miércoles, 9 de marzo de 2011
La Bolivia de Evo, identidad étnica y desarrollo
ThePrisma
Por Pablo Sapag M.
Evo Morales Ayma cumple este 2011 seis años al frente de Bolivia. Sólo ese dato es ya todo un hito en el país de América Latina con más golpes de estado e interrupciones de los mandatos presidenciales y, por consiguiente, con más presidentes de la República o de la respectiva junta militar que cualquier otro país de la región.
Lo relevante, sin embargo, es que eso no es casual. Responde, en esencia, a la viga maestra del proyecto político de Morales. Toda su acción se sostiene en la idea del sinceramiento étnico de Bolivia y la conexión de esa realidad demográfica con las instituciones políticas, militares, sociales y de cualquier otro tipo del país.
En ese sentido, no cabe duda, Bolivia es de lejos el país más avanzado de toda América Latina porque este Siglo XXI nuestra región no puede seguir eludiendo esa cuestión básica.
Doscientos años de vida independiente han demostrado que las desigualdades sociales se mantienen impertérritas, al margen de las recetas políticas y económicas que se hayan aplicado con el objetivo de sino eliminarlas sí reducirlas significativamente.
La historia latinoamericana es en ese sentido concluyente, las disparidades son consecuencia de una hasta ahora distribución del poder político y económico que no ha tenido en cuenta las realidades étnicas y demográficas de los países.
Por eso en la mayoría de los casos han mandado los blancos de origen europeo -español/portugués o no- o los asimilados a ese grupo. Por eso mismo también son esos sectores los que dos siglos de vida independiente después siguen detentando el grueso de los recursos y por lo mismo viviendo mucho mejor que la gran masa mestiza, indígena o afroamericana, según el caso. Evo Morales no sólo comprendió eso, sino que a partir de ahí trazó un programa político de dimensiones revolucionarias, duraderas e irreversibles.
El parto no ha sido fácil, porque la resistencia al sinceramiento étnico de Bolivia por parte de todos aquellos a los que no convenía el gobierno de una mayoría real ha sido fuerte. Por lo mismo, los primeros cuatro años de mandato de Evo Morales han sido complejos desde la perspectiva institucional.
No obstante, la claridad del proyecto, su sustento en la ecuación étnica real de Bolivia y el esfuerzo pedagógico necesario han permitido sacar adelante el proyecto. Así, una Asamblea Constituyente ha redactado una nueva Constitución que convierte a Bolivia en Estado plurinacional, lo que supone reconocer a todas las etnias del país no sólo sus derechos culturales, también los económicos que se derivan de la posesión del territorio. Ese proyecto fue aprobado por la mayoría de los bolivianos en referéndum. En una y otra instancia Morales tuvo que resistir las presiones de aquellos grupos que no estaban dispuestos a compartir el poder. Los mismos que al ver la marcha imparable del proyecto del Presidente intentaron en vano atrincherarse en los departamentos que aún controlaban políticamente de acuerdo a los viejos usos y costumbres de la política latinoamericana, maniobras que habitualmente suponen desconocer la historia y la realidad étnica y demográfica de los territorios que se gobiernan.
Cuando esos juegos políticos no resultan bien sus instigadores, como bien recoge la propia historia boliviana, apelan directamente a los militares. En este caso no ha sido posible porque la política militar de Evo Morales está en consonancia con su proyecto de país. En ese sentido en las Fuerzas Armadas bolivianas también se ha operado un sinceramiento étnico con el objetivo de que oficiales y tropa respondan a la realidad étnica demográfica del país al que sirven. Eso explica la ausencia de intentos golpistas, tan frecuentes en el pasado. Fuerzas Armadas, pueblo e instituciones hoy tienen un mismo color, el de la aplastante mayoría indígena y mestiza de Bolivia.
Al tiempo que Morales creaba la nueva institucionalidad boliviana, el Presidente renegoció con las empresa petroleras el royalty que venían pagando por beneficiarse de la extracción de los recursos del subsuelo boliviano. Lo hizo de manera inteligente ya que no rompió con esas multinacionales, simplemente renegoció los contratos. Las protestas iniciales no duraron mucho porque la alternativa era dejar Bolivia, cosa que no estaban dispuestas a hacer porque con el nuevo royalty seguían ganando plata. Esos ingresos le permitieron mantener el equilibrio de las cuentas públicas y de esa manera evitar que el siempre acuciante debate económico complicase el debate de fondo: el institucional. La oposición estuvo tentada de manifestar su rechazo a partir de la creación del caos económico pero eso tampoco funciona en una Bolivia en el que el sinceramiento étnico también empieza a aplicarse a los medios de producción.
