martes, 22 de marzo de 2011

Stella Calloni, memorias versificas


La Jiribilla

Por Marilyn Bobes

Entre el verano en las montañas y el regreso de ellas en el invierno, la periodista, escritora y poeta Stella Calloni ha decidido definirse para el lector cubano como una trashumante. El volumen que la Editorial Arte y Literatura acaba de entregarnos no es otra cosa que el testimonio de una sensibilidad que no se mira el ombligo con la intención lírica de quien aspira a la posteridad individual, sino el resultado de una preocupación por el mundo que la rodea desde que decidió expresarse por intermedio de la poesía, y que constituye una coherente cosmovisión de su obra y de sí misma: la habitante no tan desprevenida en la fatiga de la lluvia que cae, para parafrasear a Seanus Haney en el exergo del título que identifica esta antología personal.

Conformada por textos que abarcan diferentes colecciones publicadas entre 1969 y 1996, Memorias de trashumante es una crónica del mundo escrita con una subjetividad objetiva. Y he aquí que en este oxímoron, cabe la convicción de que un poeta puede, cuando se lo propone, armonizar mundo interior, vocación de rebeldía y ternura hacia él mismo, usando "el lenguaje cotidiano de los hombres", desentenderse de los ismos y la genialidad y entender que "el poeta, ese hermoso ser inservible puede hablar de mil maneras". Y todas estas son citas de su Carta a Hugo Blanco que el lector podrá encontrar en la sección de la antología identificada como Carta a LeRoi Jones. Stella Calloni quiere contar historias a pedido de su corazón y así lo hace en estos textos, lo mismo que en su excelente periodismo siempre consecuente con los dictados de su politizada sensibilidad.

Pero el ojo y el corazón de Stella no ignoran tampoco a aquellos que en las metrópolis comparten, en cierto modo, el destino de los americanos que malvivimos al sur del Río Bravo. En sus textos habita también gente como el músico, poeta y activista social LeRoi Jones, también conocido como Amari Baraka o los soldados norteamericanos enviados a morir a la Guerra de Vietnam.

La solidaridad bien conocida de Calloni con la causa cubana se hace también presente en un poema de 1969 titulado Carta a Haydée Santamaría, donde laten, desde los rostros "hermosamente anónimos" de los combatientes de la Revolución cubana, hasta la gigante figura del Che, a quien con pudor no dedica un poema independiente, puesto que, para ella, él ha compuesto "la tremenda poesía de vivir" contra el dolor de su "rostro vendido en los afiches, su voz, sus limpios ojos cambiados por monedas".

Bueno es decir que en esta colección hay cabida también para la vivencia personal. En la sección de Testimonios, podemos encontrar un conjunto de textos titulado Secuencias, donde el amor a la pareja adquiere trascendencia por sus vinculaciones con la lucha social, por el drama inconmesurable del amado, cuya muerte es descubierta en los periódicos y a quien la amante reinventa dispuesta a no aceptar una desaparición que es solo física, porque ella lo encuentra en todas partes: "en la mano tendida de los mendigos y por todos los malecones del mundo".

Conocida del pueblo cubano por libros de investigación periodística como Operación Cóndor, la Editorial Arte y Literatura nos permite ahora penetrar en el mundo no tan interior, pero sí muy emotivo con la que este Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí completa una imagen y una personalidad, cuya característica fundamental —ya lo he dicho— es, en mi opinión, la coherencia.

Stella Calloni no es la poeta que construye, desde el narcisismo, metáforas extraordinarias, sino una mujer observadora, la cual da voz a los sufrimientos del mundo que ella hace suyos, pastoreando no carneros obedientes, sino seres humanos humillados que, afortunadamente, ya reclaman, como lo hicieron sin demasiado éxito en la época de sus primeros textos líricos, lo que les pertenece y que, tarde o temprano, conquistarán la verdadera equidad.

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