viernes, 17 de marzo de 2017

A Berta



Por Andrés Cabanas

La plural y multitudinaria conmemoración del primer aniversario de Berta Cáceres (su muerte y su siembra) evidencia el carácter global de su lucha y la transversalidad de su pensamiento y práctica política.
No es fácil definir a Berta, por mucho que se empeñen (nos empeñemos) en encuadrarla conceptual y políticamente: medioambientalista/ dirigente indígena comunitaria/ defensora de derechos/ activista contra proyectos transnacionales destructivos.
Berta es todo esto y, además, productora de conocimiento desde su práctica; dirigente indígena lenca y feminista (frente a los que asustan con la irreconciabilidad de ambas cosmovisiones); referente altermundista y defensora de su territorio lenca; líder social y líder política, si acaso ambos ámbitos pueden continuar separados por la fetichización del Estado y el partido político para la (fetichización de) la toma del poder institucional.
Innovadora. Rompedora de paradigmas. Tejedora de lo que hoy está virtual o realmente fragmentado por el neoliberalismo (Ana Esther Ceceña) pero también por la incorporación en nuestras vidas y nuestras prácticas como movimientos de un, dice Amador Fernández, sentido de vida neoliberal y, por tanto patriarcal, racista, competitivo, insolidario.
En este sentido, Berta es para mí el recuerdo de un mañana donde la acción colectiva será sobre todo renovación, articulación y construcción de consensos, en los márgenes y más allá de lo posible. 
El mosaico de organizaciones, colectivos, voces, visiones, propuestas que acompañan a Berta y a los que ella acompaña es la expresión de esta enseñanza: en Guatemala, el primer aniversario convoca a organizaciones indígenas, campesinas, de mujeres, feministas, estudiantes, feministas lésbicas, feministas comunitarias, sindicatos, movimientos en defensa del territorio y la autonomía, artistas y jóvenes. A partir de este dos de marzo de 2017 debemos preguntarnos si tenemos la voluntad y la capacidad de continuar esta propuesta integradora.
Representa Berta una cultura política donde coexisten no sin contradicciones (o coexisten y desarrollan precisamente por ser contradictorias) la identidad lenca, comunitaria, de izquierdas, feminista, revolucionaria. Berta logra entender que el capitalismo, el patriarcado y el racismo se combaten juntos (Laura Zúñiga Cáceres). ¿Nosotras y nosotros lo entendemos y actuamos en consecuencia? ¿O r eproducimos una forma de entender la política impositiva y no colabo rativa?
Por ello, el término que probablemente mejor define humana y políticamente a Berta Cáceres es Guardiana de los Ríos: imagen de lo que fluye, cambia y es también permanente; de lo que atraviesa territorios y fronteras físicas y mentales; de lo que va y regresa, con tantas certezas como incertidumbres.
Si nos preguntamos hoy, y lo hacemos cada día desde el 2 de marzo de 2016, por qué ella, por qué la brutalidad e impunidad de su muerte, esta es una de las respuestas: la asesinaron por inasible y escurridiza, por pionera, por trasgresora de verdades, por crítica y sincera. El río que corre, canta Karla Lara.
Berta agua y vida, multiplicada en las decenas de resistencias que rechazan los proyectos de muerte (Aura Lolita Chávez) y apuestan por la defensa del agua, el territorio, la madre tierra y la vida.
Estás viva y presente en todas y todos nosotros. Aun así, cercana, sensual, vital, nos haces y siempre nos harás mucha falta.
Te extrañamos, Berta Cáceres.

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