sábado, 12 de marzo de 2011

Aproximación al tema de la cultura

Por Gustavo Zelaya


La discusión  sobre la relación entre la cultura, la identidad y los valores es relativamente reciente, va apareciendo como tema independiente y especializado a partir de la segunda década del siglo XX, sobre todo con el nacimiento de los movimientos de liberación nacional en África y Asia, pero siempre ha existido conciencia de la presencia  de dos mundos diferentes: el de la naturaleza y  la sociedad humana organizada, eso que ahora llamamos cultura. Desde la antigüedad se discutió sobre la superioridad o inferioridad de uno u otro. El estado natural y el civilizado se presentaban como dos valores entre los que había que escoger. Para los pensadores de la escuela cínica de la Grecia clásica, la cultura era signo de corrupción y decadencia. Aristóteles, en cambio, propuso que el perfeccionamiento humano y la calidad moral de los ciudadanos era consecuencia necesaria del desarrollo de la polis. Según los estoicos, más cercanos a la cultura grecorromana, existía la obligación de vivir en armonía con la naturaleza para seguir el orden universal, claro que ese orden no era producido por la razón universal, sino por los intereses del imperio romano.

Todas esas concepciones antiguas de la cultura y las actuales establecen que la vida civilizada se compone de tres grandes elementos: los objetos materiales, los objetos no materiales y el proceso de la actividad humana. A grandes rasgos la relación entre esos elementos es lo que podemos llamar cultura. Una discusión sobre este tema por lo menos muestra cuatro dificultades:

1) el problema de la creación y transformación de los bienes culturales. Esto supone investigar la esencia del hombre y la elaboración de una teoría de la vida desde una antropología filosófica.

2) el problema del estilo, la forma y estructura de esos bienes cuando se separan de su creador. Cuestión que implica el examen de los objetos culturales, en sus estilos actuales y posibles, sus clasificaciones y formas.

3) El problema de la relación que se establece entre el sujeto y los objetos culturales, la alteración y afirmación de esos objetos y las formas de vida adoptados a partir de la cultura anterior; aquí se requiere aclarar la importancia y significado de las distintas formas del saber.

4) Además, hay otra dificultad que se vincula con las relaciones económicas, el tipo de propiedad existente, la distribución de la riqueza social y las relaciones sociopolíticas que conviven junto con aquellas, dentro de ellas, derivadas, interrelacionadas, y algo que puede ser fundamental: la forma de las relaciones que se establecen en el mercado entre los que poseen los grandes medios de producción, de comercialización, de comunicación, etc., y los despojados de esa posibilidad. Todo ello tiene un gran impacto en cualquier concepción que se quiera elaborar sobre la cultura y el no considerar esos cuatro problemas puede conducir a concepciones muy simples y parciales sobre este tema.

Por otro lado, existen dos consideraciones fundamentales en los significados del concepto de cultura:

1) el más antiguo significa la formación del hombre; su mejoramiento y perfección se lograría mediante la educación del ser humano verdadero en dos direcciones: a) mediante la relación con la ciencia y la filosofía; b) a través de la relación en la vida asociada. Se presume así, que el hombre se realizaría conociendo, conociéndose, buscando la verdad y viviendo en sociedad: este uno de los ideales de la sociedad griega, lograr el enlace entre el individuo y la sociedad, de lo particular con lo general. Aquí la vida humana no es un dato, un hecho o una realidad material, es la finalidad del proceso de formación cultural, un valor superior a las cosas materiales.

En el Renacimiento, alrededor de los siglos XIV y XV, la cultura fue pensada como la formación que permitía vivir del modo más perfecto en el mundo, aunque esa cultura tenía un carácter aristocrático reservada a unos cuantos privilegiados.

Durante el período de la Ilustración, en el siglo XVIII, se intentó superar el sentido elitista de la cultura de dos maneras: extendiendo la crítica racional a todos los objetos y con la difusión máxima de la ciencia para renovar la vida social e individual. Ser culto significó poseer algún conocimiento de matemáticas, de ciencias naturales, de historia, política, etc., significó, entonces, enciclopedismo, conocimiento general y sumario de todos los dominios del saber. En este período siguió persistiendo el sentido elitista de la cultura y se fue acentuando mucho más con el progreso de las relaciones capitalistas a nivel mundial.

