viernes, 15 de diciembre de 2017
Choque geoeconómico de Trump y el mandarín Xi
Por Alfredo Jalife-Rahme
Trump no arrancó en China su elusivo G-2. Al contrario, en el tema de Corea del Norte reculó ante la firmeza de China, y en materia comercial –más allá de los no vinculantes memoranda de entendimiento (MOU, por sus siglas en inglés) por más de 250 mil millones de dólares– sólo descolgó la venta de 300 aviones Boeing por alrededor de 40 mil millones –truco que suele emplear China para calmar las baladronadas de Estados Unidos– y un relevante acuerdo gasero por otro tanto, en el que China colaborará con Bank of China y la empresa estatal Sinopec para importar el preciado gas de Alaska, lo cual reconfigura la nueva geopolítica del gas, como referí a Sputnik (https://goo.gl/Je9NjG). Después de la misma confesión de su jefe de gabinete, el general John Kelly, Trump aceptó el triunfo geoeconómico de China (https://goo.gl/VZZbPR).
Mark Landler, del trumpófobo The New York Times (NYT), exhibe las contradicciones en la gira asiática de Trump, quien solicita la unidad contra Corea del Norte, pero adopta ir solo en comercio (https://goo.gl/RXHtwt). A juicio de Landler, será difícil reconciliar tales mensajes contradictorios, lo cual “podría determinar el destino en el corto plazo ( sic) de Estados Unidos como potencia en el océano Pacífico”.
En Da Nang (Vietnam), sede de la cumbre 25 de la insulsa APEC de 21 miembros –que no ha resuelto nada en un cuarto de siglo, pero que se ha vuelto el punto de encuentro de las tres superpotencias: Estados Unidos/China/Rusia–, Trump expuso su pasión por el nacionalismo económico –“no existe un lugar como el hogar ( sic)”– y su repudio al multilateralismo de la agónica Organización Mundial del Comercio.
En su gira por cinco países asiáticos de 12 días, Trump diluyó su vino bélico en China y Seúl (capital de Corea del Sur), donde exhortó la participación de Rusia –que ostenta 18 kilómetros de frontera con Corea del Norte–, al unísono del papel imprescindible de China, para resolver el contencioso de desnuclearización de la península coreana.
A Landler no se le escapa que el neoaislacionismo trumpiano y su desafiante populismo pueden empujar a los países asiáticos a la órbita de China, que llena el vacío dejado por Estados Unidos. El discurso de Trump sobre “soberanía ( sic) y la independencia ( sic) de los países” habrá dejado estupefactos a los vulgares mercantilistas neoliberales allí presentes, quienes no entienden que el tema comercial ha sido relegado por el binomio geoeconómico/geopolítico.
Tanto NYT como Financial Times expusieron los esbozos de la estrategia Indo-Pacífico –la Santa Alianza geoeconómica y geopolítica de Estados Unidos/India/Japón/Australia– para contrarrestar a China con su ascendente bloque económico RCEP-16 (Regional Comprehensive Economic Partnership), ocultado en Occidente (https://goo.gl/fzg3TY).
Hace ocho meses abordé los Decesos del ATP y el TLCAN; auge del RCEP chino: el mayor tratado comercial global(https://goo.gl/bpz6UE) y aduje que “el poco publicitado RCEP-16 se posiciona como el mayor tratado de libre comercio del planeta, pero con un nítido enfoque regional ( sic), donde China nolens volens se ha erigido en su líder conceptual”.
Tanto en Tokio como en Da Nang, Trump lanzó su proyecto Indo-Pacífico (https://goo.gl/92a1TM), que había sido adelantado hace un mes por Rex Tillerson, secretario de Estado en vías de ser despedido (https://goo.gl/4kuVEA).
Evan Medeiros, anterior consejero de Barack Obama sobre Asia, comentó que los prospectos para la estrategia Indo-Pacífico son inciertos, ya que “carece de un componente económico serio ( sic), se vincula conceptualmente con una India ambivalente ( sic) y parece como contención de China”.
