo Maduro. Álvarez fue quien lideró la política mano dura contra las pandillas. En la cadena de mando era el último responsable de una Policía acusada de tener entre sus filas a grupos de exterminio de jóvenes pandilleros, o presuntos delincuentes jóvenes, en las ciudades de San Pedro Sula y La Ceiba. A ese grupo, la entonces jefa de Asuntos Internos, comisionada María Luisa Borjas, les llamó Los Magníficos. Y El Tigre, según ella, era uno de ellos. Borjas incluso fue más allá: no solo era que El Tigre perteneciera a Los Magníficos, sino que también estaba involucrado en el secuestro y posterior asesinato del exministro de Economía Reginaldo Panting. La relación era sencilla, según le decían las pruebas a Borjas: los secuestradores habían sido contratados por terceros y tenían relación con el grupo antisecuestros que coordinaba El Tigre en San Pedro Sula. Los secuestradores asesinaron al rehén, cobraron el botín del rescate, y luego fueron asesinados por el equipo de El Tigre, que intentó hacer pasar el crimen como un “operativo policial”.
La entonces inspectora María Luisa Borjas aseguró ante los medios hondureños que durante el interrogatorio de la inspectoría interna, El Tigre pronunció una frase. Borjas, hoy candidata a la alcaldía de Tegucigalpa, es de las más férreas críticas a la gestión del Tigre Bonilla. Y hace 10 años, pese a las pruebas y a sus declaraciones, fue ella y no El Tigre quien terminó separada de su cargo, por órdenes del secretario de Seguridad, Óscar Álvarez.
— Si a mí me quieren mandar a los tribunales como chivo expiatorio esta Policía va a retumbar, porque yo le puedo decir al propio ministro de Seguridad en su cara que yo lo único que hice fue cumplir con sus instrucciones –fue, según Borjas, la frase de El Tigre en aquel interrogatorio.
Hace dos años, al preguntarle si, alguna vez, mató fuera de la ley, El Tigre nos respondió:
— Hay cosas que uno se lleva a la tumba. Lo que le puedo decir es que yo amo a mí país y estoy dispuesto a defenderlo a toda costa, y he hecho cosas para defenderlo. Eso es todo lo que diré.
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El último gran cargo que desempeñó El Tigre, antes de convertirse en director de la Policía, nos lleva hasta el suroccidente de Honduras, hacia tres departamentos que en conjunto se convierten en uno de los puentes que los narcotraficantes utilizan para pasar la droga que se almacena en Honduras hacia Guatemala y El Salvador. Hablamos de Copán, Nueva Ocotepeque y Lempira. Allá encontramos a El Tigre, pavoneándose, diciendo que en su zona, nadie “se anda con mierdas”, que él entraba donde quería con sus casi 1.90 metros, que él registraba a quien quería, que él capturaba a quien quería, no importaba que fuera un alcalde, sobre todo si ese alcalde portaba un arma de manera ilegal.
Por sus movimientos en esa zona, El Tigre denunció al ex director regional y ex director de la Policía Metropolitana, Jorge Balarraga, uno de los tres altos oficiales destituidos tras el crimen del hijo de la rectora Castellanos. En la época en que Balarraga era el jefe de El Tigre en la región norte de Honduras, el segundo denunció al primero por haber ordenado que 80 agentes custodiaran la inauguración de la alcaldía de El Paraíso, un edificio que tiene un helipuerto en el techo. “¿Dónde se ha visto que se descuide todo un departamento para cuidar una alcaldía perdida?”, se preguntó El Tigre.
El Tigre denunció, en esa ocasión, que cada uno de los 80 agentes recibió, finalizado el evento, mil lempiras por cabeza. La alcaldía de El Paraíso les agradeció a lo grande. En su carta de protesta, anexa al documento, El Tigre se quejó de que esto representaba “una violación y desprestigio de la imagen”, porque evidenciaba que “nuestra Policía está al servicio de individuos dedicados a la actividad del narco”.
