jueves, 25 de octubre de 2012

Las dos Honduras


Radio Progreso

En las recientes semanas hemos conocido datos que reflejan dos caras de una realidad muy palpable en Honduras. Por un lado, Honduras aparece entre los países latinoamericanos con más ricos, el segundo en Centroamérica después de Guatemala, con 205 archimillonarios. Y por otro lado, los recientes estudios del Instituto Nacional de Estadísticas arrojan que siete de cada diez compatriotas viven en la miseria.
Así es Honduras: dos caras. En una, un puñado de familias sigue teniendo control de los recursos económicos del país, y controlan todos los mecanismos e institucionalidad del Estado. En la otra cara, la mayoría de la gente expuesta al desempleo, al hambre, a las enfermedades y a la inseguridad y a la violencia, a la pérdida de las oportunidades para una vida digna. Una cara existe en contraposición a la otra. Una, la cara rica y poderosa es promotora de la otra, y una, la cara miserable, es consecuencia de la otra.
Ante estas dos realidades, el llamado es a cambiar las cosas. Honduras no puede seguir controlada y manipulada a antojos y caprichos de unos pocos, pero los muchos no pueden seguir siendo espectadores de una realidad que pisotea su dignidad. La pobreza no es condición de vida, sino la expresión de un modelo deshumanizador que privilegia el capital y que olvide los rostros de la miseria.
En momentos críticos y de ofrecimientos superficiales, el llamado es a la construcción de verdaderas propuestas alternativas, de consensos mínimos, donde los recursos naturales, especialmente la tierra, el derecho a la salud, educación y recuperación de los espacios públicos no sean el negocio del puñadito de ricos, sino un bien compartido para los millones de ciudadanos y ciudadanas que aspiran a vivir con el estomago lleno y con la seguridad de una nación que respeta los derechos humanos.
El revertir la realidad de 2 millones de desempleados, la venta indiscriminada de los recursos naturales, el alto endeudamiento y la alarmante situación de violencia y criminalidad, únicamente se hará; primero siendo consciente de quiénes son los promotores de esta desigualdad e inequidad, para luego avanzar a los procesos de organizaciones y formación. Solo organizados y formados podremos ser capaces de hacer propuestas que construyan nuevos modelos de desarrollo, donde la participación comunitaria y las necesidades de la población prevalezcan por encima del capital y las ganancias.


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