martes, 4 de octubre de 2011
Morazán libre
Vos el Soberano
Por Gustavo Zelaya
“Declaro: que mi amor a Centro América muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”. Francisco Morazán
Este 3 de octubre conmemoramos 219 años del nacimiento de Francisco Morazán y el 15 de septiembre contabilizó 169 de su asesinato. En este momento ni siquiera se cuentan 24 horas de estrenar nombre el partido de los hondureños y hondureñas que han hecho suya la herencia de Morazán; igual que la más importante figura histórica en la historia nacional, ese partido hará todos los esfuerzos posibles porque en esta verde y maltratada patria ser Libre deje de ser una simple palabra.
¿Qué tan cierto es que somos herederos de Morazán? Pero no del que permanece en estatuas, deificado, militarizado, sino del portador de las ideas avanzadas de su tiempo. No del Morazán a caballo y que aparece en el texto oficial, el de las batallas, el de las Vueltas del Ocote y de La Trinidad, del que se destaca por su valor al dirigir a sus asesinos y que les ordena que apunten bien para morir dignamente. El nuestro no sólo debe ser ese heroico sino el que sigue luchando contra el atraso y la ignorancia, contra la miseria del pueblo y que introduce los derechos más elementales como la libertad de pensamiento y de difusión de las ideas. Ahora es cuando más se requiere de su influencia y retomar su lucha en unas condiciones diferentes que exigen modernizar otra vez al Estado y la administración pública. Darnos cuenta que las tareas de transformación social quedaron truncadas desde 1842, que en 1876 se pretendió su continuidad y que todavía hay mucho por hacer.
Las dificultades enfrentadas por Morazán provocaron duros choques con los grupos aristocráticos que controlaban la tierra, el comercio y el poder político, con el intervencionismo del imperio colonial inglés y con el clero reaccionario de su época. Los cambios impulsados en sus dos mandatos de gobierno tocaron profundamente los intereses de la iglesia católica y de las familias que controlaban la economía de la antigua capitanía como los Aycinena, Marticorena, Beltranena, Asturias, Lara, Pavón, Matheu, Juarros, Irrisari. El núcleo de esa reacción conservadora dirigía y formaba parte del Real Consulado de Comercio de Guatemala fundado por mandato imperial en 1793 y que estuvo vigente hasta 1871, cuando fue cancelado por medio de un decreto gubernamental firmado por Miguel García Granados.
Además de conspirar contra la reforma de Morazán y contra las pretensiones realmente independentistas, esa institución trataba de mejorar la producción con el fin de obtener ganancias inmediatas, administraba un tribunal mercantil para proteger y supervisar el comercio; en defensa del monopolio comercial se pronunciaron contra las prácticas del contrabando. Desde esa instancia empresarial, terrateniente, aristocrática, se controlaba la política y se pretendía mantener la continuidad del orden colonial con la nueva cara de la independencia. Esas familias se opusieron al intento unionista de Morazán; con dinero, armas y fanatismo religioso sabotearon y liquidaron todas las reformas dirigidas a modificar el sistema educativo, judicial y de tenencia de la tierra que permitieran edificar unas condiciones mínimas para generar relaciones capitalistas de producción en una Centro América espiritual y materialmente muy atrasada, con pocas comunicaciones, en donde el regionalismo y la presencia de los caudillos y los caciques rurales eran ley.
Es probable que Morazán en su proyecto de reformas no haya considerado el pobre desarrollo político y económico en la región ni la presencia del colonialismo inglés; o que sus planes de transformación no fueran ideados a partir de la realidad de aquel momento histórico. Pero los aspectos esenciales de su propuesta siguen vigente. Las exigencias de cambios sociales en Honduras y en toda la región emergen sobre todo después de los resultados de los programas de ajuste estructural impulsados por el neoliberalismo que han profundizado la miseria, la dependencia, la entrega del territorio, la corrupción pública, la violación de los derechos humanos y la impunidad. Todo ello es consecuencia de esas medidas patrocinados por los Estado Unidos y los organismos financieros internacionales, con la entusiasta participación de las oligarquías locales. Aquellas viejas familias y las actuales son las que seguirán oponiéndose a cualquier experimento de desarrollo independiente, a todo ensayo integrador de las diferentes regiones que ayude a construir un modelo social y económico que tenga como finalidad la dignidad de las personas. Esto último estaba en el centro de la reforma morazanista.
Desde el momento de fracaso del proyecto unionista de Morazán se han sucedido distintos gobiernos y los hechos ocurridos han alterado la situación. Las dificultades son mayores y hay también importantes desarrollos tecnológicos, nuevos logros materiales, más acceso a los productos culturales, algunas mejoras en la educación y en la formación de la conciencia. Pero ha aumentado la distancia entre los países ricos y los pobres; dentro de nuestros países las diferencias entre los grupos de poder y los miserables son más notorias; se deterioran los servicios de salud y educación pública, crecen las amenazas contra los recursos naturales, el desempleo golpea a más personas, el sistema judicial y de seguridad es cada vez más ineficiente y parcializado, los niveles de penetración del narcotráfico en muchas instituciones parece aumentar. En fin, al igual que la situación enfrentada por Morazán, la necesidad de transformar nuestra porción americana para construir sistemas sociales más democráticos, integradores, incluyentes, se convierte en una urgencia a la que se oponen los grupos más atrasados de la empresa privada, de las iglesias y de la derecha nacional e internacional. Todos ellos tutelados por el imperialismo norteamericano interesados en seguir saqueando todos los recursos posibles existentes en nuestros suelos.
