domingo, 3 de junio de 2012
La "guerra contra las drogas" de EE. UU. y el pueblo miskito de Honduras
Por Rosemary Joyce *
No suelo escribir en el blog de Berkeley sobre Honduras, el país que por más de treinta años ha sido el foco de mis investigaciones. A pesar del profundo involucramiento de EE.UU. en la política y la economía de Honduras, es simplemente el caso que existe tan poca cobertura de ese país en los medios de EE.UU., las cosas que allí ocurren rara vez alcanzan el nivel de visibilidad que sería necesario para los lectores de este blog entiendan lo que realmente está sucediendo en Honduras.
Durante la última semana, sin embargo, eso ha cambiado. El New York Times, el Washington Post, el Chicago Tribune y Los Angeles Times, si usted lee un periódico importante de EE.UU., tuvo la oportunidad de leer noticias de última hora sobre Honduras.
Esto no quiere decir que lo que está leyendo es de alguna manera exacto. La mayor parte de la información se ha basado en fuentes anónimas y en los reportes del Departamento de Estado de los Estados Unidos, todo ello encaminado principalmente a absolver a la Agencia Antidrogas (Drug Enforcement Agency, DEA) de la responsabilidad por las muertes de civiles en la costa caribe del noreste de Honduras.
Si usted lee la cobertura en cualquiera de estas fuentes de noticias venerables, será perdonado si la impresión que obtiene es que, en una remota jungla, casi impenetrable (piense en Vietnam), los agentes de una urgente "guerra contra las drogas", luchan por detener el aumento en el consumo de cocaína en los EE.UU. cortando la línea mayor que suple su transporte hacia los EE.UU., fueron atacados por "tribus" nativas "profundamente implicadas en el tráfico de drogas.”
De acuerdo con los medios de EE.UU. y el Departamento de Estado de los EE.UU., el punto importante es que los agentes de la DEA no dispararon, fueron las fuerzas de seguridad hondureñas que abrieron fuego contra un bote en el río Patuca, matando e hiriendo a hombres, mujeres y niños -incluidas mujeres embarazadas.
Si usted lee la cobertura de los medios de comunicación en los EE.UU., saldrá con la idea de que es lamentable que estos primitivos selváticos eligieron el bando equivocado en la "guerra contra las drogas". Se llega a insinuar que es sospechoso que estas personas pudieran estar en el río en la noche, o tal vez estar en el área a esas horas. Al final tendrá la sensación que, después de todo, fue por su propia culpa.
Sin embargo, todo lo relacionado con esta historia, los "hechos" y las insinuaciones-todo lo que usted piensa que ha aprendido- es engañoso.
El pueblo miskito o Misquito que llevó la peor parte de este ataque ocupa una region de Honduras, donde no hay carreteras: los ríos son sus caminos. De hecho, son parte de una coalición que lucha fuertemente contra los planes del gobierno de Honduras para represar el río Patuca, para generar energía hidroeléctrica. Como escribe la ONG antropológica Cultural Survival, desde hace siglos las canoas de los pueblos indígenas han surcado hacia arriba y abajo el río Patuca, la arteria central de las tierras bajas de la vasta selva tropical de la Mosquitia hondureña. En la vega del río Patuca crecen el cacao, las naranjas, el arroz, los frijoles, la yuca y otros cultivos para la subsistencia y la venta, y sus peces proporcionan una fuente vital de proteínas. "El río es nuestra vida", dice Lorenzo Tinglas, presidente del consejo de gobierno del pueblo Tawahka. "Cualquier amenaza para el Patuca es una amenaza a cuatro de los pueblos indígenas, los tawahkas, pech, misquitos y garífunas, y vamos a luchar hasta la muerte para protegerla."
El bote contra el que se abrió fuego en forma indiscriminada, formaba parte de este sistema de transporte local, razón por la cual tantas personas de diversas edades y sexos fueron víctimas. Botes como estos navegan por los canales fluviales que traen las personas hacia y desde los centros donde hacen sus compras y buscan servicios, donde venden los frutos de su trabajo como pescadores para obtener el dinero para ganarse la vida.
