domingo, 30 de octubre de 2011
¡Ocupad las calles del mundo!
ATimes
Por Pepe Escobar
“…ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence
Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”
- Walter Benjamin, Tesis de Filosofía de la historia
La Internacional de los Indignados manda. La antorcha pasó de la Plaza Tahrir en El Cairo (la Primavera Árabe), a la Puerta del Sol de Madrid (la Primavera Española), a Liberty Square en Nueva York (Occupy Wall Street) y desde este pasado sábado a World Street, 951 ciudades en 82 países.
Todas las edades, todas las clases sociales, pero en su mayoría valerosos jóvenes, hombres y mujeres, que denuncian la caída arrogante de grandes partes del mundo en un abismo geopolítico transgredido por una crisis social, financiera, monetaria, política y estratégica sin precedentes.
Nada es más natural que el “somos el 99%” se extienda al globo, porque el movimiento denuncia específicamente los estragos causados en todo el mundo por el mito de la globalización neoliberal, tal como la aplica ese dios iracundo: El Mercado. Y sin embargo el 1% –y sus socios de los medios corporativos– todavía no lo entienden (o lo remedan) y tratarán de aplastar toda acción para subsanar el redomado fracaso del neoliberalismo.
El 1% no llega a comprender la cólera de una generación “sin futuro”, o la cólera de los que se han ajustado a las reglas del juego y terminaron sin nada, la cólera colectiva de todos los que ya no pueden llegar a confiar en instituciones políticas y financieras fracasadas.
Y la cosa se pondrá peor. Los bancos ya no prestan ni reactivan la economía, sobre todo porque en EE.UU., solo cuatro gigantes –Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup y Bank of America– tienen ahora un 95% de los derivados estadounidenses, una inmensa pesadilla de 600 billones (millones de millones) de dólares a punto de sobrevenir. Los derivados fueron cruciales en el derribo de la economía global, con todas sus calamitosas consecuencias sociales, y es posible que todo vuelva a ocurrir.
Mientras tanto, el 1% está ocupado en el violento ataque a los derechos históricos de las clases trabajadora y media, incluso a riesgo de perder lo que queda de su legitimidad política y social (en todo caso no les importa). Como subraya Minqi Li, ex preso político chino y profesor de economía en la Universidad de Utah: “Como durante el período de 1968-1969, la resolución de la crisis dependerá de la evolución de la lucha de clases a escala global.” Li insiste en que el capitalismo no forma parte de las opciones factibles; pero el problema es que las sólidas elites del 1% mantienen el control, y solo renunciarán al poder si pasamos por encima de sus cadáveres colectivos.
Creando un nuevo lenguaje político
¿Y ahora qué? ¿Adónde nos dirigimos desde aquí? ¿Dónde encontrar el poder de fuego intelectual para seguir luchando?
En Zuccotti Park –la base de Ocupad Wall Street en el sur de Manhattan– hay una biblioteca pública gratuita, con libros donados por cualquiera que tenga ganas de hacerlo. Un buen primer paso sería que la gente suministrara muchas copias de The Beach Beneath the Street (La playa bajo la calle), de McKenzie Wark [1], una historia absorbente de los situacionistas, el grupo conceptual clave dirigido por Guy Debord en el corazón de mayo de 1968.
Wark también ha escrito un ensayo clínico que detalla cómo en lugar de ocupar una abstracción –Wall Street– el movimiento ocupó otra abstracción: “Un parque más o menos público asentado en el paisaje de bloques de edificios del centro de la ciudad, no lejos del sitio del antiguo World Trade Center” y de ahí procedió a ocupar “el espacio virtual de los medios sociales”.
Wark concluye: “La abstracción que es la ocupación es entonces doble: una ocupación de un lugar, en algún sitio cerca del verdadero Wall Street, y la ocupación del vector de los medios sociales, con eslóganes, imágenes, vídeos, historias. ‘Seguid anticipando’ podría ser un buen eslogan en este caso. Para no mencionar que se siga creando el lenguaje real de una política en el espacio de los medios sociales.”
No es sorprendente que el 1% esté perplejo. Ocupad Wall Street ya está creando un nuevo lenguaje político, demoliendo viejas categorías de causa y efecto, utilizando por ejemplo lo que Guy Debord describió como deriva, una técnica de moverse como relámpagos a través de diferentes escenarios (de lo físico a lo virtual, o del sur de Manhattan a Washington Square y Times Square).
