lunes, 20 de marzo de 2017

Trump y la persecución mediática


Rebelión

Por Luís Eustáquio Soares y Luis Carlos Muñoz Sarmiento

¿Por qué los medios estadounidenses, y ahora los del resto del mundo, persiguen al nuevo dictador orbital, Donald Trump, en un hecho que, en otras épocas, sería visto como inaudito, políticamente incorrecto, mediáticamente inaceptable por inconveniente?
Los Estados Unidos no son una democracia, sino una plutocracia financiera que tiene al mundo entero como escenario de saqueo de la economía real. A esto se le da el nombre político-económico de neoliberalismo, que impulsaron, en pésimo dúo Ronald Reagan, en EE.UU, y Margaret La dama de hierro Thatcher, en Inglaterra, que alcanzó su apogeo con la caída del Muro de Berlín, en 1989, y que redondeó su miserable faena con la disolución de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), en 1991.

Esta plutocracia genocida formó y conformó una clase gerencial extremadamente bien entrenada y bien paga para llevar a cabo el proyecto de orquestación de un nuevo orden mundial, bajo el absoluto dominio de Wall Street (esa guarida de lobos que, en una burbuja de especulación financiera e inmobiliaria, vive a punta de cocaína, pepas, alcohol y del antidepresivo Prozac) (1). Pronto, bajo el absoluto dominio del dólar, considerando las variaciones probables e improbables implicada con el término petrodólar, que básicamente significa el juego entre lo virtual y lo real, bajo el signo de la abstracción financiera, por el dólar, lastrado por el petróleo, esto es, en un insumo productivo que alimenta la economía del planeta, ocupado, aún, por la energía de combustión.

Los plutócratas de Wall Street lograron, desde los inicios de la década del 70 del siglo XX, invertir la relación entre abstracción financiera y economía real. Mejor dicho: durante algún tiempo, después de la II Guerra Mundial, dominó al mundo el juego entre el dólar y el oro, en el cual este lastraba al primero, de donde es posible deducir que la emisión del dólar dependía de la posesión de oro; una riqueza definida como un sustantivo concreto: el oro.

Hasta ahí sería posible decir que la producción de riqueza estaba dominada por la economía real, que definía los parámetros de la riqueza financiera: para tal cantidad de oro, tal cantidad de emisión de dólares.

El patrón oro migró hacia el patrón petróleo, formando el petrodólar. Durante un breve periodo de tiempo el petróleo fue el lastre concreto del dólar.

El neoliberalismo puede ser definido como el fin del lastre del dólar en la economía real. Esto significa que, con el dominio neoliberal de la economía mundial, el petróleo (o cualquier otra riqueza concreta) dejó de ser la referencia que lastraba al dólar, porque este pasó a lastrarse a sí mismo.

Esta lógica puso al mundo patas arriba, lo que se fundamenta así: emisión infinita de dólares, demandando una producción “infinita” de insumos de la economía real.

Evidentemente, el patrón dólar significó y significa el más absoluto saqueo y violencia contra la economía real y, en este sentido, contra los trabajadores.

El neoliberalismo es la ideología del patrón dólar-dólar. El fin de todos los derechos laborales y su objetivo número 1, porque el patrón dólar-dólar odia cualquier límite del mundo concreto respecto a su infinita producción abstracta del dólar, este parásito “dracular”, por chupa-sangre, de la economía real, pronto de los trabajadores.

Al tope de la pirámide de la era del patrón dólar-dólar se encuentra la clase de capitalistas de Wall Street, reconocidos en el mundo entero por su ansia depredatoria con respecto a la clase trabajadora del mundo, al desmedido empleo de su fuerza para intentar someterla y esclavizarla, como lo muestra el filme ya clásico, de 1987, del cineasta Oliver Stone, y del cual hay una secuela, de 2010, titulada Wall Street: el dinero nunca duerme (2).

La clase intermediaria del neoliberalismo está constituida, a su vez, por los gerentes de este proyecto de dominación planetaria. Tales gerentes están al servicio de los dueños del dólar y, por lo tanto, tienen la mentalidad de la abstracción (por especulación) financiera y fueron formados para ser especialistas en el secuestro de la economía real y por lo tanto para ser fieles a los verdaderos dueños del dinero, los banqueros de Wall Street: la familia Rothschild, la familia Rockefeller, Goldman & Sachs, etc.

Obama y Hillary Clinton son dos gerentes, en la dimensión política gerencial, de los dueños del dinero. Fueron, por lo tanto, preparados durante décadas para cumplir con competencia y fidelidad el objetivo de llevar a cabo la dominación mundial estadounidense, teniendo en cuenta el patrón dólar-dólar.

