jueves, 14 de mayo de 2015
El poder de la prensa
Por Ignacio de la Torre
Josetxo Ezcurra
Tras la primera caída de Napoleón Bonaparte, el emperador fue exiliado a la isla de Elba. Pronto, el genial corso protagonizó uno de los episodios más singulares de la Historia: tras escapar de Elba con una reducida escolta de su guardia imperial, fue capaz de atravesar Francia en veinte días y recuperar el poder sin disparar un sólo tiro, según regimiento tras regimiento enviado por los Borbones contra él se fueron pasando al bando imperial.
Analicemos la independencia de los medios franceses de por aquél entonces (1815) mediante los titulares consecutivos que expusieron dicha gesta*:
- “El demonio se ha escapado de su destierro”.
- “El fantasma corso ha desembarcado en Cannes”.
- “El tigre ha sido visto en Gap. Han sido enviadas a su encuentro tropas que le harán perecer como un miserable aventurero en las montañas”.
- “El monstruo ha podido llegar a Grenoble gracias a la traición”.
- “El tirano ha alcanzado Lyon, donde fue general el horror”.
- “El usurpador ha tenido la audacia de aproximarse a sesenta horas de la capital”.
- “Bonaparte llega a pasos de gigante, pero nunca entrará en París”.
- “Napoleón estará mañana a las puertas de la ciudad”.
- “Su majestad se encuentra en Fontainebleau”.
Durante mucho tiempo hemos estudiado cómo la prensa conformaba un “cuarto poder” en las democracias liberales, y cómo el ejercicio de dicho poder podía moderar los abusos de cualquiera de los otros tres poderes (el más abusón tiende a ser el ejecutivo). Si un directivo es esclavo de su cuenta de pérdidas y ganancias, que a la postre depende de sus clientes, un político es a su vez esclavo de sus votos, y los votos dependen en mayor o menor medida de los medios. Sin embargo, aunque la mayoría de la gente coincide en estos puntos, se ha pasado por alto la enorme interrelación que existe entre el poder de los medios y su estructura de financiación. Vayamos por partes.
Hace años viajaba con un importante ejecutivo de la prensa española para ver a inversores en EEUU. Su sorpresa fue mayúscula cuando fue recibido por becarios o por inversores sin mucha experiencia. El motivo es que la prensa genera un enorme poder político en casa, pero la dimensión económica de las empresas suele ser muy reducida, de ahí que los mercados de capitales les presten escasa atención. Con todo, el poder político genera en ocasiones cierta egolatría, a pesar del enano tamaño económico. De dicha contradicción entre gran poder político y escaso poder económico derivado de una dimensión reducida a veces se desprende la obsesión por el tamaño, y como el tamaño es pequeño porque la generación de flujo de caja es limitada, en ocasiones se abusa de la deuda para crecer.
La teoría financiera nos dicta que un negocio puede soportar un nivel de deuda directamente relacionado con su riesgo operativo. El riesgo operativo, a su vez, depende de la volatilidad de los beneficios. Así, una empresa de pompas fúnebres (clientela estable) podrá soportar más deuda que una empresa que vende bolsos de lujo (clientela expuesta al ciclo económico).
Los medios eventualmente generan sus ingresos de dos grandes partidas: publicidad y suscripción o venta de ejemplares. Esta última partida (suscripción/venta) tiende a ser más estable, aunque también está afectada por el ciclo. La publicidad es extremadamente sensible al ciclo económico. De esta reflexión se deduce que los medios no deberían “abusar de la deuda”, ya que su empleo excesivo puede provocar su insolvencia.
Durante los últimos años hemos contemplado cómo las funestas exposiciones de este artículo se han puesto de manifiesto… Así, antes de la crisis se produjeron adquisiciones de activos mediáticos mal planteadas, a precios erróneos y con uso abusivo de la deuda; después de la crisis se evidencia la mala decisión según se hunden los ingresos, de forma que el accionista pierde casi todo su patrimonio, los financiadores parte de sus préstamos y el medio queda noqueado, aun disfrutando de su menguante poder político, pero con una estructura de capital arrasada.
La consecuencia de este proceso es que los accionistas de los medios cada vez tienen menos relevancia en la línea editorial de la publicación, y los financiadores cada vez más. Así, cuando por ejemplo se produce una batalla épica como la que actualmente vivimos sobre si los “escudos fiscales” (en realidad promesas del Gobierno de pagar a un banco en el caso de que no genere beneficios suficientes para aprovechar las bases fiscales negativas pasadas, o en otras palabras, recompensar mediante el pago de un cheque desde Hacienda al banco que no ha pagado impuestos en el pasado consecuencia de sus pérdidas…) deben ser considerados como “ayudas de Estado”. Cabe preguntarse por la independencia de los medios a la hora de tratar cuestiones que afectan tan íntimamente a los bancos que permiten sostener a diversos medios.
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