De nuevo: para esas fechas, El Tigre hablaba con fuerza, y obligatoriamente uno tiene que revisar su entorno para entenderle. En ese momento, Óscar Álvarez, el hombre que muchos dicen que es su padrino, era, de nuevo, el secretario de Seguridad. Fue el primer secretario de Seguridad en el gobierno de Porfirio Lobo. Cuando Óscar Álvarez se fue del país, ahuyentado por la cúpula policial liderada por José Luis Muñoz Licona, El Tigre bajó su perfil.
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Un día después del asesinato de Óscar Ramírez, El Tigre estaba en nuevos aprietos. En una de las muchas reuniones que tuvo ese 18 de febrero, quizá lo que realmente le preocupaba era que él, precisamente él, El Tigre, sería acusado nuevamente por un asesinato: el asesinato del hijo de Ricardo Ramírez del Cid. De alguna forma sabía que eso iba a pasar, porque quizá se enteró de que eso era lo que andaba pensando, rabioso, el ex director espía. Por eso, en una de las muchas reuniones que sostuvo ese lunes 18, El Tigre dio explicaciones, sin que nadie se las pidiera, sobre sus movimientos en la noche del asesinato de Óscar Ramírez.
El Tigre dijo que esa tarde, junto a su escolta personal, había estado visitando la localidad de Valle de Ángeles, un pueblo pintoresco lleno de bares y cafés en una montaña ubicada a 40 minutos de Tegucigalpa. El Tigre dijo que bajó de Valle de Ángeles a eso de las 7 de la noche, y que tuvo en mente visitar a Hilda Caldera, la viuda de Alfredo Landaverde. Dicen quienes les conocen, que por haber sido alumno de ambos, El Tigre –como muchos otros oficiales- le guardaba un gran respeto a la pareja.
A última hora, dijo El Tigre, desistió de ir a visitar a la viuda de Landaverde, y le pidió a su escolta que lo llevara a casa. La casa de El Tigre está ubicada muy cerca del lugar del crimen, en una colonia clase media baja. Es tan cercana su casa que, en otros tiempos, cuando El Tigre no tenía el poder que tiene ahora, era frecuente verlo comer ahí, en ese comedor, con el cuerpo apuntando hacia la calle. Desde que se convirtió en director de la Policía, El Tigre pedía a su escolta que le fuera a comprar la comida, para comerla en casa.
Aquella noche, luego de su paseo en las montañas, El Tigre sintió hambre, y le pidió a su chofer que fuera a comprar la cena. Un pollo frito. En su casa, El Tigre vivía solo. Ahora vive custodiado por un séquito de guardaespaldas.
Se estima que la balacera en la que falleció Óscar Ramírez ocurrió a las 8:10 de la noche. Y El Tigre aseguró, en una de sus muchas reuniones, que unos 10 minutos después una conocida le avisó que algo había pasado muy cerca del barrio. Pensó El Tigre en lanzarse a la cacería, pero luego desistió de hacerlo porque todavía no había regresado su escolta.
Para cuando El Tigre llegó a la escena del crimen, ya estaban ahí los agentes que habían comido chuletas en ese comedor, los mismos que patrullaban la zona, los que se arrepintieron de no haber estado ahí. En una de las reuniones en las que El Tigre contó cómo movió sus pasos, dijo que una patrulla anduvo cerca del sector; y, que de haber actuado profesionalmente, hubieran capturado, esa misma noche, a los tres hombres que se fugaron.
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Solo entendiendo que Ricardo Ramírez del Cid sabe cómo obtener información, uno se explica que la versión que él maneja sobre los movimientos de El Tigre Bonilla en la noche en que fue asesinado Óscar Ramírez sea una versión completamente diferente.
