viernes, 10 de febrero de 2017
Feministas
Por Melissa Cardoza *
Para Stefanny O. Tomé, la joven feminista capitalina
Le pese a quién le pese, le duela a quién le duela, acá seguimos las feministas hondureñas. Enero nos recuerda la memoria de la fuerza, las fragilidades, las enormes y dolorosas ausencias, la energía de este movimiento que hace plantones, presenta libros, entrega premios, habla en la radio, relata informes, denuncias. Movimiento que baila, siente y reflexiona. Imparable, inclaudicable, valiente y emotivo en muchos lados del país de modos distintos.
No importa lo que se diga tras las bambalinas de otros poderes, sean mucho o poco eréctiles. No importa cuánto nos desacrediten acusándonos, como lo hacen los asustados, de enemigas, infiltradas, agentes de la cia, histéricas, desviadas de sus proyectos políticos cada vez menos creíbles. Da lo mismo si nos echan a sus chepos, sus abogados, y sus gánster armados. Machos todos, a la izquierda y a la derecha del poder. Nos da igual porque seguimos en el terco avance de procesos organizativos, pensantes, actuantes, y aunque a ratos con pocas certezas, no hemos de parar el ensayo y sus lecciones. Y si no somos nosotras, serán otras. Muchas otras.
Feministas son las que dicen alto los nombres ante las opresiones, y por ello se les señala y persigue; pero también las que no lo hacen así y han estado forjando los días más dignos para las mujeres con alimentos, abortos, abrigos, refugio. Tienen rostro de doñas de pueblo, de señoras beatas, de vendedoras ambulantes, obreras de la maquila, profesoras, periodistas, conversadoras, curanderas, vecinas solidarias. Montones de mujeres feministas “clandestinas” que todavía no se dicen tal, pero nos han sostenido la respiración, la rabia, el conocimiento y de ahí que son parte de un movimiento nombrado para convocar a la necesaria transformación de las vidas.
El año 2016 nos dejó malheridas, llenas de lágrimas, atragantadas de ira. Nos arrebató el año pasado a compañeras invaluables, absolutamente vitales para nosotras, y acá seguimos, aún nos queda el duelo, el enojo, la impotencia y sus secuelas. Hay discusiones pendientes, muchas rutas para el hacer, más aún en tiempos electorales en que terminamos más divididas, pero se siente por todas partes una energía urgente para volver a un pacto en los móviles comunes de las luchas diferentes.
Expresadas las diferencias, necesitamos enfrentar y repensar cómo voltearle la vuelta a los poderes, no necesariamente en su agenda o no sólo en ella. Necesitamos hablar para pelear, sin tregua, contra los criminales, en vez que contar sus muertas y desgracias. Quizá son los años, me digo, pero será que ya no necesito tanto sentir que tengo la razón, la única razón de la política feminista que por supuesto es la mía, sino que preciso en esta hora pertenecer a alguna suerte de comunidad de mujeres para sostenerme con vida, una gran comunidad que mire por encima de los dictadores, sobre el horror de la muerte anunciada y confíe en la esperada justicia.
Feministas, sí, a mucha y gozosa honra. No importa si entre nosotras nos arañamos el nombre y los actos, nada de eso nos va a matar, no son balas ni machetes las que nos recetamos como lo hacen ellos contra nosotras.
Bienvenidas las feministas todas, donde quiera que estén, si son de ahora, de antes, de siempre. Las fundadoras, las herederas, las sin generación, las solitarias, las “arrimadas”, las ancestras, las dudosas, las que se arrepienten, las jovencitas que nos llenan de orgullo con sus palabras.
Son muchas décadas, nos necesitamos expresadas, distintas, conflictuadas, arrechas, creativas, pero nos necesitamos de vez en cuando juntas, siempre vivas, sentipensantes y activas.
¡¡Larga vida al feminismo de Honduras!!
* Escritora femininista hondureña.
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