Ya están amplificando el concepto de rizoma de Gilles Deleuze y Felix Guattari, refinando una máquina de guerra simbólica interdisciplinaria, subterránea.
Como nieto de mayo 68 y de los situacionistas, Ocupad Wall Street no podía dejar de ser radical. Quiere ir más allá de la política del poder, del poder corporativo y del favoritismo corporativo. No lo podrán comprar, una razón clave para que sea incansablemente ridiculizado por los intereses corporativos (¿a quién le interesan los monstruos corporativos Time Warner y News Corporation de Rupert Murdoch? Ocupad debería dejar que se pudran en su irrelevancia). Es esencialmente una rebelión colectiva de la gente –ni de derecha ni de izquierda, pero ciertamente no conservadora– que se niega a que la coopten (y ojalá trate a oportunistas como Al Gore, Warren Buffett y George Soros como si fueran la plaga).
¿Qué quieren? Quieren que el bien común esté a disposición de todos, que no los privaticen, los maten o los exploten las castas políticas corruptas. La utilización de los bienes comunes –agua, bosques, redes de comunicación, fábricas, redes de transporte, hospitales– debe depender de los ciudadanos de cada Ágora (el sitio griego de reunión popular) local. Eso significa, esencialmente, que se ponga a la gente primero, la antítesis absoluta de la mercantilización de la vida.
Es una agenda utópica, y eso que hace que los derechistas atlantistas se retuerzan, es un llamado directo al comunismo utópico. Titus Levi, profesor en el Colegio Unido Internacional en Zhuhai, en el sur de China, reflexiona sobre cómo “tener una economía de biología y humanidad que ponga cabeza abajo el actual sistema: utilizando la economía como instrumento de la humanidad, no que se demuela a la humanidad el servicio de imperativos económicos”.
Ocupad Wall Street ciertamente quiere que no se talen los bosques, que no se contamine el aire, que los bancos no traicionen a sus clientes, y que los ciudadanos estén totalmente involucrados en el manejo de la vida pública (y que no se resignen a votar según leyes electorales abrumadoras cada cuatro o cinco años). Eso implica que debería haber leyes sensatas dirigidas por personas honestas e imparciales. No es lo que sucede, de ahí el crecimiento de las filas de la Internacional de los Indignados.
Mira al Sur, joven
Ocupad Wall Street también debería utilizar un maravilloso manual de política radical como Comunismo Hermenéutico [2] de Gianni Vattimo, profesor de filosofía en la Universidad de Turín y Santiago Zabala, profesor de investigación en la Universidad de Barcelona.
En 140 páginas llenas de acción –más copiosas notas– Vattimo y Zabala eluden el comunismo soviético histórico y el modelo chino contemporáneo para elogiar a los actuales gobiernos suramericanos democráticamente elegidos, “determinados a defender los intereses de sus ciudadanos más débiles”.
Ciertamente tienen razón al creer que “es la región del mundo que representa mejor el comunismo del Siglo XXI que, como dijo Eric Hobsbawm, debe ser primero y ante todo una crítica del capitalismo, o una defensa de lo que el gran Walter Benjamin llamó “la tradición de los oprimidos”.
Vattimo y Zabala producen una devastadora crítica de nuestra “democracia enmarcada”, en la cual el 1% “se dedica a la verdad en forma de imposición (violencia), conservación (realismo) y triunfo (historia). Estos sistemas políticos metafísicamente enmarcados sostienen que la sociedad debe autodirigirse según la verdad (el paradigma existente), es decir, a favor del fuerte y contra el débil”.
Vattimo y Zabala desenmascaran naturalmente toda la falacia del “fin de la historia” y demuestran “que dentro del sistema de las democracias enmarcadas metafísicamente, el cambio es casi imposible”. La única alternativa posible que queda por el momento se encuentra en el espacio latino y especialmente suramericano, donde, citando a Noam Chomsky: la gente toma la democracia más en serio que en Occidente, ciertamente más que en EE.UU.”.
Por imperfectos que puedan ser los diferentes experimentos nacionales, de Brasil a Venezuela, de Bolivia a Argentina, los nuevos gobiernos suramericanos han sido por lo menos representativos de sus pueblos porque “se han separado no solo de las imposiciones neoliberales sino también de la presencia militar acompañante, es decir el capitalismo armado”.
