lunes, 2 de enero de 2017

La igualdad y la justicia social en el neolberalismo


Rebelión

Por Vicente Berenguer

Los defensores del liberalismo económico afirman con contundencia que este es un sistema basado en la igualdad y la justicia. Alegan que todos partimos desde la mismas bases y así todos podemos disfrutar de las mismas oportunidades. Y repiten, una y otra vez, que además de que todos gozamos de las mismas posibilidades los más aptos o capacitados lograrán ascender hasta arriba o situarse al menos en una buena posición y los que no son tan aptos o sencillamente carecen de talento se quedarán abajo, en el lugar que les corresponde por su naturaleza. Por tanto igualdad y justicia sería, según estos apologetas, las señas de identidad del sistema económico que defienden: igualdad en tanto que todo el mundo goza de las mismas oportunidades y justicia en tanto que la gente talentosa necesariamente y debido a su capacidad estarán en un lugar de responsabilidad o toma de decisiones. Así es que podríamos aplicar aquí la frase de Leibniz de que nos encontramos en el mejor de los mundos posibles. Pero este discurso es absolutamente falaz ya que parte de premisas falsas con lo cual la conclusión (que estamos en el mejor de los mundos posibles) es del todo equivocada.
En primer lugar y en cuanto a la supuesta igualdad, es falso que los ciudadanos partan de las mismas condiciones ya que unos, de inicio, estarán situados por encima del resto debido a su capacidad económica. Y es que sin capacidad económica no hay acceso a oportunidades y sin el igual acceso a oportunidades no hay igualdad. Y esto que es una obviedad parece que algunos no lo entienden –o mejor dicho, no lo quieren entender debido a sus posiciones de privilegio–: ¿Acaso puede un humilde campesino competir con las multinacionales? ¿Puede un joven de un barrio popular tener las mismas oportunidades que otra persona de clase alta? Las respuestas son bastante obvias sí, porque está bien claro que en esta “partida” no todos poseemos las mismas cartas ya que mientras que unos tienen unas pocas otros en cambio poseen casi toda la baraja. 
Pero el segundo punto desde el que parten los neoliberales se antoja también del todo falso, y este punto es el de la supuesta justicia social. Y es que como hemos comentado, los neoliberales quieren hacer creer que cada uno ocupa el lugar natural que le corresponde dependiendo de su capacidad o valía. Y es falso por lo hemos dicho, porque los recursos económicos que uno posea son determinantes para la posición social que uno ocupará. Pero además hay muchos otros factores que sentencian que no se puede afirmar en absoluto que cada uno está ocupando el lugar que le corresponde según su valía y uno de estos factores es la falacia de la identificación entre la capacidad humana y la capacidad para el ascenso social. Porque si de capacidad humana estamos hablando nos estaremos refiriendo necesariamente a aquel talento, creatividad o genialidad puesta al servicio de la comunidad y no puesta en exclusiva al servicio de uno mismo –como así ocurre–. Este sería el tipo de talento que debería estar en puestos de decisión, pero con lo que nos encontramos es que las personas con estas capacidades y sensibilidades sociales a menudo quedan rezagadas de la ley de la selva que es este capitalismo salvaje. Estas personas verdaderamente talentosas a menudo no podrán abrir camino (debido a su falta de recursos pero más, debido también a que este talento honesto y veraz no interesa a las élites) y en cambio los que sí lo lograrán son en innumerables ocasiones los que estén en buena situación económica y los que estén dispuestos a usar herramientas como la mentira, la traición, la trampa o el egoísmo más patológico. 

No hay que confundir por tanto el talento humano (el talento individual que es puesto al servicio de la comunidad) con el talento para ascender –o el talento para trepar–, y es por todo ello que no podemos hablar de justicia social en el sentido de que cada uno ocupa su lugar según su valía sino más bien de injusticia, la injusticia de que los que deberían estar arriba (personas que buscan construir un modelo social distinto que favorezca a todos y no solo a unos pocos) están abajo y en cambio los que deberían estar abajo (personas egoístas que solo buscan su propio interés particular sin importarles nadie más y cuyo único “talento” es poseer dinero o su capacidad para trepar) están arriba. 

Se desmontan fácilmente los argumentos falaces de quienes defienden el modelo económico actual ya que ni hay igualdad ni justicia ni la puede haber. Pero lo que no queda desmontado ni tan siquiera tocado es nuestra fuerte voluntad de encaminarnos hacia una organización social más justa en la que verdaderamente haya igualdad; lo que nunca quedará cuestionado es la firme decisión de aquellos que están dispuestos a ofrecer su humilde talento al servicio de la construcción de un sistema mejor. Y hacia allá vamos.

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