sábado, 18 de febrero de 2017
“¿Cuánto vale el vídeo de la violación?”
Por Raquel Rosario Sánchez
Si hay un mensaje que la sociedad le hace saber a las niñas y mujeres desde que nacemos es el siguiente: que no te violen. No importa lo que pase, no importa en todos los líos y problemas en que te metas: asegúrate de no ser una violada más. El mensaje está escrito en los consejos sabios de “no salgas vestida así esta noche” y “que no se olvide llamar desde que llegues”. Está en los noticieros cuando reportan que “fue poco prudente que la víctima caminara por esa zona a esa hora” y las recriminaciones que te recuerdan el carácter trágico e irreparable que tiene una violación. “Una vida destruida”, nos dicen algunos con cara de tragedia irreparable. La violación sexual tiene un poder omnipotente en la vida de las niñas y mujeres.
El patriarcado nos construye como unas muñecas de porcelana, desechables y necesarias para ser explotadas a su conveniencia, pero sea como sea, de porcelana. Una violación te rompe. Y la sociedad, a veces incluso aquellas personas bien intencionadas, reproducen el mensaje de que lo peor que le puede pasar a una niña o a una mujer es que la violen.
Cuando eso sucede ya quedaste bien sucia, indigna, rota. Pondremos a un lado el debate que la violación es un acto grave y un trauma trágico con repercusiones serias. Ahora, ¿hasta qué punto debemos construir una cultura de duelo irreparable y perpetuar la idea de que si te violaron ya estas dañada? ¿Hasta qué punto fomentamos la idea de que las mujeres y niñas somos como un plato y una violación rompe el plato? Yo personalmente no sé la respuesta, pero reflexiono sobre esa disyuntiva constantemente.
Es por eso que no me quiero ni imaginar el terror y la desesperación que sentirán muchas niñas y mujeres ante el fenómeno de no solo ser violada y cargar con el peso tanto de su trauma como de estas preguntas que acabo de articular, sino también con la realidad de que sus violadores documenten sus violaciones grabándolas en video y vendiéndolas por dinero o distribuyéndola entre sus compinches patriarcales “para socializar”.
Un violador (o varios) buscándote, tomándose turnos con sus amigos para decidir quién te viola primero y quien agarra la cámara es un pastel putrefacto que incluye todos los ingredientes misóginos más repugnantes: la violencia y agresión por puro placer machista, la comercialización de la vejación hacia las mujeres y niñas para aumentar un capitalismo que nunca es, ni será aliado nuestro y la socialización de la masculinidad tóxica. Y ahí en la grabación queda ella, la violada, siendo simplemente un instrumento para mezclarlos todos juntos pero que se vuelve a poner en el fregadero, hasta cuando otros te quieran volver a utilizar.
Es que yo aquí no estoy hablando de cosas abstractas. Estoy hablando de realidades materiales que están violentando y matando mujeres y niñas, probablemente mientras tú estás leyendo mis palabras. Nos cuenta Al Jazeera en un reportaje investigativo titulado ‘Un Comercio Oscuro: Vídeos de Violación A la Venta en la India’ que: “en este estado industrial del norte (de la India, Uttar Pradesh), puedes comprar vídeos de una mujer siendo violada por el precio de una comida barata.
Al Jazeera encontró lo que parece mostrar violaciones a la venta. Cuestan desde 20 Rs a 200 Rs (de 30 centavos a 3 dólares) y se transmiten al teléfono móvil de persona a persona en una cuestión de segundos”. Y para que no quede duda de que la razón principal de los vídeos es humillar para siempre a las mujeres y niñas que desafortunadamente cayeron en las garras de trogloditas tan sádicos, el reportaje nos aclara: “las caras de las mujeres son visibles. Sus voces son claras. Las vejaciones son brutales”. Y para que nadie piense que son difíciles de conseguir o que los camuflajean,
Al Jazeera nos cuenta que los vídeos son bien claros en su descripción. Se venden como “los vídeos de las violaciones” pero a veces usan eufemismos y les llaman “los vídeos locales”. Según la persona que colaboró con el medio de comunicación proveyendo información, la intención de los vídeos no es en realidad venderlos al público, aunque eso existe. La intención principal es chantajear a las víctimas para que no vayan a la policía. Pero muchas veces cuando los violadores llevan sus teléfonos móviles a tiendas para repararlos, los trabajadores de la tienda sacan los vídeos del celular y los venden.