Según el testimonio de primera mano de Hilda Lezama, una de las operadoras de embarcaciones que resultó herida en el ataque, estaban en el río por la noche "para evitar el sol fuerte." Esta realidad de las zonas tropicales parece ser desconocida por el ministro de Relaciones Exteriores de Honduras, Arturo Corrales, quien es citado en el mismo artículo del New York Times diciendo:
"Fue totalmente a oscuras, en un lugar que no es un lugar de pesca .... Está en la selva. Es muy difícil creer que a las 2 am, en la selva, la gente en un barco que está al lado de otro barco con 400 kilos de cocaína fueran de pesca."
De hecho, por supuesto, no es de extrañar que los botes tendrían que estar cerca unos de otros a medida que se acercaba al descenso, como cualquiera que haya navegado por los ríos de América Central con tráfico similar sabe, que cuando se llega al descenso, se está borda con borda en el equivalente fluvial de una intersección muy transitada.
Para los residentes en la región, la cobertura de los medios de comunicación de EE.UU. ha añadido sal a sus muy reales heridas, al presentarlos como delincuentes. Al leer los informes y ver las fotos que han provisto sobre las fuerzas armadas que transitan las calles de sus pueblos -las que no están disponibles en los medios principales de comunicación- uno siente su desesperación al vivir bajo las armas.
Los medios de comunicación estadounidenses no sólo han tenido problemas para entender estas realidades de la vida en esta comarca riverina que parecen ser casi incapaces de imaginar cómo los pueblos indígenas en esta región se organizan y mantienen su forma de vida. Un artículo que ya no está accesible en internet describe un comunicado de las organizaciones de los miskitos en protesta por el incidente como de una serie de "grupos étnicos", Masta, Diunat, Rayaka, Batiasta y Bamiasta. En realidad, estos son los nombres de una federación de organizaciones a nivel de la aldea individual (MASTA) y los distintos capítulos de la federación que representa a los pueblos afectados, incluyendo Ahuas, donde ocurrió el ataque (BAMIASTA).
El lunes 14 de mayo el denominado Declaración de Brus Laguna fue emitida por estos "representantes de los consejos territoriales, con el apoyo de Masta: DIUNAT, RAYAKA, BATIASTA Y BAMIASTA" que describió su objetivo como:
Para analizar y denunciar la masacre de personas indígenas miskitas inocentes acaecido el día viernes 11 de mayo a las 1:30 am, por los efectivos de la fuerzas armadas norteamericanas en conjunto con miembros efectivos de las fuerzas armadas de Honduras, en el trayecto fluvial que conduce de la comunidad de Barra Patuca hacia Ahuas.
La primera exigencia que hacen es que las fuerzas de Estados Unidos cesen sus operaciones en el territorio de Miskito:
Declarar no grato la presencia de la fuerza militares hondureñas y norteamericanas en el territorio de la mosquitia por invasión y por afectar la seguridad, creando situaciones de intimidación, temor a estos humildes pobladores que sobreviven con el esfuerzo propio, sin cumplir su cometido de defender nuestra soberanía.
"Nuestra soberanía" aquí no significa simplemente la de la nación de Honduras, que el gobierno actual está empeñado en vender al mejor postor, bajo la dirección de un novel "desarrollo" económico, políticas originadas en los EE.UU.
Esto significa la soberanía que los pueblos indígenas del noreste de Honduras han gozado históricamente, y tratan de proteger, citando a los tratados internacionales, a través de las demandas que hacen en los puntos 8 y 9 del Comunicado de Brus Laguna:
Exigimos la pronta retirada de las fuerzas militares extranjeros de nuestro territorio de la moskitia ya que solo han violentado nuestros derechos como pueblo.
Demandamos con carácter de urgencia la legalización de nuestro territorio como base principal de seguridad jurídica de nuestras vidas, vienes, seguridad alimentaria, recursos naturales y nuestra existencia como pueblos indígenas.