Según declaró Ramírez del Cid, El Tigre Bonilla fue visto por varios testigos cerca del comedor en el que fue asesinado su hijo. En concreto, que El Tigre fue visto en una gasolinera muy cercana al negocio, en los momentos previos a la balacera. En su versión, Ramírez del Cid asegura que el mismo Tigre le confesó, en la noche de la vela de su hijo, la noche en la que él pensó decirle a sus amigos que se lo amarraran, que en efecto él estuvo en esa gasolinera, y que en efecto estuvo a punto de detenerse en ese comedor, para comprar su cena, pero que desistió de hacerlo porque había muchos comensales.
Las investigaciones que Ramírez del Cid hizo con su gente, en pararalelo a la investigación que hicieron los subalternos de El Tigre, lo condujeron hasta el hospital en donde se recuperaba el sicario que quedó vivo después del tiroteo. Esa investigación y el “primer” testimonio de ese sicario, le confirmaron que detrás del asesinato de su hijo incluso estuvieron involucrados no solo policías, sino también oficiales del ejército. Los pistoleros que irrumpieron en el comedor, mientras Óscar Ramírez cenaba, habían sido contratados, presumiblemente, para secuestrar a su hijo.
Días después del asesinato la Policía hondureña capturó a otros tres hombres y los vinculó al caso. Uno de ellos era uno de los meseros del comedor, un joven que se dedicaba a servir chuletas y lavar trastos. Un joven que para El Testigo no tiene nada que ver con el crimen.
-Uno se deja llevar por el tiempo en el que conoce a la gente, y ese muchacho llevaba trabajando aquí muchos años. Es un muchacho humilde, una buena persona –dice El Testigo.
Luego de las capturas, Ramírez del Cid denunció que el crimen se estaba encubriendo, pidió que se separara a El Tigre de su cargo, que se le investigara, denunció que el sicario herido en el hospital, el que en un primer interrogatorio había dicho que policías y militares les habían contratado, les habían dados las armas, corría peligro. Denunció que a ese testigo le hicieron cambiar su primera versión, denunció que ahora se dijera que lo que esos pistoleros querían era asaltar el comedor, que fueran pandilleros del Barrio 18 que recibieron órdenes desde la cárcel; se quejó de que ahora se dijera que en un acto desesperado de protección, los Cobras que cuidaban a su hijo fueran los responsables de provocar la balacera, sacando sus armas, propiciando que los pistoleros también dispararan las suyas.
El Testigo ha leído esa versión en los periódicos.
— Pero lo que yo no me explico es que, si eso fue así, ¿por qué nunca fueron a la caja registradora del negocio, para robar el dinero, si es a eso a lo que venían? ¿Por qué después de la balacera, los que quedaron vivos, simplemente salieron huyendo? –dice El Testigo.
Una de las últimas quejas de Ramírez del Cid tenía que ver con los seguimientos, que, según él, le estaba haciendo un policía con nombre y apellido: Daniel López Flores, un oficial investigado por el extravío de armas en la Policía. La corporación negó que se estuviera persiguiendo a Ramírez del Cid.
***
El Tigre Bonilla, hoy más que nunca, es un hombre con mucho poder. Los adversarios y críticos de su gestión, y sus simpatizantes, lo comprobaron a finales de marzo, cuando El Tigre compareció ante el Congreso hondureño.
Un mes después del asesinato de Óscar Ramírez, el Congreso celebró una semana por la justicia, en la que el aparato de Seguridad pública se comprometió a rendir cuentas a los legisladores, y a la nación. Fue aquella una especie de expiación de culpas. Un show en el que, turno por turno, los responsables de la seguridad del país expusieron aquellos que consideraron como logros, y los diputados, con muy pocas ganas, cuestionaron aquellos que no les cuadraba. Para muchos, el ambiente era propicio para que aquello se convirtiera en un juicio público en el que El Tigre se sentara en un banquillo a explicar y a defenderse de las acusaciones que le había hecho Ricardo Ramírez del Cid. Sin embargo, El Tigre Bonilla llegó a ese evento bastante calmado, y salió de su comparecencia completamente victorioso.
