miércoles, 15 de marzo de 2017
El síndrome de Doña Florinda
Por Juan Carlos Morales
Doña Florinda, de la serie del Chavo del 8, siempre fue frontal: prohibía a su hijo Quico llevarse con la “chusma”. Ella, que siempre pagaba la renta, permitía que su bobalicón hijo cayera a empellones a Don Ramón, bajo la mirada inquisidora del señor Barriga, el capitalista (ninguno del grupo era una familia “normal”). El programa estaba lleno de estereotipos.
Con esos inasibles elementos el argentino Rafael Ton escribió hace algunos años un extraño libro: El síndrome de Doña Florinda. El colombiano Álex Guardiola Romero analizó esta temática en las últimas elecciones de su país: “La gente vota por quien se parece a lo que él mismo quiere llegar a ser, por el candidato o la candidata que representa sus aspiraciones sociales, por la figura que sintetiza su sueño no de sociedad o de país sino de figuración social; votar se convirtió en un acto de arribismo”.
Más adelante señala: “El ciudadano que estudió en colegio público construido por los gobiernos de izquierda, que entró a la universidad pública sostenida por las luchas de la izquierda y que ahora trabaja en una empresa con un sueldo que invierte en su totalidad en pagar la cuota del carro y de la tarjeta de crédito, piensa que ya no se necesita de esos guerrilleros disfrazados de políticos que promueven la inclusión y la educación en la capital de Colombia, sino a gente de su mismo nivel social (¿?) que deje de estar pensando en esos del estrato uno que afean las calles con sus ventas ambulantes y ropas de dudosa procedencia, que no los dejan entrar o salir de Starbucks tranquilamente. Esos pobres”.
En una entrevista en Radio Gráfica, es el propio autor quien deja una sentencia: “A Doña Florinda le mueve el odio hacia el diferente”. Entonces, no se trataría únicamente de una clase social desfavorecida, como algunos creen, sino también algo típico de la llamada “clase sánduche”.
Aquí las palabras de Ton: “La clase media tiende a derechizarse. Se ven las Doña Florindas en la última elección. Lo terrible es que no quieren que –El Chavo o Don Ramón– estén mejor que ella. Comer afuera, comprar el nuevo celular. Les molesta que una persona pueda viajar en un tren mejor. Las supera el odio. Han elegido un lugar en la historia… Cualquier persona que le brinde una visión diferente queda descartada. Lo veo habitualmente. Analicé en Facebook a todas las Doñas Florindas. Les duele que ciertos personajes que antes respetaban –como Víctor Hugo o Pérez Esquivel– se pongan furiosos. Gente que perdía sus ahorros en 2001 y no les jode que venga Alfonso Prat Gay. El odio los pone en un solo lugar de la historia”.
Ese es uno de los temas. Los otros síndromes, que callamos, son temas cruciales que nos involucran como sociedad. Las disputas entre, al menos, tres factores. Por un lado, la clase social (vista desde “arriba” como el populacho), lo étnico (aún con esa connotación de lo “cholo” o lo “indio”) y la disputa centro-periferia (representado en lo montuvio o lo chagra). De estos tópicos, tendremos en las redes para rato. Allí está el desprecio, el miedo al otro y el racismo. Obvio, el país sigue mirándose al ombligo
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