A partir del siglo XIX el desarrollo social y las diversas investigaciones demandan conocimientos especializados, particulares, que reducen el estudio y la participación en las actividades culturales. La sociedad exige eficacia y rendimiento en las tareas asignadas. Tal rendimiento no significa posesión de una cultura general sino conocimientos específicos en una disciplina particular. Es decir: se pretenden técnicas delimitadas, habilidades exclusivas, precisión en el uso de instrumentos materiales o conceptuales. Todos esos elementos ya no son de una cultura entendida como la formación equilibrada y armoniosa del individuo, hablan solamente de una educación especializada pero incompleta. Tal formación presenta algunos inconvenientes como los siguientes: en principio provoca un desequilibrio en la personalidad humana, incomunicación con otros saberes y nos encierra en pequeños mundos; en segundo lugar, esa especialización nos desarma frente a otros problemas que no se resuelven con el dominio de una sola disciplina. Hay que tratar, entonces, de armonizar la especialización propia del desarrollo cultural con la necesidad de una formación humana equilibrada. Esto podría resolverse con la noción de cultura general, que enriquezca la personalidad y su capacidad de comunicación.

La posesión de una cultura general posiblemente realizaría características en el individuo como el desarrollo de un espíritu libre y abierto para saber comprender otras ideas y reconocer su valor, no se encerraría en ámbitos limitados de opiniones y creencias, no se sorprendería frente a lo novedoso, sería capaz de elegir entre ideas, modelos y creencias; no aceptaría la imposición de ideas ni sería pasivo frente a ellas, se formaría en el dominio de la técnica y en la capacidad crítica. En otras palabras, se requiere de una formación humanista, crítica, experimentar, poseer rigor en la abstracción y capacidad de elaborar proyectos de vida. Por tal razón, la cultura general no es un programa o un discurso, sino un problema y un discurso que debe ser enfrentado por distintas disciplinas para equilibrar la personalidad.

2) El otro significado de la cultura indica el conjunto de los modos de vivir y de pensar cultivados, eso que llamamos civilización; son los modos aprendidos y trasmitidos colectivamente por un grupo social. Es decir, la cultura es el hombre, su historia y el proceso de transformación del mundo, del hombre y de las instituciones sociales. La cultura se refiere, pues, tanto a las formas más cultas de la vida, como a las más toscas y rudimentarias, sin valorar una más que las otras.

Así, una forma rústica de cocinar es un producto cultural al igual que una sinfonía de Beethoven o la ópera rock Tommy, de tal modo que puede  afirmarse que la sociedad primitiva es un mundo cultural autónomo al igual que la sociedad actual. Cultura y civilización, entonces, son unos sistemas históricos de proyectos de vida explícitos e implícitos que tienden a ser compartidos por todos los miembros de un grupo. Igualmente significa que ese carácter histórico le confiere posibilidades de cambio, transformación, incluyendo la posibilidad de ser penetrada por nuevos elementos culturales propios de otros ambientes sociales.

¿Cómo se conforma la civilización? Constituye un grupo de instrumentos de que dispone una cultura para conservarse, enfrentar situaciones adversas, renovarse y progresar. Esos instrumentos son, en primer lugar, las técnicas, desde las más simples y primitivas hasta las ciencias más complejas; en segundo lugar, las formas simbólicas, o sea, las del conocimiento, la moralidad,  la religión, de la filosofía, de las diferentes expresiones artísticas, que influyen y son influidas por la técnica y la ciencia. Esa relación de técnicas, ciencias y formas simbólicas sirven de base a las instituciones económicas, jurídicas, políticas, religiosas, educativas, etc.

Ahora bien, faltaría discutir más sobre si una civilización y una cultura son suficientes si están conformadas con esos elementos y esas relaciones; si una existencia construida sobre esas bases será digna de ser vivida. O si esos momentos cultos y civilizados son los adecuados para generar formas de vida efectivamente humanas; o si hay que trabajar más en la producción de otras relaciones que hagan más eficiente el dominio técnico y más justa y placentera la existencia civilizada.