A diferencia del Fiscal General de Honduras, del jefe de la Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera Policial (DIECP), y del mismo secretario de Seguridad, Pompeyo Bonilla, El Tigre salió ileso. A los anteriores, en orden de gravedad, los diputados les dieron de palos. Al primero porque el fiscal, muy honesto, declaró que su institución solo era capaz de procesar el 20% de todos los delitos que se cometen en el país. Para abril, el Congreso le montó una comisión interventora que será, al final de cuentas, la que defina su futuro político.
El segundo, el hombre que vigila a los policías, fue duramente cuestionado por lo que los legisladores consideraron como un lento avance en el proceso de depuración policial, arrancado hace más de un año, luego del asesinato del hijo de la rectora Castellanos. Por más que Eduardo Villanueva intentó explicar que si su trabajo era lento no era porque “proteja” Policías, sino porque las herramientas legales a su alcance le obligan a cumplir procesos, subordinarse al director de la Policía, y “recomendar” depuraciones… El Congreso, el mensaje que lanzó el Congreso, fue que si la Policía seguía sin sanearse, el responsable era él y nadie más. A partir de esas comparecencias, el puesto de Villanueva pende de un hilo, y la prensa hondureña ya lo da como un funcionario que está a punto de ser despedido por el presidente Lobo. En tercer lugar, el ministro Pompeyo Bonilla, aunque no recibió las criticas con la contundencia de sus predecesores, no pudo desligar de su gestión los datos que hablan mal de ella: en casi dos años, los indicadores seguían colocando a Honduras como el país más violento del mundo.
Al menos tres de los invitados a esas comparecencias recuerdan que cuando fue el turno de El Tigre Bonilla, el ambiente estaba demasiado tenso y ellos, así lo dicen, no niegan que se pusieron nerviosos. Ahí se paraba el Tigre, vestido de gala, con su caminar tosco y su ceño fruncido. Entre el público presente había un ex comisionado de la Policía que se quejó, en su mente, de la actitud que había tomado El Tigre Bonilla en el evento. Dice que era una actitud displicente y, según él, irrespetuosa en un detalle que, para aquellos que han tratado a El Tigre, es un detalle sin mucha importancia, sobre todo porque a Él lo último que se le pediría es que sea un hombre gentil, de buenas maneras, protocolario.
— Ni siquiera tuvo la decencia de guardar el protocolo que se nos ha inculcado en la Academia. Imagínese que siempre tuvo puesto el kepi en la cabeza. ¡No puede ser! Uno llega con su kepi o su sombrero, se lo quita durante el acto, y se lo vuelve a poner cuando el acto termina– se queja este ex comisionado, testigo de la intervención del Tigre Bonilla en el Congreso.
Quizá en cualquier otro país del mundo, en el que un funcionario es acusado de algo, sus superiores lo separan momentáneamente del cargo, mientras se investiga si tiene o no relación con ese hecho denunciado. Uno esperaría eso, sobre todo si de ese funcionario depende la investigación del hecho denunciado. Cualquier hubiera esperado en Honduras, y sobre todo lo hubiera esperado Ricardo Ramírez del Cid, que a El Tigre en el Congreso de Honduras se le pidiera explicaciones del crimen de Óscar Ramírez. Pero a El Tigre nadie le preguntó nada. Él subió al estrado, dio las cifras que quiso dar, dijo que el país era más seguro desde su llegada, se bajo del podio y nadie le preguntó nada.
— ¡Nadie le preguntó nada! Era como si los más de 100 congresistas le tuvieran miedo, porque de verdad que aquí no se puede decir que ese hombre hipnotice al público. Él en sí mismo es demasiado grave, hasta para hablar –dice otro ex funcionario de gobierno que asistió al acto.
El Tigre Bonilla, un hombre que pisa los 50 años, 27 de los cuales los ha dedicado a la Policía, es un hombre con mucho poder. Y esa vez, en el Congreso, El Tigre quizá se sentía completamente seguro de sí mismo. Quién sabe. Al menos su futuro sigue siendo prometedor: el anfitrión de la fiesta en el Congreso, Juan Orlando Hernández, el presidente del congreso, el candidato a la presidencia por el Partido Nacional, el que se presume será el sucesor de Pepe Lobo, tiene como director nacional de campaña al ex secretario Óscar Álvarez, la sombra que siempre ha estado respaldando a El Tigre.