Para subrayar la diferencia fundamental entre la forma cultural de los pueblos del Río Patuca y cómo entendien su espacio y la manera en que los habitantes urbanos como Arturo Corrales lo hacen, el comunicado incluye en el pubto 6 una demanda explícita sobre sus derechos de uso del río:
Que se respete la libertad a la libre locomoción de la población con seguridad, pues el rio representa para este pueblo la vía de comunicación y no intimidar con sus armas a la población en la moskitia.
Vamos a conceder al Departamento de Estado los EE.UU., el único punto que está tratando de hacer: que los agentes de la DEA no apretaron el gatillo en la Mosquitia. Pero, sin las urgencias de los EE.UU., sin los EE.UU. y sus equipos, las fuerzas de seguridad hondureñas no hubieran salido en helicópteros (de EE.UU.) tratando de disparar a los traficantes de drogas. Este es el resultado directo de la política de EE.UU.. En un informe celebratorio aparecido en New York Times y fechado el 5 de mayo, se lee que:
La Armada de Estados Unidos, usando lecciones del conflicto de la década pasada en la guerra que está siendo peleada en la selva misquita, ha construido un campamento con poca notoriedad pública pero con apoyo del gobierno hondureño…
Esta nueva ofensiva, emerge justo cuando las fuerzas armadas de Estados Unidos relajan su conflicto en Irak y Afganistán y se están movilizando para confrontar nuevas amenazas, también demostrando la nueva modalidad de guerra de la nación: misiones de pequeñas huellas con un número limitado de tropas, alianzas con militares extranjeros y fuerzas policiales que toman el liderato en operaciones de seguridad y con objetivos estrechamente definidos, ya sea dirigidos a insurgentes, terroristas o grupos criminales que amenazan intereses estadounidenses…En operaciones de narcóticos anteriores, helicópteros transportando escuadrones antinarcóticos hondureños y estadounidenses partían desde la capital, Tegucigalpa, cada vez que una fuerza de operaciones de inteligencia identificaba huellas de aviones contrabandistas en el radar.
El vuelo de tres horas requerido para alcanzar puntos de encuentro de los carteles no dejaba mucho tiempo libre para detectar aviones descargando toneladas de cocaína a canoas locales, que después se dirigían río abajo, debajo de la sombra de la jungla a encontrar botes rápidos y sumergibles en la costa, para el viaje hacia el norte…las nuevas postas -modeladas en las bases de avanzada en Irak y Afganistán que daban a las tropas un pequeño y seguro hogar en territorio insurgente-, con cómodas barracas…cada uno no más de 30 a 35 minutos de vuelo de la mayoría de puntos de entrega de contrabando.
Dirigidos a insurgentes, terroristas o grupos criminales que amenazan intereses estadounidenses…
¿Cuáles son los intereses de Estados Unidos en el noreste de Honduras que llevaron a la construcción de una base militar en la zona, visto por los Miskito, que ocupan esta llamada región "silvestre," como una violación de su soberanía, la base militar que apoyó un incidente demasiado predecible que involucró víctimas civiles?
Los informes de noticias dicen que 400 kilos de cocaína fueron incautados de un bote abandonado que fue encontrado cuando los agentes hondureños y estadounidenses de la DEA aterrizaron después de disparar a los ocupantes de una embarcación sin relación alguna y que ahora yacen muertos o en el hospital. Así que en este caso, de todos modos, las "toneladas" de cocaína ascendieron a mucho menos: alrededor de 800 libras.
Las fuentes del Departamento de Estado, a raíz de esta tragedia, han dado estimaciones exageradas de la proporción de la cocaína con destino a los EE.UU. que fluye a través de Honduras, alegando que el 79% de la cocaína destinada a los EE.UU. aterriza en Honduras en primer lugar. El estimado del New York Times es considerablemente menor: una tercera parte de la cocaína que pasa a través de América Central, que por lo general ve el 90% de la cocaína procedente de Venezuela y Colombia dirigida a Estados Unidos-o aproximadamente el 30% de la oferta de EE.UU.
