miércoles, 15 de junio de 2016

Escuchamos otras voces



 Con ayuno indefinido "indignados e indignadas" de El Progreso luchan contra peaje   
Los tiempos nuestros son tiempos de inestabilidades, deterioros y desconfianzas. Todas las encuestas realizadas en los últimos años advierten que la desconfianza es un rasgo que define a la sociedad hondureña. En estos tiempos la tentación de querer imponer en todos los demás la verdad propia es una enorme tentación. Estos tiempos dejaron ser aquellos en los que la verdad religiosa o eclesiástica era aceptada sin más por la inmensa mayoría de la sociedad.

En estos tiempos así, se acentúa la sospecha, los prejuicios y los rechazos a las verdades cuando se percibe que se buscan imponer como la única y absoluta verdad en una sociedad cada vez más plural. Es cierto que cada sector cuenta con una dosis de la verdad que a todos los sectores de la sociedad nos toca buscar y construir. Pero en nada ayuda que cada sector quiera imponer su propia verdad como la única. Esta actitud contribuye a alejarnos más, a hacer más grande el abismo que existe entre los sectores, y en lugar de contribuir a la reconciliación, se afianzan las condiciones que polarizan a la sociedad.

Estos tiempos son oportunos para dejar en un ladito todas mis verdades, por muy profundas y sagradas que las considere, y abrirme a escuchar aquellas otras verdades que residen en sectores distintos a los míos. Son tiempos para practicar la humildad, pero practicarla de verdad no solo de palabra, ni esperar que esa humildad la tengan solo los demás.

Hay realidades en las que todos hemos de estar de acuerdo como punto de partida para escucharnos. La más grande de ellas es la Vida de las personas, de todas las personas, no solo de las que están en el útero materno, sino también de las personas que están fuera del útero materno y que su vida está profunda y cotidianamente amenazada.

Defender con fervor la vida dentro del útero materno y callarse o mantener una extrema prudencia ante la necesidad de defender la vida tan amenazada de los seres humanos que ya han nacido, suena a una actitud poco honrada y, por eso mismo poco creíble, y puede dar lugar que se gesten mayores desconfianzas y prejuicios, porque se sostiene sobre la base de no escuchar voces diferentes.

La vida se ha de defender en todas las circunstancias y con la misma intensidad. Y las voces que ante todo nos toca escuchar en este asunto de la defensa de la Vida es de las mujeres, especialmente las madres. No tengamos miedo en escucharlas, ellas tienen mucho que decirnos a toda la sociedad, y tienen mucho que decirnos especialmente a los sectores que con frecuencia definimos y miramos la vida entera desde los ojos masculinos.

Escuchemos con menos carga de prejuicios y sospechas las voces de las madres frente a las amenazas de la concepción y lo que ellas entienden y sueñan con la vida. Escuchemos las voces de las madres de las niñas y niños abusados y de los adolescentes y jóvenes que han sido o están siendo asesinados por el hecho de ser jóvenes, particularmente por la policía, el ejército y la Policía Militar del Orden Público.

Escuchemos todas las voces. Si alcanzamos la capacidad de escucha, sin duda, los otros sectores distintos podrán también escuchar lo que decimos. Pero nadie distinto a nosotros nos escuchará si no perciben apertura de nuestra parte, y si perciben que estamos anclados en nuestras posiciones inflexibles. Estos tiempos de deterioros e inestabilidades son propicios para escucharnos, por muy distinto que pensemos, nunca para encerrarnos en nuestras propias certezas, y menos para imponerlas a los demás como las únicas.

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