sábado, 21 de enero de 2017
Al final todo mal
Rebelión
Por Eduardo Lucita *
“La economía va mal pero la política sostiene todo” se decía hasta hace poco y se completaba “La calidad institucional está recuperada”. Pero llegó el debate por ganancias y ahora también la política muestra signos que no todo está bien. ¿Quién nos sostendrá ahora?
“Dinámica de lo impensado”, tal la frase acuñada por el entrañable Dante Panzeri para graficar su idea del fútbol, puede aplicarse a la actual coyuntura política, porque el año ha tenido un final inesperado. Abusando de la metáfora futbolera podría decirse que la política estaba bajo control en los 90 minutos iniciales pero se desmadró en el tiempo de descuento.
Política de lo concreto
Pocas fichas se le ponían al nuevo gobierno ya que se trataba de un gobierno de minoría parlamentaria que se vería obligado a negociar y a gestar consensos, algo que los empresarios no están acostumbrados, por el contrario auguraban que su gestión económica brillaría con luz propia habida cuenta de la excelencia del equipo seleccionado.
Sin embargo en estos doce meses parece las cosas se han invertido. El oficialismo logró que el Congreso aprobara numerosas leyes, incluidas algunas de peso como el pago a los fondos buitre, el blanqueo de capitales ola de asociación Público Privado. Es más alcanzó acuerdos con la CGT y con Movimientos Sociales que pocos hubieran esperado, dada la naturaleza del gobierno Macri. Incluso vetó la Ley Antidespidos sin pagar mayores costos políticos.
A estos logros en el parlamento y a los acuerdos alcanzados se los caracterizó como “aciertos políticos notables” sin tener en cuenta la ayuda que le brindaran los líderes políticos del peronismo que, fragmentados y enfrentados entre diversas corrientes, están perdidos en su propio laberinto; que los dirigentes sindicales de esta época son acuerdistas por naturaleza, que privilegian las relaciones con el Estado antes que con sus bases y que no pocos de los representantes de trabajadores precarizados o de la economía popular han ingresado en una fase, ahora llamada de “vandorismo social”, en la que presionan para negociar pero que privilegian la institucionalidad y la estabilidad económica.
Claro que nada es gratis. Estos arreglos tienen un costo fiscal no menor, con el que el gobierno compró gobernabilidad y sobre todo busca evitar el temido “fin de año caliente”, aunque su interés es que la paz social firmada se extienda hasta el 2019. Contó a su favor con que todas las fracciones del peronismo buscan –por distintos caminos- la unidad del PJ y reconstituir el bipartidismo criollo. Por ahora sin mayores logros.
La teoría no se cumple
En la economía los inicios fueron a toda máquina. Levantó las medidas de administración de reservas (mal llamadas cepo), unificó el tipo de cambio (devaluación encubierta), eliminó y redujo retenciones (transfirió recursos a los sectores más concentrados), pagó a los fondos buitre (dando inicio al nuevo ciclo de endeudamiento). En paralelo desplegó una intensa actividad internacional (Foros Davos y mini Davos), recepcionó a los presidentes Obama y Hollande, todo para atraer la anunciada lluvia de inversiones.
Para combatir la inflación hechó mano a la teoría neoclásica que supone que el alza de los precios siempre es por exceso de demanda, por lo tanto hay que bajarla para que se equilibre con la oferta. Impulsó entonces una fuertísima suba de las tasas de interés y redujo la emisión monetaria, la caída del poder adquisitivo y la paralización de las obras públicas completaron el cuadro. Así una economía estancada, con fuertes desequilibrios, pero que no estaba en crisis fue empujada a la crisis para controlar la inflación.
Sin embargo la inflación no se detuvo, menos aún la carestía de la vida. Se dijo que la devaluación no impactaría en los precios porque el mercado ya la había descontado, los formadores de precios remarcaron antes, durante y después de la devaluación y el tarifazo hizo lo suyo.
