viernes, 29 de mayo de 2015

La lucha contra la esclavitud en el cine

Rebelión

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez

Martirena

Según contaron las agencias hace unos años, el presidente norteamericano Bush jr. al visitar a su “colega” Putín, tuvo el detalle de sacarle a relucir a éste el “Gulag” y todo lo demás, atribuyéndolo por supuesto al “comunismo” ya que para nada le interesaba saber que las mayores víctimas del estalinismo fueron los “comunistas” o sea los disidentes que creyeron en la revolución. El presidente ruso que se esperaba algo así, no dudó en devolverle la pelota, replicando algo así como mira quién vino a hablar, y le recordó al flamante neoliberal el papel de su país en la trata de negros y el exterminio de las tribus indias, pero también le podría haber sacado a relucir Vietnam, su papel en toda clase de golpes de estados en el mundo (a Suharto, Pinochet,etc), pero la cosa quedó ahí. Ninguno de los dos merecía hablar de estas cosas
Resulta muy curioso que Hollywood, que dedicó decenas sino centenares de películas contra el “comunismo” (o sea contra los “agentes soviéticos” infiltrados, un arquetipo elevado a quintaesencia en la serie “Americans”), apenas sí asomó sus cámaras a la larga y tremebundo historia de la trata de negros, una trata que prosiguió hasta un siglo más después de las proclamas de la revolución de 1776…

En otros trabajos publicados en la red (Amos y esclavos, aparecidos en Kaosenlared 2014.kaosenlared.net/.../47294-amos-y- esclavos -4- cine -y-tv- contra -el-es, así como Sí, Bwana, editado en pdf en Els Arbres de Fahrenheit), me he referido ampliamente a este tema desde El nacimiento de una nación, hasta llegar a Amistad (EUA, 1997), de Steven Speilberg pasando por algunos ejemplos europeos como Tamango (Francia, 1958), obra del “black liste” exiliado John Berry.

En este apartado, el capítulo más importante lo ha jugado la televisión, a pesar de todos los impedimentos del poderoso “lobby” neoconservador norteamericano que, en este punto, roza unos criterios revisionistas no muy diferentes al empleado por cierta historiografía sobre el nazismo o el franquismo. Aparte de los títulos clásicos citados en los estudios mencionados, habría que añadir algunos documentales que cuentan quiénes fueron los ideólogos y factótums de las redes solidarias con los esclavos fugados.

Es el caso de la serie que en 1987 se hizo para televisión sobre el líder abolicionista Frederick Douglass, el más importante e influyente de su tiempo. Y es precisamente el medio televisivo el que mayor filmografía atesora en esta materia. Ahí está el caso de Friendly Persuasión (1975) del aplicado Joseph Sargent, una puesta en escena de los libros antiesclavistas de Jessamyn West situada históricamente en los años de la guerra civil norteamericana. Otra buena historia filmada es la de Harriet Tubman, una esclava que consiguió huir al Norte y que llegó a ser una de las voces habituales en los mítines y conferencias que realizaban los aboque más duele al espectador es el desamparo y el desprecio que los esclavistas tuvieron respecto a sus "propiedades", punto en el que resulta magistral el personaje encarnado por James Mason en Mandingo (EUA, 1975) una de las obras más logradas sobre la cuestión. La mayoría se inspiran en el libro que escribió un historiador y escritor afroamericano llamado William Still. Tanto el History Channel como el Discovery Channel los han visionado con rigor, aunque su difusión ha permanecido limitada.

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Un punto y aparte en esta filmografía lo conforma 12 años de esclavitud, (EUA, 2014) una obra ambiciosa de Steve McQueen, el director de color de nombre similar al del protagonista de La gran evasión. El cineasta ya tenía un bagaje destacado como artista y como hombre de cine off blockbusters de Hollywood. Sus filmes Hunger (basado en la huelga de hambre real que inició un preso político) y Shame (centrado en la adicción sexual de un bróker neoyorquino), lo habían convertido en un auténtico icono del cine independiente. Con esta producción radicalmente antiesclavista, Steve aborda la cuestión con un coraje que no se veía desde Espartaco, con una franqueza que no estaba presente en Amistad (EUA, 1997), ya que Spielberg acaba adoptando el punto de vista del liberal blanco que asume puntualmente la defensa de los negros sublevados en alta mar.