Por lo tanto Ocupad el Mundo tiene mucho que ganar a través del análisis de los diferentes experimentos políticos en Suramérica. Los paralelos con Europa son muy esclarecedores. Compárese por ejemplo Argentina –donde en las próximas elecciones del 23 de octubre Cristina Kirchner ciertamente dirigirá un tercer período post neoliberal, y a Dilma Rousseff en Brasil– con España, patria de los indignados, donde, créase o no, el reaccionario, casi fascista Partido Popular probablemente gane las elecciones del 20 de noviembre.
El reptiliano ex primer ministro español José María Aznar ha descrito a los indignados como un movimiento “marginal, no representativo”, exactamente como el presentador promedio de Fox News.
Que no quepa ninguna duda: el poder intelectual para canalizar la indignación global existe, de Vattimo y Zabala a Deleuze y Guattari, de Debord y Benjamin a David Harvey y Eric Hobsbawm, de Alan Badiou y Slavoj Zizek a Minqi Li y Wang Hui, de Atilio Boron al vicepresidente boliviano Álvaro García Linera.
No se trata de una revolución (global), todavía; aún es una evolución (lenta). La mayoría silenciosa post política no es ciertamente estúpida, solo cínicamente resignada. El desafío es arrancarla de sus sofás y sus controles remotos y que salga a las calles, para convertirla en un 99% en acción.
Esto implica presionar por una serie de políticas clave, específicas: gravar a los ricos y al sistema financiero, más fondos para la educación pública, atención sanitaria decente, el fin del Imperio de Bases estadounidense adicto a la "pentagonización". En lo que concierne a EE.UU., una abrumadora mayoría de los estadounidenses está a favor de estas políticas.
Por lo tanto la respuesta, amigo, llega y llegará de sopetón a las calles. Todo el poder a la Internacional de los Indignados. Es hora de que remezclar a Martha y los Vandellas para los principios del Siglo XXI. Llamad a todo el mundo: ¿estáis listos para un ritmo totalmente nuevo?
Notas:
1. Vea aquí.
2. Vea aquí.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com .
(Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.)
Por Pepe Escobar
“…ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence
Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”
- Walter Benjamin, Tesis de Filosofía de la historia
La Internacional de los Indignados manda. La antorcha pasó de la Plaza Tahrir en El Cairo (la Primavera Árabe), a la Puerta del Sol de Madrid (la Primavera Española), a Liberty Square en Nueva York (Occupy Wall Street) y desde este pasado sábado a World Street, 951 ciudades en 82 países.
Todas las edades, todas las clases sociales, pero en su mayoría valerosos jóvenes, hombres y mujeres, que denuncian la caída arrogante de grandes partes del mundo en un abismo geopolítico transgredido por una crisis social, financiera, monetaria, política y estratégica sin precedentes.
Nada es más natural que el “somos el 99%” se extienda al globo, porque el movimiento denuncia específicamente los estragos causados en todo el mundo por el mito de la globalización neoliberal, tal como la aplica ese dios iracundo: El Mercado. Y sin embargo el 1% –y sus socios de los medios corporativos– todavía no lo entienden (o lo remedan) y tratarán de aplastar toda acción para subsanar el redomado fracaso del neoliberalismo.
El 1% no llega a comprender la cólera de una generación “sin futuro”, o la cólera de los que se han ajustado a las reglas del juego y terminaron sin nada, la cólera colectiva de todos los que ya no pueden llegar a confiar en instituciones políticas y financieras fracasadas.
Y la cosa se pondrá peor. Los bancos ya no prestan ni reactivan la economía, sobre todo porque en EE.UU., solo cuatro gigantes –Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup y Bank of America– tienen ahora un 95% de los derivados estadounidenses, una inmensa pesadilla de 600 billones (millones de millones) de dólares a punto de sobrevenir. Los derivados fueron cruciales en el derribo de la economía global, con todas sus calamitosas consecuencias sociales, y es posible que todo vuelva a ocurrir.