Otro ejemplo del pastel repugnante. La abogada Mangla Verma, quien trabaja para la Alta Corte de Delhi, explica que “La violación es vista como una imposición del poder de un hombre sobre una mujer. Es ese proceso que se presenta en los vídeos; se muestra que él puede no solo cometer la violación, sino también grabarla y distribuirla”. Según las estadísticas oficiales, en la India se reportaron 34, 651 violaciones solo en el año 2015. Que no se nos olvide cuando leamos esos números estadísticos, que la gran mayoría de mujeres y niñas nunca reporta una violación lo cual quiere decir que ese número es en realidad solo una pizca muy mínima del problema. ¿Y las mujeres y niñas? ¿Qué dicen ella de todo este fenómeno?.
Bueno, las mujeres y niñas que salen en los vídeos siendo violadas pelean y gritan. Les ruegan a sus violadores que primero, no las violen. Pero segundo, que si las van a violar que no lo graben con el celular. Las que ya han pasado por una violación reflexionan sobre la situación con desasosiego. Dice Shikha (seudónimo), quien fue víctima de una violación a los 15 años, que ella “ni se imagina el sufrimiento de las victimas que han sido grabadas siendo violadas”. Cuando la violaron a ella, ella tuvo que aguantar la vergüenza social de su comunidad y sus compañeros de clase.
“Estos vídeos van a levantar la moral de los perpetradores porque ahora ellos saben no solo que ahora pueden cometer esos crímenes con completa inmunidad, sino también que pueden circular los vídeos del crimen”, argumenta la adolescente. Shikha analiza: “Yo no me imagino lo que tienen que sufrir esas mujeres… yo me pregunto qué les pasara a ellas ahora que sus vídeos están siendo vendidos en el mercado. Yo dudo que muchas de ellas no hayan pensado en suicidarse”. Todo esto suena verdaderamente asqueroso y no me sorprende si todas en este punto tuviéramos ganas de vomitar.
Pero antes de que alguien piense que esos son “problemas del patriarcado de por allá” o que “son cuestiones culturales” analicemos las conexiones que puede tener el asunto más cerca de nosotras. De hecho, los incidentes de hombres grabando violaciones y utilizándolas para extorsionar mujeres y niñas es una epidemia internacional. Se conocen casos en Suráfrica, Australia, Estados Unidos, Brasil, España…
En Estados Unidos se da con una variante y es mejor conocido como ‘porno vengativo’ porque comienzan como vídeos supuestamente consensuados entre la pareja. El análisis feminista nos puede indicar que, en el heteropatriarcado, existe una presión ejercida sobre las mujeres y niñas para que actúen el sexo como las actrices pagadas del porno. Y los varones, alentados por la normalización del porno en la cultura, las coercionen a grabar las relaciones sexuales. Cuando la relación termina, muchos hombres luego utilizan esos vídeos para chantajear y extorsionar a sus exparejas.
Un estudio realizado en el 2013 sobre la temática encontró que el 10 por ciento de los hombres amenazan a sus exparejas con subir vídeos íntimos a las redes sociales. Y de ese 10% que amenaza, el 60% cumple con su palabra. El problema se convierte en una bestia para las mujeres y niñas luego de que esos vídeos caen en el Internet. Estamos hablando de miles de hombres viendo tus fotografías íntimas, tus vídeos, tu cuerpo, tu sexualidad… sin tu consentimiento.
Una y otra vez. Cuantas veces quieran. Pueden llamar hasta a sus amigos para que te vean también. ¿No es eso también una violación? ¿No te están violando todos esos hombres cada vez que dan un click? En Brasil se registra una epidemia similar donde los patriarcales han encontrado una manera bien ingeniosa de infligir el máximo de dolor a las mujeres y niñas, esta vez aunando esfuerzos con la tecnología y las redes sociales. ¿Nos olvidamos ya del horripilante caso de violación de una adolescente de 16 años en el que 33 hombres se turnaban para violarla… y para tomarle fotos y grabarla?.
El espectáculo de la misoginia fue orquestado por el novio de la muchacha de 19 años quien la invitó a su casa y la drogó. Luego la llevó a otro sitio donde se la repartieron entre los 33 hombres que llevaban armas de fuego. Reporta el Globe and Mail que antes de que suspendieran las cuentas, los tuits (de las fotografías y vídeos) tenía más de 550 ‘Me Gusta’ y un diluvio de caritas felices y felicitaciones. La gente comentaba cosas vulgares, celebrando el daño aparente infringido en los genitales de la adolescente y decían que “sin duda, ella se lo buscó”.
