lunes, 16 de enero de 2017

Opinión de Rodolfo Pastor: La Revolución y una ley para todos



Por Rodolfo Pastor Fasquelle

De modo que -aunque en la relatividad de este mundo- no sea yo hombre de gran fortuna ni jamás me propuse serlo, heredé bienes. Estos me aseguraron mas independencia de la que tienen mis pares. Además tuve el refinado cultivo de muy pocos.De cierta manera, siempre he sido un pequeño burgués. No ha de que sorprenderse Comandante. Nací en cuna de mayorazgo. Toda mi vida ha estado protegida por esa aura y privilegio.
Pero a estas alturas de mi vida y de la historia de Honduras, cuando tenemos tantas moralejas y lecciones aprendidas,  he regresado a la conclusión ineludible de que necesitamos una revolución. Esta para que ponga el actual régimen en vilo. El orden de cosas prevalecientes que hoy simplemente ya no es aceptable. No tiene perdón de Dios, ni solución de continuidad.

Tenemos que superar tanta violencia, tanta arbitrariedad y tanto estorbo. Necesitamos una revolución que rectifique este mundo pando. También que nos libere de su opresión, de la cultura del autoritarismo que permean nuestro ethos, vida política y social.

Una Revolución que instituya la justicia social con la libertad cristiana universal y la igualdad de las razas y los sexos. No es cuestión de imaginarse lo inimaginable, una quimera, un bravo mundo nuevo, un despojo colectivo de los bienes privados, de los derechos individuales, de una estatización totalitaria.

Además

Si no de una salida pacifica a nuestra violencia, una revolución que abrace, proteja a todos, impida hoy derramar mas sangre inocente y nos devuelva el derecho de la ley contra el abuso de autoridad.

Que ponga en vigencia los valores que los hondureños profesamos mas allá de la retórica devota, en la practica y en la vida diaria de la nación, una revolución que incluya a todos aquellos que se comprometan con ella, su anhelo.

No debemos poner en manos del estado central las decisiones que el estado no puede tomar ágilmente. No debería interesarnos a los revolucionarios del siglo XXI despojar a nadie del fruto de su trabajo.

A nadie tenemos que tocarle su hogar, mientras lo quiera habitar y mantener, ni menos despojar empresas particulares o de familia y recursos de trabajo ni su patrimonio personal.

Ni debería de interesarnos expropiar un capital social útil, porque igual hemos de creer en las cooperativas que en las corporaciones de connacionales interesados en desarrollar rubros importantes, que necesitan de capitales agregados en escala.

Opinión de Rodolfo Pastor

Deben ponérsele reglas si, al capital que no quisiera tenerlas, y al extranjero. Y si hay transnacionales dispuestas a pagar buenos sueldos y el costo fiscal de los servicios, bienvenidas serán. ¿De que se asustan?

Pero no se ganan batallas ni se hacen revoluciones con conscriptos y forzados. Vamos a construir un orden nuevo con entusiastas.

A los demás hay que dejarlos salir. A quienes no se sienten identificados ni solidarios con ella como para determinarse a ser partes de la Revolución de Honduras. Los que no quieran cursar con nosotros este nuevo camino y sus retos. Hay que dejarlos que se vayan al lugar mas fácil y que mas les guste.

Y que se lleven sus tarjetas de crédito. Aunque los capitales maliciosamente exportados, forjados en Honduras, con los recursos naturales del país y con la plusvalía de la mano de obra nativa deberán confiarse a un fideicomiso nacional que se los cuide, para la posteridad. Que los reclamen sus nietos al regreso.

Condiciones básicas

Después de asegurar los recursos de todos, el agua limpia, la tierra sana, el bosque y el patrimonio de muchas generaciones, lo que nos tiene que concernir en la Revolución es que absolutamente todos los hondureños gocen la salud elemental y del abrigo para criarse, los alimentos, vacunas y los servicios y condiciones básicas de vida, la educación universal de calidad para desarrollar cada cual sus talentos y todos juntos un sentido de solidaridad y de servicio y finalmente que todos tengan la oportunidad de ganarse con dignidad el pan de cada día.

Y de expresarse con sus pensamientos y sentimientos, sin cortapisa ni atropello. Nadie -si no tiene otra cosa-  tiene que exigir más. Techo y tortilla, escuelas, libros y tiempo para atenderlos, una oportunidad de trabajo y otra de expansión, la previsibilidad de la ley.

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