Las inversiones no llegaron y el mundo (especialmente Brasil) no ayuda para nada. La economía se hundió en la recesión. El déficit fiscal no para de crecer, y eso que el gasto público en términos reales bajó, lo que sucede es que la quita de subsidios resultó a medias por la resistencia social y que se han reducido los ingresos, tanto por la quita de retenciones como por la caída de la actividad que no permite recaudar más. Se dejó de financiar déficit con emisión para hacerlo con deuda, el nuevo endeudamiento batió récords en el año al mismo tiempo que la salida de dólares es elevada. Frente al efecto Trump y la suba de las tasas en EEUU en algunos años se verán los resultados.
Finalizando el año todos los indicadores macroeconómicos -consumo, actividad industrial, inversión, exportaciones…- son negativos. Los salarios y los ingresos populares perdieron capacidad adquisitiva, el desempleo, las suspensiones y la pobreza crecieron, el riesgo de perder el trabajo está cada vez más presente. Es que la crisis se independizó y la recesión es más profunda y más extendida en el tiempo que lo esperado como necesario por el gobierno.
Lo impensado
Como se sabe la política tiene sus propias leyes que muchas veces cobran vida propia. Cuando los grandes medios promocionaban la idea de que lo mejor del gobierno en el año que termina había sido su capacidad de hacer política, fueron convocadas las sesiones extraordinarias en el parlamento y la suerte comenzó a jugar en contra. Primero fue rechazado el proyecto de reforma electoral, sobre todo su piedra angular: la boleta única electrónica; luego el gobierno tuvo que aceptar lo que no quería: que una serie de acuerdos alcanzados por fuera del parlamento se plasmaran en la Ley de Emergencia Social; finalmente envió un proyecto de modificaciones al Impuesto a las Ganancias para la 4ta. Categoría. El proyecto no estaba consensuado con nadie y el peronismo vio su oportunidad. Las distintas fracciones –renovadores, kirchneristas puros y de los otros, pejotistas, senadores, gobernadores, sindicalistas- se unificaron detrás del proyecto de la oposición, incluidos sectores de centro izquierda. El resultado fue una derrota para el gobierno que desató un verdadero sainete político y adelantó la campaña electoral.
Unos y otros tratan de identificar quién cometió la ingenuidad política de enviar un proyecto sin mínimos acuerdos con la CGT; al presidente Macri, siempre tan pulcro y cuidadoso, se le soltó la cadena y emitió una serie de epítetos –avalados por otros ministros- acusando a Massa de irresponsable y poco confiable; en el Frente Renovador buscan desprenderse del kirchnerismo como de la sarna; todos miran al ex ministro Kicillof como el autor del proyecto irresponsable fiscalmente y con errores de cálculo. Mientras gobernadores y capitostes sindicales negocian por su cuenta. Al momento de redactar esta columna se llegó a un acuerdo entre gobierno y CGT y la situación se destrabaría. Así no ha sido más que un nuevo ejercicio de lo que los clásicos llamaban Cretinismo Parlamentario, del que Marx decía que era “una enfermedad incurable”.
Solo los representantes parlamentarios de la izquierda plantearon que no es justo que los trabajadores aporten a financiar un déficit fiscal del cual no son responsables, que son los trabajadores quiénes más aportan a través del IVA, que es irritante e indigno equiparar el salario a la ganancia empresaria. Agregaría que sería bueno volcar tanta energía a reformular íntegramente la política impositiva del país haciendo que de una vez por todas paguen los que más tienen.
Mientras tanto el año termina peor de lo que empezó. El PBI caerá un 2.5 por ciento este año y si creciera un 3 por ciento en el 2017 al final estaríamos igual que a fines del 2015 pero con mas desocupación, mayor endeudamiento y más pobreza.
Se termina el 2016. Estimado lector saque Ud. sus propias conclusiones. Mientras tanto me despido hasta el próximo Enero no sin antes dejarles mis mejores deseos para las fiestas y el nuevo año.
* Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda–.
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