miércoles, 4 de enero de 2017

Latinoamérica y el racismo de sus intelectuales

Rebelión

Por Ollantay Itzamná

El fracaso de los diferentes proyectos de Estado nación en América Latina plurinacional se debe, en buena medida, al racismo y a la ilusión por la “sangre azul” que habitan y habitaron a muchos de sus pensadores.
El racismo legitimado por la academia, en buena medida, fecundó pensadores esquizofrénicos, avergonzados de sus genes indígenas, ilusionados por la “blanquitud” aparente, condenados a la eterna ficción y anomia existencial. Así, la condición de colonialidad remozada se normalizó en la filosofía y ciencias sociales latinoamericanas.

Guatemala y el cotidiano racismo de sus intelectuales

La pasada semana, el octogenario “intelectual guatemalteco”, de renombre internacional, Edelberto Torres-Rivas, en una entrevista radial, en Guatemala, sentenció:

“Los indígenas son tristes y desconfiados”, y lamentó que gente miserable de Las Hurdes, Extremadura, España, haya sido quienes colonizasen Guatemala (hace cinco siglos) y no los catalanes de piel más blanca y ojos azules.

El intelectual “progresista”, máximo consultor (casi vitalicio) de PNUD, CEPAL, FLACSO, BM, etc., reiteró lo que sus predecesores “intelectuales de renombre” ya habían instalado en el imaginario colectivo hegemónico: Es la herencia genética y cultural indígena la que traba y trabó el desarrollo de Guatemala.

Esta externalización del espíritu del prominente intelectual indica no sólo la vigencia encubierta del vergonzoso deseo de la eugenesia (para blanquear los policromáticos genes de guatemaltecos) instalado en el espíritu del intelectual chapín, sino también que las políticas públicas, los programas de cooperación al desarrollo y los contenidos de la academia están definidos en buena cuenta por las supersticiones (miedos y deseos) de intelectuales racistas.

La academia latinoamericana premia el racismo y censura la autenticidad

Las inconclusas historias de los países latinoamericanos están empedradas de renombrados pensamientos racistas de prominentes filósofos etnofágicos como Guillermo Francovich, Gabriel René Moreno (ambos en Bolivia), José Vasconcelos (en México), Alejandro Deustúa (en Perú), por mencionar algunos. Reconocidos y premiados literatos racistas (incluso premios nobel) como el guatemalteco Miguel Ángel Asturias o el peruano Mario Vargas Llosa, conforman la pléyade de las letras.

Lo vergonzoso no es el racismo expresado por estas “eminencias” premiadas y galardonadas a nivel regional y mundial, sino que sus ideas racistas y sus deseos supersticiosas fueron y son enseñadas y asimiladas en los diferentes centros de formación/investigación como verdades científicas. Los miedos y deseos de pensadores racistas, edulcoradas con tecnicismo científicos, se constituyen en verdades replicadas y asimiladas por mestizos e indígenas en las universidades y centros de investigación.

Organismo regionales y mundiales, que administran miles de millones de dólares supuestamente para superar los males congénitos de los “países subdesarrollados”, pagan y asumen los informes/ideas prejuiciosas de estos pensadores como líneas científicas para sus programas de desarrollo. Quizás por ello Latinoamérica continúa siendo una de las regiones más desigual y racistas del mundo.

Informes de las consultorías de estos pensadores, incluso salen con el rótulo de “interculturales” o “multiculturales”. Torres-Rivas escribió un informe/cuaderno para PNUD, en 2005, titulado La Nación Multicultural y el Racismo. Esto es lo preocupante. ¿Será que lo hacen inconscientemente?

Todas las políticas públicas eugenésicas (orientadas a aniquilar genética y culturalmente a los pueblos indígenas), en los diferentes países latinoamericanos, estuvieron y están orientadas y fundamentadas en las “verdades científicas” formuladas o copiadas por intelectuales habitados por el racismo y el deseo iluso por la “sangre azul”.

Las guerras de exterminio contra pueblos indígenas, como el genocidio en Guatemala, estaban fundamentadas en “fórmulas científicas” de intelectuales, discípulos de Joseph Arthur de Gobineau.

No se puede, ni se podrá, democratizar a los países latinoamericanos, culturalmente megadiversos, premiando el racismo y a sus ideólogos. Como tampoco las y los indígenas despiertos estaremos dispuestos a continuar sometidos a los estados etnofágicos.

En otros términos, mientras el racismo esté académicamente premiado, socialmente permitido, y políticamente establecido en las instituciones públicas y privadas, jamás habrá democracia integral para nadie, mucho menos estabilidad para el mal desarrollo de las élites privilegiadas.

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