Mientras tanto, el 1% está ocupado en el violento ataque a los derechos históricos de las clases trabajadora y media, incluso a riesgo de perder lo que queda de su legitimidad política y social (en todo caso no les importa). Como subraya Minqi Li, ex preso político chino y profesor de economía en la Universidad de Utah: “Como durante el período de 1968-1969, la resolución de la crisis dependerá de la evolución de la lucha de clases a escala global.” Li insiste en que el capitalismo no forma parte de las opciones factibles; pero el problema es que las sólidas elites del 1% mantienen el control, y solo renunciarán al poder si pasamos por encima de sus cadáveres colectivos.
Creando un nuevo lenguaje político
¿Y ahora qué? ¿Adónde nos dirigimos desde aquí? ¿Dónde encontrar el poder de fuego intelectual para seguir luchando?
En Zuccotti Park –la base de Ocupad Wall Street en el sur de Manhattan– hay una biblioteca pública gratuita, con libros donados por cualquiera que tenga ganas de hacerlo. Un buen primer paso sería que la gente suministrara muchas copias de The Beach Beneath the Street (La playa bajo la calle), de McKenzie Wark [1], una historia absorbente de los situacionistas, el grupo conceptual clave dirigido por Guy Debord en el corazón de mayo de 1968.
Wark también ha escrito un ensayo clínico que detalla cómo en lugar de ocupar una abstracción –Wall Street– el movimiento ocupó otra abstracción: “Un parque más o menos público asentado en el paisaje de bloques de edificios del centro de la ciudad, no lejos del sitio del antiguo World Trade Center” y de ahí procedió a ocupar “el espacio virtual de los medios sociales”.
Wark concluye: “La abstracción que es la ocupación es entonces doble: una ocupación de un lugar, en algún sitio cerca del verdadero Wall Street, y la ocupación del vector de los medios sociales, con eslóganes, imágenes, vídeos, historias. ‘Seguid anticipando’ podría ser un buen eslogan en este caso. Para no mencionar que se siga creando el lenguaje real de una política en el espacio de los medios sociales.”
No es sorprendente que el 1% esté perplejo. Ocupad Wall Street ya está creando un nuevo lenguaje político, demoliendo viejas categorías de causa y efecto, utilizando por ejemplo lo que Guy Debord describió como deriva, una técnica de moverse como relámpagos a través de diferentes escenarios (de lo físico a lo virtual, o del sur de Manhattan a Washington Square y Times Square).
Ya están amplificando el concepto de rizoma de Gilles Deleuze y Felix Guattari, refinando una máquina de guerra simbólica interdisciplinaria, subterránea.
Como nieto de mayo 68 y de los situacionistas, Ocupad Wall Street no podía dejar de ser radical. Quiere ir más allá de la política del poder, del poder corporativo y del favoritismo corporativo. No lo podrán comprar, una razón clave para que sea incansablemente ridiculizado por los intereses corporativos (¿a quién le interesan los monstruos corporativos Time Warner y News Corporation de Rupert Murdoch? Ocupad debería dejar que se pudran en su irrelevancia). Es esencialmente una rebelión colectiva de la gente –ni de derecha ni de izquierda, pero ciertamente no conservadora– que se niega a que la coopten (y ojalá trate a oportunistas como Al Gore, Warren Buffett y George Soros como si fueran la plaga).
¿Qué quieren? Quieren que el bien común esté a disposición de todos, que no los privaticen, los maten o los exploten las castas políticas corruptas. La utilización de los bienes comunes –agua, bosques, redes de comunicación, fábricas, redes de transporte, hospitales– debe depender de los ciudadanos de cada Ágora (el sitio griego de reunión popular) local. Eso significa, esencialmente, que se ponga a la gente primero, la antítesis absoluta de la mercantilización de la vida.
Es una agenda utópica, y eso que hace que los derechistas atlantistas se retuerzan, es un llamado directo al comunismo utópico. Titus Levi, profesor en el Colegio Unido Internacional en Zhuhai, en el sur de China, reflexiona sobre cómo “tener una economía de biología y humanidad que ponga cabeza abajo el actual sistema: utilizando la economía como instrumento de la humanidad, no que se demuela a la humanidad el servicio de imperativos económicos”.
Ocupad Wall Street ciertamente quiere que no se talen los bosques, que no se contamine el aire, que los bancos no traicionen a sus clientes, y que los ciudadanos estén totalmente involucrados en el manejo de la vida pública (y que no se resignen a votar según leyes electorales abrumadoras cada cuatro o cinco años). Eso implica que debería haber leyes sensatas dirigidas por personas honestas e imparciales. No es lo que sucede, de ahí el crecimiento de las filas de la Internacional de los Indignados.