Hoy la muchacha habla de que se tiene que tomar “muchas duchas” y que siente “basura saliendo de mi cuerpo, de mi boca, de mis ojos”. Sin hablar también, obviamente, de España donde durante los últimos Sanfermines 5 hombres grabaron la violación de una joven de 18 años y durante la misma, se reían de ella y alentaban al violador en turno.
Ni hablemos tampoco de las violaciones que son grabadas, literalmente para la gran pantalla, como la violación de Marlon Brando a su compañera de escena durante la película ‘El Último Tango en Paris’ ni de las justificaciones de los supuestos grandes genios como Almodóvar al decir que hablar del asunto era “sensacionalismo” y que “hay problemas actuales más acuciantes”… como si las indignadas tenemos que entender que cuando la violación llega al cine deja de ser una agresión y se convierte en una pieza de arte. Aquí tenemos que hacernos una pausa para poder atar cabos y concluir el análisis.
Hay que hacer preguntas de carácter ideológico. ¿Dónde aprenden los hombres que la violación es muy divertida y que a las mujeres nos encanta que nos violen? ¿Dónde estarán aprendiendo tantos hombres y niños, a nivel global, que grabar violaciones y compartir los vídeos entre sus amigos es una buena idea? Sea consensuado o sea violación, la tecnología y el patriarcado están conspirando para ubermisoginizar el asunto, pero nos falta otro elemento…
¿Nos atrevemos a cuestionar el porno? ¿Nos atrevemos a cuestionar que, en la gran mayoría de las películas porno, incluso el “porno feminista” se presente la violencia contra la mujer como algo excitante y no denigrante? ¿Nos atrevemos a cuestionar que la pornografía siga sexualizado la violación? (Como recordaremos, la violación es un acto de agresión que tiene más en común con el deseo de controlar y dominar que con el sexo como acto intrínseco). ¿Nos atrevemos a cuestionar que al final de las películas porno, a las actrices les pagan para que reaccionen a todas las agresiones (que les causan en su gran mayoría hombres) con agradecimiento y placer, no con asco ni furia? Eduardo Aguayo sí se atrevió a hacer las preguntas difíciles desde la posición de su masculinidad y entró a Google para analizar qué era lo que el buscador arrojaba cuando escribía la palabra ‘violadas’. Lo que encontró fue simple: porno que glorifica la violación.
Escribe Aguayo “Google muestra lo mainstream, lo relevante para los y las que realizamos las búsquedas. El buscador es un reflejo de lo que nosotros y nosotras mismas intentamos encontrar. ¿Qué ocurre cuando ponemos la palabra “violadas”? Lo primero que nos aparece es una página de pornografía, con nombre que no deja lugar a dudas, donde al gusto del “consumidor” podemos ver maltratadas y vejadas a todo tipo de mujeres: “Madura violada por joven”; “Flaquita gritona es violada”; “Adolescente inocente abusada”; “Félix terror: amenazada y violada”; “Violada mientras duerme”; “Rape mainstream”…
Y es que, aunque nosotras por alguna razón u otra, no queramos hacer la conexión con el porno, los violadores que deciden grabar sus violaciones hacen la conexión por nosotras. Volviendo a la noticia de la distribución de las violaciones 100% reales por menos de $3 dólares en la India, parece que entre los hombres que entrevistó Al Jazeera, existe una confusión entre la pornografía y los vídeos de la violación. Al Jazeera escribe “un hombre que admite abiertamente que él frecuentemente compra pornografía -particularmente pornografía con motivos de violación- le informó a Al Jazeera que él compra los vídeos en la comunidad vecina”.
Los vídeos que compra los compra en tiendas y kioscos a quienes otros hombres les venden vídeos. El hombre informa que “él tiene una colección de estos vídeos en su ordenador y describe los vídeos de violaciones como ‘pornografía’”.
¿Por qué ese hombre mira esos vídeos de violación? Pues porque según él, los vídeos tanto de la violación en la pornografía como de la violación en la vida real le dan “paz mental”. ¿Y las violadas? ¿Qué piensa él de todas esas mujeres y niñas violadas que salen en los vídeos que él compra tan baratos? No nos hagamos las tontas, que esa respuesta nos la han enseñado muy bien desde pequeñas.
Según el patriarcado, esa porcelana ya se rompió.
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