El odio de las corporaciones mediáticas al Pato Donald Trump nada tiene que ver con su machismo, racismo, xenofobia, intolerancia, pretextos para acatarlo, nada más. Trump es odiado porque no es un gerente formado por los dueños del dinero, como Obama y Clinton, sino surgido de la también peligrosa cantera de la economía subterránea, especulativa a su manera: moteles, juego, prostitución, construcción, con un agravante: capital producido por uno de los tantos inmigrantes, de Alemania, como es Trump, y a los que, ahora, de manera irracional, combate. Prueba de ello, uno de sus primeras órdenes ejecutivas tiene que ver con la prohibición de la entrada de musulmanes a suelo gringo, como medida de protección de la “seguridad nacional” y ante el riesgo de terrorismo (3).

No hay que olvidar, además, que Trump es hijo de la escocesa Mary Anne MacLeod, quien a los 18 años llegó a EE.UU para trabajar como empleada doméstica, hasta que conoció al que luego sería magnate de la industria inmobiliaria, Frederick Christ Trump, ambos, padres de la abominable criatura que hoy lidera a los EE.UU. (4)

Los dueños del dinero (dueños del patrón dólar-dólar) solo quieren sanguijuelear la economía real y todo lo que tiene que ver con ella, como el mundo del trabajo.

Trump no es ninguna sorpresa, propiamente dicha, en el siempre dudoso terreno de las figuras políticas: de los políticos surgidos en un territorio, EE.UU, acostumbrados históricamente a emerger de las cloacas de la economía subterránea, de la expoliación, del pillaje, de la violencia, de la guerra, del crimen organizado. EE.UU es un sistema plutocrático. Trump es un plutócrata que ganó las elecciones, lo cual quiere decir que el orden, en sí, no fue alterado. Otra cosa es que haya ganado, con menos votación popular que la obtenida por Hillary Clinton, a través del Voto Electoral (5).

No obstante, Trump no es un gerente de los dueños del dinero y de alguna forma representa al mundo empresarial lastrado por la economía real: él no es un Wall Street. El odio a él deriva, así, del pavor que la clase parasitaria de los dueños del dinero tiene de la economía real, porque la última cosa que quiere dicha clase es que el mundo concreto vuelva a ser el lastre del dólar.

La descripción que se hace de los electores de Trump como ignorantes, es en sí una muestra de supina ignorancia. Es evidente que el patrón dólar-dólar es inviable incluso para los trabajadores gringos, porque es un patrón que solo permite incluir (y de forma afortunada) una oligarquía de gerentes fieles a su parásito desorden, excluyendo a las mayorías absolutas. Los trabajadores estadounidenses votaron por Trump porque rechazaron el patrón dólar-dólar. Hay mucha sabiduría en esta postura.

El problema es que Trump difícilmente conseguirá decretar el fin del patrón dólar-dólar, porque él es un híbrido entre la abstracción/especulación financiera y la economía real: la que ha sido sacrificada en el altar del dólar. Es incluso por esto que Trump en sí es un monstruo, porque no es una cosa (especulación financiera), ni la otra (economía real), sino las dos al mismo tiempo.

La tragedia del golpe en Brasil, llevada a cabo por el gerente de los dueños del dinero, Obama, reside en el hecho de que los usurpadores en el poder, con Michel Drácula Temer y el juezSérgio Moro a la cabeza (si se puede decir así de quienes conforman una pandilla de descerebrados, jejeje) están al servicio de Wall Street, de los dueños del dólar.

En conclusión, esto no es un filme de Hollywood (Reagan) ni de la BBC (Thatcher), mucho menos uno surgido de la cabeza borradora de entuertos del amigo de Lula y de Dilma, aunque antes de Brasil, que es el rebeldemente consecuente y consecuentemente rebelde Oliver Stone, quien ha puesto al descubierto muchos de los lastres del patrón dólar en el mundo, desde la óptica de la seguridad nacional, a través de su obra Snowden (2016) (6).

La historia de otro hombre que a diferencia de Trump no es un plutócrata y que, como Trump, pero que se halla en las antípodas, no está al servicio de Wall Street ni, felizmente, de los dueños del dólar. Un hombre libre que, pese a las cadenas exógenas, por su resuelta voluntad pudo olvidar el ego, el individualismo que lastra al capitalismo, la competitividad y el éxito, y lanzar un gesto compasivo y solidario al resto de la clase asalariada del planeta.

No es poca cosa ser, hoy, cooperador en un mundo que se cae a pedazos por el individualismo egoísta y por ese factor marxista, plusvalía, que hoy es bandera central del capitalismo, con su infinito ejército de alienados por el trabajo flexibilizado, es decir, tercerizado, y por el extravío existencial, en medio del laberinto burocrático/cibernético.

Fuentes y enlaces:






6. Consultor tecnológico gringo, informante, ex empleado de la CIA y de la NSA. En junio de 2013, hizo públicos, a través de los diarios The Guardian, de Londres, y The Washington Post, de EE.UU, documentos clasificados top secret sobre varios programas de la NSA, entre ellos el programa de vigilancia PRISM. Tras la entrega, Snowden voló a Moscú, donde pidió asilo y ahora, ante el vencimiento de su estadía en Rusia, piensa viajar a Brasil, donde se le ha ofrecido vivir. http://gnula.com.ar/ver-snowden-2016-online/

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