Mira al Sur, joven
Ocupad Wall Street también debería utilizar un maravilloso manual de política radical como Comunismo Hermenéutico [2] de Gianni Vattimo, profesor de filosofía en la Universidad de Turín y Santiago Zabala, profesor de investigación en la Universidad de Barcelona.
En 140 páginas llenas de acción –más copiosas notas– Vattimo y Zabala eluden el comunismo soviético histórico y el modelo chino contemporáneo para elogiar a los actuales gobiernos suramericanos democráticamente elegidos, “determinados a defender los intereses de sus ciudadanos más débiles”.
Ciertamente tienen razón al creer que “es la región del mundo que representa mejor el comunismo del Siglo XXI que, como dijo Eric Hobsbawm, debe ser primero y ante todo una crítica del capitalismo, o una defensa de lo que el gran Walter Benjamin llamó “la tradición de los oprimidos”.
Vattimo y Zabala producen una devastadora crítica de nuestra “democracia enmarcada”, en la cual el 1% “se dedica a la verdad en forma de imposición (violencia), conservación (realismo) y triunfo (historia). Estos sistemas políticos metafísicamente enmarcados sostienen que la sociedad debe autodirigirse según la verdad (el paradigma existente), es decir, a favor del fuerte y contra el débil”.
Vattimo y Zabala desenmascaran naturalmente toda la falacia del “fin de la historia” y demuestran “que dentro del sistema de las democracias enmarcadas metafísicamente, el cambio es casi imposible”. La única alternativa posible que queda por el momento se encuentra en el espacio latino y especialmente suramericano, donde, citando a Noam Chomsky: la gente toma la democracia más en serio que en Occidente, ciertamente más que en EE.UU.”.
Por imperfectos que puedan ser los diferentes experimentos nacionales, de Brasil a Venezuela, de Bolivia a Argentina, los nuevos gobiernos suramericanos han sido por lo menos representativos de sus pueblos porque “se han separado no solo de las imposiciones neoliberales sino también de la presencia militar acompañante, es decir el capitalismo armado”.
Por lo tanto Ocupad el Mundo tiene mucho que ganar a través del análisis de los diferentes experimentos políticos en Suramérica. Los paralelos con Europa son muy esclarecedores. Compárese por ejemplo Argentina –donde en las próximas elecciones del 23 de octubre Cristina Kirchner ciertamente dirigirá un tercer período post neoliberal, y a Dilma Rousseff en Brasil– con España, patria de los indignados, donde, créase o no, el reaccionario, casi fascista Partido Popular probablemente gane las elecciones del 20 de noviembre.
El reptiliano ex primer ministro español José María Aznar ha descrito a los indignados como un movimiento “marginal, no representativo”, exactamente como el presentador promedio de Fox News.
Que no quepa ninguna duda: el poder intelectual para canalizar la indignación global existe, de Vattimo y Zabala a Deleuze y Guattari, de Debord y Benjamin a David Harvey y Eric Hobsbawm, de Alan Badiou y Slavoj Zizek a Minqi Li y Wang Hui, de Atilio Boron al vicepresidente boliviano Álvaro García Linera.
No se trata de una revolución (global), todavía; aún es una evolución (lenta). La mayoría silenciosa post política no es ciertamente estúpida, solo cínicamente resignada. El desafío es arrancarla de sus sofás y sus controles remotos y que salga a las calles, para convertirla en un 99% en acción.
Esto implica presionar por una serie de políticas clave, específicas: gravar a los ricos y al sistema financiero, más fondos para la educación pública, atención sanitaria decente, el fin del Imperio de Bases estadounidense adicto a la "pentagonización". En lo que concierne a EE.UU., una abrumadora mayoría de los estadounidenses está a favor de estas políticas.
Por lo tanto la respuesta, amigo, llega y llegará de sopetón a las calles. Todo el poder a la Internacional de los Indignados. Es hora de que remezclar a Martha y los Vandellas para los principios del Siglo XXI. Llamad a todo el mundo: ¿estáis listos para un ritmo totalmente nuevo?
Notas:
1. Vea aquí.
2. Vea aquí.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com .
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