lunes, 27 de julio de 2020

#NiUnaMenos al sur del Río Bravo


Por Diana Carolina Alfonso 

Ciudad Juárez es la primera capital latinoamericana al sur del Río Bravo, el canal acuífero que separa a la Matria Grande de las tierras del Tío Sam. Su lugar estratégico la ha convertido en una frontera porosa de cara al desbarranco humanitario que deja la invasión norteamericana a su paso. En esa frontera operan las redes más sanguinarias del narcotráfico en la última cadena de circulación de la cocaína y la amapola, como también de armas; dos rubros ampliamente masculinizados. El crecimiento potencial de estas economías de la muerte se dio a la par del trabajo maquilador como consecuencia de la firma del Tratado de Libre Comercio entre George Bush y Carlos Salinas (algo así como el Menem mexicano). Las maquilas son empresas desreguladas que concentran mano de obra femenina, y están exceptuadas de pago de aranceles e indemnizaciones a los y las trabajadoras. Es la forma de hiperexplotacion de los capitales extranjeros en países que exponen a las mujeres e infancias más pobres a la semiesclavitud. En conclusión, la apertura neoliberal mexicana ha generado dos fenómenos de división sexual del trabajo que explican por qué Ciudad Juárez es el epicentro del femicidio en Nuestramérica.

Por un lado las masculinidades narcotraficantes, y por otro el trabajo maquilador feminizado. Se estima que desde la firma del tratado de libre comercio, en Ciudad Juárez han sido asesinadas casi ochocientas mujeres. Una de ellas fue la poeta Susana Chávez, la creadora del poema “ni una muerta más” publicado en el 95. Susana fue víctima de femicidio en el 2011. Según los jueces responsables de su causa, Susana no fue asesinada por su militancia feminista. En este contexto podemos concluir que el femicidio en la actualidad es la consecuencia directa del diálogo entre las redes neoliberales de explotación, los norcoestados y la impunidad patriarcal del sistema judicial. De Susana nos queda el poema que hace al nombre de la campaña Ni Una Menos.

En países como México, Colombia, El Salvador, Haití y Brasil, la violencia contra los cuerpos femeninos está directamente asociada al desarrollo de las estructuras paraestatales, funcionales al narcotráfico y a injerencia extranjera en las entidades estatales y empresariales.

El grito de Ni Una Menos se ha eternizados al sur del Rio Bravo en los últimos seis años. El corazón de la campaña empezó a latir en Argentina tras el asesinato de la joven Ángeles Rawson en el 2015. Desde aquel oscuro 3 de junio, Latinoamérica se ha visto sacudida por las movilizaciones constantes y una organización cada vez más grande y radical de mujeres, cuerpos femeninos y disidentes en respuesta a la visceralidad del patriarcado neoliberal que nos habita. Después de seis años el patriarcado ha asumido la confrontación con el desprecio cínico que le caracteriza. Justamente este 3 de junio el fiscal Fernando Rivarola calificó de “desahogo sexual” la violación grupal que vivió una joven de 16 en la provincia de Chubut. Pese al cinismo y la impunidad, el movimiento que reclama por las vidas de los cuerpos femeninos se ha expandido por todo el continente. En el 2016 surgió la campaña Por todas ellas en Brasil, y ese mismo año la consigna Ni una mujer menos, ni un agresor más copó las calles ecuatorianas. Tan solo un año después del primer ni una menos en Argentina, al llamado se sumaron las mujeres y disidencias de Colombia, Venezuela, Nicaragua y Costa Rica.

Por lo pronto los movimientos de mujeres de la Matria Grande han venido articulando con las disidencias en pos de un programa común que afronte las consecuencias de la homofobia y la transfobia. Según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas (TMM de sus siglas en inglés, Trans Murder Monitoring) el 78 % de los asesinatos a personas trans a nivel mundial fue registrado en los países de América Central y América del Sur, encabezados por Brasil y México.

Entonamos un canto común del Pacífico al Atlántico que dice ¡Ni Una Menos!

Blog de la autora: #NiUnaMenos al sur del Río Bravo

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