jueves, 21 de mayo de 2015

A 50 años de la invasión de los "marines" a República Dominicana


Por Niko Schvarz
Osval

Acaban de cumplirse 50 años, medio siglo exacto, de la invasión de los “marines” yanquis a la República Dominicana, iniciada el 24 de abril de 1965, una de las múltiples agresiones directas perpetradas por el imperialismo yanqui contra los países de la América Latina y caribeña desde el siglo XIX. Lo mismo haría en Los Chorrillos, Panamá, en diciembre de 1989, para citar un ejemplo. En el caso dominicano, el objetivo era impedir el retorno al gobierno del presidente constitucional Juan Bosch y colocar en su lugar a Joaquín Balaguer, un incondicional del dictador Rafael Leónidas Trujillo, que asaltó el poder en 1930 y gobernó durante todo el período siguiente, a la orden y con el apoyo de Estados Unidos. En la invasión participaron 35 mil “marines”, que convirtieron la región oriental de la isla en un lago de sangre.
La República Dominicana comparte con Haití la isla que Cristóbal Colón denominó La Española cuando desembarcó allí en diciembre de 1492. Los restos del descubridor reposan en Santo Domingo, la capital. Por allí anduvo también el pirata inglés Francis Drake. Cuando desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX el naciente imperialismo norteamericano inició su expansión, invadió la República Dominicana en 1916 y le impuso un protectorado hasta 1924. Otro tanto hizo en Haití. En 1930 Rafael Leónidas Trujillo, jefe del Estado Mayor de la Guardia Nacional, creada y entrenada por las fuerzas de ocupación, asalta el poder y se mantiene (directamente o por intermediarios) durante 30 años.
Lo mismo que Somoza en Nicaragua, Trujillo fue el típico dictador sanguinario sostenido por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, que se adueñó del poder absoluto. Todos los detalles de su trayectoria pueden leerse en “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa. Era propietario del 71% de la tierra cultivable del país y del 90% de su industria. En mayo de 1961 fue asesinado, y todas las versiones coinciden en señalar que la autoría del crimen corresponde a la propia CIA. Un estudio dice que “sus crímenes fueron tantos y tan ostensibles que finalmente se volvió molesto para los propios Estados Unidos”. No sería el único caso, por cierto.
En 1963, en las primeras elecciones democráticas en República Dominicana, resultó electo el escritor Juan Bosch, con ideas de izquierda y partidario de la revolución cubana, triunfante desde el 1º de enero de 1959. Siete meses después, el gobierno de Bosch fue derribado por un golpe de estado que restauró en el poder a militares trujillistas. En abril de 1965 el coronel Francisco Caamaño Deñó encabezó una rebelión constitucionalista con el objetivo de reinstalar en su cargo al presidente legítimo Juan Bosch. Fue hacia fines de ese mes que se produjo la invasión de los 35 mil marines yanquis, para frustrar ese objetivo. Estados Unidos alegó como justificativo que las fuerzas nacionalistas albergaban simpatías “castro-comunistas”, slogan que repitió en múltiples otras intervenciones armadas.
Los combates fueron encarnizados y prolongados. Recuerdo un discurso de Fidel Castro, en días previos a la celebración del 1º de Mayo en Cuba, en que dijo que las balas también penetraban en el cuerpo de los “marines” norteamericanos. Pero el levantamiento militar y popular fue aplastado. Al retirarse, Estados Unidos dejó en el poder a un trujillista de pura cepa, Joaquín Balaguer. En retribución, éste abrió el país a la explotación de las transnacionales norteamericanas. La Gulf and Western pasó a controlar la industria azucarera, adquirió intereses en bancos, hoteles y agroindustrias, pasando a una posición dominante en el país.
Siguiendo la escuela de Trujillo, Joaquín Balaguer se hizo reelegir fraudulentamente siete veces. También en este caso, personalmente o a un adepto suyo. En la mayoría de estas elecciones se denunciaron (y se probaron) fraudes escandalosos. Durante esos gobiernos, desde territorio dominicano se facilitaron las maniobras y las armas a las bandas de los tontons macoutes, herencia de las dictaduras de los Duvalier, para reorganizarse e ingresar al fronterizo Haití, donde acometieron depredaciones de todo tipo en el intento de apoderarse del poder.
La situación se revirtió recién en el año 1996, en que fue electo para la presidencia dominicana Leonel Fernández Reyna, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que era precisamente el partido de Juan Bosch. Saltando las etapas, consignamos que Leonel Fernández fue reelecto en mayo de 2004, y su primer gesto fue rendir homenaje a Juan Bosch, del cual había sido discípulo. Celebradas el domingo 16 de mayo de 2004, estas elecciones tuvieron lugar en medio de una crisis económica provocada por la quiebra de tres de los bancos más importantes del país: Baninter, Bancrédito y Banco Mercantil de la República Dominicana. La participación fue del 74% de más de 5 millones de ciudadanos inscritos, incluyendo también, por primera vez, a los residentes en el exterior.
La fórmula del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), conformada por Leonel Fernández Reyna como presidente y Rafael Alburquerque como vicepresidente, triunfó con 2.063.871 votos, el 57,11%, frente a la fórmula del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), integrada por Hipólito Mejía (entonces presidente, y que vio frustradas sus aspiraciones reeleccionistas) y Fello Suberví a la vicepresidencia, que obtuvieron 1.215.928 votos, el 33.65%. Previamente Mejía había logrado establecer, mediante una reforma de la Constitución, la posibilidad de la reelección presidencial, que por otra parte contradecía los principios de su partido, pero fracasó en el intento. En esta elección, el partido de Joaquín Balaguer (Partido Reformista Social Cristiano, PRSC), entró tercero y último, con apenas 8,65% de los votos (312.493) y Eduardo Estrella como candidato.
Dicho acto electoral siguió en pocas semanas a la victoria de Martín Torrijos en Panamá, y confirmó el avance de las fuerzas progresistas y de izquierda en la América Latina y caribeña y su acceso a los respectivos gobiernos, etapa abierta por Hugo Chávez en la Venezuela bolivariana en el gozne de los dos siglos. Se ha escrito que “la elección panameña se integra a los cambios en América Latina como fruto del combate de sus pueblos, reflejados también en el plano electoral y en el acceso a los respectivos gobiernos, y en ese plano se inserta también la elección dominicana”.
Volviendo al tema inicial: la invasión de los “marines” a la República Dominicana, medio siglo atrás, tuvo inmensa repercusión en la América Latina y caribeña y en el mundo entero. El gran historiador y periodista argentino Gregorio Selser lo incluyó en lugar destacado en su trabajo póstumo, que enumera en forma pormenorizada la lista de intervenciones del imperialismo norteamericano contra nuestros pueblos desde el siglo XIX y en plena aplicación de la “doctrina Monroe”, que se traduce en “América para los americanos… del norte”. Hechos relevantes en esta materia fueron la invasión a Cuba en Playa Girón en abril de 1961 y que fue recordada por el Che Guevara en la conferencia del CIES en Punta del Este en agosto de ese año; la invasión a la isla de Granada, las intervenciones múltiples contra la revolución sandinista en Nicaragua y contra los gobiernos del FMLN en El Salvador, además de la ya recordada invasión a la zona de Los Chorrillos en la capital de la república de Panamá. Estos hechos, y muchos más de la misma categoría, integran el entramado de la historia de Nuestra América y de su enfrentamiento al imperio del norte, como acaba de confirmarse en la VII Cumbre de las Américas efectuada este mes precisamente en Panamá.

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