miércoles, 15 de abril de 2015

"No hay mal que por bien no venga"



Si se tratara de una telenovela o serie televisiva hubiéramos titulado a este editorial con el nombre: “de héroes a villanos”, “colaboracionistas sin fronteras”, “delatores al habla” o algo parecido. Sin embargo, el dicho popular se acerca más a la realidad de los narcotraficantes extraditados. Es decir, han hecho un pacto con el gobierno estadounidense pero no con la sociedad hondureña, su gobierno o determinados actores sociales con los que caminaban en un perfecto matrimonio.

Los medios de prensa nos lo contaban de esta manera: “al menos cuatro narcotraficantes hondureños extraditados a EE UU manifestaron a personas allegadas que la información sobre sus cómplices en este país era el arma que llevaban para negociar su pena con las autoridades norteamericanas”. Y dan una lista de los nombres que se han hecho públicos en el país los últimos meses. Los mismos periodistas señalan que “en su lucha por alcanzar una reducción de la pena van a quemar a políticos, diputados, alcaldes, empresarios, funcionarios judiciales, militares y hasta periodistas”.

La última de ellas es la señora Digna Valle. Ha dicho que acepta los cargos de tráfico de drogas y se compromete a dar toda la información sobre sus nexos en Honduras sin proteger a ninguna persona o entidad. Está claro que con el fin de que su pena sea reducida dará información precisa sobre quiénes eran sus contactos y protectores en la distribución de drogas y en el lavado de dinero. En otras palabras, los extraditados han pasado de ser enemigos a ser colaboracionistas.

La verdad es que los datos que aportan son reveladores: dieron seis millones de dólares a un político de occidente, un millón y medio a un funcionario judicial al cual además le construyeron una casa; tienen nombres y apellidos de militares involucrados en el negocio de las drogas y que les ayudaban a abastecer a los helicópteros y aviones que caían cargados de cocaína en La Mosquitia. Los ciento cincuenta mil dólares que dieron a un alto oficial militar. Igualmente delatarán a varios agentes y oficiales de la Policía que forman parte de los carteles de la droga; nombres y apellidos de cinco alcaldes de occidente puestos por los narcotraficantes; empresarios y políticos con quienes han tenido relaciones financieras; operadores de justicia que les robaron dineros, caballos y ganado; y el nombre de políticos testaferros cercanos a ellos.

No deja ser positivo saber con pelos y señales la amplia red que conforma el mundo del narcotráfico: quiénes son, donde están, cómo actúan, la telaraña que conforman; conocer sus aliados estratégicos, lo vínculos que mantienen con el mundo de la política, de la economía o el gobierno mismo. Pero su extradición deja al descubierto la sumisión tan grande al gobierno estadounidense y la falta de reciprocidad para que “en el norte” hagan lo mismo y se de una caza de brujas de los verdaderos capos que controlan la droga en el mayor país consumidor de la región.

De cara al interior del país falta aún mucha trasparencia y eficacia. Si ha sido bueno que el “autoprocesamiento y autoculpabilidad” para poder negociar con cierta solvencia en EE UU por parte de los extraditados, el gobierno con gran poder mediático y publicitario capitaliza la lucha contra el narcotráfico saliendo en caballito blanco como si hubiera sido el líder del proceso. Se necesita una voluntad política e inversión económica fuerte para sanear una sociedad e institucionalidad atravesada por la corrupción y el acomodamiento de unos poderes situados por encima y al margen de la vida democrática y del bien común de las mayorías.

Lo que sí podemos recoger de esta coyuntura es que estas confesiones/ negociaciones proporcionan a la sociedad y opinión pública elementos muy valiosos como para enfrentarse a unas élites civiles y de poder cómplices y beneficiarias de esta lacra social. Y confirma una vez más lo que muy bien dice el refrán popular: “no hay mal que por bien no venga”.

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