Las fuentes de EE.UU. e internacionales documentan que la demanda de EE.UU. por la cocaína no está aumentando (más bien, es por desgracia, el consumo en Centro América). El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas dice que el consumo de cocaína ha disminuido en los EE.UU. desde 2003. La producción de cocaína de Suramérica, de acuerdo con estudios internacionales, se ha mantenido relativamente constante. Las incautaciones de cocaína en los EE.UU., según la propia DEA, disminuyó en un 50% desde 2007, mientras que las incautaciones de otras drogas como la marihuana, se han incrementado.
Hay otro "interés" que los EE.UU. tiene al apoyar a las fuerzas de seguridad hondureñas en los ejercicios cuasi-militares.
Esto es para apuntalar una dudosa afirmación de que el actual gobierno de Honduras, instalado en 2010 como resultado de las elecciones celebradas en noviembre de 2009, mientras Honduras estaba bajo el control de un gobierno ilegal no reconocido por los EE.UU. o por los miembros de la ONU y la OEA, de alguna manera está teniendo éxito en la restauración del imperio de la ley. El Departamento de Estado de los EE.UU. ha descrito en varias ocasiones que el gobierno de Honduras ha hecho avances hacia lo que más recientemente ha caracterizado como "un lugar más seguro, una nación más próspera".
Esta no es la conclusión de las organizaciones respetadas como Human Rights Watch, que proporciona un sombrío (aunque en realidad un poco conservador) recuento de los excesos en el marco del régimen de facto de 2009, continuando hasta que fue sustituido por el actual gobierno de Honduras. La página web de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, con una regularidad deprimente, ha condenado la violencia en Honduras contra las minorías sexuales, los periodistas y las organizaciones comunitarias desde el golpe de 2009, sobre la base de informes en profundidad generados desde el interior del país. El Comité para la Protección de los Periodistas actualiza de forma continua el conteo de muertes de figuras de los medios hondureños, señalando con el dedo al gobierno por la situación:
"Un clima de hostilidad implacable hacia los periodistas hondureños restringe el flujo de noticias y erosionando el derecho ciudadano a la información ... Esta situación perdura porque las autoridades hondureñas no han tomado medidas decisivas para hacer cumplir la ley y garantizar la seguridad de los periodistas".
Los EE.UU. continúa proporcionando al gobierno de Honduras extensa ayuda a los militares y a la policía, a pesar de la evidencia internacional documentada que las fuerzas de seguridad hondureñas, lejos de estabilizar el país, son las responsables de la violencia sistemática contra los ciudadanos hondureños.
Al hacerlo, los EE.UU. apoya la militarización de la vida cotidiana en Honduras, donde el actual gobierno no ha logrado garantizar la seguridad, salvaguardar las garantías constitucionales de un pueblo que fueron privado de estos derechos por el golpe de Estado 2009.
Sería conveniente para los EE.UU. que la historia que lanzado a flotar, que los hondureños en la Mosquitia son simplemente narcotraficantes y responsables de la violencia perpetrada contra ellos por su delito de vivir en sus territorios tradicionales fueran aceptadas.
Escribir en los principales periódicos de Estados Unidos, lamentablemente está haciendo mucho para avanzar en ese guión, muy, muy poco para cuestionarla, y casi nada para explicar los contextos más amplios.
En última instancia, esta historia desaparecerá de los titulares de Nueva York, Washington, DC, Chicago y Los Ángeles. Pero los acontecimientos no se desvanecerán de la memoria de las familias y los aldeanos que han sido aterrorizados, en parte debido a las medidas adoptadas por nuestro gobierno.
Los miembros del Congreso de los EE.UU. y el Senado han estado hablando en contra del financiamiento continuo por parte de los EE. UU. a las corruptas y violentas fuerzas de seguridad de Honduras durante mucho tiempo. Organizaciones de Estados Unidos preocupadas por lo que ha pasado han estado pidiendo el mismo cambio en la política, mayormente sin cobertura mediática en EE.UU.
Tal vez es hora de que alguien les escuche y cambien esta política, antes que la próxima víctima inocente muera y sus sobrevivientes tengan que escuchar que la caractericen como una criminal.
* Profesor de antropología, Universidad de Berkeley
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