Juan Carlos El Tigre Bonilla, hoy día, es un hombre con mucho poder. Le llueve de todo y no le pasa nada. A finales de marzo, la agencia de noticias AP publicó una investigación que denunciaba la probable existencia de escuadrones de la muerte, comandados por policías, similares a los que alguna vez se le acusó de comandar al Tigre Bonilla. La investigación trajo a colación el debate de si Bonilla, como alguna vez le acusó la comisionada María Luisa Borjas, perteneció a una estructura de “limpieza social”. Desde su llegada a la dirección de la Policía, en mayo de 2012, ese señalamiento, y esas investigaciones del pasado, provocaron que Estados Unidos retuviera 11 millones de dólares del total de la ayuda que el gobierno norteamericano da a la Policía hondureña. Ese millonario recorte afectaba, exclusivamente, a las unidades que dependen directamente de las decisiones del Tigre Bonilla. Según el artículo, Estados Unidos no dará esos fondos hasta que no exista información precisa que confirme la desvinculación de Bonilla en los casos que se le señalan en el pasado.
Al Tigre Bonilla es como si no hubiera quién lo detenga. Ni esos 11 millones ni Estados Unidos. Lo respalda el presidente Lobo, el Congreso, el nuevo secretario de Seguridad, Arturo Corrales, aunque la prensa hondureña ha dicho que entre el nuevo ministro y el actual director hay “roces”, El Tigre sigue en su puesto. (Pompeyo Bonilla fue destituido tras los remezones del Congreso, y ahora es secretario privado de Lobo).
Al Tigre nadie lo detiene. El 28 de marzo de 2013, William Brownfield, Secretario Adjunto de la Oficina de Asuntos Narcóticos Internacionales y Aplicación de la Ley de Estados Unidos, fue bastante duro contra El Tigre. “No vamos a trabajar con el director general de la Policía Nacional, no tenemos relaciones con él, no ofrecemos ni un dólar ni un centavo y también hemos eliminado el nivel inmediatamente abajo, los 20 oficiales o funcionarios que trabajan directamente con el director general”, dijo. Apenas mes y medio más tarde, Brownfield fue más condescendiente: “Respeto el trabajo que está haciendo El Tigre Bonilla, lo admiro y creo que es bueno para Honduras, pero estoy restringido por la ley de Estados Unidos en términos de con quién puedo trabajar”.
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Un mes después del asesinato de Óscar Ramírez, su padre había abandonado la ciudad de Tegucigalpa. En su casa no había señales de vida, y los agentes Cobra que custodiaban la colonia –privada, un townhouse con muro perimetral y caseta de vigilancia en la entrada- no se miraban en la zona.
Un contacto cercano a Ramírez del Cid me dice que, por el momento, con el general se puede hablar solo por teléfono… pero el general no contesta las llamadas.
El contacto, dos días más tarde, informa que el general no contesta las llamadas porque le han intervenido el teléfono, que su vida y la de su familia corren peligro.
Una semana más tarde, el contacto avisa que Ricardo Ramírez del Cid abandonará Honduras.
El domingo 24 de mayo, Ricardo Ramírez del Cid se despidió de Óscar, en el cementerio San Miguel Arcángel, el cementerio adónde terminan los restos de la élite de la policía, la milicia y de sus familias. Mientras su esposa y sus otros hijos se alejaron del nicho, para ir a comprar flores, Ramírez del Cid se hincó sobre la grama, frente a la tumba, y durante varios minutos se llevó las manos al rostro, mientras 4 agentes Cobra, armados, lo rodeaban dándole las espaldas, apuntando su vista hacia los cuatro puntos cardinales.