Reelegido como Presidente de acuerdo a la nueva Constitución, Morales tiene en este periodo el desafío de demostrar que el modelo de estado plurinacional funciona y al mismo tiempo hacer frente a otras cuestiones. En el ámbito económico el año 2010 terminó con un traspié para el Presidente. La eliminación de los subsidios a la gasolina y otros combustibles de uso doméstico suscitaron una gran protesta en contra del Gobierno. Evo Morales supo rectificar a tiempo y la calma ha vuelto al país pero episodios como ese no deben repetirse. El Presidente debe reforzar su equipo económico, sobre todo en los niveles intermedios, para que propuestas así no lleguen ni a plantearse si previamente no se han evaluado sus consecuencias políticas.
En ese ámbito Morales tiene mucho capital, pero no es conveniente que lo malgaste con decisiones tomadas sin la suficiente evaluación. Con el Estado plurinacional en marcha, el debate gira más entorno a esas otras cuestiones hasta ahora secundarias debido a las urgencias institucionales.
En el ámbito de la política exterior Morales ha sido muy cauto en estos primeros seis años de Gobierno. El ejemplo de Bolivia habla por sí solo pero quizás hace falta un esfuerzo mayor del Presidente por proyectar los logros derivados de un modelo político que tiene en el reconocimiento étnico su piedra angular.
La mayoría de los países latinoamericanos están muy rezagados respecto a Bolivia en esa cuestión. Sus grandes masas mestizas, indígenas y afroamericanas agradecerían un esfuerzo mayor de Morales por explicar las ventajas del modelo y su condición de alternativa a los fracasados experimentos neoliberales de manual aplicados sin anestesia en otros países de la región.
La plataforma del estado plurinacional boliviano es lo suficientemente sólida como para que Evo Morales pueda incursionar también con éxito en el ámbito internacional. Su discurso siempre prudente reforzará en ese espacio el innegable ejemplo boliviano.
Por Pablo Sapag M.
Evo Morales Ayma cumple este 2011 seis años al frente de Bolivia. Sólo ese dato es ya todo un hito en el país de América Latina con más golpes de estado e interrupciones de los mandatos presidenciales y, por consiguiente, con más presidentes de la República o de la respectiva junta militar que cualquier otro país de la región.
Lo relevante, sin embargo, es que eso no es casual. Responde, en esencia, a la viga maestra del proyecto político de Morales. Toda su acción se sostiene en la idea del sinceramiento étnico de Bolivia y la conexión de esa realidad demográfica con las instituciones políticas, militares, sociales y de cualquier otro tipo del país.
En ese sentido, no cabe duda, Bolivia es de lejos el país más avanzado de toda América Latina porque este Siglo XXI nuestra región no puede seguir eludiendo esa cuestión básica.
Doscientos años de vida independiente han demostrado que las desigualdades sociales se mantienen impertérritas, al margen de las recetas políticas y económicas que se hayan aplicado con el objetivo de sino eliminarlas sí reducirlas significativamente.
La historia latinoamericana es en ese sentido concluyente, las disparidades son consecuencia de una hasta ahora distribución del poder político y económico que no ha tenido en cuenta las realidades étnicas y demográficas de los países.
Por eso en la mayoría de los casos han mandado los blancos de origen europeo -español/portugués o no- o los asimilados a ese grupo. Por eso mismo también son esos sectores los que dos siglos de vida independiente después siguen detentando el grueso de los recursos y por lo mismo viviendo mucho mejor que la gran masa mestiza, indígena o afroamericana, según el caso. Evo Morales no sólo comprendió eso, sino que a partir de ahí trazó un programa político de dimensiones revolucionarias, duraderas e irreversibles.
El parto no ha sido fácil, porque la resistencia al sinceramiento étnico de Bolivia por parte de todos aquellos a los que no convenía el gobierno de una mayoría real ha sido fuerte. Por lo mismo, los primeros cuatro años de mandato de Evo Morales han sido complejos desde la perspectiva institucional.