En 12 años de esclavitud, Me Queen se mantiene fiel a su estilo seco, poético y duro, pero para ello ha partido de una historia verídica, la de Solomon Northup (1808-?), un negro libre nacido y residente en Saratoga Springs, en el Estado de Nueva Cork. Había sido violinista y hombre respetado en su comunidad, hasta que fue engañado, drogado y vendido como esclavo en Washington. Northup (Chiwetel Ejiofor) relataría esas penurias que duraron más de una década en un libro titulado precisamente 12 años de esclavitud, que fue publicado en 1853. La película obtuvo magníoficas críticas, y de hecho ofrece un discurso que no ha perdido actualidad, especialmente desde que el mercado y las multinacionales se han erigidos en los reyes de la Creaciójn. La trama sigue todos esos años de Northup en condiciones extremas, malos tratos y vejaciones en plantaciones de algodón de Nueva Orleans y Louisiana. Para enfatizar el drama, el director no ahorra en la cinta secuencias crudas de violencia.

Entre otras cosas, dicha trama remite al Underground Railroad, una línea clandestina de escapada de muchos esclavos del Sur hasta conseguir la libertad en el Norte. Eran caminos, casas seguras, refugios e historias de abolicionistas intrépidos que ayudaron a muchos afroamericanos a escapar en su lucha por la libertad. La mayoría alcanzaron los estados no esclavistas del Norte, pero los hubo que llegaron a Canadá o incluso hasta México. Incluso peor resulta ese paternalismo que algunos amos ejercieron sobre algunos de sus esclavos (Benedict Cumberbatch), una actitud que no dejó de resultar representativa en muchos liberales, por ejemplo aparece de manera subyacente en una película célebre Adivina quien viene a cenar esta noche ( Guess Who's Coming to Dinner, EUA, 1967) obra del emblemático Stanley Kramer con Tracy&Hepburn y un Sydney Poitier en su apogeo .

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Solomon Northup no pudo recuperar la libertad y regresar a su vida normal, hasta que se convirtió en un acérrimo abolicionista, una actividad militante que mantuvo hasta su muerte en fechas y circunstancias que no han quedado aún demasiado claras.

Una de las causas que posibilitaron el rescate de Northup y de otros muchos como él, fue la ley del estado de Nueva York aprobada en 1840 por la que se podía/debía recuperar a cualquier ciudadano libre (fuera cual fuera su raza o color) que fuera secuestrado y vendido como esclavo en cualquier parte de la nación. La película de McQueen lo explica bastante bien, sobre todo en el recordatorio final de los juicios que se produjeron tras la liberación de Northup.

La temática ofrecida por esta necesaria película (imprescindible para conectar con esta parte de la histora de la infamia humana) fue ya motivo de atención en Solomon Northup's Odissey, un trabajo para la televisión pública estadounidense (la PBS) dirigido por Gordón Parks, reconocido animador de cine blaxploit en la década de los 70 del siglo pasado con el detective Shaft (Richard Roundtree ), que en una de sus aventuras se enfrentó con unos tratantes de esclavos . Northup fue encarnado entonces por el excelente actor Avery Brooks (Hawk en la teleserie Spenser, detective privado y su subsiguiente spin. En A woman callea Moses (1978) del destajista Paul Wendkos, con Cicely Tyson (Mona Lisa) encarnando a Miss Tubman, en una cinta donde por cierto interviene como secundario nada menos que Orson Welles que se tenían que ganar las habichuelas en papeles muy menores.

Las historias Underground Railroad tuvieron héroes anónimos como el granjero de ascendencia holandesa protagonista de House of Dies Drear (1984) de Alian A. Goldstein que fue parte activa de ese "tren clandestino"; aunque más popular fue El viaje de August King (1955o también de la pareja interracial formada por otro granjero (Jason Patrie), y una esclava prófuga (Thandie Newton), una obra bienintencionada pero carente de fuerza dramática como es propio de John Duigan (Romero), y que aquí llegó en formato televisivo. Un formato al que hay que recurrir al tratar cuestiones con tan mala prensa como la trata de negros, y sobre la cual se han producido no pocas serie y documentales del mayor nivel de exigencia y que tendría que estar p presente en escuelas y bibliotecas públicas.

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