miércoles, 24 de octubre de 2012

Islote Conejo: Distractor de crisis y militarización


Diario Tiempo

Es sorprendente que a estas alturas haya intentos de reanudar la controversia de El Salvador sobre el islote Conejo, en la desembocadura del río Goascorán en el Golfo de Fonseca, cuando ese asunto fue dirimido y ratificado por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a favor de Honduras.

El presidente Lobo Sosa ha dicho públicamente que se ha generado una situación “medio tensa” en El Salvador por la Isla (en realidad islote) Conejo, según se desprende de una conversación telefónica con el presidente Mauricio Funes, de El Salvador.

Como se recordará, la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, del 11 de noviembre de 1992, que resolvió el diferendo limítrofe entre Honduras y El Salvador, reconoció la soberanía de Honduras en la desembocadura del río Goascorán, cuya desembocadura prácticamente está conectada a dicho islote.

De acuerdo con el artículo 6 del Tratado entre Honduras y El Salvador del 24 de junio de 1986, ambos Estados se comprometieron, en relación con la solución pacífica del diferendo limítrofe por medio de la CIJ, a “que las partes ejecutarán la sentencia de la Sala en un todo y con entera buena fe”.

Sin embargo, y con el propósito de retrasar o incumplir el proceso de la demarcación fronteriza en el tramo de Goascorán, El Salvador intentó abrir un nuevo juicio en La Haya al solicitar la revisión de la sentencia del 11 de noviembre/92, alegando tener un “hecho nuevo” que justificaba tal petición.

La CIJ analizó la solicitud salvadoreña y ratificó la validez del fallo de 1992, pues no existía ningún “hecho nuevo” que justificara la revisión solicitada. Después de esa ratificación, por así decirlo, de la sentencia del 11 de noviembre de 1992, lo único que quedaba era reanudar el proceso de la demarcación del Tramo Goascorán.

En realidad, el intento de revisión de dicha sentencia, con el pretexto del islote Conejo, se hizo como una maniobra de distracción en momentos de convulsión interna en aquel país hermano. También porque había el interés estratégico de controlar la salida al mar, en el interés de construir una mega-refinería de petróleo, y, asimismo, construir un faro en el islote.

Parece ser que ahora volvemos a las andadas, como se dice, con eso de distraer la atención del público, habida cuenta de los problemas derivados de la crisis económica y política, así como por el agravamiento de la violencia y la criminalidad que afecta al Triángulo del Norte centroamericano.

El expediente de las tensiones entre nuestros países por cuestiones fronterizos es demasiado viejo y harto conocido, razones por las que ni los niños de teta se llaman a engaño. Recordemos que ese ha sido también el ardid para justificar el armamentismo y la militarización, como sucede, por ejemplo, con ese contrato de arrendamiento –con opción de compra— de ocho lanchas, por 62 millones de dólares, “para el combate al narcotráfico”.

Tenemos, por lo que parece, otro número de prestidigitación en que el mago de saca del fondo de su chistera, de las orejas, el simpático conejo.

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