No obstante, la claridad del proyecto, su sustento en la ecuación étnica real de Bolivia y el esfuerzo pedagógico necesario han permitido sacar adelante el proyecto. Así, una Asamblea Constituyente ha redactado una nueva Constitución que convierte a Bolivia en Estado plurinacional, lo que supone reconocer a todas las etnias del país no sólo sus derechos culturales, también los económicos que se derivan de la posesión del territorio. Ese proyecto fue aprobado por la mayoría de los bolivianos en referéndum. En una y otra instancia Morales tuvo que resistir las presiones de aquellos grupos que no estaban dispuestos a compartir el poder. Los mismos que al ver la marcha imparable del proyecto del Presidente intentaron en vano atrincherarse en los departamentos que aún controlaban políticamente de acuerdo a los viejos usos y costumbres de la política latinoamericana, maniobras que habitualmente suponen desconocer la historia y la realidad étnica y demográfica de los territorios que se gobiernan.
Cuando esos juegos políticos no resultan bien sus instigadores, como bien recoge la propia historia boliviana, apelan directamente a los militares. En este caso no ha sido posible porque la política militar de Evo Morales está en consonancia con su proyecto de país. En ese sentido en las Fuerzas Armadas bolivianas también se ha operado un sinceramiento étnico con el objetivo de que oficiales y tropa respondan a la realidad étnica demográfica del país al que sirven. Eso explica la ausencia de intentos golpistas, tan frecuentes en el pasado. Fuerzas Armadas, pueblo e instituciones hoy tienen un mismo color, el de la aplastante mayoría indígena y mestiza de Bolivia.
Al tiempo que Morales creaba la nueva institucionalidad boliviana, el Presidente renegoció con las empresa petroleras el royalty que venían pagando por beneficiarse de la extracción de los recursos del subsuelo boliviano. Lo hizo de manera inteligente ya que no rompió con esas multinacionales, simplemente renegoció los contratos. Las protestas iniciales no duraron mucho porque la alternativa era dejar Bolivia, cosa que no estaban dispuestas a hacer porque con el nuevo royalty seguían ganando plata. Esos ingresos le permitieron mantener el equilibrio de las cuentas públicas y de esa manera evitar que el siempre acuciante debate económico complicase el debate de fondo: el institucional. La oposición estuvo tentada de manifestar su rechazo a partir de la creación del caos económico pero eso tampoco funciona en una Bolivia en el que el sinceramiento étnico también empieza a aplicarse a los medios de producción.
Reelegido como Presidente de acuerdo a la nueva Constitución, Morales tiene en este periodo el desafío de demostrar que el modelo de estado plurinacional funciona y al mismo tiempo hacer frente a otras cuestiones. En el ámbito económico el año 2010 terminó con un traspié para el Presidente. La eliminación de los subsidios a la gasolina y otros combustibles de uso doméstico suscitaron una gran protesta en contra del Gobierno. Evo Morales supo rectificar a tiempo y la calma ha vuelto al país pero episodios como ese no deben repetirse. El Presidente debe reforzar su equipo económico, sobre todo en los niveles intermedios, para que propuestas así no lleguen ni a plantearse si previamente no se han evaluado sus consecuencias políticas.
En ese ámbito Morales tiene mucho capital, pero no es conveniente que lo malgaste con decisiones tomadas sin la suficiente evaluación. Con el Estado plurinacional en marcha, el debate gira más entorno a esas otras cuestiones hasta ahora secundarias debido a las urgencias institucionales.
En el ámbito de la política exterior Morales ha sido muy cauto en estos primeros seis años de Gobierno. El ejemplo de Bolivia habla por sí solo pero quizás hace falta un esfuerzo mayor del Presidente por proyectar los logros derivados de un modelo político que tiene en el reconocimiento étnico su piedra angular.
La mayoría de los países latinoamericanos están muy rezagados respecto a Bolivia en esa cuestión. Sus grandes masas mestizas, indígenas y afroamericanas agradecerían un esfuerzo mayor de Morales por explicar las ventajas del modelo y su condición de alternativa a los fracasados experimentos neoliberales de manual aplicados sin anestesia en otros países de la región.
La plataforma del estado plurinacional boliviano es lo suficientemente sólida como para que Evo Morales pueda incursionar también con éxito en el ámbito internacional. Su discurso siempre prudente reforzará en ese espacio el innegable ejemplo boliviano.
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