Con seguridad que hay más cuestiones que podrían plantearse ya que aquí sólo quedan enunciadas algunas de ellas. El desarrollo social o el atraso de los pueblos proporcionarán más elementos para una mejor formulación de los valores culturales y morales, del mismo modo que el establecimiento de una paz duradera o la agudización de los conflictos sociales incidirán en esta temática.  Podría asegurarse que la cultura y sus implicaciones pueden verse como un proyecto permanente que se va logrando con la construcción de unos contenidos en donde los seres humanos nos vamos reconociendo. Proyecto cultural que no puede imponerse desde un supuesto objetivismo extraño al sujeto, esto significa que tiene que ser comunicable, entendible y aceptable por todo ser humano, por tal motivo no se aniquilarían los productos culturales anteriores o se desconocerían los aportes de otras latitudes, sino que habría que posesionarse de ellos y superarlos.

Además, es fundamental saber que se requiere generar unas condiciones sociales de existencia en donde no exista espacio para los conflictos bélicos ni para el sufrimiento humano, darse cuenta que en la esfera de la vida individual y colectiva es importante que vayan  madurando y surgiendo unos valores y principios morales que tengan como cimiento el respeto de la vida humana, la cordialidad, el afecto, la satisfacción de las necesidades y la convivencia pacífica de las culturas.

El lento avance de nuestra Honduras a partir de 1950 muestra la importancia que ha adquirido el sistema de comunicación de masas. Esto ha dado lugar a una serie de cambios en la publicidad, la propaganda comercial y política, en las técnicas de difusión y mercadeo que pugnan para imponer códigos y símbolos del mundo capitalista hasta lograr forjar un modelo cultural con valores, normas y códigos de conducta de gran impacto social. La oligarquía local, con todo y que pueda parecer muy rústica y silvestre, aunque no lo diga  ha tenido bien claro que la cultura es el centro normativo-simbólico de la sociedad que debe ser manipulado por medio de la comunicación y el sistema educativo, para interiorizar e imponer en los individuos unos status y roles que lo hagan parte integrante de su sociedad. Interiorizamos normas, símbolos, motivaciones, modas, hasta intereses totalmente ajenos y que son propios de los grupos que dominan las estructuras de poder y control colectivos.

En ese lugar en donde convivimos los humanos los medios de comunicación masiva en manos de la oligarquía influyen directamente en la formación de las nociones del mundo y en las capacidades intelectuales con unas clasificaciones y valores determinados en los que la publicidad y propaganda ocupan lugares sobresalientes. Es aquí donde la conciencia aparece como una mercancía más y es también en donde se logra que los consumidores nos adaptemos a los mecanismos del mercado con la ayuda de métodos y técnicas que nos inducen a actuar de cierta forma.

Los medios de comunicación en manos de la oligarquía utilizan procedimientos para perpetuar un orden social injusto, siendo uno de sus instrumentos preferidos la repetición de mentiras, el golpe de estado y el uso de una jerga religiosa para hacernos creer que el sistema es absolutamente justo y no debe ser alterado. Todo ello no es más que algunas expresiones del agotamiento del sistema y que surgen también como reacción a la presencia de los movimientos sociales que dan nuevos aires a la existencia pública y que poco a poco se van convirtiendo en ejemplo de lucha por la transformación social. Ahora es cuando se está viendo con alguna claridad cómo las instituciones estatales y la democracia estilo nacional, edificada por los partidos tradicionales y con la puntual tutela norteamericana, ha instalado elecciones, instituciones públicas, alternabilidad en  el poder, división de poderes, como puros protocoles formales sin ningún contenido en donde se plasmen los intereses populares; como ejemplo de lo anterior es suficiente ver la distancia que existe entre la promesa del político y su práctica efectiva al acceder al poder. Sobre todo, la experiencia y el dolor padecido por el golpe de estado y su continuidad en el gobierno del Lobo, son viva  demostración de la necesidad de cambiar el desorden actual, el que concentra el poder en el ejecutivo, en donde se simula que el poder está en el que gobierna y pretendiendo masificar la idea de que la lucha emprendida por la Resistencia no tiene ningún sentido.

En la inmensa plaza que es la sociedad hondureña se desarrollan procesos sociales, económicos, culturales, en donde la llamada opinión pública se convierte en una fuerza política de primer orden. Esa sociedad está ahí, activa, dinámica, en constante movimiento, y es en donde la organización de la cultura y de la opinión pública se encargará de plasmar los criterios del pueblo que resiste; es desde aquí en donde  los hacedores de la cultura se van nutriendo también de ese pueblo que se forma y que forma a sus representantes culturales. En consecuencia, controlar, dirigir, organizar medios de comunicación y el proceso de construcción de la cultura popular aparece como una de las tareas fundamentales en la refundación del país.
9 de marzo de 2011

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