lunes, 25 de diciembre de 2017

El Tío Sam reparte sus juguetes en Honduras

Rebelión

Por Milson Salgado

La bonanza del tío Samta Claus se benefició de la pobreza de Honduras, y en el año de 1870, el gobierno de Estados Unidos compró la deuda que Honduras contrajo con la casas Bischoffsheim y Goldschmidt de Londres y la Casa de Francia Dreyfus, Scheyer y Company para la construcción del ferrocarril nacional del que sólo recibió el 10% del importe total de 20 millones de Francos y 1 millón de libras esterlinas respectivamente ; y el fundador del Partido Nacional, el presidente Manuel Bonilla quien acompañado por los filibusteros Guns Malone y Lee Christmas accedió al poder con una guerra civil apoyada por estos gamberros y vándalos para regalarle a la Vacaro Brother Company, Standart Fruit Company, United Fruit Company y a la Cuyamel Fruit Company las mejores tierras de la costa norte atlántica del país, como parte de la extorsión por subrogación de la deuda que Honduras terminó de pagar hasta en los años 50 del siglo XX, pero a más de 150 años estas tierras que se dieron en concesión por tiempo determinado se mantienen inexplicablemente en su poder bajo otras denominaciones sociales.
El Tio Samta Claus, se llevaba las rentas de la producción de bananos en su saco de regalar juguetes a los niños ricos y complementaba las calorías perdidas, y alejaba las depresiones existenciales de la explotación económica a los obreros de Atlanta, Filadelfia, Washington, Miami, y Boston. Mientras los niños pobres de Honduras se arrellenaban en sus miserias por estar lejos del polo norte, y no tener la fortuna de que cayera nieve blanca.

El Tio Samta Claus ha dominado la escena en Honduras y ha armado a las Fuerzas Armadas hondureñas hasta los dientes para defenderse de un enemigo inexistente en la geo estrategia militar, pero muy visible en los límites de tolerancia de un pueblo que puede tocar fondo, y ha enfermado al cuerpo armado de anticomunismo al punto de beneficiarse de la desaparición de más de 200 ciudadanos en la década de los 80s del siglo recién pasado.

El tío Samta Claus tiene su casa en Tegucigalpa llamada embajada, y sus palabras son imperiosas, y un no cierra bocas y un sí alicienta su amistad efímera que dura como los códigos de barras de los artículos hasta el último resquicio de su utilidad. Usó nuestro territorio para atacar a Arbenz, a la Nicaragua de los Sandinistas, y para entrenar a las tropas asesinas del Salvador que llenaron de sangre y de vergüenza la Comunidad del Mozote en el rio Sumpul.

El Tio Samta Claus después del fantasma de la guerra de guerrillas, nos recetó la democracia representativa pero dio un golpe, y por su base militar en tierra hondureña llevó secuestrado al presidente Manuel Zelaya. Ahora que se acerca la navidad el Tío Samta Claus agradecido por el buen comportamiento de uno de sus mejores niños bonitos, el presidente Juan Orlando Hernández, porque nadie de los demás presidentes se había atrevido a privatizar la Enee, el Sanaa, Hondutel, la UNAH, y concesionado ríos por más de 50 y 100 años, ha llenado de palma africana el Bajo Aguan y ha provocado que los sobrantes de la producción de frijoles y maíz de los granjeros estadounidenses lleguen a nuestros fogones. Los banqueros de Wall Street le apuestan a estos procesos de privatización, y vienen a hacer sus negocios de peajes sobre carreteras que aun paga el pueblo, y en maquilas donde el ser humano es una piltrafa de comer y trabajar.

Por esas razones el tío Samta Claus ha decidido pasarse por la manga de su traje rojo de terciopelo a la democracia representativa, y valiéndole un bledo el voto del pueblo, ha decidido regalarle a su nietecito Juan Orlando Hernández que mendigaba un trozo de poder en la Avenida Pensilvania, y hoy se le han concedido sus deseos de Navidad de obtener un segundo mandato con la bendición de las certificaciones en donde los votos hablan en español pero se cuentan en inglés, y le ha dado el salvoconducto de ver caer la blanca nieve desde las nubes del cielo hondureño en total impunidad.

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