Es de Morazán de donde nace la inspiración del pueblo en resistencia para generar proyectos políticos democráticos que permitan construir un Estado de derecho garante del bienestar, la dignidad, el empleo, la educación y la salud en un ambiente democrático e incluyente. Gracias a la herencia del héroe centroamericano es que se ha podido luchar y pensar en las necesarias transformaciones que ayuden superar la crisis social. Ese espíritu liberador ha hecho posible que el pueblo participe en la protesta a favor de la educación pública y en la condena de la represión y el asesinato de los miembros de la Resistencia Popular. El legado de Morazán y su combate a favor de las prácticas democráticas nos sirven ahora para ir superando poco a poco los vicios de la tradición conservadora, viejas formas de trabajo y de relación social que se oponen a la ética de la Resistencia; ahí siguen las formas que centralizan las decisiones, que excluyen la discusión honesta y bien fundada, que privilegian grupos y personas para imponer decisiones. Todo ese estilo de trabajo se irá modificando con la discusión de las ideas, con el respeto a las personas, con la madurez de la organización y el compromiso incondicional con Honduras.
La expresión política del pueblo lleva en sus entrañas al Morazán Libre, el que está fuera de la versión oficial y que nos pone su sello para poner, poco a poco, en un proceso muy complejo, las bases que contribuyan a eliminar la discriminación y subordinación de las mujeres, de los jóvenes, de los pueblos originarios y negros, de toda la diversidad política, sexual y social, ese perverso patriarcalismo que impregna nuestra vida y que nos hace calificar a las personas por su capacidad de consumo. En fin, considerar que todas las formas de explotación del trabajo humano y del patriarcalismo, de venta de los recursos naturales y de dependencia, de impunidad y de corrupción, son parte del contenido inhumano del capitalismo neoliberal y que tendrá que ser superado desde el pueblo organizado, movilizado, formado, gracias al trabajo unificado del Partido Libre y de todas las organizaciones en resistencia.
Por Gustavo Zelaya
“Declaro: que mi amor a Centro América muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”. Francisco Morazán
Este 3 de octubre conmemoramos 219 años del nacimiento de Francisco Morazán y el 15 de septiembre contabilizó 169 de su asesinato. En este momento ni siquiera se cuentan 24 horas de estrenar nombre el partido de los hondureños y hondureñas que han hecho suya la herencia de Morazán; igual que la más importante figura histórica en la historia nacional, ese partido hará todos los esfuerzos posibles porque en esta verde y maltratada patria ser Libre deje de ser una simple palabra.
¿Qué tan cierto es que somos herederos de Morazán? Pero no del que permanece en estatuas, deificado, militarizado, sino del portador de las ideas avanzadas de su tiempo. No del Morazán a caballo y que aparece en el texto oficial, el de las batallas, el de las Vueltas del Ocote y de La Trinidad, del que se destaca por su valor al dirigir a sus asesinos y que les ordena que apunten bien para morir dignamente. El nuestro no sólo debe ser ese heroico sino el que sigue luchando contra el atraso y la ignorancia, contra la miseria del pueblo y que introduce los derechos más elementales como la libertad de pensamiento y de difusión de las ideas. Ahora es cuando más se requiere de su influencia y retomar su lucha en unas condiciones diferentes que exigen modernizar otra vez al Estado y la administración pública. Darnos cuenta que las tareas de transformación social quedaron truncadas desde 1842, que en 1876 se pretendió su continuidad y que todavía hay mucho por hacer.
Las dificultades enfrentadas por Morazán provocaron duros choques con los grupos aristocráticos que controlaban la tierra, el comercio y el poder político, con el intervencionismo del imperio colonial inglés y con el clero reaccionario de su época. Los cambios impulsados en sus dos mandatos de gobierno tocaron profundamente los intereses de la iglesia católica y de las familias que controlaban la economía de la antigua capitanía como los Aycinena, Marticorena, Beltranena, Asturias, Lara, Pavón, Matheu, Juarros, Irrisari. El núcleo de esa reacción conservadora dirigía y formaba parte del Real Consulado de Comercio de Guatemala fundado por mandato imperial en 1793 y que estuvo vigente hasta 1871, cuando fue cancelado por medio de un decreto gubernamental firmado por Miguel García Granados.