Wang Jisi, presidente del Instituto de Estudios Internacionales y Estratégicos de la Universidad de Pekín, expone que las relaciones de Estados Unidos y China pueden evitar la Trampa de Tucídides (https://goo.gl/q9Hdck), como un servidor había analizado hace cinco años (https://goo.gl/uBbUFh). Jisi arguye que la “política errática de Trump, su equipo de trabajo incompleto ( sic) y su oscilante política hacia China dificultan tomar un punto de vista holístico de su política exterior”, en la que peca de ambigüedad considerable, pero exhibe cuatro intenciones: 1. priman los asuntos domésticos por encima de la política exterior; 2. valora el costo/eficiencia; 3. su comercio es pragmático y prefiere la cooperación bilateral en lugar del multilateralismo, y 4. es “probable ( sic) que emprenda aventuras militares en el exterior” de forma impulsiva.
Jisi alega que las relaciones de Estados Unidos y China han entrado en una nueva normalidad con tres principales características: 1. la cooperación y competencia de China y Estados Unidos ganan fuerza simultánea conjugada con sus asuntos domésticos, que influyen en las relaciones diplomáticas; 2. los multimedia procuran más atención a la rivalidad estratégica de Estados Unidos y China, en lugar del lado positivo, y 3. existe un contraste de la mentalidad estratégica de ambas superpotencias cuando el ascenso de China es uno de los principales desafíos que enfrenta Estados Unidos, por lo que la estrategia de Estados Unidos hacia China tiene una tendencia de ser fragmentada y orientada a resultados.
Jisi invoca que el principal problema entre ambos no son los lazos económicos y comerciales, sino el tema nuclear de Corea del Norte, cuando se incrementará la posibilidad de una unilateral acción militar punitiva de Estados Unidos contra Corea del Norte. Jisi considera que “no es realista ( sic) esperar que Trump tolerará ( sic) la nuclearización de Corea del Norte”. Si bien es cierto que los lazos comerciales no deteriorarán las relaciones, debido a la alta interdependencia económica, tanto el comercio como la economía están entrelazados con el tema nuclear de Corea del Norte.
Jisi juzga que no es correcto decir que Estados Unidos se encuentra en declive –como profiere The Economist (https://goo.gl/vNpm8g)–, ya que la innovación tecnológica de Estados Unidos es una fuerza que se debe reconocer cuando la economía de Estados Unidos ha mejorado. Hoy el problema de Estados Unidos radica en que confronta una de sus más graves crisis políticas desde su fundación.
No perderé mi tiempo disecando el futuro del nuevo ATP-11, ahora sin Estados Unidos, cuando el mismo primer nipón Shinzo Abe admitió que un ATP sin Estados Unidos carece de sentido (https://goo.gl/QMxSoj), lo cual no asimilan los extraviados mercantilistas Guajardo/Videgaray debido a su nesciencia geopolítica.
El principal defecto en la era tripolar de confrontación y/o colaboración de Estados Unidos/Rusia/China es que la irrelevante ATP carece de paraguas nuclear y cuyo principal líder, Japón, es vasallo de Estados Unidos (en la óptica de China). Más allá del RCEP-16 que encabeza China, en el que coincidentemente forman parte siete países de la disfuncional ATP, es la mirífica Ruta de la Seda (https://goo.gl/AQ4Kpy), la que trastocaría la correlación geoestratégica de fuerzas en Eurasia, que Trump intenta contrarrestar con su etéreo proyecto, más geopolítico que geoeconómico, de Indo-Pacífico.
Los multimedia chinos dieron más vuelo a la reunión del zar Vlady Putin y el emperador geoeconómico Xi (https://goo.gl/BthWHS) y eludieron el encuentro informal entre Putin y Trump (https://goo.gl/bVrz4x).
Si alguna lección dejó la cumbre 25 de la fragmentada APEC es que, en caso de existir un G-2, sería entre Rusia y China.
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