lunes, 14 de junio de 2021

Sudamérica y su lucha contra el neoliberalismo


Rebelión

Por Miguel Alejandro Rivera 

La pandemia por el Covid-19 fue desastrosa para los sistemas sanitarios internacionales, así como para la economía, la educación, el turismo y en general muchos ámbitos de la vida social; sin embargo, algo que detuvo el coronavirus y que dolió mucho, fueron las protestas en América Latina contra un enemigo único al que por fin se le ponía nombre y apellido: el neoliberalismo.

En 2019, los jóvenes chilenos mantuvieron multitudinarias manifestaciones que iniciaron debido al alza en la tarifa del transporte público; sin embargo, al avance de los días, las nuevas generaciones del país sudamericano comprendieron que el problema llegaba a un fondo que decantaba en las políticas impulsadas por la dictadura de Augusto Pinochet a partir de 1973, cuando con un golpe militar de derrocó al entonces presidente, electo en 1970 por vía democrática, Salvador Allende.

En aquel entonces, Chile se convirtió en el laboratorio de los Estados Unidos para aplicar las políticas económicas y sociales del neoliberal Milton Friedman, cuyas teorías fueron pieza clave en la historia del continente para encumbrar el sistema mundo occidental conveniente para la Casa Blanca y sus aliados. Empero, algo que ni el Covid-19 pudo frenar, fue que, en octubre del 2020, se iniciara el proceso para crear una nueva Constitución que sustituyera a la de 1980, precisamente heredada por una dictadura militar que costó miles de asesinados y desaparecidos.

También en 2019, Ecuador fue escenario de protestas que apuntaban al mismo enemigo: cambios económicos neoliberales en la política estatal en materia energética y otros sectores. En el país gobernado por Lenin Moreno, gran parte de las movilizaciones surgieron del sector indígena, jubilados y maestros, pero como en el caso chileno, se presentó fuerte represión policial, generando detenciones arbitrarias, heridos y muertos.

Y ante tales escenarios, ¿cuándo van a entender los gobiernos de derecha que la población rechaza los sistemas en los que todo se privatiza, todos los precios se liberan a gusto de los empresarios, todo está en manos de una oligarquía corporativa cuya máxima preocupación es acrecentar sus ganancias?

Hoy Colombia es el escenario de las manifestaciones más álgidas en el presente latinoamericano; no es la primera vez que Iván Duque sufre de inestabilidad social debido a sus decisiones gubernamentales y, aun así, insiste en activar iniciativas nocivas para la sociedad. El foco primario fue la reforma tributaria, que buscaba gravar la canasta básica aplicándole un Impuesto al Valor Agregado (IVA), así como también aumentar el costo de los servicios básicos (luz, agua, telefonía pública), medidas muy similares a las implementadas por Mauricio Macri en Argentina, lo que decantó en una crisis que le costó la reelección como presidente; es decir, está probado que esas medidas son un fracaso.  

Ante la crisis que vive Colombia, que ha dejado alrededor de 20 asesinados durante las manifestaciones, instancias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización de Estados Americanos (OEA), ya han condenado los hechos dentro de un discurso que, a decir verdad, no logra nada. Luis Almagro, secretario general de la OEA, se ha mostrado incisivo en casos donde, a su parecer, la democracia peligra, como, por ejemplo, cuando Evo Morales ganó las elecciones de 2019 en Bolivia y se le acusó de fraude, o al criticar constantemente al régimen venezolano; pero ahora que el problema es en Colombia, un aliado clave de los Estados Unidos en la región no pasa de “condenar” la represión y seguir adelante.

Lo que sucede en Sudamérica es preocupante porque muestra el hartazgo sostenido de una sociedad que no puede más con el sistema que se le ha impuesto; además, la respuesta de los gobiernos sigue siendo la misma: represión policial o militar contra los inconformes. La repetición de las imágenes en las que los manifestantes son violentamente agredidos es la estrategia de sembrar el miedo para quienes aún no salen a las calles, pero consideran hacerlo: la doctrina del shock en su máximo esplendor.

Pero en muchas regiones de América Latina ya es tanto el cansancio o la pobreza que no hay mucho que perder y por eso soportan la represión gubernamental; aunque el fantasma de los falsos positivos en Colombia; de los desaparecidos en la época de las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, es amenazante, las sociedades del Sur son un ejemplo de coraje y lucha por la dignidad, por su derecho a decir “no”.      


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