Además de conspirar contra la reforma de Morazán y contra las pretensiones realmente independentistas, esa institución trataba de mejorar la producción con el fin de obtener ganancias inmediatas, administraba un tribunal mercantil para proteger y supervisar el comercio; en defensa del monopolio comercial se pronunciaron contra las prácticas del contrabando. Desde esa instancia empresarial, terrateniente, aristocrática, se controlaba la política y se pretendía mantener la continuidad del orden colonial con la nueva cara de la independencia. Esas familias se opusieron al intento unionista de Morazán; con dinero, armas y fanatismo religioso sabotearon y liquidaron todas las reformas dirigidas a modificar el sistema educativo, judicial y de tenencia de la tierra que permitieran edificar unas condiciones mínimas para generar relaciones capitalistas de producción en una Centro América espiritual y materialmente muy atrasada, con pocas comunicaciones, en donde el regionalismo y la presencia de los caudillos y los caciques rurales eran ley.
Es probable que Morazán en su proyecto de reformas no haya considerado el pobre desarrollo político y económico en la región ni la presencia del colonialismo inglés; o que sus planes de transformación no fueran ideados a partir de la realidad de aquel momento histórico. Pero los aspectos esenciales de su propuesta siguen vigente. Las exigencias de cambios sociales en Honduras y en toda la región emergen sobre todo después de los resultados de los programas de ajuste estructural impulsados por el neoliberalismo que han profundizado la miseria, la dependencia, la entrega del territorio, la corrupción pública, la violación de los derechos humanos y la impunidad. Todo ello es consecuencia de esas medidas patrocinados por los Estado Unidos y los organismos financieros internacionales, con la entusiasta participación de las oligarquías locales. Aquellas viejas familias y las actuales son las que seguirán oponiéndose a cualquier experimento de desarrollo independiente, a todo ensayo integrador de las diferentes regiones que ayude a construir un modelo social y económico que tenga como finalidad la dignidad de las personas. Esto último estaba en el centro de la reforma morazanista.
Desde el momento de fracaso del proyecto unionista de Morazán se han sucedido distintos gobiernos y los hechos ocurridos han alterado la situación. Las dificultades son mayores y hay también importantes desarrollos tecnológicos, nuevos logros materiales, más acceso a los productos culturales, algunas mejoras en la educación y en la formación de la conciencia. Pero ha aumentado la distancia entre los países ricos y los pobres; dentro de nuestros países las diferencias entre los grupos de poder y los miserables son más notorias; se deterioran los servicios de salud y educación pública, crecen las amenazas contra los recursos naturales, el desempleo golpea a más personas, el sistema judicial y de seguridad es cada vez más ineficiente y parcializado, los niveles de penetración del narcotráfico en muchas instituciones parece aumentar. En fin, al igual que la situación enfrentada por Morazán, la necesidad de transformar nuestra porción americana para construir sistemas sociales más democráticos, integradores, incluyentes, se convierte en una urgencia a la que se oponen los grupos más atrasados de la empresa privada, de las iglesias y de la derecha nacional e internacional. Todos ellos tutelados por el imperialismo norteamericano interesados en seguir saqueando todos los recursos posibles existentes en nuestros suelos.
Es de Morazán de donde nace la inspiración del pueblo en resistencia para generar proyectos políticos democráticos que permitan construir un Estado de derecho garante del bienestar, la dignidad, el empleo, la educación y la salud en un ambiente democrático e incluyente. Gracias a la herencia del héroe centroamericano es que se ha podido luchar y pensar en las necesarias transformaciones que ayuden superar la crisis social. Ese espíritu liberador ha hecho posible que el pueblo participe en la protesta a favor de la educación pública y en la condena de la represión y el asesinato de los miembros de la Resistencia Popular. El legado de Morazán y su combate a favor de las prácticas democráticas nos sirven ahora para ir superando poco a poco los vicios de la tradición conservadora, viejas formas de trabajo y de relación social que se oponen a la ética de la Resistencia; ahí siguen las formas que centralizan las decisiones, que excluyen la discusión honesta y bien fundada, que privilegian grupos y personas para imponer decisiones. Todo ese estilo de trabajo se irá modificando con la discusión de las ideas, con el respeto a las personas, con la madurez de la organización y el compromiso incondicional con Honduras.
La expresión política del pueblo lleva en sus entrañas al Morazán Libre, el que está fuera de la versión oficial y que nos pone su sello para poner, poco a poco, en un proceso muy complejo, las bases que contribuyan a eliminar la discriminación y subordinación de las mujeres, de los jóvenes, de los pueblos originarios y negros, de toda la diversidad política, sexual y social, ese perverso patriarcalismo que impregna nuestra vida y que nos hace calificar a las personas por su capacidad de consumo. En fin, considerar que todas las formas de explotación del trabajo humano y del patriarcalismo, de venta de los recursos naturales y de dependencia, de impunidad y de corrupción, son parte del contenido inhumano del capitalismo neoliberal y que tendrá que ser superado desde el pueblo organizado, movilizado, formado, gracias al trabajo unificado del Partido Libre y de todas las organizaciones en resistencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario