domingo, 23 de octubre de 2011

El sociólogo que retrató la miseria del capitalismo


Público

Por Peio H. Riaño

Pierre Bourdieu fue un mal fotógrafo, es más, un fotógrafo nefasto. No le importaba la composición, no entendía de encuadre, prefería que otros trataran sus negativos y hasta le costaba enfocar bien. Tenía dos cámaras, no le gustaba la Leica y prefería trabajar con la Rolleiflex, porque le permitía pasar desapercibido mientras retrataba al grupo al que se acercaba. Pero tampoco dominaba la técnica de la máquina de medio formato. Y sin embargo, el sociólogo que vio las servidumbres del neoliberalismo y trazó argumentos a favor de la sociedad civil acudió a Argelia, en plena guerra civil por su independencia, y se encontró con los efectos nocivos que la presión colonialista ejerció sobre la autonomía económica del pueblo.

Las fotografías de Bourdieu (1930-2002), el mal reportero, permanecieron escondidas durante 40 años, porque las utilizaba para mirar con calma y detalle durante sus investigaciones, para descubrir el desgarro de una sociedad pulverizada por sus contradicciones a finales de los años cincuenta. La foto fue para él un recurso de antropólogo y, por supuesto, un rechazo al atractivo pintoresco que llamaba la atención de los reporteros. Llamó a aquella experiencia "laboratorio social": allí ensayó la base de su pensamiento, que ahora se puede ver por primera vez en las 150 fotografías que se enseñan en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, hasta el 15 de enero , dentro del proyecto Magreb: dos orillas.
"Estas imágenes de Argelia, tal como se ven hoy, han adquirido otra función porque pueden servir de espejo. Las sociedades contemporáneas se enfrentan a una implacable radicalización neoliberal del capitalismo y de su lógica mercantil. Estas fotos contribuyen a una mejor comprensión de los efectos de las transformaciones económicas y sociales que afectan a las franjas de población cada vez más amplias", explica Franz Schultheis, uno de los comisarios de la muestra.

Christine Frisinghelli, la otra comisaria, avisa de que esta es la fotografía producto de un contexto político y social, no la fotografía de un artista. "Me asombró desde el día que donó sus fotos [Camera Austria] su capacidad de reflexión. Hizo ciencia en época de guerra ". Y no enseñó ni un arma, ni un herido, ni una casa derruida, ni el rastro de las torturas, ni los muertos de la represión. Estuvo allí entre 1958 y 1961, retrató una región que se transformaba: la emigración del campo a la ciudad, el abandono de las tradiciones, el desarraigo de la clase campesina Había un enemigo mayor que los franceses, el capital.

El sociólogo se planta con una cámara ante un mundo en vías de desaparición, amenazado por otro tan voraz que avanzaba sin contemplar concesiones morales ni remilgos éticos.

Sus fotos, sus explicaciones, se interesaban en lo que él mismo llamaba "economía de la miseria" o " economía de los suburbios ", para desmontar los prejuicios de lugar feo, sucio y desordenado. Vio en aquellas pequeñas sociedades una economía que ofrecía a las personas los medios mínimos de supervivencia. "Un despliegue de ingenio y energía insólitas", decía el sociólogo sorprendido en Argelia, a los 25 años.

El autor del ensayo Sobre la fotografía, era un profundo pensador de izquierdas que en estas fotos aparece como un científico más afectivo e inseguro. Valoraba la proximidad sensible a los detalles imperceptibles de la foto. Por eso, el mayor acercamiento al fotoperiodismo que hizo fue cuando tomó aquellos campos de concentración en los que las autoridades francesas recluyeron al 50% de la población campesina , para que no se unieran a la guerrilla.

La mirada del sociólogo se archivaba en cajas de zapatos, que revisaba en el marco de sus trabajos etnográficos de campo. Nunca quiso mostrar la cara exótica de un pueblo en vías de extinción. "En algunos casos, yo hacía las fotografías para poder recordar, para poder describir después. En otros casos, era una forma de mirar. Hay una sociología espontánea de la pequeña burguesía que ridiculiza a los que se van a hacer turismo con la cámara colgada al hombro y que terminan por no mirar los paisajes que fotografían. Siempre he pensado que se trata de racismo de clase", comentaba en entrevista el autor a Schultheis.

Tampoco tenía buena imagen de los fotógrafos profesionales: "Pienso que no les resultaba fácil fotografiar, salvo por accidente, una visión no convencional de esa sociedad, sin otro modelo que la categoría de lo pintoresco: tejedores en su oficio, mujeres volviendo de la fuente". No podía entender que no se dirigieran a sus retratados: " No sabían nada de ellos ".

Desde su visión de sociólogo, retratar a los argelinos era decirles: "Me interesan, estoy con ustedes, escucho sus historias, voy a dar testimonio de lo que viven". Pero hasta él mismo, sorprendido, habla de la belleza de algunas de sus fotos, más propias de Cartier-Bresson, como la de la pequeña niña aferrada a una hogaza de pan destacada sobre una pared blanca.

Bourdieu entendió este uso de la fotografía como una iniciativa tan personal como militante. La entendía como parte del compromiso político, no sólo como forma de testimonio o recurso plástico. Tenía una máxima que confirmaba esta disposición del científico que no se mantiene al margen: " Ver para hacer ver, comprender para hacer comprender ".

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