Esa imagen conduce, irremediablemente, a la madrugada del 16 de febrero de 2012, a la caseta de acceso de la cárcel de Comayagua, ubicada en el departamento con el mismo nombre, cerca de Palmerola, la otrora base que el ejército estadounidense utilizó para apoyar a los ejércitos regulares de Centroamérica en su lucha contrainsurgente de los años 70 y 80.
Aquella madrugada, el patio y los alrededores de la cárcel parecían la trastienda de un hospital de campaña en una zona de guerra. Por todos lados había residuos médicos, guantes ensangrentados, mascarillas ahumadas, sucias, retazos de tela quemada, sangre, sangre revuelta con una sustancia parecida al carbón, en los guantes y en los trajes plásticos que los médicos forenses habían dejado tirados en el lugar. Del penal emanaba el olor de la carne quemada. Carne humana. El cuarto en el que Ricardo Ramírez del Cid estaba reunido con otros oficiales, fiscales y jefes forenses, era el punto en el que la putrefacción que salía desde adentro era más fuerte. En la peor tragedia penitenciaria de Honduras, 360 reclusos se quemaron vivos, tras un incendio desmesurado, tras una decisión incomprensible de las autoridades: se dio la orden de no dejar salir a nadie.
Ahí estaba Ramírez del Cid, haciendo un recuento de los daños, dándose cuenta que la tragedia que ahí había ocurrido lo desbordaba. Y se restregaba los pelos de la cabeza, se estiraba la cara con ambas manos, se deshacía en un cansancio que le hacía brotar, debajo de los ojos, dos inmensas ojeras. Cuando acabó el conteo esa madrugada, Ramírez del Cid no quiso decir mucho. “Estamos agotados. Mejor hablemos mañana. Esto es demasiado”, dijo.
El general quizá estaba sobrepasado, o quizá en su cabeza daba vueltas una decisión que debía tomar, y que era irremediable: tenía que separar de su cargo al director de las cárceles, Danilo Orellana, otro policía con un rosario de denuncias por violaciones de derechos humanos en las penitenciarias. Un funcionario que se convirtió, en esos primeros meses al frente de la Policía, en uno de sus más cercanos colaboradores, amén de que entre Ramírez del Cid y Orellana existe una profunda amistad. En las horas posteriores a la tragedia se conoció la separación del cargo de Orellana, pero a la fecha no hay certezas si hay proceso abierto en su contra por la negligencia de haber dejado morir, quemadas vivos, a 360 personas.
Afuera de la cárcel, aquella madrugada, acampaba un grupo de hombres y mujeres, familiares todos de las víctimas. Uno de los hombres, primo de uno de los muertos, estaba hincado sobre la tierra, frente a la reja del penal. Ese hombre, borracho, lloraba amargamente a su primo.
Ricardo Ramírez del Cid, un día después de hincarse frente a la tumba de su hijo, abordó un avión en el aeropuerto de la ciudad de San Pedro Sula, ubicado a cinco horas, en vehículo, de Tegucigalpa. “Ex director de la Policía al exilio junto a su familia”, tituló el periódico La Prensa.
***
Inicios de mayo. Ramírez del Cid contesta el teléfono. Le pregunto si me deja contar qué hay detrás del crimen de su hijo y me dice que sí, pero que no tiene tiempo para hablar en este momento. Le pregunto si puedo visitarlo, en donde esté, y el general guarda silencio. Le pregunto si esta en Estados Unidos, o si al caso ha regreso a Honduras, y el general guarda silencio. Le digo que ya sé que sospecha que le están interviniendo las llamadas, y quedamos de comunicarnos por correo.
Le escribo, le comunico mis intenciones, le digo que le llamaré de nuevo por teléfono.
“Recibido, estaré pendiente”
Una semana más tarde, el general atiende el teléfono de nuevo.
— ¿Cómo podemos hacer? ¿Cuándo piensa regresar a Honduras o dónde puedo encontrarlo?
— Solo puedo decirle que ahorita está todo demasiado complicado… demasiado complicado…
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