lunes, 13 de junio de 2016

La tranca a la libertad de expresión



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“O el periodista dice la verdad o no lo es”, dijo un día Monseñor Romero. Y en esa misma ocasión, en abril de 1978, dijo también las siguientes palabras que citamos textualmente: “Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad”. Hasta aquí la cita.

Como sabemos, los medios de comunicación de cobertura nacional de nuestro país están en manos de unos pocos altos empresarios. Por eso son medios corporativos. Estos medios nunca dirán algo en contra de los intereses comerciales, financieros y agroindustriales de sus propietarios. Ni tampoco estarán en contra de las decisiones del gobierno, porque empresarios y gobierno suelen estar siempre en contubernio. En este hecho es donde se cercena estructuralmente la libertad de expresión.  Esta es la tranca.

El gobierno no necesita emitir leyes que limiten la libertad de expresión, ni necesita pasar todo el tiempo cerrando medios o amenazando periodistas. Si lo hace es ocasionalmente y con golpes muy certeros como está ocurriendo en estos días. La libertad de expresión en Honduras se coarta y se extirpa en esa relación entre medios, empresarios y gobierno.

Con tanto desempleo, inseguridad económica e incertidumbre social, una inmensa mayoría de comunicadores sociales no tienen ni siquiera que preguntarse si van o no a decir otra verdad que no sea la de sus patronos. Lo tienen muy claro. Se deben al propietario del medio, y a la relación que este propietario tiene con el gobierno.  A veces acaban incluso adulando a quienes les pagan o les alegran la vida con algunos dineritos bajo la mesa.

Resuenan con tanta fuerza y vigencia las palabras de Monseñor Romero, cuando en mayo de 1978 dijo a este propósito lo siguiente, y citamos textualmente: “¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es lo que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras, pero vale más ser libre en la verdad, que tener mucho dinero en la mentira”.

El periodista necesita tener un sueldo digno, y en Honduras no lo tiene. Pero sobre todo, necesita condiciones de autonomía e independencia para ejercer el ejercicio de la libertad de expresión sin tener que depender de lo que piensa y quiera el propietario del medio. Un comunicador podrá vociferar en un medio de comunicación, pero si es mercenario de la noticia y tergiversa la realidad según conveniencias de empresarios y gobierno,  se le puede temer por el control que tiene de un medio, pero no se le respeta como periodista.

El Padre Ignacio Ellacuría supo situar la crítica a los medios de comunicación en el marco de una crítica a la democracia de minorías, y lo citamos textualmente: “el gobierno y los propietarios de los principales medios de difusión masiva, suelen hablar de libertad de opinión y de prensa como derechos fundamentales y como condición indispensable de la democracia. Pero si la libertad de opinión y de prensa sólo la pueden ejercitar quienes poseen medios no adquiribles por las mayorías, resulta entonces que la libertad de prensa y de opinión así ejercida, es un derecho que hace imposible la democracia”.  Hasta aquí la cita.

En nuestro acaso hondureño, por el control oligopólico de las frecuencias y medios, el contubernio entre empresarios y el gobierno, y esa sutil estaca que amenaza con ensartarse a los comunicadores sociales si se salen un tantito de los intereses y gustos de quien les paga, hace inviable la libertad de expresión,  y convierte la democracia en un hermoso concepto pero sin existencia posible.

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