lunes, 27 de junio de 2016

Heroísmos hondureños



El panorama cotidiano urbano parece una fotografía invariable: en semáforos, puntos de buses, atrios de templos religiosos, y en general en las calles del centro de nuestras ciudades, niños, niñas, jóvenes y adultos vendiendo chicles, bolsas de agua, plátanos, lichas, naranjas, verduras, estuches de celulares y hasta pastillas para el dolor de cabeza. Las calles cada vez más llenas de ventas de chancletas, ropa interior, latas, ollas, juguetes plásticos puestos a la vista de los transeúntes que en su mayoría pasan como viendo para ninguna parte, y menos para las ventas.  

Esto es lo que se llama economía subterránea, informal y que expresa las ganas de vivir que tiene la gente pobre. Y ganas de vivir con honradez. La inmensa mayoría sale a ganarse la vida. Todos los días una señora se sienta con su canasto repleto de tortillas en una calle de la ciudad, con la ayuda de su nieta. Sabe a carta cabal que esa actividad no le quitará el hambre y mucho menos le dará para resolver otras necesidades básicas. Es el heroísmo cotidiano de un pueblo honrado en una sociedad conducida por un puñado de gente rica que siendo corrupta aparece como honorable.

El heroísmo hondureño reúne a millones de personas anónimas, solo saben hacer el bien sin que siquiera sepan que lo hacen y cada cuatro años van a votar y que se emocionan con un color político y más todavía con un equipo de fútbol. Son millones de compatriotas muertos de hambre, que no tienen conciencia de nación, que lloran cuando pierde su partido favorito, que se ponen a maceta cuando gana la selección nacional. Son millones que prefieren vender en las calles y regresar sin haber alcanzado siquiera pagar la deuda del día que caer en el delito y en hacer daño a los demás.

Este sistema no tiene desperdicio. Los auténticos héroes de la vida cotidiana son tratados con desconfianza y son mal vistos, mientras los auténticos ladrones, los evasores de impuestos, los que tuercen las leyes, los que se meten en los corredores subterráneos del crimen organizado, todos esos son vistos como honorables. Algunos de ellos son hasta religiosos que abren su boca para juzgar y señalar. Todos ellos son premiados como personas honradas y defensoras de la democracia. 
Nuestra economía tiene solución, pero nunca desde arriba, desde los pudientes. No es con ciudades modelos ni con ese modelo extractivista, ni con eso que llaman flexibilización de leyes, exoneraciones y privilegios a las multinacionales, como vamos a salir del atolladero económico.

Nuestra realidad nos dice que es el comercio y los negocios, las empresas y la producción de la mediana y la pequeña empresa lo que está dando la oportunidad a miles de hondureños y hondureñas. Esa es la respuesta, aquí está la solución a mediano y largo plazo.  Cualquier cambio solo puede venir desde un compromiso profundo con los héroes y heroínas que salen a la calle todos los días para hacer el bien.

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